Hay una especie de sorpresa entre propios y ajenos. O para ser más precisos, sorpresa y resignación según cuadre. Eran pocos los que en privado se animaban en aquel enero tumultuoso de principios de año a vaticinar que noviembre daría vuelta el codo en las condiciones actuales, tanto en el plano político como en el económico.
La inflación sigue siendo un problema, la actividad económica está frenada y la restricción externa es una realidad persistente. Pero el mundo no estalló, los niveles de empleo se mantienen más o menos estables en el sector formal –con algunas décimas de caída– y el Banco Central pudo recomponer en las últimas semanas una parte minoritaria de sus reservas.
El gobierno puso en el centro de su agenda a la restricción cambiaria. La llegada de Alejandro Vanoli al Banco Central parece haber cambiado el paradigma de la entidad rectora de la política monetaria con respecto al mercado ilegal de divisas. La oleada de operativos de las últimas semanas no hizo más que sacar a la luz operatorias que el mercado reconoce casi con normalidad, pese a su condición de fronterizas en el plano legal. La pregunta es si ese cambio tardío es producto de la convicción o tiene el sólo objeto de suturar uno de los agujeros negros por los que fugaban las necesarias divisas.
Por unas horas, la disputa con los fondos buitre también volvió al podio, producto de la Cumbre del G-20 en Australia. El ministro de Economía de la Argentina –ese país aislado del mundo– llegó a Brisbane en representación de Cristina Fernández para insistir en los planteos sobre una regulación internacional para los proceso de reestructuración de la deuda que ya le dieron buenos resultados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, se gastó más tiempo mediático en discurrir sobre las características del avión que llevó a Axel Kicillof y al canciller Héctor Timerman hasta a Australia, que en las implicancias de esa cumbre.
En el plano político ya se escribió hasta el cansancio sobre el dominio protagónico de Cristina Fernández en el escenario y las dificultades de la oposición para construir una agenda propia que vaya más allá de las discusiones circulares sobre candidaturas y demás yerbas. No deja de sorprender que dos semanas de ausencia de la presidenta por cuestiones de salud no hayan modificado ni un ápice ese escenario, a solo nueve meses de las PASO.
La política argentina ya se mueve al pulso de esa fecha, pero hasta ahora con más interrogantes que respuestas. El kirchnerismo puro le cuestiona (cada vez menos) al gobernador Daniel Scioli su presunta falta de profesión de fe progresista y como ejemplo apelan a la política en materia de seguridad. Sin embargo, no surgen los mismos cuestionamientos para propuestas de la propia presidenta como la –por suerte derogada– "conmoción social" que se intentaba imponer en la reforma del Código Procesal. Esas contradicciones también se producen puertas adentro de la fuerza gobernante.
La diferencia entre el Frente para la Victoria y el FAUNEN es que en el oficialismo no se cuestiona el liderazgo político de Cristina Fernández, mientras que el conglomerado de radicales, socialistas y demás propone una conducción asamblearia cuyas complejidades difícilmente subsanen las PASO.
"Nos equivocamos al hacer una alianza con Carrio, debimos pensarlo antes", reconoció el senador Nito Artaza que rechaza un acuerdo con el PRO pero ayer se sacó una foto con Sergio Massa para ahondar en la confusión general del radicalismo. "Que se vaya", pidieron a coro varios integrantes del Frente a Lilita. Fiel a su estilo, signado por el vaticinio de cataclismo permanente, la chaqueña avisó que no se irá, y que antes deja la política. Nada nuevo bajo el sol en el planeta Carrió.
Los radicales apuraron una cumbre convocada para mañana, con el objetivo de definir qué camino seguir. Los psicólogos deben haber incrementado por estas horas sus pacientes entre los afiliados al radicalismo que enfrentan un severo problema de trastorno de identidad.
No es para menos. Un sector del partido propone una alianza con Sergio Massa, que no les pide nada a cambio pero no cedería su candidatura presidencial. Otra rama, encabezada por el presidente del partido, Ernesto Sanz, no oculta su intención de formalizar un acuerdo electoral con el PRO de Mauricio Macri. Algunos pocos retrocedieron varios casilleros y volvieron a proponer una interna común para toda la oposición; y un grupo propone mantenerse dentro del Frente Amplio UNEN.
En resumen, al radicalismo parece darle lo mismo ir detrás del candidato de la derecha, de un ex kirchnerista o de un socialista. De lo único que no parecen estar convencidos sus dirigentes es de la necesidad de reconstruir un partido que la democracia argentina necesita imperiosamente.
Con semejante indefinición, a esta altura está mareada hasta la gallega del GPS, que repite hasta el infinito el odioso "recalculando".
Sobre ese terreno fértil operan tanto Macri como Massa, aunque con recorridos inversos. El ex intendente de Tigre encuentra serias dificultades para mantener la expectativa. En términos de mercado, se sobrevendió después de los comicios del año pasado, dio por cerrada la discusión y cuando entró en la meseta natural que impone el día a día por sobre una campaña electoral se le oscureció el horizonte.
Después del conflicto con el intendente de San Isidro, Gustavo Posse; el diputado del bloque del Frente Renovador, Sandro Guzmán, presentó un pedido de licencia hasta marzo de 2015, por lo que dejará al bloque que responde a Massa con un legislador menos. Los que antes se entusiasmaban con pegar el salto ahora ponen cara de yo no fui.
El ex intendente de Tigre pegó el faltazo al casamiento de Martín Insaurralde, dominado por la farándula, y mandó mensajes con cuestionamientos para Martín Redrado que aparece más seguido en las revistas del corazón que opinando sobre macroeconomía.
Puertas adentro del Frente Renovador no está claro si Massa se inclinaría en caso de llegar a la Rosada por un programa industrialista o por otro más vinculado al sistema financiero. Por las dudas acumula asesores de un lado y del otro.
Macri, también obtuvo un triunfo en los últimos comicios, pero en cambio su recorrido se presenta ascendente, a juzgar por las encuestas de opinión. El jefe de Gobierno soltó esta semana en medio de la interna del FAUNEN que el único motivo por el que aun no tomó un café con Elisa Carrió es porque ella no lo llamó.
Para el alcalde la mesa está servida. Corrió su discurso al centro porque entendió que lejos de las elecciones de medio término del año pasado, el elector no espera para las presidenciales una ruptura abrupta.
Entre los dos, deambula la UCR, que no consigue una voz que la oriente, ni siquiera la del GPS
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