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viernes, 17 de octubre de 2025

Los días previos al 17 de Octubre, por Marcelo Duhalde


EN VISPERAS DE UN NUEVO 17 DE OCTUBRE 


Estamos cerca de un nuevo 17 de Octubre y nuevamente un peronismo vilipendiado, bajo fuego mediático y con su principal dirigente caprichosamente encarcelada, reenvío este texto conmemorativo de la pluma brillante de Marcelo Duhalde, no casualmente hermano de Eduardo Luis y también socio del estudio de Rodolfo Ortega Peña.

                             

Por Marcelo Duhalde


Mucho se sabe del hecho y sus consecuencias, pero voy a referirme a una parte de los sucesos de 1945, desde un lado menos conocido y más personal, más sobre lo que vivió el protagonista fundamental, el Coronel Perón.

Porque sabemos cómo fueron los hechos previos a la ruptura de Perón con el gobierno de Farrel y cuáles fueron los motivos. Sencillamente por las medidas que estaba tomando, las transformaciones que estaba realizando, que lo llevaron a ser ya reconocido como líder de los trabajadores argentinos.

Esto por supuesto había empezado bastante antes de octubre. Venía de varios meses atrás. El 12 de julio se habían concentrado masivamente los sindicatos frente a la emblemática Secretaria de Trabajo y Previsión, en apoyo a éste militar que les hablaba en otro lenguaje y les proponía otras posibilidades de desarrollo para ellos y sus familias.


Inicialmente el gobierno, que lo había incorporado dos años antes, más por necesidad que por convicción, le otorgó dos funciones, una como Vicepresidente y Ministro de Guerra y otra como Secretario de Trabajo y Previsión. El crecimiento del Coronel era constante y el de la oposición también, el antiperonismo, los conservadores, habían hecho un fuerte ataque a esas políticas, y en una reciente concentración pedían la caída el régimen militar de facto, bajo la consigna “todo el Poder a la Corte Suprema”, que como se puede ver ya que en ese entonces el Poder Judicial garantizaba las políticas de explotación y sometimiento del pueblo, como custodia de los intereses de la oligarquía y de los empresarios, nada diferente con la actualidad.

Ante este panorama, Farrel cree que la solución es eliminar a ese funcionario, que desestabiliza al gobierno. Envía al General Avalos a pedirle la renuncia a Perón, que en ese momento casualmente se encontraba con sus amigos en plena celebración de su cumpleaños número 50, era el 8 de octubre. 

Algunos de sus colaboradores le aconsejaban resistir, pero como en otras tristes oportunidades Perón no quiso y dijo, lo que repetiría en septiembre de 1955, “Yo podría resistir, pero no lo voy hacer, porque no quiero derramamiento de sangre entre argentinos”. 

(Es conocido que, posteriormente, en Madrid, 13 años después, dijo que se equivocó en 1955 y que debería haber fusilado a los responsables del bombardeo en Plaza de Mayo el 16 de junio. El derramamiento de sangre fue mucho mayor durante la Resistencia Peronista y toda esa sangre la puso el pueblo trabajador).

Volviendo al pedido de renuncia, Perón acepto hacerlo y le comunico a Farrel que consideraba que había perdido y se la envió.

Igualmente, como solía hacer permanentemente, engaño al Presidente y le pidió que solamente lo dejara despedirse de un puñado de trabajadores en un mensaje dicho en la puerta de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ese organismo que recibió siendo una pequeña dirección del Departamento Nacional del Trabajo y que él en dos años había convertido en una poderosa Secretaría con atribuciones de Ministerio. 

Fue autorizado por Farrel pensando equivocadamente en aquello que “al enemigo que huye puente de plata”, y que se lo permitió con tal que se fuera sin conflictos.

Como era de suponer la presencia popular fue muy numerosa y en sus cánticos demostraban la disconformidad con la ida del Coronel, su ya benefactor. 

Alli comenzaron a oírse algunos canticos:

“Aunque caiga chaparrón siempre, siempre con Perón”

“Con Perón y Mercante la Argentina va adelante”.

Entre otros.

La desconcentración fue otro hecho político, las columnas se desplegaron y marchaban por la ciudad repitiendo los cantos en una muestra de apoyo total, además ya con el reclamo de que Perón fuera el jefe de Estado. En ese momento histórico comenzaba a gestarse el 17 de octubre. 

El diario peronista La Época título a nueve columnas “La renuncia del Coronel Perón emociona hondamente al pueblo”. 

Este y otros disparadores provocaron a los militares, que sintiéndose acorralados decidieron detener si más al recién renunciado. 

Les costó conocer el lugar donde se encontraban Perón y Evita, él había informado, preventivamente, que estarían en un campo en San Nicolás, pero no fue así, se alojaron clandestinamente, en una casa en el Tigre y fueron cambiando varias veces de lugar temiendo un atentado, inclusive estuvo muy céntrico, en departamento de la Avenida Córdoba, pero finalmente el 12 de octubre a la noche decidieron comunicar donde estaban y los militares lograron el objetivo de meterlo preso.

Por miedo a nuevas muestras de apoyo de los trabajadores y para evitar todo contacto con sus colaboradores, Farrel ordena ponerlo lejos, aislarlo, sin ningún  contacto.

El Coronel y su entorno temían un asesinato, por eso él exige quedar bajo jurisdicción del ejército y no de la marina, pero no lo logra.

Lo mandan a la isla Martin García en mitad de la noche, en una lancha que "hacía agua por todos lados", según  los dichos del marino que estaba al mando. 

Su secretario y mano derecha, el Coronel Domingo Mercante cuenta que recién se tranquilizó un poco cuando, al acompañar a Perón a la dársena, vió que el marinero que lo recibía para trasladarlo, se puso a llorar silenciosamente al ver al prisionero y comprender lo que estaba pasando. Ahí, dice Mercante, me convencí que íbamos a ganar.

El líder estuvo totalmente aislado y sin noticias las primeras 24 horas, momento en que Juan Domingo Perón hace quizá la única muestra de romanticismo y de enamoramiento que se le conoce, y le escribe una carta a Evita en la que le dice:

“Mi tesoro adorado.

Solo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos medir el cariño. Desde el día que te deje allí con el dolor más grande que te puedas imaginar no he podido tranquilizar mi triste corazón. Hoy sé cuánto te quiero y que no puedo vivir sin vos”.

La carta sigue en este tono, le dá algunos consejos para que se cuide y se despide diciéndole:

“Muchos, pero muchos besos, para mi Chinita querida”. En este punto hay dos versiones, la primera es que efectivamente el enamorado propone un alejamiento de la política y una vida en el anonimato y la otra teoría es absolutamente a la inversa y considera que el General en la carta envía un mensaje cifrado con instrucciones a su amada para lanzar la insurrección. 

Por supuesto Evita desoye los consejos de paz y amor convirtiendo su domicilio de la Calle Posadas en lugar clave para la resistencia. Allí entre otras cosas se elabora el habeas corpus que se presenta en la justicia en favor del líder encarcelado. Además, contrariamente a la sugerencia epistolar, ella es la principal activista recorriendo fábricas y lugares de trabajo entusiasmando a los sindicalistas y a los trabajadores. 

El prisionero, recién en su segundo día en la Isla Martín García, recibe la visita de su médico personal el Capitán del Ejército Dr. Miguel Ángel Mazza.

A partir de ahí, Mazza se convierte en una pieza clave, no solo porque le lleva información indispensable, sino porque es él mismo el que insiste ante el gobierno hasta lograr el traslado de Perón al Hospital Militar Central de la Ciudad de Buenos Aires, aduciendo, que el estado de la pleuritis que tenía el Coronel, con el clima húmedo de la isla podría ocasionarle daños irreparables y finalmente esto asusta a Farrel y Avalos por las posibles consecuencias que podrían tener, ante los trabajadores, si le pasara algo a Perón y aceptan el cambio de lugar de detención.

A las dos de la mañana dan la orden de traer a Perón después de que pretendieran hacerle una junta médica que Perón no acepta. No tienen más remedio que trasladarlo, nuevamente de madrugada, en la misma precaria lancha, en medio una marejada terrible y felizmente llegan bien a destino.

A esas horas ya estaba Evita en las inmediaciones del Hospital Militar, en el barrio de Belgrano, escondida en un auto esperando el aviso para entrar.

Es instalado en el piso 10, y a partir de ese momento la habitación del Capellán del Ejército, que es la que Perón ocupa, se convierte en un cuartel general con sus colaboradores entre los que está su amada “Chinita”.

La tarde anterior, la del 16 de octubre, la CGT ya había intimado al Ministro Avalos para que pusieran en libertad a Perón porque eso "TRAERIA TRANQUILIDAD A LOS HOGARES OBREROS Y A LA FAMILIA ARGENTINA", una hermosa y sutil frase para un fuerte aprete. 

Ante la falta de respuesta, a media tarde se reúne el Comité Central Confederal de la Confederación General del Trabajo. “En consideración de lo está que sucediendo, porque todos Uds. saben que los trabajadores se sintieron justamente alarmados por estas cosas y porque viene acompañadas por distintas medidas de represalias que los patrones más reaccionarios están tomando contra sus obreros y las organizaciones sindicales”, dice el delegado informante. En consecuencia el cuerpo directivo decide convocar a una huelga general en todo el país.

Teniendo en cuenta que ya en las primeras horas del día 17, Perón está viajando desde la isla Martin García a la Ciudad de BuenosAires, comienzan a verse entre tanto,  numerosos grupos de obreros que se concentran frente a sus fábricas en Berisso, Ensenada, Quilmes, Lanús, Avellaneda, en todas las localidades del primer cinturón de la capital, de zona oeste, zona norte, en La Plata, a partir de ahí empezaron a llegar a Plaza de Mayo numeroso camiones cargados con entusiastas trabajadores seguidores del Coronel y lo mismo ocurre en todos los barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

En un primer momento el gobierno piensa en reprimir. El General Vernengo Lima, tercer hombre del poder, era el que más insistía pero finalmente Farrel y Avalos no aceptaron.

Algo después de las cinco de la tarde es llamado Domingo Mercante para asista a la Casa de Gobierno, le indican que le trasmita a Perón que el gobierno está dispuesto a negociar si él es capaz lograr y garantiza que aplacará los ánimos de los muchachos que ya entonces llenaban la Plaza y seguían llegando en cantidades, sin cesar. El flujo de llegada era continuo.

Mercante fue de la casa de gobierno al Hospital Militar varias veces y cada vez Perón aumentaba las exigencias, mientras tanto la presión de la Plaza de Mayo era insostenible, por momentos parecía que se desbordaba. Dos veces con Avalos y una con Farrel fueron las reuniones necesarias para establecer las condiciones a las que los obligaba Perón. 

Al tiempo, dentro de la Casa Rosada se escuchaba como un rugido: 

“Aquí están estos son los muchachos de Perón”, que llegaba desde afuera. 

En un momento la efervescencia, casi estallido de la plaza provoco que, inconsultamente, el director del diario La Época, Eduardo Colom, tomara el micrófono y anunciara que el Coronel hablaría más tarde. Esto que se venía decantando era lo único que podía contener el reclamo de los trabajadores.

Farrel, que ya estaba en la residencia presidencial, debió volver a la Casa de Gobierno por exigencia de Perón, que le puso como condición que fuera recibido por él ante la muchedumbre.  

A las 23,10 del 17 de octubre de 1945 el Líder salió al balcón y comenzó definitivamente la más profunda transformación de la República Argentina en favor de la clase trabajadora y del pueblo.

80 años después, el neocolonialismo, el imperialismo, el sistema dominante, la derecha y ultra derecha nacional e internacional, siguen odiando a Perón, a Evita, a sus cabezitas negras, a sus descamizados sin poder someterlos, sin poder dominarlos. Sabiendo que el peronismo está en el corazón del pueblo argentino y como tantas veces muy pronto va a volver a conducir para lograr una vez más una Patria Libre Justa y Soberana.

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