domingo, 29 de abril de 2018
Con-tra-ban-dis-ta, por Luis Bruschtein (para "Página 12" del 28-04-18)
“¡Tienen un gobierno que está más sucio que los baños de Retiro! Tienen un presidente que fue acusado de contrabando agravado, al que salvó la Corte de la mayoría automática: CON-TRA-BAN-DIS-TA”, silabeó en un grito Agustín Rossi. Escena conocida: Clint Eastwood frena el caballo en pleno desierto y cuando empina la cantimplora, ve la ronda de buitres en el aire. Todos saben que por abajo hubo una masacre. Así son las de cowboy en el cine y así es cuando se dispara el dólar en Argentina. Hay una masacre en proceso, el dólar se dispara, los buitres rondan.
El discurso de Rossi fue la ráfaga de un cañón punto 30. Cayó sobre una bancada de Cambiemos desorientada, con pánico de debatir el tarifazo. Solamente atinaron a repetir la monserga sobre la corrupción en el gobierno anterior. Y tuvieron que soportar la respuesta demoledora que los comparó con los baños de Retiro. “No vengan a descalificarnos a nosotros con situaciones que no pueden sostener. No tienen autoridad moral para descalificar con honestidad. A ver si lo entienden. Son el único gobierno del mundo que justifica las cuentas offshore en los paraísos fiscales, que tiene la plata en el exterior sus ministros, que tienen un presidente acusado de contrabandista”. La andanada de Rossi fue más larga y recibió un aplauso estruendoso, no solamente de su bancada, lo cual hubiera sido impensable pocos meses atrás. Más allá de su calentura, el discurso del jefe del bloque de diputados del kirchnerismo mostró a un oficialismo muy a la defensiva, desorientado y mostrando fisuras.
Poco antes se había conocido que el ex peronista randazzista Emilio Monzó, –quizás el tejedor más hábil del macrismo–, había anunciado su decisión de dejar la presidencia de la Cámara de Diputados en protesta por la marginación a la que había sido sometido por el PRO. Hay una foto de la sesión sobre tarifazo. Monzó de espalda, con una nota en grandes letras de imprenta sobre su escritorio: “Habiendo salido negativa la votación para el tratamiento de los proyectos, no habiendo temario, declaro levantada esta sesión”. Era un machete donde le ponían a Monzó lo que tenía que decir. La oposición había logrado quórum el miércoles, pero no tenía los dos tercios para tratar sobre tablas los tarifazos. Los diputados del oficialismo ni siquiera querían afrontar la discusión.
Un oficialismo descolocado y escaso de argumentos improvisó como pudo una línea de argumentación que no se refería a las tarifas y dió lugar a la respuesta demoledora de Rossi. Ese mismo día, en la plaza de los Congresos el paisaje no podía ser más desolador. Una multitud esperaba para recibir panes que repartían en una protesta de dueños de panaderías por el encarecimiento de las tarifas y las materias primas. Como un cine con varias salas: el Congreso, la plaza y todo el país. Y el dólar se disparó.
Clint Eastwood, dirigido por el italiano Sergio Leone y música de Ennio Morricone en los años ‘60 fue el protagonista principal de la llamada trilogía del dólar, tres western espagueti donde morían como moscas por “un puñado de dólares”. El clima de malestar, de debilidad del gobierno, se volcó al dólar, cada quién quiere su puñado, como en las películas. Y los primeros en correr son los grandes especuladores, los que se enriquecieron con el dólar a futuro y ahora forman parte del gobierno. Quieren que los demás inviertan en la Argentina, pero ellos tienen su plata fuera. Especular con el dólar forma parte del negocio, como el complejo sojero que está bien representado en el mismo gobierno, que para detener la corrida del dólar aumentó las tasas de interés a cifras astronómicas que deberá pagar.
El malestar producido por el tarifazo mostró a un gobierno que empieza a debilitarse, colas interminables, dramáticas, para buscar un pan gratis o para conseguir trabajo en una pizzería de Quilmes, cierre de empresas, los acuerdos entre el gobierno y Carrefour para recontraexplotar a sus trabajadores, los despidos en el INTI y en Agricultura o el cierre de los institutos de formación docente son parte de un malestar en ascenso contra el gobierno.
Se trata de una transición cada vez más rápida que empieza por la frustración de sus votantes y la bronca de los demás como una marea que se desliza hacía las protestas callejeras que ya son totalmente transversales y donde conviven los dos mundos. Hay un proceso que acompaña la descomposición de la economía. Hay teorías que tienden a concebir a la economía como determinante de la política. Pero la política, a su vez determina muchas veces a la economía. Hay una relación de ida y vuelta. La política de Cambiemos ha recreado este infierno en la tierra.
El sablazo a los jubilados y ahora el tarifazo están destruyendo el escenario con que el gobierno había surgido airoso de las elecciones del año pasado. Algunos dicen que no hay fracaso del gobierno en la economía, sino que son los resultados previstos por la política de Cambiemos. Es obvio que el discurso de la lucha contra la inflación es una mentira si al mismo tiempo aumenta las tarifas. Aunque por otro lado, apuesta a las altas tasas de las Lebac y a negociar salarios por abajo de la inflación.
Las versiones sobre la supuesta consulta de Mauricio Macri con Domingo Cavallo da una idea del desconcierto por la disparada del dólar y por su fracaso con la inflación. Cada vez que Cavallo ha sido convocado, la economía terminó en desastre. Es un síntoma, como la danza de buitres en las películas de la trilogía del dólar: buitres, dólares y pistoleros. Solamente falta la música de Morricone.
En medio de este cuadro de zozobra, Macri se tomó otra vez uno más de los fines de semana largos que tanto le criticó al gobierno anterior. Ni Néstor ni Cristina Kirchner, que establecieron estos fines de semana largos para estimular el turismo, los aprovecharon como Macri, que los ha criticado porque bajan la productividad.
Pero antes de irse les pidió a gobernadores e intendentes que bajen ellos sus impuestos. Fue una movida torpe con la que intentó transferirles el costo del tarifazo. Y lo que logró fue que los diputados que responden a los gobernadores en el bloque federal de las dos Cámaras presentaran un proyecto que inmediatamente obtuvo el respaldo de los demás bloques que introdujeron, a su vez, algunos agregados.
En la semana que viene, este proyecto entrará a la comisión de Presupuesto que preside el oficialismo. Pero la oposición unida tiene la posibilidad de aprobar el dictamen y enviar el proyecto al recinto. Con este procedimiento no necesita los dos tercios, sino que alcanza con la mayoría simple que pueden obtener los bloques opositores unidos. El proyecto anula los aumentos y retrotrae las tarifas a como estaban en noviembre de 2017, que además fue lo que prometió el oficialismo –mintiendo sin vergüenza–, en las elecciones pasadas.
Forzada por las medidas más extremas del oficialismo, la votación conjunta de la oposición, sobre todo de los bloques del pan justicialismo, ya dejó de ser una novedad. A pesar de las diferencias profundas, este proceso en el plano parlamentario tendrá seguramente incidencia en la conformación de las futuras alianzas. Si llegaran a aprobar el proyecto para anular este último tarifazo, en el oficialismo ya especulan con el veto de Macri.
En julio, en pleno invierno, cuando lleguen las boletas del gas usado para calefacción, el país puede estallar. No es una situación deseada por el oficialismo, pero sí previsible, para lo cual ha fidelizado a las fuerzas represivas con su complicidad con el gatillo fácil y fuertes inversiones para el reequipamiento. El macrismo basó en gran parte sus expectativas en que un triunfo electoral de la derecha sobre el peronismo tendría un fuerte impacto positivo en el mundo de las finanzas y provocaría una “lluvia de inversiones”. Pero fue un fracaso. En este gobierno conservador hay menos inversión externa directa que durante el kirchnerismo a pesar de la disputa con los fondos buitre.
No hubo lluvia de inversiones y desfinanciaron al Estado con el retiro de las retenciones y la baja pronunciada del consumo. Y los tarifazos son más para aumentar el margen de ganancia de las corporaciones energéticas y menos para bajar subsidios. Desfinanciaron el Estado y salen más dólares de los que entran. Aunque ellos se enriquecen por los negocios que facilitan a sus corporaciones, no son resultados que deseaban en la macroeconomía. El FMI, que es amigo de la ceocracia macrista, calculó que con este rumbo el gobierno necesitará endeudarse a razón de 30 mil millones de dólares por año hasta 2023. Es una crisis que provocó Cambiemos y el neoliberalismo. No hay salida neoliberal para este embrollo. Esta vez la política determina la economía. Si se quiere un cambio económico, tendrá que haber un cambio en la política.
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