Es la primera vez en muchos años que el Estado está en
situación de fijar condiciones de mediano y largo plazo en la Argentina.
Desde antes de que empezará la última y más sangrienta dictadura
militar (1976-1983), la brújula del país siempre la orientaron los
grupos económicos y financieros, consolidando los parangones históricos
que se fijaron después de 1810. Por razones culturales y geopolíticas,
la Argentina siempre estuvo alineada a Europa primero, y a Europa y los
Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial.
La alianza estratégica entre la Argentina y China que se terminó de sellar esta semana es un quiebre inédito en las relaciones internacionales del país. Piénselo, ¿hubiera imaginado usted hace sólo 15 años que el segundo socio económico y político de la Argentina podía ser China? Creo que en cualquier otro escenario era impensado. Es cierto que en el último decenio empezó a eclipsarse la figura de los Estados Unidos-Europa y a agigantarse la de China en el globo. "Lo que ocurre con la Argentina es producto de lo que acontece en otros países emergentes en los que China ha optado por avanzar y hacer negocios con el fin de garantizarse los insumos para seguir creciendo y transformarse en la primera potencia del mundo", explica Mauricio Claverí, experto de la consultora Abeceb.com.
La Comisión Económica para América Latina (Cepal) informó que entre
2005 y 2013 el gigante asiático otorgó créditos por más de US$ 100 mil
millones a países de la región. Sin embargo, también es verdad que la
Argentina eligió el camino de acercarse a China y viene creando
condiciones para tratar de direccionarlo desde el 2004, cuando el
entonces presidente Néstor Kirchner firmó las primeras bases del acuerdo
estratégico con Xi Hu Jintao. Muchos de los convenios que se firmaron
entonces no llegaron a buen puerto pero la fluidez del intercambio se
sostuvo y fue in crescendo a medida que se superaron las lógicas
desconfianzas fruto de las diferencias socioculturales entre los dos
países.
La relación Argentina-China no es una carga de buenas intenciones, como supone el economista de Sergio Massa y ex menemista, el inefable Carlos Melconian, al que cabe reconocerle su inestimable condición de hincha de Racing pero que tiene una opaca visión en materia de estrategia internacional. Según a Cancillería local, entre 2003 y 2013 las ventas argentinas a ese país se incrementaron un 133% y la inversión extranjera directa de China en el país aumentó a un promedio del 55% anual desde 2008. Sin embargo, la relación económica entre los dos países tiene aspectos que generan tensión y preocupación particularmente para la Argentina. Hasta el año 2009, la balanza comercial era favorable para el país. Según los datos del Buró Nacional de Estadísticas de China (NBSC), el superávit argentino entre 2001 y 2009 habría ascendido a U$S 18.536 millones.
Sin embargo, en los últimos años esta tendencia marcó un fuerte giro en perjuicio de la Argentina, con el agravante de que a medida que el país creció se apuntaló también la primarización de las ventas locales. En el 2013, el déficit comercial con China alcanzó los U$S 5800 millones, y es posible que en el 2014 esta cifra oscile en los U$S 6400 millones. Además, el 85% de los productos que el país le vende a China son derivados del petróleo, y fundamentalmente porotos de soja y sus derivados, mientras que el país asiático ingresa al país artículos electrónicos, eléctricos, plásticos, químicos, juguetes, textiles y bienes finales con alto valor agregado en general. Este es el principal desafío de la relación bilateral y el foco central de las críticas que puede imprimírsele a esta nueva orientación estratégico-política de la Argentina.
Sin embargo, no hay que perder de vista que tanto Europa como los Estados Unidos hicieron todo lo que tuvieron a su alcance para ahogar y aislar a la Argentina, porque esta última optó por un rumbo económico distinto al que impuso como válido el establishment. Hay desde pequeñas hasta grandes razones que muestran los obstáculos que ha sufrido el país en los últimos años por parte de la primera potencia del mundo. A modo de ejemplo, el país del norte viene impidiendo desde hace más de 12 años la importación de limones argentinos, una de las principales fuentes de divisas, y de 10 mil potenciales empleos en Tucumán, una de las provincias más necesitadas del país. Esta postura "proteccionista" de EE UU, que también puede ampliarse al mercado de la carne, está en sintonía con la histórica política de Europa que ha frenado sistemáticamente el ingreso de productos agroindustriales de Argentina y otros países del Tercer Mundo. Siempre ha ocurrido así. Estados Unidos y la Unión Europea han presionado con éxito para que se desregulen los mercados y se abra el comercio exterior, pero con la excusa de la defensa de sus productores impiden el normal desenvolvimiento del comercio internacional, ejerciendo presiones que terminan perjudicando a las naciones con menor poder de lobby. No obstante, la gota que rebalsó el vaso y obligó a la Argentina a acelerar las negociaciones no sólo con China sino con los BRICS en general fue el fallo de la justicia de los Estados Unidos que le dio la razón a los buitres y colocó a la Argentina en una delicada situación financiera que la obliga a negociar en inferioridad de condiciones y que la expone a juicios por más de U$S 140 mil millones por el mal fallo del juez de Nueva York, Thomas Griesa. Después de reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, oportunamente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio el visto bueno para que Chevron participara en condiciones inmejorables como socio de YPF en Vaca Muerta, una de las principales reservas de petróleo no convencional en el mundo. Dentro de este acuerdo se establecía tácitamente que Obama iba a presionar a la Corte Suprema de su país para que tomara el caso y, de alguna forma, frenara la avanzada buitre que había avalado Griesa. Sin embargo, el Ejecutivo norteamericano no hizo lo suficiente (o nada, en la práctica) y Estados Unidos le metió otra daga en la espalda a la Argentina, como lo hizo durante la Guerra de Malvinas, en 1982 ,al apoyar a Inglaterra.
Este contexto contribuyó a acelerar la alianza de Estado con China. Estados Unidos, con estas políticas recurrentes de apoyo tácito o expreso a los buitres, en el mejor de los casos ha bloqueado la posibilidad de la Argentina de normalizar la situación financiera del país, lo que le permitiría acceder a los recursos necesarios para impulsar Vaca Muerta y los proyectos de inversión estructurales que necesita para dar el salto al desarrollo. De nada valió la decisión oficial de acordar con el Club de París el pago de una deuda de U$S 10 mil millones ni la voluntad de acatar los arbitrarios fallos en contra en la tribuna del CIADI.
En cambio, en la vereda de enfrente China ofrece financiamiento blando por U$S 4700 millones para desarrollar dos represas clave, obtener los recursos para avanzar en las obras del Belgrano Cargas, desarrollar una central nuclear y lograr un reaseguro financiero por U$S 11 mil millones. Por todo esto, la alianza con China adquiere un carácter estratégico y de Estado para el país.
El próximo y los futuros gobiernos pueden intentar deshacerla, pero las señales de los candidatos presidenciables ha sido de mucha prudencia o de apoyo. El jefe de gobierno, Mauricio Macri, candidato presidencial natural de la derecha no peronista, decidió entregarle las llaves de la Ciudad de Buenos Aires al presidente de la República Popular China, Xi Jinping. Se trata de una señal clara de continuidad que le habrá sugerido a Mauricio, su padre, Franco Macri, que de negocios y diplomacia sabe mucho más. Además, las características de los convenios firmados el jueves, pero sobre todo al alto desarrollo del comercio bilateral, dificultan una ruptura con China. "En el futuro, la ingerencia de China va a ser mucho mayor. Es el camino lógico que tiene la Argentina al no tener muy buena relación con los países desarrollados", explica Claverí. Sin embargo, también hace hincapié en los claroscuros de esta relación. "Con China no tenés ningún tipo de capacidad de negociación porque tu dependencia del comercio es enorme y el grado de asimetría económica es más grande." No obstante, el experto propone una salida que la Argentina no debería desdeñar, pues supone formalizar un acuerdo con el resto de los países de Latinoamérica para equilibrar la balanza frente al nuevo elefante asiático. "No sólo con Brasil, con toda Latinoamérica, porque si no, no tenés la menor chance de negociar frente a China y vas a establecer una relación de dependencia", suspira Claverí.
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/07/20/economia-154330-la-alternativa-china.php
La alianza estratégica entre la Argentina y China que se terminó de sellar esta semana es un quiebre inédito en las relaciones internacionales del país. Piénselo, ¿hubiera imaginado usted hace sólo 15 años que el segundo socio económico y político de la Argentina podía ser China? Creo que en cualquier otro escenario era impensado. Es cierto que en el último decenio empezó a eclipsarse la figura de los Estados Unidos-Europa y a agigantarse la de China en el globo. "Lo que ocurre con la Argentina es producto de lo que acontece en otros países emergentes en los que China ha optado por avanzar y hacer negocios con el fin de garantizarse los insumos para seguir creciendo y transformarse en la primera potencia del mundo", explica Mauricio Claverí, experto de la consultora Abeceb.com.
El próximo y los futuros gobiernos pueden intentar
deshacerla, pero las señales de los candidatos presidenciables ha sido
de mucha prudencia o de apoyo.
La relación Argentina-China no es una carga de buenas intenciones, como supone el economista de Sergio Massa y ex menemista, el inefable Carlos Melconian, al que cabe reconocerle su inestimable condición de hincha de Racing pero que tiene una opaca visión en materia de estrategia internacional. Según a Cancillería local, entre 2003 y 2013 las ventas argentinas a ese país se incrementaron un 133% y la inversión extranjera directa de China en el país aumentó a un promedio del 55% anual desde 2008. Sin embargo, la relación económica entre los dos países tiene aspectos que generan tensión y preocupación particularmente para la Argentina. Hasta el año 2009, la balanza comercial era favorable para el país. Según los datos del Buró Nacional de Estadísticas de China (NBSC), el superávit argentino entre 2001 y 2009 habría ascendido a U$S 18.536 millones.
Sin embargo, en los últimos años esta tendencia marcó un fuerte giro en perjuicio de la Argentina, con el agravante de que a medida que el país creció se apuntaló también la primarización de las ventas locales. En el 2013, el déficit comercial con China alcanzó los U$S 5800 millones, y es posible que en el 2014 esta cifra oscile en los U$S 6400 millones. Además, el 85% de los productos que el país le vende a China son derivados del petróleo, y fundamentalmente porotos de soja y sus derivados, mientras que el país asiático ingresa al país artículos electrónicos, eléctricos, plásticos, químicos, juguetes, textiles y bienes finales con alto valor agregado en general. Este es el principal desafío de la relación bilateral y el foco central de las críticas que puede imprimírsele a esta nueva orientación estratégico-política de la Argentina.
Sin embargo, no hay que perder de vista que tanto Europa como los Estados Unidos hicieron todo lo que tuvieron a su alcance para ahogar y aislar a la Argentina, porque esta última optó por un rumbo económico distinto al que impuso como válido el establishment. Hay desde pequeñas hasta grandes razones que muestran los obstáculos que ha sufrido el país en los últimos años por parte de la primera potencia del mundo. A modo de ejemplo, el país del norte viene impidiendo desde hace más de 12 años la importación de limones argentinos, una de las principales fuentes de divisas, y de 10 mil potenciales empleos en Tucumán, una de las provincias más necesitadas del país. Esta postura "proteccionista" de EE UU, que también puede ampliarse al mercado de la carne, está en sintonía con la histórica política de Europa que ha frenado sistemáticamente el ingreso de productos agroindustriales de Argentina y otros países del Tercer Mundo. Siempre ha ocurrido así. Estados Unidos y la Unión Europea han presionado con éxito para que se desregulen los mercados y se abra el comercio exterior, pero con la excusa de la defensa de sus productores impiden el normal desenvolvimiento del comercio internacional, ejerciendo presiones que terminan perjudicando a las naciones con menor poder de lobby. No obstante, la gota que rebalsó el vaso y obligó a la Argentina a acelerar las negociaciones no sólo con China sino con los BRICS en general fue el fallo de la justicia de los Estados Unidos que le dio la razón a los buitres y colocó a la Argentina en una delicada situación financiera que la obliga a negociar en inferioridad de condiciones y que la expone a juicios por más de U$S 140 mil millones por el mal fallo del juez de Nueva York, Thomas Griesa. Después de reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, oportunamente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio el visto bueno para que Chevron participara en condiciones inmejorables como socio de YPF en Vaca Muerta, una de las principales reservas de petróleo no convencional en el mundo. Dentro de este acuerdo se establecía tácitamente que Obama iba a presionar a la Corte Suprema de su país para que tomara el caso y, de alguna forma, frenara la avanzada buitre que había avalado Griesa. Sin embargo, el Ejecutivo norteamericano no hizo lo suficiente (o nada, en la práctica) y Estados Unidos le metió otra daga en la espalda a la Argentina, como lo hizo durante la Guerra de Malvinas, en 1982 ,al apoyar a Inglaterra.
Este contexto contribuyó a acelerar la alianza de Estado con China. Estados Unidos, con estas políticas recurrentes de apoyo tácito o expreso a los buitres, en el mejor de los casos ha bloqueado la posibilidad de la Argentina de normalizar la situación financiera del país, lo que le permitiría acceder a los recursos necesarios para impulsar Vaca Muerta y los proyectos de inversión estructurales que necesita para dar el salto al desarrollo. De nada valió la decisión oficial de acordar con el Club de París el pago de una deuda de U$S 10 mil millones ni la voluntad de acatar los arbitrarios fallos en contra en la tribuna del CIADI.
En cambio, en la vereda de enfrente China ofrece financiamiento blando por U$S 4700 millones para desarrollar dos represas clave, obtener los recursos para avanzar en las obras del Belgrano Cargas, desarrollar una central nuclear y lograr un reaseguro financiero por U$S 11 mil millones. Por todo esto, la alianza con China adquiere un carácter estratégico y de Estado para el país.
El próximo y los futuros gobiernos pueden intentar deshacerla, pero las señales de los candidatos presidenciables ha sido de mucha prudencia o de apoyo. El jefe de gobierno, Mauricio Macri, candidato presidencial natural de la derecha no peronista, decidió entregarle las llaves de la Ciudad de Buenos Aires al presidente de la República Popular China, Xi Jinping. Se trata de una señal clara de continuidad que le habrá sugerido a Mauricio, su padre, Franco Macri, que de negocios y diplomacia sabe mucho más. Además, las características de los convenios firmados el jueves, pero sobre todo al alto desarrollo del comercio bilateral, dificultan una ruptura con China. "En el futuro, la ingerencia de China va a ser mucho mayor. Es el camino lógico que tiene la Argentina al no tener muy buena relación con los países desarrollados", explica Claverí. Sin embargo, también hace hincapié en los claroscuros de esta relación. "Con China no tenés ningún tipo de capacidad de negociación porque tu dependencia del comercio es enorme y el grado de asimetría económica es más grande." No obstante, el experto propone una salida que la Argentina no debería desdeñar, pues supone formalizar un acuerdo con el resto de los países de Latinoamérica para equilibrar la balanza frente al nuevo elefante asiático. "No sólo con Brasil, con toda Latinoamérica, porque si no, no tenés la menor chance de negociar frente a China y vas a establecer una relación de dependencia", suspira Claverí.
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