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domingo, 30 de abril de 2023

Llegar como sea, por Dante Augusto Palma




Alberto, quien había cedido el gobierno a Massa, confirmó la semana pasada que se baja de aquello a lo que sólo él pensó estar subido. A tono con los tiempos, Alberto era un candidato autopercibido. Ahora su triunfo es impulsar unas PASO mientras afirma que nadie debe ser puesto a dedo, es decir, nadie debe ser designado como fue designado él. “La democratización de los partidos c’est moi”.
Para los meses que vienen deberemos acostumbrarnos a un Alberto que nos relate por qué no pudo. A eso podrá reducirse su gobierno, en el mejor de los casos, esto es, si no vuela por el aire de acá a diciembre. Aspira a que unos libros de historia benevolentes lo recuerden como el presidente que tuvo mala suerte; que todo pueda reducirse al meme de Alberto preguntando “¿y ahora qué pasó?”
El del kirchnerismo es un caso curioso: tiene que dejar de ser kirchnerismo para ganar y por eso debe ofrecer una fórmula liderada por un no kirchnerista; así les exige a sus votantes lo que nadie exige, esto es, la racionalidad, la sofisticación y el sacrificio que pocos de los dirigentes practican. Votar cualquier cosa para evitar que vuelva la derecha, incluso derechizarse para que no gane la derecha. Porque nuestro candidato puede ser de derecha, pero es nuestro candidato.   
Todo hace suponer que el kirchnerismo le pedirá a sus votantes que voten a Massa. Un amigo me decía que una fórmula “Massa-Wado” fonéticamente sonaría “más aguado”. ¿Acaso una definición del kirchnerismo que viene? ¿Hay kirchnerismo más aguado todavía? ¿Por qué sería diferente esta vez? Había que votar a Scioli porque, total, estaba el perro guardián Zannini detrás garantizando el control sobre el eventual presidente. No alcanzó. Luego había que votarlo a Alberto porque, para que no queden dudas, está la propia Cristina detrás. No alcanzó para gobernar. ¿Ahora habrá que votar a Massa? Por cierto, después de la experiencia de Alberto, ¿qué es lo que garantiza el kirchnerismo estando “detrás”?       
Independientemente de estas preguntas,
con Massa como candidato apoyado por el kirchnerismo, difícilmente haya una PASO, pues la interna estaría resuelta. El albertismo hará una épica de las PASO con algunos actos para tratar de negociar algún lugar en la lista, pero no mucho más. Con el oficialismo alcanzando un candidato de consenso, es posible que hasta JXC trate de eliminar la disputa interna y llegar a una única fórmula, aunque hoy parezca imposible. Pero el miedo, que en política se llama “Milei”, no es zonzo. Por cierto: ¿unas PASO donde ninguno de los principales candidatos enfrenta una interna? Todo es posible con tus impuestos, dirían en Twitter.
Mientras tanto siempre se espera que Ella hable y me recuerda aquella obra maestra de Ionesco, Las Sillas, en la que dos ancianos esperan con enorme expectativa al Gran Orador que vendrá a dar un mensaje salvador mientras acomodan las sillas del salón para invitados que son todos invisibles. Durante la obra se espera la llegada de El Gran Orador y cuando todos imaginamos que será una suerte de Godot que nunca viene, el Gran Orador aparece. El punto es que, al llegar, el Gran Orador es sordomudo y no puede hablar.
CFK puede hablar y, de hecho, es de las pocas figuras de la política que tiene cosas para decir. Es, además, por lejos, la mejor oradora de la política argentina, pero en los últimos años ha adoptado un carácter oracular y nos toca adivinar qué piensa y qué quiere… Quienes la siguen generan alrededor de ella una gran expectativa en cada uno de sus mensajes, los cuales son siempre atrayentes. Pero quizás ella ya ha dicho todo y, sobre todo, parece haber dicho lo más importante en este momento, esto es, que no será candidata. ¿Hasta cuándo seguirán instalando que está a punto de anunciar su candidatura?
Materia de otra nota podría ser indagar en las razones por las que ella decide brindar sus mensajes a través del formato de clases magistrales porque así parecería confirmar que el kirchnerismo está más cómodo en la universidad que afuera de ella. Pero CFK ganó las elecciones por cómo gobernó y no por ser una analista política o económica. Entonces no hacen falta “clases magistrales”. Hace falta gobernar. Desconocemos las razones profundas de este cambio. Quizás se trate de la deformación propia de una etapa en la que gobernar ya no es poblar sino comentar.
La invocación del nombre “Cristina” disimula la falta de cuadros y de ideas tras 20 años de kirchnerismo; CFK lo plantea siempre que puede y lo planteó el jueves en La Plata. También aclaró que el capitalismo es el modo de producción más eficiente y, citando a Perón, expresó que no se trata de ir contra el capitalismo sino de tener en claro quién conduce ese proceso. Fue el momento de mayor silencio, quizás.
Es que a veces la Cristina real dice cosas que no se condicen con la Cristina mítica creada por propios y extraños.
Pero luego un poco más de lo mismo: todo se reduce a una discusión acerca de la propiedad de la lapicera (como si el problema de Alberto solo hubiera sido su indecisión); y al acuerdo con el FMI. Guzmán pasó de ser el buda sabio amigo de Stiglitz, al agente encubierto del neoliberalismo.
En el mientras tanto, el kirchnerismo muta en “troskokirchnerismo”. -¿Cuál es el plan? -No al FMI. -Pero, ¿cuál es el plan? -No al FMI.
A todo esto, el pedido de votantes, militantes y hasta funcionarios de primera línea es que Alberto, Cristina y Massa se reúnan. Del pimpinelismo de los mensajes cruzados entre el presidente y la vice, a la política en modo nostalgia ricotera resumida en el cantito a toda banda de rock que se separa: “Solo te pido que se vuelvan a juntar”. Nadie sabe para qué. Pero recordemos que la diferencia es que aquí no queremos un último show, o “un último baile” como se dice ahora. Se trata de gobernar como adultos.
Lo que queda del gobierno de aquí en más se reduce a evitar que todo explote. Adelantos de dinerodel FMI, swap de monedas, tasa efectiva anual de 140%, eventual recesión por falta de dólares para importadores, dólar soja N° “1000” al precio que quieran, Maratea haciendo una colecta. Solo llegar. Como sea. Pero llegar. Nada más.

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