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sábado, 24 de mayo de 2014

EL 25 DE MAYO Y LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")






“Pero, mi patria, ¿es acaso el barrio en que vivo, la casa en que me alojo, la habitación en que duermo? ¿No tenemos más bandera que la sombra del campanario? Yo conservo fervorosamente el culto del país en que he nacido, pero mi patria superior es el conjunto de ideas, de recuerdos, de costumbres, de orientaciones y de esperanzas que los hombres del mismo origen, nacidos de la misma revolución, articulan en el mismo continente, con ayuda de la misma lengua”
Manuel Ugarte
Discurso pronunciado en Lima el 3 de mayo de 1913. (1)

El año 1810 fue complicado para los países hispanoparlantes. En España reinaba una gran confusión, ya que Napoleón había encarcelado a Fernando VII e instalado en Madrid a José Bonaparte, rey cuya legitimidad fue justamente cuestionada por los españoles. La resistencia popular española al rey francés se tradujo en la formación de juntas populares que gobernaban en nombre del rey detenido por los franceses. A mediados de 1810 todo parecía perdido para la causa española. Los núcleos de resistencia se apagaban, y el dueño de Europa amenazaba con transformarse, definitivamente, en el nuevo mandamás de la península ibérica.
En medio de esta confusión, muchas capitales latinoamericanas convocaron Cabildos Abiertos cuestionando a las autoridades virreinales. Buenos Aires, Santiago de Chile, Quito, Caracas, Bogotá vivieron el desplazamiento de la autoridad española y su reemplazo por una Junta elegida por los “vecinos” -españoles y criollos de buena posición económica-. Todas estas juntas tuvieron una composición muy diversa (la de Buenos Aires incluía dos españoles, Larrea y Matheu). Todas juraron en nombre del rey preso, Fernando VII de Borbón.
Los argentinos recordamos el 25 de mayo de 1810 como una de nuestras principales fechas patrias, lo que genera no poca confusión porque muchos la identifican con la independencia, objetivo que no se concretó hasta mucho después, hasta la declaración realizada en San Miguel de Tucumán un 9 de julio de 1816. Las confusiones que arrastramos en torno a esas fechas son muchas y justificables, porque fueron tiempos de dudas e incertidumbre (2).
Los acontecimientos de mayo de 1810 se enmarcan en una verdadera guerra civil que estaba atravesando el Imperio Español entre aquellos que deseaban el mantenimiento del absolutismo monárquico y quienes preferían un gobierno con participación “popular” (más o menos numerosa, según los casos). En este conflicto político había españoles y americanos en ambos bandos, lo que explica que hubiese españoles que integraban la junta, así como insignes oficiales del ejército realista que eran americanos (Los generales  realistas Goyeneche (3) y Pío Tristán (4), por ejemplo, eran peruanos). La idea de la independencia estaba presente en algunas mentes preclaras (Simón Bolívar, Mariano Moreno, Francisco Miranda, Manuel Belgrano, entre otros), pero no era el tema central para la mayoría de los participantes. Esto explica que nuestras autoridades fueran tan reacias a declarar la independencia o adoptar una bandera durante tanto tiempo -en Buenos Aires se usó la  bandera española hasta 1815- (5).
La segunda polémica pasa por el carácter nacional o continental del proceso de independencia. En realidad las actuales nacionalidades son un fenómeno muy posterior a 1810. En esa fecha, los habitantes de estas tierras se identificaban con su “pago”, con la ciudad en la que habían nacido, y como americanos o españoles americanos, pero no existían las modernas fronteras y nacionalidades. Para un habitante de Tucumán era tan “extranjero” un nativo de Buenos Aires como uno de Lima, un oriundo de Córdoba como uno de México. Esto explica porqué fue tan fácil para  nuestros dirigentes actuar en “países” diversos como si fueran el propio, ya que dichos “países” aún no existían. El porteño Manuel Dorrego fue una figura importante en la rebelión chilena de 1810, así como el tucumano Bernardo Monteagudo (6) fue uno de los líderes del alzamiento de Chuquisaca de 1809, para años después ser una figura central tanto junto a San Martín en Perú como junto a Bolívar en la Gran Colombia. De la misma manera, el primer gobernante de “Argentina” fue don Cornelio Saavedra, nacido en la altoperuana ciudad del Potosí, mientras que uno de los Directores Supremos del Río de la Plata fue el peruano arequipeño Ignacio Álvarez Thomas, gentileza que la nación andina nos devolvió al tener como primer gobernante a José de San Martín, correntino criado en España. Uno de los diputados firmantes de la declaración de independencia del 9 de julio de 1816, el jurista potosino José Mariano Serrano, fue luego en dos oportunidades presidente interino de Bolivia. Estos ejemplos no son excepciones curiosas, sino exponentes de lo que fue una regla: debemos pensar en el Ejército Argentino-Chileno con que San Martín cruzó los Andes (que tenía bandera propia, distinta de la argentina y la chilena) o el auténtico ejército SUDAMERICANO –colombianos, venezolanos, ecuatorianos, argentinos, peruanos, bolivianos, chilenos- con el que el General venezolano  Antonio José de Sucre completó la independencia de Bolivia en 1825.
Los argentinos, que hemos dado la espalda durante tanto tiempo al resto de América Latina, hemos subestimado el rol de los heroicos soldados “argentinos” y altoperuanos (bolivianos) que detuvieron el avance español en las batallas de Tucumán y Salta (7), así como la labor irremplazable del centenar de caudillos altoperuanos que frenaron el avance español hacia el sur. Estos líderes del altiplano, de los cuales apenas se recuerda a Juana Azurduy, una de las pocas sobrevivientes, lucharon hasta el último hombre (y a veces también hasta la última mujer) contra el “godo” invasor. De ellos apenas quedan calles sin nombre de pila  en lugares marginales de la ciudad de Buenos Aires,  “Warnes”…“Muñecas”... “Camargo”… Otros, como José Miguel Lanza, Eustaquio Méndez, Eusebio Lira,  José Manuel Chinchilla, y Juan Manuel de Cáceres, simplemente cayeron en el olvido (8). Fueron estos héroes, que dejaron la vida para impedir el avance español en los territorios de lo que hoy es el norte argentino y el territorio de Bolivia, los que evitaron que los españoles avanzaran triunfales hasta Buenos Aires .
En tercer lugar, no debemos perder de vista la dimensión social. Las luchas por la independencia sólo avanzaron en lugares donde los diversos sectores sociales y étnicos lograron actuar unidos en pos de ese objetivo. En Argentina y Venezuela, dos de los países más activos por estos años, la columna vertebral de los ejércitos estaba integrada por mestizos (gauchos en el Río de la Plata y llaneros en el Orinoco) y por africanos (que constituían un tercio del Ejército de los Andes). En  cambio en otros países los sectores populares de origen americano originario ofrendaron ríos de sangre ante la indiferencia o incluso la hostilidad de una elite criolla de origen europeo que apoyaba al realismo hispano. Este fue el caso de México, donde los curas Hidalgo y Morelos acaudillaron alzamientos “indígenas” reprimidos con saña por españoles y criollos. Algo similar sucedió en las zonas andinas (Perú-Bolivia) donde ya se contaba con el antecedente de la gran rebelión americana bajo el mando de Tupac Amaru a fines del siglo XVIII, y de las revoluciones de Chuquisaca y La Paz de 1809 (9), ahogadas en sangre por el poder español con el entusiasta apoyo de las elites criollas.
Estas elites observaron con absoluto horror como otro 25 de mayo, pero de 1811, el porteño Juan José Castelli, en las ruinas de Tiahuanaco, leyó un manifiesto en castellano, quechua y aymara proclamando la absoluta igualdad social, política y civil de todos los habitantes del Altiplano, sin importar que fueran criollos, mestizos o “indios”(10)
En estos lugares donde los criollos sostuvieron el poder español, el proceso de independencia se dilató (en México hasta 1820), o se paralizó hasta que el nudo gordiano fue desatado por la espada de una intervención militar continental (los casos de Perú y Bolivia, no resueltos plenamente hasta 1825).
Estas gestas no fueron nacionales. Nadie logró independizarse con sus propias fuerzas. Las rebeliones fueron un éxito cuando lograron combinarse: venezolanos, ecuatorianos y colombianos en el norte, argentinos, bolivianos y chilenos en el sur, y todos juntos hacia Perú y Bolivia en el centro. Todos nuestros líderes soñaron con organismos políticos mayores que las actuales dos decenas de repúblicas balcanizadas. Simón Bolívar concretó la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá), y  San Martín y Belgrano soñaron con un gran estado sudamericano con un monarca de origen incaico que uniera al Perú y el Río de la Plata.  Estos sueños terminaron fracasando, pero fueron tan reales que es imposible encontrar un Acta de la Independencia “Argentina”. Lo que firmaron en Tucumán, el 9 de julio de 1816, diputados del Alto Perú (Bolivia) y el Río de la Plata (Argentina) fue la independencia de las “PROVINCIAS UNIDAS EN AMÉRICA DEL SUD” (11).
Logramos independizarnos cuando estuvimos unidos. Las actuales repúblicas no son el producto del sueño independentista de nuestros próceres, sino de su fracaso. Iniciativas de nuestra época, como Unasur  y la CELAC, no son sino un intento de volver a un camino interrumpido al no poder mantenerse , luego de alcanzada la independencia política,  la unidad del subcontinente latinoamericano.
Cada 25 de mayo, y también cada 9 de julio, debemos recordar cuanta sangre de cuantos “países” actuales se regó por todo el continente para lograr llegar a donde estamos. El día que en ninguna parte de América Latina se vea como extranjero a otro latinoamericano, el día  en que “Patria Grande” sea mucho más que un concepto abstracto, estaremos en condiciones de completar los sueños de aquellos grandes hombres.
Como dijo hace ya más de un siglo, en 1908, don Manuel Ugarte:
“Abandonemos la idea errónea de que la época de la independencia fue una edad fabulosa y que sus hombres no pueden ser imitados jamás”(12)

Adrián Corbella, 11 de mayo de 2014

NOTAS:
(1):   Citado en EL PENSAMIENTO VIVO DE MANUEL UGARTE, Ediciones Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 2007
(2): Javier Garín destaca en su biografía de Monteagudo que Goyeneche, hombre previsor,  llegó a América como representante de la Corona española con tres cartas credenciales distintas, firmadas respectivamente por José Bonaparte,  la Junta Central de Sevilla y  la Infanta Carlota Joaquina... El arequipeño era un jugador de toda la cancha…
(3):    Para una biografía de José Manuel Goyeneche ver http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Manuel_de_Goyeneche
(4):    Para una biografía de Juan Pío de Tristán y Moscoso, ver http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_Trist%C3%A1n
(5):    Sobre el tema de las banderas puede consultarse http://es.wikipedia.org/wiki/Banderas_hist%C3%B3ricas_de_la_Argentina
(6):    Sobre Monteagudo hay una excelente biografía escrita por Javier Garín EL DISCIÍPULO DEL DIABLO. VIDA DE MONTEAGUDO, IDEÓLOGO DE LA UNIÓN SUDAMERICANA  (Dunken, Buenos Aires, 2011)  http://www.dunken.com.ar/web2/libreria_detalle.php?id=10788
(7):    Sobre las batallas de Tucumán y Salta hay mucho material, pero recomiendo especialmente el trabajo de Javier Garín sobre Belgrano (RECUERDOS DEL ALTO PERÚ. CRÓNICA DE LA CAMPAÑA DE BELGRANO, Editorial Dunken, hay varias ediciones)
(8):   Sobre las llamadas “republiquetas” altoperuanas hay mucho material, pero en la red se puede ver por ejemplo http://www.centrocultural.coop/blogs/nuestramericanos/etiquetas/republiquetas/ . Estos líderes actuaban generalmente en estrecha colaboración con Martín Miguel de Güemes.
(9):   Javier Garin hace un interesante estudio sobre este tema en su libro sobre Monteagudo, citado más arriba.
(10):  Sobre esta cuestión ver de Hernán Brienza UN BICENTENARIO PARA CASTELLI http://tiempo.infonews.com/notas/bicentenario-para-castelli
(11):  Ver texto de la declaración de independencia “argentina” http://www.me.gov.ar/efeme/9dejulio/acta.html
(12):  Citado en MANUEL UGARTE, por Victor Ramos, colección “Pensadores de la Patria Grande” realizada por el “Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentina e Iberoamericano Manuel Dorrego”, publicado por “Página 12” en 2013.


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