Los seres humanos tendemos a agruparnos.
Los grupos humanos, sean del tipo que sean, asumen una identidad y la
manifiestan con símbolos externos, sean estos la ropa, el peinado, la forma de
hablar, o el uso de elementos ornamentales como pueden ser los tatuajes o los
piercings. El uso de estos símbolos indica la pertenencia al grupo, muestra a
los que pertenecen a otros grupos cuál es nuestra identidad.
Los países no son otra cosa que grupos
sociales más grandes. La gente que
habita un país suele tener una forma específica de hablar, costumbres que le
son propias, y símbolos nacionales que los identifican: bandera, escarapela,
himno, escudo. Estos símbolos aparecen
en edificios públicos de carácter gubernamental, en escuelas, en hospitales,
pero también en eventos deportivos profesionales donde en realidad los que se
enfrentan no son los países, sino selecciones de jugadores de los equipos de
ese deporte, que a veces ni siquiera tienen la nacionalidad del equipo en el
que juegan.
En Argentina, la adopción de símbolos
patrios fue un proceso lento y dificultoso, ya que las autoridades
revolucionarias de Mayo no lograron el consenso necesario para declarar
rápidamente la independencia y adoptar símbolos patrios.
Manuel Belgrano izó por primera vez la
bandera en Rosario, en 1812, con el argumento de que precisaba bandera y no la
tenía, eufemismo para indicar que se estaba combatiendo contra España
utilizando la bandera española. Enteradas del hecho, las autoridades porteñas
le ordenaron guardarla, y le enviaron la que se usaba en el fuerte de Buenos
Aires (la española). En Plaza de Mayo siguió ondeando orgullosa la bandera
española hasta 1815, mientras que Belgrano, gran desobediente, hizo reaparecer
la enseña azul y blanca por aquí, y por allá, siempre que pudo.
La Asamblea del año 13
adoptó la escarapela celeste y blanca y el himno, pero no se animó ni a
declarar la independencia ni a adoptar la bandera de Belgrano, que se izó
formalmente en Buenos Aires dos años después para celebrar la caída de Montevideo en manos revolucionarias.
Arriba: Bandera macha, con los colores invertidos, utilizada por Belgrano en el Alto Perú.
Mucho se ha discutido acerca del diseño
original de la bandera, de los colores exactos, y de su origen. Hay bastante
consenso en la idea de que la bandera tuvo diversos diseños. La primera
utilizada por Belgrano parece haber tenido sólo dos campos verticales, uno
blanco y el otro azul. Pero también se conserva la llamada “bandera Macha”, que
utilizaron las fuerzas rioplatenses en el Alto Perú, con tres franjas
horizontales blanco-azul-blanco, que algunos sostienen que es la bandera usada
en Rosario. Tampoco parece haberse mantenido siempre el mismo tono de azul: el
original usado por Belgrano parece haber sido más oscuro que el celeste actual,
pero mucho más claro que el azul noche utilizado en tiempos del Directorio, y nuevamente
en tiempos de Rosas. En cambio el origen de los colores si parece claro: el
celeste y el blanco son los colores dinásticos de la familia Borbón, es decir
de los que entonces –y ahora- eran reyes de España, colores que estos monarcas
tomaron del manto de la
Virgen María.
La bandera azul y blanca nace entonces como
símbolo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, transformadas en
Provincias Unidas en América del Sud en la declaración de independencia firmada
en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816. Luego, cuando esos territorios
se partieron en varios estados (Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay), los
dos primeros conservaron los colores, aunque con un diseño de bandera distinto.
Arriba: La bandera macha con los colores invertidos ; la bandera azul y blanca usada por el Directorio en 1819-20; la bandera rosista con los 4 gorros frigios y el sol encarnado; la bandera con la franja roja del federalismo de Artigas.
Más difícil resulta entender porque se ha
perdido tanto en Argentina, a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, la
identificación con estos símbolos. Cuesta mucho en un acto escolar, por
ejemplo, que los chicos concurran con la escarapela, que canten el himno o que
muestren respeto en ocasiones del izamiento y arrío de la bandera. Lo
paradójico, lo inexplicable, y que
constituye una problemática cuya resolución es imposible de lograr en un texto
tan corto, es porqué los mismos argentinos que no se conmueven con su himno, su
escarapela o su bandera, se embanderan con esos símbolos en ocasiones de
eventos deportivos como el que estamos viviendo, un Mundial de Fútbol. Basta
con salir a la calle en cualquier ciudad de Argentina para ver a la mayoría de
los autos con banderitas argentinas en los vidrios de la ventanillas, y a
muchísima gente con la camiseta de la Selección Nacional de
Fútbol.
Si en un acto escolar del 20 de junio se
pide a los alumnos que concurran a la escuela con la escarapela, sólo una minoría lo hace. Si se les pidiera en
el mismo evento, más aún en este año, en medio de un mundial de fútbol, que
concurrieran con la camiseta de la selección de AFA, tendríamos seguramente una escuela vestida de
celeste y blanco… Tema clave para analizar cómo funciona el concepto de
identidad en los argentinos.
Importa poco que se trate de banderas,
escarapelas, banderines o camsetas de fútbol. El celeste y blanco representa a
los argentinos como grupo, como comunidad. Para aquellos que nacimos aquí es el
símbolo de nuestra Patria. Para los extranjeros que viven entre nosotros,
representan los colores del lugar a donde han elegido vivir, y donde nacieron o
nacerán sus hijos y nietos.
La identidad es siempre un asunto complejo. Lo es ahora y lo ha sido
siempre. Quien lo supo mejor que nadie fue don Manuel Belgrano, que debió
luchar incansablemente para imponer una bandera a un país que se negaba a dejar de usar la enseña española.
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