Publicado originalmente el
18 DE FEBRERO DE 2014 por el autor, en este mismo blog
INTRODUCCIÓN
Manuel Belgrano es uno de los principales próceres argentinos. Pero, durante décadas, su figura fue amoldada a una perspectiva ideológica que no era exactamente la suya y, por lo tanto, se ocultaron facetas vitales de su personalidad, como por ejemplo su rico pensamiento económico. El que probablemente haya sido el primer economista argentino fue reducido a la condición de creador de la bandera, y de militar improvisado, valiente pero algo chapucero, en las guerras de la independencia.
Hace pocos años que esas facetas omitidas de Belgrano han comenzado a destacarse. Este trabajo es un pequeño aporte al respecto.
EL PRIMER HETERODOXO
El pensamiento económico de Manuel Belgrano mostraba facetas diversas. Las influencias presentes en su ideario, aunque múltiples , están integradas en sus escritos de una forma bastante personal.
El pensamiento de Manuel Belgrano no respondía con exclusividad a ninguna de las ortodoxias económicas de su tiempo.
La influencia fisiocrática, muy manifiesta en sus primeros escritos, era más aparente que real. Belgrano compartía con los fisiócratas y con otras corrientes antimercantilistas una serie de argumentos teóricos ; pero esto no permite asimilar completamente el pensamiento belgraniano a la fisiocracia.
Por otra parte, Belgrano no puede considerarse un antimercantilista pleno. De hecho, en él es evidente la influencia de mercantilistas tardíos, como es el caso del italiano Antonio Genovesi. Más difícil de ubicar ideológicamente, es la influencia de autores hispanicos, entre los que se cuentan neomercantilistas con ideas afines a las de Genovesi, como Ulloa, y teóricos más recientes con ideas similares a las defendidas por los miembros de la Escuela de Quesnay, como Gaspar Melchor de Jovellanos.
En Belgrano era también destacable la influencia de Adam Smith, la cual se manifiesta exclusivamente en los artículos del Correo de Comercio. Recordemos que en la época en la que escribió las Memorias consulares aún no había leído La Riqueza de las Naciones.
En este sentido, resulta difícil en ocasiones establecer cuál era el origen de determinadas ideas que aparecían en Belgrano, ya que pudo haberlas tomado de distintos autores, o haberlas desarrollado por cuenta propia.
Es importante resumir las concepciones fundamentales que tenía Belgrano sobre la economía, marcando, por otra parte, las similitudes y diferencias existentes en cada tópico entre el pensamiento del creador de la bandera y las concepciones de las distintas “ortodoxias” económicas vigentes en su época.
Aunque se distinguen en el pensamiento económico de Belgrano dos fases cronológicas sucesivas es difícil fechar algunos de los artículos del Correo de Comercio, los cuales, si bien son posteriores a las Memorias consulares posiblemente no hayan sido escritos en 1810-1811 (fecha en la que fueron publicados). Luis Roque Gondra, remitiendo a la Autobiografía de Manuel Belgrano, destacó el hecho de que el prócer se refirió a los artículos como a unos “papeles” que habría entregado a Vieytes (1). Esto hace pensar en notas escritas por Belgrano antes de 1810. De hecho, algunos de los artículos parecen elaborados pensando en cambios económicos globales del Imperio español, indicio que podría confirmar esta hipótesis. Así en las Memorias consulares de 1796, 1797 y 1802 aparecía la idea de una división del trabajo entre la península y América. Es interesante destacar que en las Memorias no hay ninguna evidencia de que Belgrano hubiese leído a Adam Smith, quien desarrolló pormenorizadamente aquel concepto. En rigor, tiende a aceptarse que Belgrano leyó La Riqueza de las Naciones con posterioridad a 1797, por lo que resulta difícil identificar el origen de esta idea de la división del trabajo en Belgrano.
El proyecto mencionado consistía en mejorar la industria textil peninsular, a la que las colonias proporcionarían materias primas (lino, cáñamo, algodón) y mercados (2). Belgrano proponía una industrialización limitada en territorio americano. En otras palabras, la España europea y la americana eran consideradas, en conjunto, en un amplio plan de reformas económicas. Es decir que, en la época en que escribió estas Memorias, Belgrano aceptaba la unidad del Imperio y mantenía su proyecto reformista dentro de este marco. En este sentido, parece adecuada la posición de José Chiaramonte para quien la independencia emergió como la última alternativa impulsada por los intelectuales rioplatenses tras el fracaso de los proyectos enmarcados en el orden existente (3).
Por su parte, Luis Roque Gondra, trató de encontrar una propaganda revolucionaria subyacente en algunos artículos que rescataban formalmente la unidad del Imperio. Un buen ejemplo, al que se refiere el propio Belgrano en su Autobiografía (4), era el aparecido el 19 de mayo de 1810 (5).
En lo que respecta a la filiación ideológica del pensamiento económico de Belgrano , existían, como vimos, algunos rasgos muy marcados de antimercantilismo, aunque resulta difícil rastrear el origen exacto de los mismos. Así, por ejemplo, criticaba la concepción mercantilista que consideraba el oro y la plata como la verdadera riqueza, rescatando el valor de las actividades productivas, planteo que lo acercaba a los fisiócratas y a otros críticos del colbertismo (6). Su concepción del dinero como una mercancía estaba tomada expresamente de Adam Smith (7).
Otro rasgo antimercantilista del prócer era su crítica a los monopolios, aunque aceptaba en algunos casos privilegios exclusivos. Su concepción según la cual el interés individual era el móvil económico principal era semejante a la sostenida por los fisiócratas, los liberales ingleses y Jovellanos, aunque debe destacarse tampoco en esto su postura era unilateral (8), pues en ocasiones derivaba hacia un “humanitarismo social” que había tomado de los teóricos italianos del Settecento, como destaca adecuadamente Gianello (9).
De la misma manera, su antimercantilismo aparecía matizado con citas de Genovesi y con concepciones tales como la del comercio “activo” y el comercio “pasivo” de raigambre mercantilista.(10)
Manuel Belgrano tampoco seguía plenamente el ideario fisiocrático, aunque la influencia quesnaysiana era en él bastante evidente. Si bien defendía la importancia económica de las actividades productivas frente a la concepción mercantilista que sólo consideraba importantes a los metales preciosos, el concepto belgraniano de “actividad productiva” resultaba distinto al de Quesnay.
Para los fisiócratas únicamente la agricultura era productiva mientras que el comercio y la industria, estériles, sólo eran útiles en la medida en que actuaban como actividades subsidiarias de aquella. Según esta concepción las autoridades debían evitar proteger artificialmente al comercio o a la industria, ya que esto afectaría negativamente a la agricultura.
Belgrano, por el contrario, sostenía una posición bastante distinta. Si bien en muchos de sus escritos otorgaba alguna preeminencia formal a la agricultura como principal actividad económica (11), en su pensamiento jamás aparecía con claridad la categorización de la agricultura como única actividad productiva, ni tampoco la concepción según la cual el comercio y la industria resultaban económicamente estériles.
En Belgrano la aceptación de esta preeminencia formal de la agricultura se combina con la defensa de una teoría en virtud de la cual las distintas actividades económicas tenían recíproca interdependencia. Esta visión de Belgrano parecía una fusión de las concepciones fisiocráticas y de la teoría de Bernardo de Ulloa (12), quien sostenía la mutua dependencia del comercio y la industria.
La influencia del mercantilismo tardío, muy notoria en Belgrano, y el ámbito socio-económico rioplatense, crecientemente comercial, le impedían al creador de la bandera calificar, sin más, al comercio como actividad “estéril”.
En este sentido, Gregorio Weinberg sostenía que Belgrano representaba a los hacendados, labradores y a los sectores del comercio “nacional” no monopolista ; el objetivo del entonces Secretario del Consulado sería “demostrar la coincidencia de intereses de esos grupos que a veces chocaban entre sí” (13). Consideramos adecuado relacionar esta situación con los recurrentes intentos de Belgrano de demostrar la interdependencia de las distintas actividades económicas.
También la estructura socio-económica rioplatense pudo haber influido en él evitando que su defensa de la agricultura fuera tan enérgica como la realizada en Francia por Quesnay. Belgrano se ocupó en cambio de un mejor aprovechamiento de la producción ganadera, de ahí iniciativas como la de las curtiembres (14).
De todas maneras, Belgrano no desatendió los problemas específicos de la agricultura. En su opinión, la transformación agraria necesitaba una reforma del régimen de propiedad de la tierra. El creador de la bandera sostuvo en relación a este problema una posición en virtud de la cual era necesario multiplicar el número de propiedades, aunque respetando las ya existentes (15). Como solución de compromiso tendiente a evitar las expropiaciones compulsivas, el Secretario del Consulado proponía le enfiteusis (16) -al igual que Jovellanos (17)- para aquellas tierras que no fueran puestas en explotación por sus propietarios. En esta cuestión también resultaba manifiesta la influencia del pensamiento de Pietro Verri (18).
Su concepción de la interdependencia de las actividades económicas, llevaba a Belgrano a ocuparse por igual del desarrollo de la agricultura, la ganadería, la industria y el comercio.
Belgrano dio en sus escritos una gran importancia a la industria (19), aunque es necesario aclarar que a veces bajo el término “industria” englobaba a la manufactura y a las actividades artesanales (20).
Su posición respecto al desarrollo de la industria no era siempre homogénea. En ocasiones afirmaba que no debía forzarse la industrialización, pues “la industria se establece por sí misma” (21). Sin embargo, proponía en otros artículos una promoción de la actividad industrial concediendo privilegios exclusivos limitados (22) o a través de la política comercial y arancelaria -recordemos, por ejemplo, las Nueve Máximas inglesas que toma del italiano Antonio Gen ovesi (23)-.
La importancia de la industria radicaba para Belgrano en el valor que se adicionaba a la materia prima al procesarla , y en el trabajo generado a consecuencia de este procesamiento –trabajo que daría empleo a la mano de obra local- . (24)
El plan industrial de Belgrano no se limitaba a una agroindustria complementaria de las actividades agropecuarias (como es el caso de las curtiembres). Manuel Belgrano defendió la importación de materias primas extranjeras con el fin de manufacturarlas (25).
Esta valoración belgraniana de la industria no puede separarse del contexto internacional del que el prócer era muy consciente . En uno de sus artículos, el ex Secretario del Consulado analizaba teóricamente las implicancias que podría tener para la economía mundial la existencia de una única potencia industrial. Para Belgrano, este único “Taller del Mundo” sería el país económicamente dominante (26).
Otra de las preocupaciones fundamentales de Belgrano era el comercio. Su definición del comercio no resultaba demasiado homogénea, ya que por un lado daba las definiciones de comercio de Galiano (27), Genovesi (28) y Melon (29), mientras que en distintas oportunidades el concepto de “comercio” se confundía con el de “economía” o el de “actividades económicas” (30).
Belgrano se ocupó tanto del comercio exterior como del interior. Además de fijar los principios de la política comercial que él consideraba adecuada , escribió extensamente sobre el problema del comercio de granos.
Manuel Belgrano consideraba que el comercio interior y el exterior debían manejarse según principios disímiles. Para dar un ejemplo, es importante señalar que, en su opinión, no todo tipo de comercio era positivo. El ex Secretario del Consulado aceptaba la diferenciación entre comercio “útil” (activo) y comercio “perjudicial” (pasivo) (31). Esta distinción era típicamente mercantilista y aparecía en autores como Gerónimo de Uztariz (32).
La libertad total del comercio jamás fue puesta en duda por Manuel Belgrano. De esto es un buen ejemplo su posición sobre el comercio de granos. En este ramo de comercio Belgrano predicaba una política de laissez faire. Proponía la venta libre de los productos agrícolas (33).
El Estado debía abstenerse de fijar los precios de los cereales. El producto de la tierra debía ser considerado como un objeto de comercio, permitiéndose la “natural” circulación de los granos dentro del territorio (34). En este tópico Belgrano seguía a Adam Smith, quien insistía en la necesidad de considerar a los cereales como un objeto de comercio (35).
Proponía, además, establecer almacenes particulares de granos para permitir una adecuada ganancia del comerciante, sin la cual no existiría el comercio (36).
La argumentación de Belgrano favorable al comercio libre de granos se asemejaba a la de Genovesi. Este comparaba el comercio de trigo con el de vino (37), sin establecer distinciones por el hecho de que el producto en cuestión fuera vital para la alimentación de la población.
Jovellanos, por el contrario, defendía el comercio libre de cereales en el mercado interno español, pero tenía serias objeciones respecto a la exportación libre de los mismos (38). Aunque, como el mismo confesó, había leído tres veces La Riqueza de las Naciones (39), la posición del autor de la Ley Agraria en relación a este tema difería sustancialmente de la de Smith.
La postura de Belgrano frente a este problema parecía acercarse a la de Genovesi, a la fisiocrática y a la de Adam Smith, aunque debe tenerse en cuenta que la exportación de granos no parecía en el Río de la Plata de 1810 una posibilidad demasiado viable a corto plazo.
En opinión de Manuel Belgrano el comercio interior de granos y de otros productos debía ser estimulado. El Estado debía apoyar el progreso del comercio interno emprendiendo obras de infraestructura (caminos, puentes, canales, etc.) (40)
Si bien Belgrano era plenamente favorable a la libertad del comercio interior y del de granos, no defendía con igual énfasis una absoluta libertad del comercio exterior (41). En este sentido parece correcta la interpretación de Emilio Coni quien afirmó que Belgrano sólo era partidario del “libre comercio” en un sentido muy restringido(42).
El creador de la bandera, en uno de sus artículos, explicó en forma extremadamente detallada los beneficios de una política arancelaria proteccionista (43). Incluso, en un artículo publicado en septiembre de 1810 Belgrano defendió el principio de la intervención estatal en la regulación del comercio (44). Este pensamiento tenía poco de liberal o fisiocrático ; en rigor era de claras connotaciones mercantilistas.
Los objetivos generales de la política comercial defendida por Belgrano están reunidos en las llamadas “9 Máximas Inglesas”, que el ex Secretario del Consulado había tomado de Antonio Genovesi. Debe aclararse que en las Memorias citaba las Máximas 16 y 25 de Quesnay (45), donde postulaba una política comercial más librecambista. Pero, en verdad, la concepción general del Belgrano maduro, del Belgrano del Correo de Comercio, era, en este tópico, claramente neomercantilista.
Con las “9 Máximas Inglesas” de Genovesi, Belgrano defendía la exportación de productos industriales que debían manufacturarse tanto con materias primas nacionales como con materias primas importadas al efecto (Máximas 1, 2 y 3). Según estos mismos principios debía establecerse una política arancelaria proteccionista, evitándose la importación de productos suntuarios (Máxima 6) y de mercancías que compitiesen con similares nacionales (Máxima 5). En la Máxima 7 se consideraba que la importación resultaba siempre un factor de empobrecimiento para un país. Por eso debían limitarse las importaciones a lo absolutamente necesario (Máxima 7), a menos que se importase para luego reexportar (Máxima 8). Finalmente se recomendaba en la Máxima 9 tener una flota mercante numerosa que se encargara tanto del propio comercio exterior como del de otras naciones (46).
Estos principios que Belgrano tomó de Genovesi ubicaban su política comercial en una tónica claramente neomercantilista. En opinión de Belgrano, no era conveniente dejar todo en manos de la ley de la oferta y la demanda y de las reglas “naturales” de la economía, como sostenía Adam Smith. Tampoco coincidía el creador de la bandera con los principios fisiocráticos según los cuales el Estado no debía intervenir en la economía favoreciendo al comercio o a la industria, como se había hecho hasta tiempos de Quesnay en Francia.
Por otra parte, si bien la influencia del pensamiento español era fuerte en Belgrano, el ex Secretario del Consulado mantenía, en esta cuestión serias diferencias con Jovellanos -para quien el principal problema de la economía española era su excesiva reglamentación (47)-.
El pensamiento del vencedor en Tucumán y Salta tenía otra discrepancia con el clásico laissez faire liberal: su concepción sobre el papel del Estado en la economía.
En primer lugar, el Estado debía emprender, a nivel general, obras de infraestructura como medio de disminuir los costos internos del transporte favoreciendo así a la industria, el comercio y a las demás actividades económicas (48).
Además, el Estado podía, en casos especiales y limitados, conceder privilegios exclusivos (49). Los organismos estatales, como el Consulado del que Manuel Belgrano fue Secretario, podían distribuir premios para estimular el perfeccionamiento de la producción manufacturera (50).
Belgrano también recomendaba una política arancelaria proteccionista(51), lo que implicaba la participación del Estado como regulador en esa materia (52).
Finalmente proponía, como ya señalamos, emplear los medios “naturales, artificiales y políticos” para “favorecer la industria y el comercio extranjero” (53).
Un buen ejemplo de cómo funcionaba en la concepción de Belgrano la participación del Estado en la economía era su prédica a favor del cultivo del lino y el cáñamo, desarrollada en detalle en la Memoria de 1797 (54). El Consulado debía, en opinión de su Secretario, apoyar el cultivo del lino y el cáñamo proporcionando semillas, otorgando premios, facilitando la creación de fábricas de lona, y garantizando la colocación de los productos (55). Proponía a tal efecto facilitar los barcos de la Real Armada para abaratar los fletes de las exportaciones de aquellas mercaderías (56), así como un mecanismo gubernamental de compra anticipada de las cosechas para estimular la producción (57).
Además de esta intervención directa como inductor de la producción, el Estado debía, según la perspectiva de Belgrano, asumir responsabilidades más acordes a la concepción liberal clásica. Sin embargo, el Estado compartía con la Iglesia la responsabilidad de asumir los compromisos inherentes a la formación cultural y técnica de la población (58).
Esta aceptación de la participación eclesiástica en la educación alejaba a Belgrano de los teóricos del Settecento, mayoritariamente laicos, y lo acercaban al pensamiento español de su tiempo, sobre todo a Jovellanos.
El objetivo general del proyecto educativo de Belgrano era, como ya señalamos, incrementar el nivel cultural de la población para facilitar su formación laboral. Al mismo tiempo, esta instrucción elemental serviría para dotar a los pobladores de ciertos valores ético-morales (59). Se proponía, además, formar técnicos que facilitaran sus proyectos de reforma económica (60).
El planteamiento de un sistema educativo orientado a la producción era común a Belgrano, Genovesi y Jovellanos, aunque estos autores tenían algunas diferencias menores en lo referente a su implementación.
En definitiva, el pensamiento económico de Belgrano abarcaba todas las áreas de la actividad económica y se complementaba con una preocupación por los problemas educativos que él consideraba necesario solucionar si se querían emprender reformas económicas.
La concepción económica de Belgrano, considerada en su totalidad, aparece como el producto de una serie de influencias diversas. Sin embargo, podemos marcar dos vertientes principales del pensamiento de su época que influyeron fundamentalmente en la formación de su cosmovisión económica : la liberal y la neomercantilista. En ambos casos, Belgrano accedió a distintos autores que sostenían posiciones análogas en algunos aspectos generales, aunque a veces bastante diferenciadas en determinadas cuestiones puntuales.
La influencia liberal procedía esencialmente de los fisiócratas, Jovellanos y Smith.
La influencia fisiocrática era bastante débil, y aparecía en muchos casos mezclada con el pensamiento de Jovellanos, en ciertos aspectos afín al de Quesnay. Gaspar Melchor de Jovellanos, si bien estaba influido por los fisiócratas, no puede considerarse integrante de una corriente tan regulada y ortodoxa como la Escuela de François Quesnay.
Adam Smith también ejerció una influencia considerable en el creador de la bandera, tanto directamente -de “La Riqueza de las Naciones” Belgrano manejaba la traducción de Ortiz y el compendio de Condorcet-, como en forma indirecta, a través de Jovellanos.
Sin embargo, una vez más, Belgrano tomó sólo algunas ideas y teorías, sin adoptar el pensamiento smithiano en su totalidad.
La influencia liberal en el héroe de Tucumán, dispar y difusa, fue producto de la fusión de las ideas que tomó de Quesnay, Dupont de Nemours, Smith, Jovellanos y otros. Cuestiones teóricas como su concepción del dinero y el sistema bancario, su aceptación del libre comercio interno, su oposición a la reglamentación excesiva característica del mercantilismo, su valoración positiva del interés individual como móvil económico del hombre en sociedad y de las actividades productivas frente a la acumulación de metálico -propia esta última del colbertismo- eran todos rasgos belgranianos de raigambre liberal, aunque muchos aparecían en su pensamiento mitigados, y aún a veces hibridados con ideas de otros orígenes.
Por eso resulta muy difícil calificar sin más a Belgrano de “liberal”, pues en su ideario económico la influencia de los representantes del mercantilismo tardío es casi tan notoria como la liberal.
Genovesi, Galliani, Ulloa y otros neomercantilistas marcaron también profundamente el pensamiento económico de Belgrano. Su concepción sobre el comercio y la política arancelaria proteccionista, así como su aprobación sin demasiados pruritos de la intervención del Estado en la economía, tienen un sabor netamente mercantilista.
Sin embargo, este mercantilismo de fines del siglo XVIII ya no era igual al clásico mercantilismo del siglo XVII, de tiempos de Colbert.
Un pensamiento económico como el de Antonio Genovesi recogía alguna influencia de las corrientes económicas “liberales” de su tiempo, como por ejemplo la fisiocrática. De todos modos, la concepción comercial, el proteccionismo arancelario y la aceptación de un papel del Estado en la economía mucho más amplio que el tolerado por un liberalismo como el de Smith, son rasgos que aparecían tanto en Belgrano como en muchos representantes españoles e italianos del pensamiento mercantilista tardío.
Belgrano no puede alinearse con ninguna de las escuelas económicas de su tiempo, aunque estaba influenciado por ellas. Belgrano era esencialmente un ecléctico. Su integración personal de las dispares influencias que formaron su pensamiento resulta bastante original.
Sin embargo, el liberalismo mitigado y arancelariamente proteccionista de Belgrano tenía similitudes con las teorías que desarrollaría en la generación siguiente el alemán Friedrich List.
List desarrolló sus teorías entre 1819 y 1841, fecha en la publicó su obra principal, Sistema nacional de Economía Política (61), por lo que obviamente no pudo influir en Belgrano, ya que este murió el 20 de junio de 1820, y todos sus escritos económicos son muy anteriores.
De todos modos, resultan curiosas las coincidencias entre ambos pensamientos. La educación orientada a la producción, la interrelación armónica entre la agricultura, la industria, el comercio y el transporte, y la aceptación de una activa participación del Estado en la economía, son todas características del pensamiento de List (62), que aparecían en los artículos que Belgrano escribió antes de 1811.
Otra característica del pensamiento belgraniano que parecía anticipar alguno de los planteamientos del teórico alemán era la concepción según la cual Manuel Belgrano defendía el libre comercio interior, en forma enérgica, pero a la vez postulaba cierta protección en lo referente al comercio exterior. Esta posición del ex Secretario del Consulado era muy parecida a la que varios lustros después desarrollaría en Alemania, en un contexto socio-económico diferente, Friedrich List (63), el teórico económico del Zollverein -Unión aduanera alemana organizada por Prusia- y del industrialismo alemán .
Belgrano, en definitiva, no puede ser considerado ni un fisiócrata, ni un liberal smithiano, ni un mercantilista pleno, ni un seguidor fiel de las ideas de Jovellanos.
El creador de la bandera era un hombre inquieto, que recibió múltiples influencias y que las integró en un pensamiento ecléctico, impuro; adaptado al tiempo y al lugar en que le tocaba actuar. Por eso, puede considerárselo tanto como un ecléctico liberal-mercantilista bastante original, como así también como un precursor marginal y periférico de las corrientes proteccionistas de la segunda mitad del siglo XIX. (64).
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
Muchas personas piensan que lo “viejo” ya no sirve, que todo lo nuevo es siempre mejor, y asimilan el concepto de “cambio” con “progreso”. La historia generalmente muestra lo contrario, pues existen avances, estancamientos y retrocesos en la historia de todos los países y sociedades.
El pensamiento de Manuel Belgrano se desarrolló cuando el liberalismo estaba naciendo, y por eso está a caballo de lo nuevo y lo viejo. Es un pensamiento ecléctico, heterodoxo, herético. Es por lo tanto ideal para inspirarnos en estos tiempos en los que la ortodoxia neoliberal está seriamente cuestionada, y las heterodoxias florecen. Aquel pensamiento que se desarrolló cuando el liberalismo nacía puede ser muy útil para inspirarnos en estos tiempos “impuros” que quizás sean los de la crisis final del liberalismo económico clásico.
Manuel Belgrano nos dejó hace mucho tiempo. Sin embargo, su pensamiento está vivo, nos acompaña y nos inspira.
Adrián Corbella
NOTAS :
(1) GONDRA, Luis Roque : Las ideas económicas de Belgrano, Bs.As., segunda edición, 1927, pags.95, 96, 109 y 110.
(2) BELGRANO, Manuel : Escritos económicos, Bs.As., Hyspamérica, 1988, pags. 33 a 67.
(3) CHIARAMONTE, José Carlos : La crítica ilustrada de la realidad. Economía y sociedad en el pensamiento argentino e iberoamericano del siglo XVIII, CEAL, Bs.As., 1982, pags.42-43.
(4) BELGRANO, Manuel : Autobiografía, en SAAVEDRA, BELGRANO, RODRÍGUEZ Y GUIDO : Los sucesos de Mayo contados por sus actores, Ed. Jackson, Bs.As.,,1945, pag.116
(5) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pags. 108 a 111 (artículo del 19 de mayo de 1810).
(6) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pags. 72-73.
(7) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pags. 71
(8) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pags. 21
(9) GIANELLO, Leoncio : Ideas económicas y sociales de Manuel Belgrano, en Revista de Humanidades Buenos Aires, Año I, nro.1, La Plata, 1961, pags. 69 a 72.
(10) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pag. 180
(11) BELGRANO, Escritos…, op.cit., pags. 8, 9 y 20.
(12) GONZÁLEZ, Julio V. : Influencia de Jovellanos en la gesta emancipadora argentina, Separata del libro Jovellanos : su vida y su obra, Bs.As., Centro Asturiano de Bs.As., 1945, pag.26
(13) WEINBERG, Gregorio : Introducción a BELGRANO, Manuel : Escritos económicos, Bs.As., Raigal, 1954, pag.36
(14) BELGRANO, Manuel : Memoria sobre el establecimiento de fábricas de curtiembres en el Virreinato de Buenos Aires-Año 1802, en Apéndice a GONDRA, op.cit., pag.213 a 222.
(15) BELGRANO (1988), Escritos … , op.cit., pag.124
(16) BELGRANO (1988), Escritos … , op.cit., pag. 124
(17) JOVELLANOS, Gaspar Melchor de : Informe de Ley Agraria, en JOVELLANOS : Obras, Imprenta de Francisco Oliva, Barcelona, 1839-1840, tomo VII, pag. 43.
(18) BELGRANO, Mario : El pensamiento político italiano del Settecento en la formación intelectual de Manuel Belgrano, en Revista del Instituto de Historia del Derecho, Bs.As., 1958, nro.9 , pag.52
(19) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags. 94, 77, 244, 245 y 235.
(20) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags., 95 y 238.
(21) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 77
(22) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 251
(23) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 174
(24) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags. 172 y 235
(25) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 235
(26) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 225
(27) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 166
(28) CHIARAMONTE, op.cit., pag. 126
(29) GONDRA, op.cit., pag. 123
(30) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 167 y 305
(31) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 180 y 186
(32) UZTARIZ, Gerónymo de : Theórica, y Práctica, de Comercio y Marina, Editorial Aguilar, Madrid, 1968 (Edición Facsimilar), Cap.II, pag.2, segunda columna.
(33) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 15, 35 y 36
(34) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 15, 35 y 36
(35) SMITH, Adam : Investigación de la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones, Ediciones Orbis, Barcelona, 1985. Tomo II, Libro IV, Digresión sobre el comercio de granos y sus leyes, pags. 290 a 312.
(36) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 204, 209, 211, 212, 214, 216 a 218.
(37) GENOVESI, Antonio : Lezioni di Commercio o sia di Economía civile, Milano, Dalla Societá Tipog.. de classici italiani, 1824, tomo I, pag.283 (Citado por CHIARAMONTE, op.cit., pag.116)
(38) JOVELLANOS, Informe de Ley Agraria, op.cit., pags. 122 y 129.
(39) CHIARAMONTE, op.cit., pag.68
(40) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 116
(41) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 107 y 172
(42) CONI, Emilio : El nacionalismo económico de Belgrano, en CONI : Agricultura, comercio e industria coloniales (Siglos XVI-XVIII), El Ateneo, Bs.As., 1941.
(43) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 172
(44) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 189
(45) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 57
(46) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 174
(47) JOVELLANOS, Informe …, op.cit., pag. 35
(48) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 116 y 243.
(49) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 251.
(50) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag.252 y 253
(51) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 253
(52) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag.176 y 189.
(53) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 334
(54) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 33 a 50.
(55) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag.47, 48 y 49.
(56) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag.47 a 49.
(57) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 49
(58) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 82
(59) BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pag. 27
(60) BELGRANO, Mario : Belgrano, Academia Nacional de la Historia, Bs.As., 1944, pags.34, 35, 44 a 47.
(61) LIST, Friedrich : Sistema nacional de economía política, Editorial Aguilar, Madrid, 1955.
(62) SOULE, George : Ideas de los grandes economistas, Compañía General Fabril Editora, Bs.As., 1961, pag.112
(63) SOULE, op.cit., pag. 108.
(64) Este artículo es una adaptación de las conclusiones de una investigación realizada por el autor en el marco de sus estudios universitarios en la UBA en el mes de diciembre de 1989, aún inédita. La introducción y el cierre se han agregado ahora, en febrero de 2014.
Publicado en:
http://adriancorbella.blogspot.com/2014/02/manuel-belgrano-el-primer-economista.html
INFORMACIÓN RELACIONADA:
https://www.economia.gob.ar/sello-manuel-belgrano/Pensamiento-Economico-Manuel-Belgrano.pdf
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