sábado, 20 de abril de 2019
Los peores recuerdos para el futuro, por Gustavo Rosa (para "Apuntes Discontinuos" del 18-04-19)
Los contenedores inteligentes de Rodríguez Larreta se encuadran en una postal de época: la molestia de ver gente revolviendo la basura no inspira medidas redistributivas, sino restricciones para proteger lo que otros desechan. Y no sólo con tarjeta magnética sino también con los palos de la policía. En la postal, también podemos ver a las Madres defendiendo el Archivo de la Memoria de la prepotencia de una minoría que apuesta a la amnesia. Miles de imágenes se amontonan en estos tiempos de oscuridad. Ni una aporta luz al futuro porque para eso llegó el Cambio, para sumergirnos en las sombras de un país para pocos.
No con la intención de iluminar sino de simular preocupación, el Gran Equipo improvisó un acting de Semana Santa. El Plan Alivio parecía llamarse la obra, por la cantidad de veces que los funcionarios repitieron esa palabra. La puesta en escena se dividió en dos partes: en la primera, el farsante Macri visitó a una familia ya visitada para tomar un vaso de agua y charlar, de paso, con sus integrantes. En la segunda, Dujovne, Stanley y Sica fueron los encargados de anunciar las medidas para ‘aliviar’ a la población de los nefastos resultados de las medidas anteriores. Sin modificar nada, esperan resultados diferentes, algo desopilante si uno es un fan de las comedias negras. Como estamos viviendo una tragedia insólita, hay que congelar las risas para cuando los desalojemos.
El video de Macri ya es en sí una parodia. Imposible agregar más chistes a tan impresentable engendro. Su paso cansino en la rampa de acceso al edificio, el encuentro re-casual con tres vecinas que deben trabajar de recibir a los presidentes que pasan casualmente por ahí, el recibimiento tenso pero ensayado como informal, la ostentosa austeridad… Todo es para desternillarse. Hasta la inexperiencia de Macri para golpear la puerta debería formar parte de la antología de los gags televisivos.
¿En qué estadío de la evolución humana hay que estar para conmoverse con algo así? ¡Qué poco respeto debe tener por el destinatario el que planeó una manera tan audaz de presentar medidas gubernamentales! Una audacia que salió muy mal: una mezcla indigesta entre un mensaje institucional y una publicidad de campaña hecha a los apurones. Encima, el Buen Mauricio se presenta ante los vecinos como si fuera una víctima más de su propio gobierno, como si se estuviera quejando de los revoltosos de arriba. Y el diálogo. ¿Cómo puede ser tan monocorde alguien que habla desde hace sesenta años? En todo parece un principiante eterno. Y de los peores.
La luz está por acá
El Ingeniero lo ha intentado muchas veces, pero no le sale eso de mostrarse próximo y simular comprensión ante situaciones que no experimentará jamás. ¿Qué puede saber él de “no llegar a fin de mes” o de necesitar un alivio en medio de una crisis económica bestial? ¿Qué modificación puede lograr la escucha de problemas cotidianos en un espíritu que sólo está para alimentar su angurria y generar problemas? ¿Cómo puede lograr complicidad con los que son sus víctimas?
Quizá lo más irritante de esta pandilla es la manera en que se refieren a la inflación: como un fenómeno climático, un castigo de los hados o un ataque foráneo. Pero esta vez mostraron la hilacha. El lunes, Macri anticipó que iba a haber un pico inflacionario y agregó que “hay comportamientos culturales que ‘cuestan’ (sic) erradicar”. Después de tomar medidas “técnicas” para bajar la inflación, ¿ahora dice que es un problema cultural? ¿Acaso está sugiriendo que somos todos los responsables de que las cosas aumenten alocadamente y no los oligopolios formadores de precios? La semana pasada, el directivo de una empresa grandota justificó el incremento de los precios con la caída de la demanda. Algo que escapa a toda lógica: si baja el consumo por caída del poder adquisitivo, lo ideal sería incentivarlo con ofertas de verdad.
Esto no es un problema cultural, sino de mala praxis. Si fuera cultural, unos cursos instructivos sobre ética y lealtad comercial bastarían para que la inflación no sea más un problema. En los parches que anunciaron estos días está la contradicción. O, mejor dicho, la confesión. Al suspender el aumento de las tarifas de los servicios hasta octubre están reconociendo que ése fue uno de los detonantes de la espiral de precios. Y si las encuestas siguen dando negativo de cara a octubre, van a terminar aceptando que fueron sus propias medidas las que nos llevaron a esta crisis. Dicho en pocas palabras: éste no es el camino.
Y no lo es desde el principio. En sus primeras medidas ya mostraron las garras. Si devaluaron la moneda, liberaron el comercio exterior y bombardearon con tarifazos, ¿esperaban deflación? Si nombraron dos miembros de la Corte Suprema por decreto, ¿buscaban una Justicia Independiente? Si incrustaron a una militante PRO como Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción, ¿querían mostrar honestidad y transparencia? No, desde el primer día gritaron a los cuatro vientos que nos iban a conducir hasta acá, a pocos metros del iceberg, pero el maquillaje y la adoración mediática hicieron de los alaridos encantadoras melodías.
¿Quién puede ilusionarse, si en la fecha de vencimiento se advierte la intención maliciosa de estos anuncios? El que no se dio cuenta aún de que el alivio será efímero y casi nada aliviador que pida un cerebro prestado. El que no advierte la contradicción entre el Macri que pontifica “nadie puede gastar más de lo que gana” y el que ofrece créditos para comprar comida o pagar servicios es porque renunció a todo raciocinio. El que no se indigne con las burlas de estos saqueadores es porque está resignado en la humillación. Lo correcto es esperar hasta las elecciones, aunque dan ganas de estar todos los días en la calle para despertar a tanto incauto y adelantar los tiempos.
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