por ARTEMIO LÓPEZ
La búsqueda del “voto independiente” o “blando” fue la estrategia electoral que fracasó en el último lustro y hundió las experiencias de tercera vía. Solo se mantuvieron las alternativas polarizadas, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos bajo los liderazgos de CFK y Macri.
La elección 2019 fue la segunda más polarizada entre dos candidatos desde 1983 (solo superada por la elección de aquel año), con el Frente de Todos y Juntos por el Cambio acaparando el 88,52% de los votos positivos, casi 24 de 27 millones de votos válidos totales.
La polarización extrema es un hecho incontrastable. Un dirigente no “busca” la polarización, se encuentra con ella y actúa en consecuencia (o no). El reconocimiento de la polarización “realmente existente” no es una estrategia política “de diseño”, sino una estrategia política (y electoral) basada en “la evidencia”.
En este contexto, parece romántico y (¡ay!) muy equivocado, negar la existencia de un hecho social y objetivo como la polarización que recorre con fuerza el sistema de representación en el país. Ahora bien, pretender “superarla” ya es una necedad de proporciones gigantes.
Con el voto del gobierno nacional en la ONU sancionando a Venezuela se pretendía superar la grieta. No solo no se logró ese imposible efecto de superación, por el contrario, el voto del gobierno patentizó un notable desapego por el núcleo duro electoral del Frente de Todos, núcleo que implica un piso muy alto, equivalente al menos al 80% de los votos totales de la fuerza. Se trata de un error conceptual muy grande.
Más del 80% de los votantes del FdT tiene una imagen mala o muy mala de la política exterior norteamericana y en sentido contrario se expresan los votantes de JxC, con opiniones buenas o muy buenas. Por eso el voto en la ONU fue un error estratégico grave también desde el punto de vista electoral.
El gobierno se desentendió del extenso núcleo duro del FdT, donde prima un sentimiento antinorteamericano, favorable a la no injerencia en asuntos de otros países y el rechazo a la sanción a Venezuela.
Si este episodio se constituyera como tendencia, política y electoralmente traería consecuencias muy negativas al Frente de Todos. La polarización existe y escapar de ella es estructuralmente imposible, solo queda elegir “en que polo” ubicarse: En la ONU el gobierno nacional voto como Juntos por el Cambio lo hubiera hecho en atención a su propia ideología y la de su base electoral.
La polarización existe y lo acontecido en el último lustro política, social y electoralmente en el país lo demuestra.
El docente universitario y militante de La Cámpora Nicolás Vilela, en su nota La decisión de Cristina, señala: “¿Cuál fue la gran discusión en estos años dentro del peronismo? El liderazgo de Cristina. La militancia decía que tenía que conducir para garantizar una oposición frontal y competitiva; el sector ‘dialoguista’ decía que no, porque había que ‘darle tiempo’ a Macri y porque la época de Cristina había terminado, y que había que abrirse a nuevos liderazgos. Hay que decir que, ‘sinceramente’, la militancia tuvo razón. Cristina conduce. De manera soberana, inesperada, tomó la decisión de poner a Alberto a la cabeza de la fórmula. Nadie lo previó. Ningún sector del peronismo ni del establishment fue a pedírselo: ni siquiera se lo imaginaban. Así que el celebrado ‘triunfo de la moderación’ es un nuevo error de lectura de los analistas políticos. Si Cristina tuvo margen para elegir a Alberto, es porque no fuimos una oposición moderada y porque nuestra línea política conservó los votos y la representación de una parte importante de la sociedad. Esta es la secuencia que hay que subrayar: Alberto es candidato por decisión de Cristina, y Cristina tiene poder de decisión porque la militancia ganó el debate interno sobre el liderazgo.”
La polarización continúa y el liderazgo de Cristina también.
*Director de Consultora Equis.
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