lunes, 23 de abril de 2018
EL PBI Y SU PARÁLISIS DE APRECIACIÓN, por Alejandro Marcó del Pont (para "El Tábano Economista" del 20-03-18)
Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont
España tuvo un crecimiento del PBI del 3.1 % durante 2017; aun así los periódicos afines al gobierno declaran que el problema es que esas cifras no reflejan la realidad en la que viven millones de españoles. En Argentina el presidente describe su exiguo crecimiento como “invisible”, algo así como un crecimiento impalpable para la población. Brasil, con su presidente vampiro, está más conectado con una economía zombi, con un incierto incremento del 1% para el 2017 que podría recibir efluvios benditos que la llevan a un retroceso del 0.50% para el primer trimestre del año 2018.
Posiblemente la madre patria nos dé una luz de sabiduría antes tal contradicción económica. España tuvo una inflación de diciembre del 2016 a diciembre del 2017 del 1.11% y acaba, con un tono triunfalista, de anunciar un aumento de las pensiones del 0.25% anual. ¿Cómo puede el presidente del Gobierno asegurar en el Congreso que no ha rebajado las pensiones? Esta cuenta de 0.25% – 1.11% ¿nos dará un porcentaje positivo sin que sepamos cómo?
Algo tiene que estar pasando con los números y los indicadores, o con la percepción de la gente y el contexto. Lo cierto es que, al menos en primera instancia, el aumento de algo debería ser positivo, menos el cáncer y las deudas, entre otras tantas, ahora que lo pienso; entonces, modificando el razonamiento, quizás tendríamos que preguntarnos si el porcentaje del PBI de aumento o decrecimiento es bueno, malo o regular. ¿Un número puede explicar la bonanza o el declive un país?
La recuperación mundial parece un hecho, sí, pero millones de personas viven peor que antes de la crisis, y su perspectiva es que vayan aún a peor, a pesar de la recuperación. No es casualidad que España figure entre los países donde más ha crecido y sigue creciendo la desigualdad, el mismo destino que siguen Argentina y Brasil. Al parecer su población ha sido inoculada con una especie de “parálisis de apreciación”
En los países mencionados, las mujeres, los jubilados, los docentes, marchan y son noticia por sus aglomeraciones, cada vez mayores por cierto, cuando sus ministros de finanzas, y hasta algún dignatario de organismo internacional, que ha dado sobradas muestras de sus equivocaciones, elogia los avances de sus indicadores.
Hay una versión de la economía –la neoclásica– que le interesa tomar distancia de las otras ciencias sociales y se ha dedicado, en buena parte de los últimos 100 años, a tratar de elaborar explicaciones que no dependan del contexto, y de esa forma, las matemáticas, el prestigio de los números, ofrecerán una representación exacta del mundo.
La capacidad predictiva que estos números le daban a la economía desbarrancó estrepitosamente en el 2008 cuando nadie vio venir, o todos formaban parte, de la mayor crisis de la historia de la economía mundial.
Los números son indispensables para cualquier descripción de indicadores o estadística, pero que el PBI de un país suba un 1% o baje en la misma magnitud no significa gran cosa. Parecería que algunos quieren darle a estos datos “duros”, que por duros darían una mayor certeza que cualquier otra conjetura. Los números ayudan a enfocar las preguntas, a afinar las causas que llevaron a un simple cifra, que de por sí no dice nada.
Tomar al PBI solamente es hasta ridículo, si no se pone el contexto. “Sólo los fenómenos simples se repiten, y sólo se repite su estructura básica. La velocidad con la que cae una piedra es la misma hoy que en el siglo XVI y por eso se puede predecir mediante una formula, pero nunca será la misma piedra y nunca caerá en el mismo lugar. Pero si cualquier detalle del contexto fuese relevante, la formula carecería de interés”, dice Fernando Escalate en Se supone que es ciencia (Colegio de México, 2016).
La distribución del ingreso parecería ser una de las características externas del modelo numérico del PBI. Que la gente no forme parte de los beneficios de su crecimiento, pero que sufra las penurias de su caída, entenderían la respuesta en su estructura y en los ganadores y perdedores.
Aun así, no nos olvidemos que la meritocracia contiene el estímulo para mejorar, para obligar a los hombres a superarse. Las protestas forman parte de este universo de penurias, sin las cuales no habría iniciativa, esfuerzo ni creatividad. Para decirlo de otra manera, si el PBI da un número que no entendemos, la pedagogía de la miseria es indispensable para forjar un hombre nuevo.
Publicado en:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2018/03/20/el-pbi-y-su-paralisis-de-apreciacion/
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