Algunos días atrás leía una nota al historiador francés que se ha especializado en la Revolución francesa, Jean-Clément Martin, en la cual se refería a la manera en que los propios protagonistas de aquel hito interpretaban lo ocurrido. https://legrandcontinent.eu/es/2024/08/13/entrar-en-revolucion-es-comprender-lo-irreversible-la-violencia-de-julio-de-1789-y-el-mito-del-gran-miedo/
El punto viene al caso porque nunca está de más tener en cuenta que los grandes acontecimientos suelen no ser vistos como tales mientras suceden y que muchas veces son resignificados, para bien o para mal, según lo determine la historiografía oficial.
Acerca del término “revolución”, Martin incluso nos recuerda que era propio de la astronomía y que, paradójicamente, hacía alusión a un movimiento circular que tras un repentino trastorno vuelve al punto de partida, es decir, una suerte de restauración de un orden perdido.
Si bien hubo algunas referencias al término allá por julio de 1789, lo cierto es que la idea de una revolución (francesa), entendida como un hecho conmocionante, se fue adoptando con el tiempo en la medida en que se empezó a tomar conciencia de que se estaba frente a una novedad que no tenía parangón ni con los sucesos de un siglo atrás en Gran Bretaña ni con la más cercana independencia de los Estados Unidos. De aquí que Martin afirme que “Entrar en Revolución es comprender lo irreversible”.
La frase, un verdadero hallazgo, me llevó a preguntarme si el mileísmo es o no una revolución y si, en caso de que así lo fuera, está sucediendo que cierto sector de la población se está “negando a entrar en Revolución”, no en el sentido obvio de que rechazan al mileísmo, sino en el sentido de estar negándose a comprender los cambios irreversibles que se han producido en la sociedad argentina.
Más allá de la discusión etimológica acerca del término revolución, podríamos acordar que, el menos desde lo discursivo, la propuesta mileísta es refundacional.
No importa que se base en mitos como el de la Argentina de 1910, que prometa cosas que luego no cumple como la quema del BCRA y la dolarización, o que repita la cantinela de la casta para luego aliarse con Ritondo y Santilli: desde lo discursivo, al menos, insisto, Milei viene a poner la Argentina patas para arriba y en algunos aspectos lo ha logrado. Por lo pronto, invalidó todos los manuales de Ciencia Política para ganar una elección imposible, hizo el recorte del Estado más salvaje de la historia sin perder apoyo popular, ha gobernado a decreto y veto sin grandes costos políticos, inauguró nuevas formas de comunicar, etc.
De modo que queda posarnos en el segundo interrogante: ¿estamos negando un fenómeno irreversible?
Probablemente la palabra “irreversible” le quede grande a casi todo, de modo que me conformaría con sostener que hay un sector de la sociedad, digamos, dentro de ese 50% que no votaría a Milei hoy, que no es consciente de la transformación que produjo el propio Milei pero que, sobre todo, se había producido antes de su llegada para hacer de él, justamente, un emergente de esos cambios. En otras palabras, Milei había nacido antes que el propio Milei llegara a ser Milei. Y no lo sabía ni él.
Lo hemos dicho muchas veces aquí, pero el gran fracaso de las dos grandes coaliciones que alternaron el poder en Argentina en los últimos ocho años, la pandemia que puso en el eje de la agenda la cuestión de la libertad, una línea progresista que extravió el horizonte, dejó de representar mayorías y le agregó a una sociedad rota desde lo económico otra gran ruptura macro y un sinfín de minifracturas sociales, permitían imaginar que cualquier cosa podía salir de allí. Sería tonto afirmar que la emergencia de un Milei era la consecuencia necesaria de ese contexto, pero era una de las probabilidades que, unida a una infinita cantidad de azares, derivó en el resulta imposible.
Si en la última década, la dirigencia progresista no percibió esos cambios e incluso fue responsable de profundizarlos, el escenario actual no invita a la ilusión. De hecho, no les falta razón a quienes dicen que Fuerza Patria es el Frente de Todos sin Alberto Fernández, como si éste hubiera sido el único responsable del descalabro. Se trata de una continuidad de la insólita perspectiva que intentó instalar el kirchnerismo en relación a su rol durante 2019-2023.
Nadie estuvo allí; nadie fue parte del gobierno. Se lo preguntan a CFK, se lo preguntan a Máximo y es como si hubiera habido un salto cuántico, un abismo espacio-temporal en el que no se supo qué paso ni qué hizo el kirchnerismo Schrödinger, ese que era oficialismo y oposición al mismo tiempo.
Sus presuntos nuevos dirigentes deben usar camperas adidas para que podamos seguir identificándoles como jóvenes a pesar de que la verdadera juventud, biológicamente entendida y no autopercibida, vota mayoritariamente al espacio que el progresismo define como fascismo.
En este sentido, el diagnóstico de Ofelia Fernández y Juan Grabois es el correcto: el espacio podrá recibir los votos porque, frente a Milei, los únicos que se erijan como alternativa serán competitivos, además de que, como ya hemos dicho aquí, el problema del progresismo y del peronismo no es que le falten votos sino ideas. Pero es un espacio que no entusiasma, que no anima a ser militado, que no transgrede, que no ofrece futuro, que amonesta antes de reivindicar la alegría, etc. Es decir, lo mismo que viene haciendo hace una larga década, incluso cuando Alberto Fernández no era parte del espacio.
Y hay otra cosa más donde Ofelia Fernández y Grabois aciertan, especialmente este último: en el discurso anticasta. Solo que se trata de un discurso dirigido a la casta del propio espacio progresista.
Se abre allí un interesante interrogante que habrá tiempo de desarrollar, especialmente si las amenazas de Grabois de ir por afuera se confirman.
Por todo esto es que podemos decir que Grabois está haciendo mileísmo al interior del Frente más allá de que Grabois es, ante todo, graboísta. Es decir, está marcando la necesidad de renovación y los privilegios de un espacio político en el que las mismas caras de siempre se disputan los mismos cargos de siempre para obtener los magros resultados de siempre o, en todo caso, para ocupar posiciones de poder que no le han mejorado la vida a la gente en los últimos 10 años. Lo curioso en este caso es que Grabois (y Ofelia) son hijos de ese mismo espacio pues, recordemos, Ofelia fue legisladora siendo muy joven por el dedo del espacio progre en pleno auge del feminismo.
Si su participación como legisladora fue bueno o malo o si hoy mereciese un rol destacado en las listas es otra cosa, pero en un principio, y que nadie se ofenda, fue puesta allí sin los méritos suficientes por la sencilla razón de que nadie a esa edad tiene los méritos suficientes para ocupar ese cargo. Y Grabois que, por supuesto, tiene una larga trayectoria en movimientos sociales, no fue parte de la década ganada y fue un invento electoral del kirchnerismo al que se le ofreció el aparato y la logística para joderlo a Massa y darle al electorado palermitano, tentado a la trotskeada y poco afecto a la ingesta de veleidosos sapos peronistas, un candidato que corra por izquierda.
Grabois perdió por paliza contra Massa (80 a 20), pero el monstruo ya estaba creado y en este tiempo en el que son los extremos los que arrastran a los centros, Grabois apuntará a repetir la movida de Milei que acabó deglutiendo al PRO. En este sentido, el kirchnerismo logró crear alguien que los corra por izquierda sin ser trotskista, lo cual los deja en un lugar sumamente incómodo tras años y años de crear un electorado acostumbrado a señalar con el dedo a la derecha, a lo conservador, a lo carente de alegría, a lo viejo. Ahora surgen nuevas figuras que advierten que la campera adidas tiene manchas de tuco y que las tres líneas del pantalón están meadas, lo cual, a su vez, seguirá siendo cierto aun si Grabois finalmente transa y va por adentro. Es que como decíamos antes, el espacio está ahí: lo puede capitalizar Grabois o lo capitalizará otro ahora o más adelante.
Algo ha cambiado en la Argentina y resulta irreversible: anticasta somos todos. Quizás estemos entrando en Revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario