Maurticio Macri y Patricia Bullrich, cabeza del ala más dura de Juntos por el Cambio.
Pfizer y Pepín
En una caso prima la denuncia falsa y el encubrimiento mediático. En el otro, la renovada actualidad del uso de parte del Poder Judicial con fines políticos. En los dos, la interna del PRO y la competencia con los pseudolibertarios.
Por Luis Bruschtein
12 de junio de 2021
Dos temas con trasfondo. La inmutable insistencia del macrismo en levantar a Pfizer como bandera de guerra, con mentiras escabrosas que quedan al descubierto en forma grotesca, está relacionada también con su difícil interna. Hay una disputa por las listas y al mismo tiempo deben contener al voto moderado y al núcleo neoliberal duro que es tironeado por el grupo de José Luis Espert. A su vez, la eficacia de la estrategia dilatoria de Fabián Rodríguez Simón (alias Pepín) evidencia que la red de complicidad con jueces y funcionarios del Poder Judicial que tejió desde la mesa judicial del macrismo sigue en actividad.
La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, hizo una acusación grave sin pruebas. “Hablen con los representantes de Pfizer en Argentina o con los directivos a nivel mundial y les van a confirmar lo que digo”, afirmó. Mensaje a García, porque los periodistas que la entrevistan son los que trabajan para ella. No fueron esos periodistas los que convocaron a los directivos de Pfizer, sino la acertada decisión del titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien convocó a todos los proveedores de vacunas.
Mentiras y cobertura mediática
“No hubo pedido de pagos indebidos ni de intermediarios” fue la tajante respuesta del representante de Pfizer en Argentina, Nicolás Vaquer, que descubrió así la mentira de Bullrich. El presidente Alberto Fernández inició una causa y Bullrich seguramente deberá pagar por esa mentira. Pero a mucha gente que mide la gravedad de los delitos por la atención que le prestan los medios, la mentira le pareció menor porque, obviamente, los medios hegemónicos apenas la señalaron.
Después vino la desmentida de Covax de que Argentina no había rechazado la vacuna Pfizer, como había afirmado una legisladora macrista. Y después de todas esas mentiras los medios hegemónicos volvieron a titular con que Argentina no estaba entre los países que recibirían las vacunas sobrantes que repartirá Estados Unidos. Pero ocultaron que además de Argentina, tampoco las recibirán Chile, Brasil, Uruguay, Perú ni Colombia. Solamente serán entregadas a los países más pobres.
Aunque los medios hegemónicos casi no las mencionan, fue una serie de mentiras enormes, cuya gravedad se multiplica en el marco de la pandemia porque involucran la vida de miles de personas. No fueron desmentidas por el Gobierno, sino por Pfizer y por Covax. Quedaron muy en evidencia que se trató de mentiras viles, con intención difamatoria, que constituyen una práctica miserable de la política.
El efecto pseudolibertario
Y sin embargo, insistieron con Pfizer, Pfizer y Pfizer. Un razonamiento lógico podría interpretar que la revelación de esa conducta miserable tendría un alto costo político. Pero la repetición demostraría dos fenómenos llamativos: el primero es que la cobertura de los medios hegemónicos de estas mentiras es eficaz. Y la otra deducción es que hay un sector de la sociedad que festeja la aplicación de este mecanismo de la política contra los que piensan diferente a ellos.
En escenarios normales, las posiciones más cerradas, más precisas, son más efectivas en las internas de los partidos, en las que mayoritariamente participa el núcleo duro de la fuerza. Pero cuando se trata de elecciones generales, funciona más el discurso abierto para atraer a las personas que se relacionan con más distancia con la política.
El problema del macrismo es que tiene una fuga de más de cinco puntos entre el núcleo más duro, un sector que ha sido el eje troncal de la fuerza, pero que ahora es atraído por el grupo pseudolibertario de José Luis Espert y Javier Milei. Son cinco o seis puntos que pesan en la suma final. El macrismo necesita agitar su discurso más duro para bloquear esa fuga. Pero en una elección general, ese discurso aleja al votante moderado. El juego entre la dupla dura Mauricio Macri-Patricia Bullrich y la moderada Horacio Rodríguez Larreta-María Eugenia Vidal tiene la función de contener y convocar al mismo tiempo, hay competencia, pero también funcionalidad entre las dos propuestas.
Denuncias falsas, no errores
El uso de métodos abyectos como la mentira evidente o la denuncia falsa tienden a contener al núcleo duro mostrándole que están dispuestos a cualquier cosa contra el “populismo”. Que Patricia Bullrich --apoyada por Mauricio Macri-- es la peor enemiga que puede tener el “populismo”. Y la repetición con Pfizer, la vacuna “norteamericana”, busca instalar la competencia entre Pfizer-Sputnik, como equivalente a vacuna norteamericana versus vacuna rusa; Estados Unidos versus Rusia; democracia republicana occidental versus el absolutismo regresivo, en definitiva: macrismo versus Gobierno.
El empecinamiento mentiroso relacionado con Pfizer, tan desmentido y súperaclarado, no es un error, sino una decisión muy consciente como estrategia de campaña. Que funcione como ellos esperan, dependerá de la madurez de la sociedad, sobre todo en las franjas más conservadoras que han mostrado los rangos de civilidad o ciudadanía más deficientes.
Aunque el macrismo haya pasado a la oposición, se mantienen en funcionamiento los mecanismos parapolíticos que puso en funcionamiento, como la difamación de sus oponentes a través de los medios hegemónicos y las falsas denuncias que maquinaba un grupo de operadores que funcionaba en la famosa mesa judicial encabezada por Pepín Rodríguez Simón, con despacho en la Casa Rosada.
El papel del Poder Judicial
La fuga de este sujeto al Uruguay y las postergaciones legales para traerlo de regreso ponen en evidencia que el principal operador de Mauricio Macri tiene información permanente de lo que pasa en el Poder Judicial. Sería ingenuo suponer que un personaje que actuó como titiritero de jueces y fiscales durante el macrismo, decida sus movimientos procesales sin tener información del curso exacto del trámite, las actitudes de los gobiernos y de jueces y fiscales.
La fuga nunca es una decisión sin importancia. El operador conocía detalles de la denuncia que lo involucraba y resolvió poner distancia. Fue antes que la jueza María Servini de Cubría le prohibiera salir del país. El gobierno uruguayo de Luis Lacalle Pou tiene la misma sintonía que el macrismo. Hubo tanteos y resultados positivos para trasladarse a Uruguay en plena pandemia cuando, para el común de las personas, ya había obstáculos para hacerlo. Cuando la jueza Servini lo convocó a indagatoria, ya estaba en Punta del Este y mostró un pasaje de regreso para fines de mayo.
Y cuando llegó esa fecha, pidió asilo político. Entonces la jueza reclamó a Interpol que lance una alerta roja y disponga la captura internacional de Rodríguez Simón. Ahora el trámite entró en un proceso engorroso en el que las autoridades uruguayas deberán decidir primero si le conceden asilo político, segundo si, mientras deliberan, corresponde que permanezca detenido ya que demostró su disposición a fugarse para eludir a la Justicia. Y tercero, tienen que decidir si lo entregan a la Justicia argentina. Ya decidieron que no perderá su libertad mientras estudian su caso.
La fuga y su resistencia a comparecer en la Justicia enfatizan la importancia del papel que jugó Rodríguez Simón en la persecución judicial a opositores del gobierno de Macri al montar una red de jueces y fiscales que actuaban bajo sus directivas. La fuga y los retrasos para regresarlo demuestran que esa red sigue funcionando y en contacto con el prófugo. No sería de extrañar que Pepín aparezca en alguna de las listas del macrismo para tranquilizar al sector del ámbito judicial comprometido con las operaciones del operador fugitivo, ahora también buscado por Interpol.
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