Por Mariano Beristain
Entrevista de Tiempo Argentino a Aldo Ferrer. El economista recorre todo el abanico económico de la actualidad con una perspectiva crítica histórica.
–¿Cómo analiza la economía postdevaluación?
–El ajuste cambiario es un reconocimiento de que había un atraso
producto de la apreciación que agravaba la escasez de divisas como el
problema más urgente. Esto llevó al gobierno a una devaluación cambiaria
y a otra serie de medidas como los recortes de gastos innecesarios, el
sinceramiento de los índices y el aumento de las tasas de interés. Hay
allí una polémica sobre cuál es el fin de estas medidas. Sí se trata de
un ajuste de cuneo liberal. No lo es. Lo veo como un ordenamiento de una
economía que complicaba la gestión: la inflación, el déficit fiscal.
Además, lo que se conoce como la restricción externa afecta las
expectativas e influye en los precios y en la fuga de capitales.
–¿Qué diferencias percibe entre las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en este terreno?
–Hubo una cambio muy fuerte porque en la época de Néstor Kirchner
había abundancia de divisas con un alto nivel de precios
internacionales, superávit energético y, entonces, ello dio lugar a una
capacidad de pagos externos que el gobierno además fortaleció con la
solidez fiscal que configuró un escenario con mucha fortaleza de la
macro. Esto permitió, entre otras cosas, nacionalizar los fondos de
pensión. Esta situación externa cambió con el segundo mandato de la
Presidenta. En primer lugar porque el sector industrial empezó a generar
un gran déficit, en autopartes, en maquinaria agrícola, que hizo un
agujero tremendo, después apareció el déficit energético.
–Y ¿qué ocurrió entonces?
–El gobierno reaccionó permitiendo que se apreciara el tipo de
cambio y una situación fiscal que agravó el cuadro, hasta que se tomaron
las medidas recientes.
–¿Qué puede ocurrir de aquí en más?
–Lo primero que ha pasado es que se ha tranquilizado el tipo de
cambio. Antes de las medidas había una gran incertidumbre con el dólar
paralelo. Esto se ha ordenado. Me parece que hubo un buen manejo de la
política monetaria que puede tener un efecto positivo sobre las
expectativas si se consolida esta tendencia, si contribuye a bajar la
tasa de inflación y esto se acompaña con una cuestión fiscal y el
gobierno recupera el superávit primario y puede retomar un manejo de la
macro que contribuya a mejorar las expectativas. Este es el escenario
optimista.
–¿Cuál es el otro?
–El gran problema es que pasa si la inflación sigue siendo alta en
los próximos tres meses, que pasa con el tipo de cambio. Entonces,
podemos volver a la situación anterior si se mantiene nominalmente el
tipo de cambio al nivel actual. Allí está todo el tema de los Precios
Cuidados para desactivar los ajustes de precios agresivos. Ahí se corre
el riesgo de considerar que la inflación y estos ajustes son
consecuencia de la maldad de los especuladores que están tratando de
aprovechar la incertidumbre.
"Acá el problema son las condiciones en las que operan los mercados. Cuando hay una situación macroeconómica fuerte y hay perspectivas, los mercados operan con una baja tasa de inflación".
–¿No es así?
–Acá el problema son las condiciones en las que operan los
mercados. Cuando hay una situación macroeconómica fuerte y hay
perspectivas, los mercados operan con una baja tasa de inflación. Cuando
las perspectivas cambian, los mercados operan en contrario. Pescadores
en río revuelto siempre hay. Los operadores están para ganar plata, si
lo tienen que hacer especulando lo van a hace, si lo tienen que hacer
produciendo van a producir.
–Uno de los escenarios que se observa es una tasa de interés bastante alta…
–No en términos reales.
–Pero, ¿las tasas nominales altas pueden afectar la economía?
–No se puede operar indefinidamente con una tasa de interés real
negativa. Hay que tener tasas razonables y desde luego, en el marco de
una política de desarrollo, que haya líneas preferenciales para el
sector productivo. El problema de la historia argentina, desde mediados
del siglo pasado, es inflación crónica. Eso fue destruyendo la función
de ahorro. La destrucción del peso llevó a que las funciones de ahorro y
medida de valor no las cumpla. Por eso cuando tratamos de pensar el
precio de un departamento o de cualquier activo fíjo lo determinamos en
dólares porque hay inestabilidad en el referente moneda nacional. La
dolarización no es una perversión argentina es consecuencia de que no
hay una moneda nacional que cumpla la función de ahorro. Mientras se
recupera hay que tratar de que la gente confíe en el país. Hay que
transmitir confianza en este sentido y dar seguridad de una tasa de
interés pasiva del 2 o 3 por ciento.
–Y la incidencia de las tasas sobre el crédito.
–Una de las características de la economía argentina es que hay
poco crédito. No hay burbuja de crédito, este es uno de los aspectos
saludables. El sistema bancario está sólido y la verdad es que los
créditos aquí es uno de los grandes déficits del sistema. El crédito se
ha dirigido al consumo.
–Pero, entonces puede incidir negativamente sobre el consumo?
–Si, justamente. El ajuste cambiario va a afectar el crédito. Pero
también es cierto que no puede sostenerse sobre bases irreales y en
función de la demanda cuando hay escases de divisas porque esto aumenta
la presión y la incertidumbre. Puede llevar, y creo que es lo que están
esperando los neoliberales, a que el gobierno salga a pedir crédito en
el exterior a tasas muy elevadas así se vuelve a endeudar, con lo cual
así dejaría de lado una gran contribución, lo que ha sido el
desendeudamiento. Si uno considera cual ha sido las consecuencias del
endeudamiento, la deuda es fatal porque termina demoliendo la soberanía
de los países, que terminan dominando los mercados y el FMI, que es lo
que nos pasó a nosotros desde hace mucho tiempo.
–¿Cómo en el menemismo?
–Por ejemplo. Entonces, el haber salido de eso ha sido un paso de
soberanía fundamental. Espero que el marco de la crisis actual no lleve
al gobierno a tomar plata afuera. Sería una mala solución. Y visto desde
una perspectiva más amplia también es cierto que el país está operando
sobre una base de recursos mayor que la del pasado. El fenomenal aumento
de la producción agraria y el de las exportaciones ha levantado la
restricción externa y el piso del stop and go, es decir cuando había
divisas crecíamos y cuando no había se estancaba. Esto ha cambiado
mucho. Estamos debatiéndonos en el marco de una economía real con más
divisas pero el problema es que en este escenario reaparece déficit.
–¿Cambió el panorama entonces?
–Insisto aquí que no hay que entrar en la idea de que estamos al
borde del desastre, que estamos cerca de lo que fue el '83. No es así.
Es una situación distinta con desajustes en los precios, con problemas
de divisas, pero con una economía que cuenta con más recursos que el
pasado, sobre todo por el bajo nivel de deuda. Es una situación compleja
pero de ninguna manera desesperante.
–Vuelvo a la pregunta inicial. ¿Cómo sigue la economía?
–Dependerá mucho de la firmeza del gobierno en sostener un tipo de
cambio competitivo, manejar la situación fiscal. En este contexto el
gobierno no puede apelar a una expansión de demanda vía gasto público
porque generaría desequilibrios. Hay que esperar el elemento impulsor
por el lado de las inversiones y las exportaciones. Así que desde el
punto de vista del nivel de actividad con un consumo débil no va a ser
posible mantener una tasa de crecimiento interesante. Pero también es
cierto de que no es previsible que haya un proceso de ajuste.
–Usted indica que la economía está funcionando sustentada
en la producción agroindustrial. Sin embargo, este sector está
escatimando la liquidación de divisas.
–No creo en este argumento que lo expresó muy bien (Juan Carlos)
Pugliese cuando dijo 'les hablé con el corazón y me contestaron con el
bolsillo' (N de R: frase del ministro de Economía de Raúl Alfonsín en
1989). Los operadores privados contestan siempre con el bolsillo. Es la
naturaleza del sistema. Ahora la pregunta no es esa, la pregunta es
porque se crean ciertas condiciones para especular. Incluso el
comportamiento en la retención de la cosecha forma parte del negocio.
–Pero, ¿cuáles son las herramientas que tiene el Estado?
–Hay que crear las condiciones para que convenga liquidar sin hacer
esta retención de stock. Depende del tipo de cambio y de muchas cosas.
De hecho ahora ha habido cierto cambio en el comportamiento de los
actores que es lo que explica, en parte, que el Banco Central está
comprando modestamente divisas. Entonces, la cuestión es esa, como hacer
para que los operadores se comporten de forma consistente con el
interés público. Y eso depende de las reglas de juego.
–¿Usted no ve un componente político-ideológico detrás de las retención de divisas por parte de los operadores agroexportadores?
–Creo que en un escenario de incertidumbre, un clima de tensión
porque el gobierno tomó decisiones fuertemente confrontativas pues se ha
permitido hacer cosas muy fuertes; la reestructuración de la deuda fue a
contrapelo del FMI y los mercados; la nacionalización de las AFJP
golpeó un núcleo de negocios muy importantes; la nacionalización de YPF.
Además de definiciones políticas: está la ley de medios. El gobierno
generó inevitable y necesariamente un cuadro de tensión y se la bancó
porque se la pudo bancar. Yo escribí un artículo que le puse "el que
tiene plata hace lo que quiere".
–¿A qué se refiere?
–El gobierno pudo hacer esto, porque tenía plata. Entonces, eso es
lo importante, el poder mantener el grado de autonomía de la política
económica. Sin embargo para eso hay que tener la casa en orden y acá las
cosas se han ido desordenando. Desapareció el superávit primario, se
fue configurando un cuadro de expectativas negativas, el salto de la
tasa de inflación, la fuga de capitales. Entonces, no es la perversidad
de los actores es que las reglas llevaron a eso.
–Entonces...
–Si hay un campeonato mundial de empresarios nacionales,
entendiendo como tal a los tipos que invierten, que generan empleo o sea
un sector privado dinámico, esencial de la política económica. Es muy
probable que lo ganaran los coreanos. En los mercados emergentes, lo que
han hecho en el marco de las políticas públicas es fantástico.
Entonces, yo digo si a esos coreanos usted los trae a la Argentina a los
seis meses hacen lo mismo que los argentinos. Pero si a los argentinos
usted los lleva a Corea se comportan como los coreanos. Los empresarios
coreanos no tienen un ADN distinto sino porque hubo políticas del Estado
Nacional que llevaron a que haya incentivos de rentabilidad para que
actúen así. Además, no hay que olvidar que vivimos en una economía de
mercado donde el sector privado es fundamental. Nunca hubo desarrollo
hasta ahora fuera de la economía de mercado. El tema, entonces, es como
hacemos para condicionar el comportamiento del sector privado que tiene
que jugar un papel insustituible.
–Habla del sector privado pero la economía no paró de extranjerizarse en los últimos 30 años.
–Es cierto, pero también es consecuencia de las políticas públicas.
–Pero, ¿cómo se revierte?
–Desde la política. Porque acá tenemos dos modelos de inversión
extranjera; uno es el asiático, traen filiales para incorporar
tecnología, para exportar, acceder a terceros mercados, integrarse en el
tejido productivo interno y manteniendo siempre el protagonismo de las
empresas nacionales. Donde la inversión extranjera es un componente de
la transformación. Acá que hicimos. Les regalamos el mercado interno.
Hicimos una apertura sin condiciones para el ingreso. Y ellos como
respondieron? Establecieron industrias para aprovechar el mercado
interno e integrarnos en las cadenas de valor en los segmentos
secundarios de la tecnología, que es lo que nos pasa en la industria
automotriz, donde los componentes más complejos se importan y el agujero
comercial crece. El déficit de autopartes no se va a resolver si no hay
una terminal de automóviles argentina que integre la cadena de valor.
El problema no es la inversión extranjera, ni especuladores sino cual
es la madurez de una sociedad y del Estado para fijar reglas de juego
que orienten a los actores en determinado sentido. Y esto es lo que aquí
no ha habido y no hay. Qué empresariado argentino va a crecer con ese
grado de extranjerización. Bueno, con esa realidad estamos trabajando.
Han cambiado las reglas de juego. Hay que traer la inversión
extranjera.
–¿Qué pasó con la política fabril en la que se privilegió a los sectores sensibles de la industria?
–Hubo una política de recuperación del nivel de actividad y de la
capacidad instalada que permitió un aumento importante de la población
industrial y sustituir importaciones pero no resolvió los problemas
estructurales que suelen ser los de los sectores más complejos, que
empujaron el déficit autopartista, electrónico porque la industria
cuanto más crece más demanda divisas. Además, las filiales mandan más
plata afuera. En materia industrial la Argentina pasó de políticas como
las del primer peronismo de promoción del mercado interno a políticas
neoliberales de apertura incondicional con una macroeconomía
extremadamente desordenada y un récord mundial de inflación el siglo
pasado, con el stop and go y políticas destructivas de la industria como
pasó con la tablita en la época de la dictadura y después con la
Convertibilidad.
–Los industriales tuvieron años para recomponerse. ¿Cree que estuvieron a la altura de las circunstancias?
–Se duplicó el producto industrial, creció la ocupación de la
capacidad instalada. En esos términos respondieron. Pero en otros
sectores como el automotriz el componente nacional es muy bajo. No ha
habido una política de transformación estructural.
–¿Cómo puede hacer el gobierno para administrar los precios?
–Con una política muy firme de superávit primario, de organización
de la situación fiscal, con un tipo de cambio competitivo, además de
recuperar dólares de residentes argentinos que están en el colchón. Hay
que apelar, en el marco de un cambio de expectativas, a recuperar los
fondos en dólares. Sí la gente se dolariza que se dolarice acá. Tiene
que mejorar la macro consolidando los equilibrios.
–¿Cómo valoriza la política de acuerdo de precios?
–Tiene un valor marginal. Es útil. Pero creo que ningún acuerdo de
precios, lo demuestra la experiencia histórica, puede tener impacto en
el deterioro de las expectativas. Ninguno aguanta. Ahora sí el acuerdo
de precios se da en el marco de una política macro... Pero no hay que
hacerse demasiadas ilusiones.
–¿Cómo imagina esta segunda etapa del gobierno?
–Se ha logrado una mejora de la gestión del mercado cambiario. Es
riesgoso volver a usar el tipo de cambio como ancla inflacionaria. El
otro riesgo es pretender aliviar la situación pidiendo plata afuera. Se
ha avanzado en los temas pendientes. Uno el de Repsol que se resolvió
muy bien. Se avanzó en el Club de París, que no es una cosa muy
importante. También con el CIADI. Ahora si eso es para volver a los
mercados no es una buena decisión.
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