Por Graciela Curi | 7 de Enero de 2017
Dicen que tuvimos 12 años de fantasía, un oasis mental en donde creí comprarme un auto, viajar a Europa, cobrar un sueldo que me permitía ahorrar, tener a mi mamá jubilada, construir casas con Procrear, y ver varios Institutos Científicos crecer en un pastizal en los fondos de la Ciudad Universitaria donde trabajo. Hoy nos tocó la in-gobernancia irresponsable de un hermoso grupete de glotones adinerados, donde prima la necesidad de cerrar negocios y sellar compromisos adquiridos, donde se compra y se vende mientras necesitan que se mire a un tipo robando 40 millones para tapar a otro robando 40000 millones, aun cuando sea necesario inventar, distorsionar o generar un gancho de derecha que sea tragable por la perrada.
Dado que he pasado el peor año de mis últimos 30, sería un acto de hipocresía desear un feliz año porque creo que no lo será. Solo espero humilde y descreídamente que el 2017 nos devuelva la verdad que se oculta detrás de tanta mentira, de tanto invento y de tanta necesidad de mostrar lo que no pasa y necesitan que pase.
Hemos perdido en un año casi todos los derechos básicos para los más humildes, un número inhumano de puestos de trabajo, nos saquearon todos los programas de educación, salud y ciencia, vendieron o regalaron lo que logramos concebir en tecnología, nos endeudaron inmoralmente, se adueñaron de los derechos humanos y de la libertad y siguen manipulando todos los medios de comunicación.
Parados sobre el pasado sin mostrar un solo logro presente para los ciudadanos, nos regalan un nuevo período de espera para subsanar tanto supuesto daño del pasado, que hasta ahora no han podido demostrar. Si este proceso de “sanidad administrativa” les llevara 4 años, lograrían terminar su gobierno sin mostrar un solo hecho reivindicativo del derecho democrático.
¿Se puede festejar un año en donde seguiremos perdiendo? La palabra pérdida supone para la mayoría pérdida de dinero. No hablo de dinero, hablo de derechos, hablo de dignidades, hablo de gente con planes para el futuro, hablo de gente trabajando y disfrutando de ganarse un sueldo, hablo de libertades.
Si el problema fuera solo económico por ahí no estamos tan mal, al menos no los que pueden comprar dos millones de dólares, tienen campos, empresas y/o inversiones en el país o en extranjero. Bueno, ese 7% si tiene mucho que festejar. Yo soy del 93% y no tengo nada que festejar, tengo mucho que lamentar.
Hemos conformado una sociedad en donde la verdad es mentira y la mentira es generada como una forma de trabajo, creamos una bipolaridad religiosa en donde la caridad es prioritaria pero el Papa no tiene la aceptación de los caritativos, votamos a los que tienen la sartén por el mango y cocinan todos los días a los que disfrutan de ser cocinados a fuerza de una ideología masoquista e indigna.
Concebimos al sufrimiento como moral y a los derechos como inmorales. Tener frío o calor es salud y disfrutar de la vida es una fantasía, no está permitido no marcar la diferencia de clases porque es un acto de irresponsabilidad que genera gente rebelde para tolerar el trabajo.
Y así hasta la eternidad, hasta la pena de muerte, hasta el gatillo fácil, hasta matar al otro y hasta la patria no es el otro, soy yo. Es mejor la limosna que los derechos sociales porque la caridad implanta pobres allí donde deben estar, ahí donde yo puedo sentir que hago caridad mientras ellos ejercen la vagancia. Los planes sociales los ocultaron como pobres, los igualaron en parte a gente como nosotros, que hemos hecho mérito para ser clase media. No entendieron nunca que no se trata de que tengan porque les doy, sino que tengan porque tienen como comprarlo. También se trata de entender que yo también te pago la escuela privada de tu hijo cuando yo no acuerdo con las escuelas privadas. Y esos negros que para vos son todos chorros también se la pagan igual que pagan tus asignaciones familiares.
No me duelen tanto los militantes, tienen derecho a pensar y opinar, tienen derecho a ejercer sus ideas, aun cuando sean ideas que no comparto, están respaldados por una historia de formación ideológica, si tienen que dar razones se la darán a la historia, todos, los de cualquier partido, incluidos los que negocian su vida política como si fuera un kiosco.
Me duele mucho más el ciudadano de la calle, el que no piensa, el que no milita pero critica al que milita, el que “no entiende de política” pero la ejerce para cagarle la vida al resto, me duele la indiferencia del que todavía piensa que 19000 millones de deuda ameritan una espera de “veamos qué pasa, dejémoslo gobernar, yo quiero que le vaya bien”. Si un año de miseria y falta de benevolencia hacia la gente no alcanzan para que ya no tengamos tiempo, entonces ya perdimos, ya no tenemos ni siquiera derecho a ser soberanos si vivimos de rodillas pidiendo perdón a nuestros hijos por no haber aprendido nada, por no tener la más mínima memoria.
Las valijas de Amira, la AMIA y la Embajada de Israel, la privatización de María Julia y la muerte de Carlitos, no fueron lo peor del gobierno de Menem, a pesar de ser ese su legado corrupto. Lo peor no fue la corrupción, fueron los negociados mafiosos, los remates de las empresas y una deuda impagable que le tiró encima al presidente siguiente, la crítica todavía sigue siendo el daño a 40 millones de personas.
Por eso la corrupción es casi un clásico de los gobiernos, es una forma de chicana que no termina nunca en ningún juzgado, es casi un juego político al que no somos invitados. Pero todos ellos gobernaron, todos los presidentes democráticos ejercieron mal o bien su cargo.
Ahora nos tocó la in-gobernancia irresponsable de un hermoso grupete de glotones adinerados, donde prima la necesidad de cerrar negocios y sellar compromisos adquiridos, donde se compra y se vende mientras necesitan que se mire a un tipo robando 40 millones para tapar a otro robando 40000 millones, aun cuando sea necesario inventar, distorsionar o generar un gancho de derecha que sea tragable por la perrada.
Y todo esto en medio de una presión enorme, con un revolver en la nuca y negociando con la mafia, abriendo causas imposibles, comprando jueces y presionando para que firmen lo infumable (sino preguntale a Nisman).
Entonces el gobierno es una cueva de ladrones tildando de ladrones a todos los demás y repartiendo billetes para callar gente por un lado, silenciar a otros por otro lado y vender a la sociedad un estado de permanente adoctrinamiento, aunque esto cueste inventar hasta una piedra que choca contra un vidrio o a un tipo dejándole un moretón a un policía mientras otro policía le quiebra el brazo a otro tipo.
Dicen que tuvimos 12 años de fantasía, un oasis mental en donde creí comprarme un auto, viajar a Europa, cobrar un sueldo que me permitía ahorrar, tener a mi mamá jubilada, ver a mi sobrino construir su casa con un plan Procrear, ver a mi sobrina con un auto de Procreauto y ver varios Institutos Científicos crecer en un pastizal en los fondos de la Ciudad Universitaria donde trabajo.
Mi fantasía actual es un poco más bizarra, pagar el triple en impuestos y servicios, gastar en el super 4 veces más que hace un par de años, no usar el confort, no viajar, contar la guita para que me alcance, mantener con mucha lucha lo conseguido. Como diría Copani “Que rica debe ser esa mentira si todos la quieren probar”. Hay que ser muy pero muy pelotudo para creer que esto es por culpa de aquello, hay que ser también ignorante y mucho, digamos hay que querer creerlo para no reconocer que cualquier mierda es mejor que ella en el gobierno.
Me pregunto si el silencio, la complicidad, la obsecuencia, la ceguera, el odio que no deja pensar y la indignidad de un futuro miserable para las nuevas generaciones, no deberían ser ilegales para quién los practica. En ese caso no tenemos cárceles posibles que contengan a tantos millones de cómplices.
La complicidad es tan o más miserable que la corrupción que se mueren por demostrar los actuales funcionarios. Dicen que los que gobernaron antes, tapan esa corrupción, y lo dicen los que tapan y silencian la vida más miserable e indigna que hemos vivido en democracia. No han podido todavía demostrar la corrupción del pasado, sin embargo validan la corrupción que camina todos los días con nosotros, tan demostrable como la vida y tan visible como el silencio nefasto de los que la sufren. Al menos yo, no pienso ni olvidar ni perdonar este presente, espero que las generaciones futuras tampoco. Son ellas las que debieran juzgar a quienes le hipotecaron el futuro, aun cuando deban demandarle a sus propios padres tanta falta de amor y dignidad.
Publicado en:
http://www.nuestrasvoces.com.ar/mi-voz/quiero-mis-12-anos-de-fantasia/
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