25 DE OCTUBRE DE 2020
DE SER UNO DE LOS PAÍSES MÁS RICOS DEL MUNDO A LA REALIDAD DE ESTOS DÍAS
Es común escuchar que se atribuya esta decadencia a los últimos 70 años, a que nadie quiere trabajar o a que “acá no se ponen de acuerdo en tres o cuatro cosas y tiran todos para el mismo lado”. ¿Qué hay de cierto en este tipo de afirmaciones?
Los orígenes de la riqueza
Allá por 1870, a consecuencia de la segunda Revolución Industrial, Europa comenzó a producir a muy bajo costo y necesitaba las materias primas y alimentos que Argentina podía proveer. Ese intercambio comercial, especialmente con Inglaterra, resultó excepcionalmente beneficioso, más aún por el abaratamiento en los costos del transporte del ferrocarril y el barco a vapor. En síntesis, el modelo agro-exportador fue el factor que permitió ese enriquecimiento. Esa bonanza económica y sus efectos se extenderían hasta, aproximadamente 1930, cuando tanto Argentina como Uruguay superaban los PBI per cápita de Alemania y Noruega.
¿Por qué no progresamos?
Mientras Alemania sentaba las bases de su desarrollo (para los años ´30 ya tenía más premios Nobel en ciencia que EEUU e Inglaterra juntos, lideró la segunda revolución industrial y obtuvo grandes avances científicos), en Argentina la inmensa riqueza producida bajo el modelo agroexportador no se invirtió en ciencia, tecnología e industria, se mantuvo orientada a la infraestructura necesaria para la exportación primaria (el telégrafo, la red ferroviaria, los puertos, etc.). Argentina y Uruguay tuvieron un proceso similar. Eran circunstancialmente ricas, pero estructuralmente subdesarrolladas.
“…en campo El Moro de Martínez de Hoz, la Estancia ha obtenido en el negocio de las ovejas, en 1881, una utilidad del 57,60% anual, …siendo lo común el 40 o el 50%, mientras una fábrica de sombreros alcanza el 10%: …En esas condiciones, no habrá industrias en el país…” Estanislao Zeballos (1854 – 1923)
El control jurídico y político del Estado, así como el económico, estaban principalmente en manos de unas pocas familias propietarias de las tierras más fértiles del territorio nacional, en algunos casos herencia de la mal llamada “Conquista del Desierto”.
El voto secreto, obligatorio y universal (sólo masculino) clausuró las presidencias fraudulentas e inauguró el período radical (1916 – 1930). Aunque los gobiernos de H. Yrigoyen se destacaron por su política nacional y popular, la economía tenía aún la matriz agroexportadora. Queda claro que la principal responsabilidad de generar una estructura de desarrollo debería ser reclamada a esa élite u oligarquía.
Con el gran crack financiero internacional del ´29 comienza la “Gran Depresión” de la década del ´30. En nuestro país, el Golpe de Estado a H. Yrigoyen inaugura “La Década Infame”, caracterizada por el fraude electoral con el que regresan las élites conservadoras al gobierno. El fascismo es una corriente mundial de la que Argentina no escapa.
El contexto internacional previo a la 2º Guerra Mundial de los años ´30 hace necesario producir aquí lo que no se podía importar. Así emergen fábricas alrededor de la Capital Federal, lo que provoca una fuerte inmigración interna: son los “cabecitas negras” que dejan la labor rural y se vuelcan al trabajo industrial.
El radicalismo se fue distanció de sus bases populares y, a pesar de las luchas, los obreros socialistas y anarquistas (ideologías traídas por los inmigrantes) no modificaron los magros salarios, pésimas condiciones de trabajo y casi nulos derechos que caracterizan la relación laboral que la industrialización genera.
De esa necesidad nace el peronismo (1945 a 1955) que, aprovechando las condiciones internacionales favorables, da origen a una etapa inédita de desarrollo industrial y tecnológico, acompañado con distribución de la riqueza y concreción de derechos para los trabajadores.
El golpe de estado de 1955 trunca la posibilidad de comprobar cómo ese modelo económico podía superar los inconvenientes que el propio crecimiento y expansión le planteaban. También impide demostrar a sus detractores la teoría que sostiene que el peronismo es el origen de todos los males de Argentina. Al sangriento golpe de Estado y derrocamiento de Perón siguieron 18 años de proscripción con persecuciones políticas y sindicales.
Dato a relacionar: Uruguay, con ese mismo pasado de opulencia y sin pasar por el “mal del peronismo” corrió igual y peor suerte de empobrecimiento y subdesarrollo.
En esta etapa los reales factores del poder económico no concretaron o iniciaron una estructura firme de complejidad productiva que complementase la producción del agro con la industria y la tecnología. Bajo estas condiciones, la Industria Nacional sobrevivió sin mayor declive hasta mediados de los ´70.
Un par de referencias fundamentales a tener muy en cuenta: en el año ´74 la desocupación rondaba el 4% y gran parte de las familias argentinas vivían con un solo sueldo. Podemos afirmar que, más allá de la inestabilidad política, Argentina no era un país pobre.
¿Cómo nos empobrecimos?
En 1975, a un año del fallecimiento del presidente J. D. Perón, el gobierno estaba en manos de Isabel Perón y López Rega. Es nombrado al frente del Ministerio de Economía Celestino Rodrigo, un “ortodoxo” que ajusta y devalúa, con medidas que pasarán a la historia como “el Rodrigazo”. Se puede citar este hecho como el comienzo de la debacle que recrudecerá a partir del 1976. El “Imperialismo del libre comercio” o neoliberalismo es una corriente a nivel mundial que se impone en América Latina a sangre y fuego de la mano de las Dictaduras.
Con recetas que veremos repetirse a lo largo de distintas etapas: apertura de importaciones, desregulación financiera, dolarización, endeudamiento externo; las consecuencias resultarían inevitables: destrucción del mercado interno, extranjerización del aparato productivo, concentración del poder económico, cierres de fábricas, desempleo, caída de salarios, etc.
La vieja élite, representada en la Sociedad Rural y otras agrupaciones agrarias, entremezcla sus intereses con las grandes corporaciones agroexportadoras que manejan el ingreso de dólares. Fatalmente el negocio agroexportador de materias primas y el capitalismo financiero se imponen al capitalismo de producción y con ellos, la recurrente especulación devaluatoria.
Tras un breve respiro post dictadura, el neoliberalismo vuelve en democracia a fines de los ´80 torciéndole el brazo y finalmente expulsando a Raúl Alfonsín del gobierno mediante un “golpe de mercado”; en los ´90 asociándose a Carlos Menem y, finalmente, con el gobierno a Fernando de la Rúa.
Es fundamental observar que, más allá del rótulo de peronismo o radicalismo, la economía fue manejada en todo ese tiempo por los mismos nombres una y otra vez, desde Domingo Cavallo a Prat Gay pasando por Sturzenegger, Machinea o Melconian, promotores de la eterna deuda externa que debemos pagar los argentinos. Siempre por la economía “ortodoxa” en favor del “libre mercado”, ajustes, privatizaciones, extranjerización de la economía, achicamiento del Estado, “blindajes” y más deuda externa hasta estallar. Desde 1976 hasta 2001 el dominio del neoliberalismo sobre la economía fue absoluto. Así fue como nos empobrecimos.
Etapa de recuperación
Este proceso de destrucción de la industria se revirtió en forma significativa durante los tres gobiernos del kirchnerismo, cuando volvieron las recetas económicas del Estado de Bienestar, keynesianismo o peronismo, como se lo quiera llamar.
Los números duros entre 2003 y 2015 reflejan crecimiento del mercado interno, del aparato productivo, del empleo formal e informal, de la distribución de la riqueza, recuperación del poder adquisitivo, la reducción marcada de la pobreza y el desendeudamiento externo público y privado.
Las estadísticas son importantes y necesarias, sin embargo, ante la duda y la información distorsionada es bueno recurrir a la memoria individual y colectiva. ¿Cómo estábamos en el 2003? ¿Cómo en el 2015? ¿Cómo está nuestro estado de deudas? ¿Cómo está nuestra capacidad de ahorro?
La revancha neoliberal
Lejos de mantener o mejorar los logros y corregir eventuales errores de la gestión anterior, apenas asumió el gobierno de Cambiemos restauró las viejas recetas: “liberaron el dólar” (con la consecuente devaluación) e iniciaron una etapa de libre mercado, apertura de las importaciones, desregulación financiera, aumentos exorbitantes de las tarifas de los servicios esenciales y la mayor toma de deuda externa de nuestra historia, según declaraciones del Ministro Dujovne, posibilitada por haber recibido un país desendeudado.
Las divisas no se destinaron a infraestructura de producción sino a la timba financiera. Agotados los préstamos privados (deuda recientemente reestructurada), recurrieron al préstamo del FMI, con endeudamiento récord, y todo volcado a la fuga de divisas para terminar en un virtual default. Esa deuda aún deberá reestructurarse porque es impagable.
En síntesis, el capitalismo financiero a pleno por sobre el capitalismo de producción. Las consecuencias son recientes y conocidas: cierre de fábricas, aumento del desempleo, caída del salario, achicamiento del mercado interno y el agravante de una alta inflación a lo largo de todo el periodo: 25% en el 2015 con el gobierno anterior, 40 % en el 2016, 25% en el 2017, 47,6% en 2018 y 53,8% en el 2019. Más allá de los números estadísticos, alcanza con tener memoria para concluir que en la etapa 2016-2019 hubo, entre otros tantos malos resultados, un marcado aumento de la pobreza.
Las razones de nuestro subdesarrollo seguramente pueden exceder lo expuesto. Sin embargo, con respecto al por qué y cuándo nos empobrecemos, la respuesta parece mucho más clara y verificable.
Publicado en:
https://magmadigital.com.ar/2020/10/25/decadencia-argentina/
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