La cotización marginal es una variable política para influir en el clima social en un año electoral
No existen motivos para aplicar un ajuste importante del tipo de cambio oficial. El cuadro económico-financiero se compone de un estricto control de cambios, reestructuración de la deuda con acreedores privados, avance en la refinanciación del crédito con el FMI, administración rigurosa del comercio exterior y alza de los precios internacionales de las materias primas de exportación. Además, la paridad cambiaria no está atrasada.
Por Alfredo Zaiat
31/07/2021
En estos días ha quedado en evidencia el éxito de la campaña nacional de vacunación, pese al deseo de que no sea así por el dispositivo de confusión y angustia de la derecha. La prueba está a la vista: sin capacidad para apelar al miedo a no acceder a la vacuna, comenzó la temporada de atemorizar a la población con la cotización del dólar blue y la eventualidad de una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial posterior a las elecciones legislativas.
Resulta una apuesta arriesgada, con probable destino de fracaso, porque existe un régimen de control de cambios muy estricto, más firme que el que dejó el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y más aún del desesperado aplicado al final del gobierno de Mauricio Macri.
Después del fiasco de un dólar blue por encima de los 200 pesos, cuando a fines de octubre alcanzó un pico de 195 pesos, el mercado cambiario acumula nueve meses de estabilidad.
El quebranto acumulado de quienes apostaron al desborde de esa cotización se observa en la dificultad que exhiben para sentarse. Ahora van por la revancha pero deberían aprender de la experiencia reciente.
Cuáles son las fortalezas del Gobierno para controlar el mercado del dólar
Para muchos puede parecerle disonante esta definición porque es tal el bombardeo de alarmas con el dólar que hasta cuestiones objetivas generan desconfianza. Entre esos factores más relevantes, en un cuadro estrecho por los conocidos límites estructurales de la restricción externa, se destacan los siguientes:
1. El Banco Central ha acumulado reservas en lo que va del año, al sumar más de 7000 millones de dólares, divisas que le permitieron pagar deudas y manejar el sector externo con tranquilidad. De esa forma incrementó la cantidad de reservas netas, muchas más que las previstas.
2. En las próximas semanas incorporará unos 4400 millones de dólares a las reservas por la distribución global de Derechos Especiales de Giros (DEG), la unidad de cuenta del FMI. Existe la posibilidad además de anotar otra suma importante si avanza el proyecto en debate en el directorio del padre FMI para que los países desarrollados redistribuyan los DEG que recibirán y no necesitan. Argentina está incorporada en esa lista de espera.
3. El Banco Central administra con firmeza la entrega de divisas a importadores.
4. Muy pocos dólares se destinan a los compradores individuales para ahorrar, con un límite de 200 dólares por persona. La demanda total fue de apenas 76 millones de dólares en junio pasado, 88 por ciento menos que en el mismo mes del año anterior.
5. El Banco Central regula el giro de dólares para pago de deudas externas privadas, como así también para la remisión de dividendos y ganancias de empresas al exterior.
6. La cotización del tipo de cambio oficial es definida por el equipo económico sin capacidad del mercado para forzar un ajuste no deseado.
7. Otras cotizaciones de dólares (contado con liquidación y MEP) son reguladas también por la autoridad monetaria y la Comisión Nacional de Valores.
8. No hay exigencias importantes para el pago de deuda en moneda extranjera con acreedores privados por la favorable reestructuración del año pasado, que extendió plazos con una muy fuerte reducción de la tasa de interés.
9. Avanza en buenos términos la futura renegociación de la peor herencia del gobierno de Macri: el insólito crédito de 45 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional.
10. Se postergó el pago para una posterior renegociación de la deuda con el Club de París por 2000 millones de dólares.
11. La balanza comercial es superavitaria. Esto significa que se registra un flujo positivo de dólares comerciales.
12. No aparece un horizonte inmediato de fuerte pérdida de dólares por turismo al exterior por el lento proceso de salida global de la pandemia.
13. El tipo de cambio real no está atrasado, y mucho menos con la ventaja competitiva exógena proveniente de la extraordinaria suba de los precios internacionales de las materias primas de la canasta de productos de exportación.
¿Quiénes apuestan, entonces, a una fuerte devaluación poselecciones pese a este cuadro económico-financiero?
Apostadores obsesionados con las cuentas públicas
Existen jugadores que observan el recorrido fiscal y monetario con sus respectivas proyecciones para la segunda mitad del año para decidir la cobertura cambiaria de parte de sus excedentes. Especulan, con lógica ortodoxa, que un alza del gasto público y emisión monetaria se traducirá en presión sobre las cotizaciones del dólar, ya sean las bursátiles del contado con liquidación y del MEP o la del marginal blue.
El razonamiento sería de este modo: la expansión fiscal y monetaria para impulsar el crecimiento económico, que serviría para mejorar los indicadores laborales por la creación de empleo y los sociales por la mejora de los ingresos de las mayorías, provocaría una ampliación de la brecha cambiaria.
Este resultado se daría porque los pesos adicionales en circulación se canalizarían a la compra de dólares en las plazas bursátil o marginal. Sostienen, además, que la diferencia entre la cotización oficial y las otras es un componente que limitaría el alza del Producto Interno Bruto por el desaliento de la inversión privada.
Puede ser que algunos no lo puedan interpretar y otros porque lo ocultan deliberadamente, pero este tipo de análisis propone, en última instancia, congelar en los actuales niveles la pésima distribución del ingreso y el marcado retroceso relativo del ingreso de los sectores populares.
Sin embargo, a ese listado de factores mencionados para desarticular la campaña a favor de una fuerte devaluación se le debe agregar el prudente manejo fiscal y monetario realizado por el equipo económico en este año, un activo defensivo de un gobierno acechado por la conducción política del poder económico.
La administración ordenada de las cuentas públicas es un escenario que no fue previsto por la secta de economistas dedicada a comercializar información económica, en general distorsionada y errada. Es lo que permitirá una estrategia expansiva en esta segunda mitad de año en coincidencia con las elecciones de medio término.
De todos modos, es necesario mencionar que luego de tantas crisis económicas es una obviedad que el sector externo es el talón de Aquiles de la economía local, y que un incremento de la actividad con la presente estructura productiva derivará en un aumento más que proporcional de las importaciones que pondrá bajo tensión el panorama cambiario.
El desafío del Gobierno entonces es encontrar estrategias creativas y progresivas para relajar la restricción externa, evitando el convite de la ortodoxia de convalidar un cuadro sociolaboral dramático que, a la vez, se traduce en costos laborales en dólares bajísimos que entrega un esquema de rentabilidad elevada para el sector privado.
Apostadores que juegan en el paño político-electoral
En el mercado cambiario participan también jugadores que no sólo intervienen en el terreno de la obsesión ortodoxa con las cuentas públicas, sino que se despliegan con intensidad en el campo de la disputa política-electoral.
Este juego es la principal pieza para entender la actual dinámica del mercado de cambio, más que las perspectivas económica-financiera.
La sucesión de crisis ha incrementado los rasgos bimonetarios de la economía, lo que genera comportamientos preventivos por el temor a padecer las consecuencias de una debacle.
La cotización del dólar, por lo tanto, se ha convertido en una variable muy sensible en la generación de expectativas sociales, económicas y políticas.
O sea, la paridad cambiaria no cumple la exclusiva función de fijar condiciones macroeconómicas básicas, sino que es una variable fundamental para crear un determinado clima social vinculado con la situación económica.
La capacidad de intervenir en un proceso de desestabilización, generando miedos colectivos por eventuales desbordes, se potencia por la existencia, en una economía bimonetaria, de un régimen de control de cambios estricto que limita el acceso a dólares.
La cotización del dólar blue adquiere, en este contexto, una relevancia desmedida teniendo en cuenta la dimensión de los montos involucrados en las operaciones de cada día en ese mercado.
El alza del precio en la plaza marginal influye en la formación de expectativas de devaluación, pese a que esa cotización no tenga nada que ver con esa posibilidad, y actúa, especialmente, en crear la idea de una situación de desmanejo de la economía. Esto último tiene el objetivo abierto, en meses previos a elecciones, para afectar las chances de triunfo del oficialismo.
La estrategia es vulgar porque no oculta las intenciones. Cuando la cotización del dólar blue descendió o se mantuvo estable, o el Banco Central compraba diariamente dólares sumando reservas en cantidad, no había titulares informando qué estaba pasando en el mercado, y cuando había algún análisis apuntaba a conjeturar acerca de cuándo terminaría el "veranito" cambiario.
Más que el seguimiento del dólar blue en estas semanas habría que redefinir el rastreo diario de su evolución como la del "dólar electoral".
El tipo de cambio no está atrasado, hasta lo dice The Economist
El índice Big Mac es un indicador que sólo es utilizado por el discurso económico convencional para destacar que el tipo de cambio real está atrasado. Como ahora no lo está, este indicador no es mencionado.
Resulta interesante entonces rescatarlo para identificar qué significa en términos de "competitividad internacional" una paridad oficial de casi 100 pesos por dólar.
La revista conservadora británica The Economist elabora el índice Big Mac hace 35 años. La tradicional hamburguesa de McDonald's costaba solo 1,60 dólares en Estados Unidos en 1986 y ahora, 5,65 dólares, según el promedio de precios de cuatro grandes ciudades de ese país. El índice compara ese precio con el que se registra en otros 70 países.
Para hacerlo considera que cada uno de los ingredientes del Big Mac es igual en cada uno de los locales que tiene la cadena de comida rápida en el mundo. Las diferencias de precios en relación a la base de Estados Unidos mostrarían la apreciación o depreciación de la moneda de cada país con el dólar.
La revista aclara que el índice no pretende ser una guía para los compradores de hamburguesas, sino una referencia irónica sobre las valuaciones de las monedas. Es obvio que no tiene la intención de ser un indicador preciso de la desalineación monetaria de los países, sino simplemente una herramienta para hacer más comprensible el concepto de competitividad del tipo de cambio.
En principio, el valor de una moneda debería reflejar su poder para comprar cosas, según la doctrina de la "paridad del poder adquisitivo", término acuñado por el economista sueco Gustav Cassel, en 1918. Pese a esas restricciones teóricas, el índice Big Mac se ha convertido en una variable estándar mundial, incluido en varios libros de texto económicos y de estudios académicos.
El último registro del índice Big Mac The Economist para Argentina muestra que el peso está depreciado 30,2 por ciento, tomando el tipo de cambio oficial. O sea, no hay atraso cambiario. Si el cálculo se hace con la paridad marginal del blue (180 pesos), el peso estaría todavía más subvaluado, al anotar 62 por ciento, ocupando el podio de las monedas más depreciadas de ese ranking, sólo detrás de la del Líbano y Rusia.
Una fuerte devaluación condena a los Gobiernos
La experiencia argentina revela que los Gobiernos que dispusieron un ajuste cambiario de gran magnitud perdieron legitimidad política hasta terminar abandonando la Casa Rosada.
El antecedente reciente fue el tercer ciclo político neoliberal de los últimos 45 años. La alianza macrismo-radicalismo perdió ampliamente los últimos comicios en primera vuelta, dejando sin chance de reelección a Mauricio Macri pese a contar con un inmenso dispositivo de apoyo externo, económico, financiero, mediático, político y judicial.
El descontrol cambiario lo condenó, como lo hizo antes con Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde; no así con Carlos Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner puesto que ninguno se tentó con instrumentar una fuerte devaluación.
Si el mundo empresario y financiero especula con un ajuste cambiario poselecciones es admitir que no aprendieron nada del recorrido de doce años y medio de kirchnerismo, período que en los últimos ocho, en los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, convivió con una corrida cambiaria permanente resistiendo una devaluación descontrolada.
No es secreto que si el gobierno de Alberto Fernández aplicara una devaluación se estaría cavando su propia tumba, como aspira la conducción política del poder económico.
Si lo hiciera porque gana las elecciones, dilapidaría ese triunfo en forma inmediata.
Si lo hiciera porque el resultado electoral no lo acompaña, sólo se aseguraría un tránsito traumático en la segunda mitad del mandato sin capacidad de recuperar consenso social para las próximas elecciones presidenciales.
Además de este componente político, después de tantas crisis se saben dos cosas:
1. En el actual cuadro económico-financiero no es necesario una fuerte devaluación porque el tipo de cambio no está atrasado.
2. Está demostrado, con evidencia empírica, que ese tipo de ajuste cambiario no mejora las cuentas del sector externo y sólo sirve para provocar una redistribución regresiva del ingreso.
Con la pesada mochila de un endeudamiento insoportable, tradicional legado de ciclos políticos de derecha, y con un estrecho sector externo, el control de cambio deberá necesariamente continuar por un tiempo prolongado.
Por lo tanto, los agentes económicos y, en especial, los responsables de la gestión económica deberán aprender a convivir con la brecha cambiaria, que será un indudable elemento de perturbación.
La clave entonces será saber administrar e intervenir con todas las herramientas monetarias y financieras disponibles para minimizar el costo de las diferencias entre las cotizaciones del dólar.
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