El esfuerzo que hacen los productores de TN, El
Trece y todos sus satélites para pintar
un panorama catastrófico en cualquier escenario alguna vez merecerá un
premio a la inventiva. Mientras la TV Pública transmitía la ceremonia inaugural
del Mundial, ellos hacían foco en los disturbios de San Pablo y sólo en eso.
Para los descreídos y los amnésicos, hay
que recordar que cuando ellos tenían el fútbol en sus manos cada acontecimiento
deportivo era una verdadera fiesta, hasta un torneo de bolitas. Ahora, que miran
malhumorados desde el rincón, no saben qué hacer para embarrar la cancha. Un par de semanas atrás presentaron un informe
de antología: en un sondeo de opinión, justo
encontraron por la calle a diez varones que no se interesaban por el fútbol y
que manifestaron nulo entusiasmo por el torneo de la FIFA. Después,
inventaron el opinódromo, donde los
más pálidos transeúntes expresaron sus apocalípticos pronósticos sobre el
desempeño de nuestra selección. Como la zorra de la fábula, que después de
varios intentos fallidos por alcanzar el racimo de uvas que pendía de una rama,
se alejó mascullando su fracaso: “qué
importa, si están verdes”. Como el
niño caprichoso, que patea el tablero cuando no lo dejan ganar.
Eso están haciendo: como no podrán ganar, se están
preparando para patear el tablero. Y
esto no sólo con el Mundial, pero podemos arrancar por ahí. Algunos
memoriosos recordarán los tiempos en que el fútbol estaba en sus manos. No sólo se apropiaban de los goles sino que
invadían la programación con TN deportivo, que se emitía en diferentes
momentos del día, con envíos especiales los fines de semana y hasta se daban el
lujo de hacer un programa semanal sobre las hinchadas. Hoy, el fútbol no les
interesa. Sin ir más lejos, se han convertido en anti-futboleros. Pero, a pesar de los esfuerzos por des-futbolizar
a la sociedad, sólo dos de cada diez argentinos afirman no estar interesados
por la copa del mundo, de acuerdo a una reciente encuesta realizada por
CEOP, bajo la dirección de Roberto Bacman. En esto van perdiendo.
Sin embargo, no hay que confiarse: de cada
derrota pueden extraer una lección. Tal vez aprendan que no deben alejarse
tanto del pueblo, sino apenas un poquito. Desde
que está el kirchnerismo en el gobierno, las viejas tretas ya no dan tan buen
resultado. Lo de las tres, cinco o chiquicientas tapas es una pieza de
museo, como lo de la realidad que se tapa o se puede hacer tapa y más aún la
patraña de la independencia. Ya nada funciona, ni siquiera las demonizaciones con las que antes convocaban a
descontrolados caceroleros. ¿Será que el mundo Clarín tiene fecha de
vencimiento?
Para que no haya confusiones: nadie quiere que
cierren medios, pero sí que dejen de ser
lo que son. O, por lo menos, que no lo sean tanto. El mundo Clarín es
perjudicial para cualquier mundo porque contiene el estilo que ese multimedios
ha expandido como doctrina. No es algo que hayan concebido Ellos, pero han
puesto el sello vernáculo que les ha dado enormes ganancias. Si los hechos no
son funcionales a sus intereses, los esconden. Y como ahora quedan pocos que les
puedan servir, no les queda otra que inventar. Eso es el mundo Clarín: construir un mundo a la medida de sus
angurrias.
Aunque cueste creerlo, ahora se interesan por aquellas
cosas que hasta hace unos días querían destruir. Con el ampuloso y confuso
título Democracia y Desarrollo, el Grupo Clarín organizó unas jornadas para
explicar a la sociedad qué es lo que quieren para el futuro. No sólo estuvieron los más ricachones sino
también los más obsecuentes, que son, ni más ni menos que los candidatos
presidenciales de la oposición. Porque para el mundo Clarín, el futuro se
construye sin el kirchnerismo. Por eso llamó la atención –y hasta irritó- la
presencia del gobernador bonaerense Daniel Scioli, único exponente de las filas
oficiales. Y no asistió para reafirmar el sendero iniciado en 2003, sino para recitar las sandeces del diálogo
y el consenso.
Una y otra vez vale reiterar: corporación y democracia son opuestos. Los
gobiernos democráticos controlan a los grandes empresarios o serán éstos
quienes terminen gobernando. No hay
diálogo ni consenso con ellos porque sólo quieren obediencia y sometimiento.
Pero Scioli suele hacer esas cosas: desde la dolorosa foto con Cobos en
diciembre de 2012 hasta los cordiales saludos con Héctor Magneto, todo
condimentado con tibias declaraciones de apoyo a CFK y el concepto policial de
la seguridad. Con un candidato así, la
continuidad de este proyecto corre un serio riesgo, al menos por ahora. Si el
mundo Clarín lo recibe con los brazos abiertos, no debe ser tan K. A no ser que
la estrategia de Scioli sea la del caballo de Troya y debajo de su máscara
amigable se esconda un gran confrontador. Por las dudas, habrá que pensar en
otro.
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