Pensar al otro como “nazi”, como “castro-guevarista”, como “gorila”, es cosificar al otro, quitarle la complejidad de su personalidad, y deshumanizarlo... Acusar a un periodista de “ultra K”, tacharlo de “678-chorro”, o de “esbirro”, sugerir siquiera la posibilidad de que sea “nazi” es la peor de las cosificaciones que puedan hacer.
Por:
Hernán Brienza
I
¿Por qué pegan? Quiero preguntar: ¿Por qué mandan a pegar? ¿Por qué hacen el tilingo fuck you y no un criollo corte de mangas? ¿Por qué se intentan convencer los comunicadores del macrismo –ya sean de La Nación o de Clarín– de que la culpa de ser agredidos es de las propias víctimas? ¿Por qué reeditan el “por algo será” de la dictadura cívico-militar? Agitaron tanto el fantasma de la violencia política, de la persecución al periodismo “opositor” que, finalmente, terminaron siendo víctimas de la violencia los periodistas “oficialistas”. Me recuerda un poco a lo que ocurrió durante el gobierno de Juan Domingo Perón en la década del cincuenta. Lo acusaban de tirano, de autoritario, de dictador, de no respetar las libertades y, finalmente, a la vuelta de la historia, los que asesinaban eran los comandos civiles con bombas en la Plaza de Mayo, los que cometieron crímenes de guerra como el del 16 de junio, los que fusilaron –ayer se cumplieron 56 años de los asesinatos del ’56 en los basurales de José León Suárez– fueron los que se oponían a Perón. ¿No les produce un poquito de urticaria ser los voceros periodísticos de Cecilia Pando y sus patotas? ¿Y de la Sociedad Rural? Hagamos un breve recuento: fundada por José Martínez de Hoz, fue la financista y la principal beneficiaria de la masacre de los pueblos originarios del sur y del reparto de extensiones de tierras inconmensurables tras la campaña al desierto de Julio Argentino Roca. Sus integrantes participaron en los fusilamientos de los obreros en la Patagonia, negociaron el vergonzoso tratado Roca-Runciman, integraron la entente que derrocó a Perón en 1955, fueron cómplices necesarios de la dictadura dirigida por otro Martínez de Hoz e intentaron destituir al gobierno actual en 2008 sólo por unos puntitos más de renta.
¿En serio les parece heroico, muchachos periodistas, defender desde sus programas de televisión y de radio, desde sus diarios y revistas, a esa alianza integrada por Héctor Magnetto y su Grupo Clarín, la Sociedad Rural, el duhaldismo residual –las patotas de Cariglino en Malvinas Argentinas– y los caceroleros-violentos de Cecilia Pando?
Hace unos meses, Lucas Carrasco, quien hace rato ha dejado de quererme, fue crucificado por Alfredo Leuco por hacer una broma por Twitter en la que amenazaba con entrar con una metralleta en el estudio para vengar un supuesto fracaso amoroso. Ese “enchastro”, como diría el inefable Alfredo de Angeli, llegó a la tapa del diario macrista Clarín. Montaron un show mediático incomprensible. Yo pregunto: ¿No deberían reunirse hoy a la noche en el programa de Jorge Lanata a solidarizarse con los periodistas agredidos por las patotas manijeadas por sus discursos psicopateros? Porque acusar y comparar al gobierno kirchnerista –que te puede gustar más o menos, obviamente– con el nazismo que asesinó a millones de personas en campos de concentración, ¿no será efecto de un síndrome alucinatorio crónico mediático y conceptual? Porque uno puede debatir y polemizar con aquellos que piensan distinto –a mí me encanta hacerlo, además–, pero hacerlo con un paranoico delirante es imposible.
Moderen sus psicosis, muchachos, porque cuando ustedes dicen “a Barone me dan ganas de ir cagarlo a trompadas”, otros van y lo cagan a trompadas a él, o a un camarógrafo y un cronista que cobran un sueldo básico y están haciendo su trabajo. ¿El que alienta la violencia es cómplice de esa violencia?
II
Pensar en absolutos es comenzar a transitar El Lado Oscuro de la Fuerza. Pensar al otro como “nazi”, como “castro-guevarista”, como “gorila”, es cosificar al otro, quitarle la complejidad de su personalidad, y deshumanizarlo. Franz Fanon explicó el proceso de “cosificación” que realizaban las élites colonialistas sobre las poblaciones nativas: no eran seres humanos, eran salvajes, eran otros, eran cosas. Siempre me llamó la atención la forma en que los sectores dominantes conceptualizaron a las mayorías populares: fueron tachadas de “bárbaros”. Interesante. Durante 150 años, las élites consideraban a los pobres, a los negros, a los indios, a los gauchos, extranjeros en sus propias tierras. Enajenados de sus posesiones y cosificados podían ser expoliados, estaqueados, fusilados, picaneados. Y nunca eran sujetos de derechos, porque no pertenecían a la clase de la “gente decente”. Acusar a un periodista de “ultra K”, tacharlo de “678-chorro”, o de “esbirro”, sugerir siquiera la posibilidad de que sea “nazi” es la peor de las cosificaciones que puedan hacer en esta Argentina moderna.
¿Cuál es el verdadero problema de eso tan difuso que puede llamarse la “derecha argentina”? Que el intendente tirifilo Mauricio Macri no les puede garantizar expectativas electorales ni mucho menos una buena gobernabilidad. Sin candidato y sin futuro se sienten impotentes ante la voluntad mayoritaria del pueblo que ha volcado en las urnas su elección. Entonces no tienen más recursos que los golpes, que la violencia, que apropiarse de los cuerpos cosificados de “los otros”, a quienes consideran los hostiles, como en la serie Lost. ¿Por qué no pegarle a un “nazi” que ha asesinado a millones de personas? ¿O a un seguidor de una dictadura que nos impide hacer con nuestro dinero lo que queramos, incluso comprar dólares aunque eso perjudique a la economía colectiva?
El kirchnerismo tiene un gran desafío por delante: No contestar a la violencia con más violencia. Los sectores dominantes tienen los recursos, las armas, y los medios. Responder a las provocaciones es hacerles el juego. Es jugar en terreno ajeno. Los gobiernos mayoritarios, en cambio, tienen que moverse en el terreno del republicanismo radical. “La fuerza es el derecho de la bestias”, decía Perón –y habrá que estudiar si no hay allí un mecanismo de cosificación por parte del General–, por lo tanto, la dirigencia, los cuadros, los militantes del movimiento nacional y popular no pueden permitirse el lujo de “bestializarse”. Y porque pegar la primera trompada es relativamente fácil, lo difícil es frenar la batahola descomunal una vez desatada la violencia. Los argentinos que hemos sufrido históricamente la violencia de los sectores dominantes sabemos mucho de esto.
III
Esta columna fue escrita mirando el mar cristalino del sur en un café de Puerto Madryn, donde me invitaron a dar una charla la muchachada de la Agrupación La Jauretche. Aquí, a la mayoría de las personas le preocupa más el frío que los cacerolazos y la imposibilidad de comprar dólares. No está todavía confirmado; pero parece que hay una “realidad real” fuera del “país de las pesadillas” en el que vive Magnetto y sus “esbirros” parafrénicos de TN y Canal 13. Sepan disculpar la ironía.
Publicado en :
http://tiempo.infonews.com/2012/06/10/editorial-78006-la-violencia-y-cosificacion-del-otro.php
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