26 de Enero de 2017
Fernando Cáceres
Ex futbolista, baleado por un chico
Saliendo de la Villa
Carlos Gardel, donde nací, crecí y fui feliz, cuatro adolescentes mayores de 15
años y menores de 18, quisieron robarme, hace 8 años. Me dispararon. Y ese
balazo me produjo la pérdida de un ojo, además de la perforación del cráneo, que
me dejó internado varios meses, antes de una larga rehabilitación. Todo fue muy
duro y doloroso, sí, pero no por eso contarán conmigo para apoyar una baja en
la edad de imputabilidad, porque no soluciona nada y porque sólo contribuye a
seguir obturando las vías que necesitan los chicos para desarrollarse.
Lo sé, porque yo fui uno de ellos.
No resolveremos la inseguridad encerrando niños de 14 años,
ni modificando una ley que afecta una mínima parte del verdadero problema. Si
realmente queremos vivir en una sociedad más tranquila, debemos vivir primero
en una sociedad más justa, donde los mayores nos volvamos los padres de todos
esos pibes que hoy están en peligro, asumiendo que nos corresponde. Sí, nos
corresponde, porque nosotros también somos culpables de esa exclusión.
A tan corta edad, es muy difícil que un chico pueda
discernir sobre sus acciones y consecuencias, si nació sin demasiada suerte y
el Estado no le dio oportunidades. Entonces, en lugar de caerles con este tipo
de leyes, debiéramos caerles con alternativas de estudio, con ofertas de laburo
y con todos los canales necesarios para hacerlos sentir queridos y contenidos.
Seguramente así, podrán valorar la vida. Y seguramente así, no resulte
atractivo salir a delinquir.
La vara de imputabilidad es un tema sensible y tengo claro
que mucha gente se pronuncia desde la bronca o la impotencia de haber sufrido
alguna situación adversa. O simplemente, por estar cansada de dar una vuelta
manzana con el auto, para evitar que le roben. Sí, los entiendo y sé que no es
cómodo, porque nadie debe vivir así. Pero también es fundamental aceptar
fríamente que ningún chico puede ser el responsable de la realidad que
atravesamos y que la salida verdadera debe incluir, inexorablemente, a todos
los que nacieron en un contexto menos favorable.
Como ellos.
Y como yo.
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