“Escándalo en desarrollo” podría ser el título; o “una caída en cámara lenta” a la cual todavía le quedan muchas secuencias. Efectivamente, al momento de escribir estas líneas se difunden las fotos de la exesposa del presidente con claros signos de haber sido golpeada y con chats que confirmarían que el autor de la agresión sería el mismísimo Alberto Fernández.
En paralelo, se difunde un video con la columnista de espectáculos, Tamara Pettinato, del que se deduce un juego de seducción con el exmandatario. Independientemente de la cuestión moral que se sigue de lo que parecería ser una infidelidad, el video trasciende lo estrictamente privado en la medida en que habría sido filmado durante la pandemia, esto es, cuando la circulación estaba restringida. De aquí que en su momento se abriera una causa al respecto donde fueron involucrados todos aquellos que visitaron Olivos por aquellos tiempos.
Se han escuchado todo tipo de teorías conspirativas al respecto, pero la que más ha rebotado es la de un supuesto pase de facturas de Clarín hacia Alberto por no haber “entregado” a CFK. Se trata, por cierto, de una teoría bastante condescendiente con Alberto quien, en todo caso, ha hecho algo más importante aún: ha destruido al kirchnerismo “desde adentro”, como el verdadero topo del Estado (presente). Asimismo, daría a entender que la causa está armada, cuando tanto en la que se investiga la agresión contra su exmujer como la relacionada con los seguros, hay demasiados indicios. En todo caso, el límite de la conspiración aceptable, desde nuestro punto de vista, es el que indicaría que “alguien” le soltó la mano y que ha decidido dejar de cubrir esto en este momento por razones que desconocemos. Con todo, se trata solo de hipótesis y, hoy por hoy, estas hipótesis son lo menos importante. Porque aun cuando Alberto Fernández ya era un cadáver político, incluso siendo presidente, el modo en que esta conmoción política de envergadura provoca un reposicionamiento de cada uno de actores políticos de la Argentina, es digno de análisis.
Naturalmente, en el gobierno celebran por varias razones. En primer lugar, porque estos hechos expresarían como pocas veces el cinismo de la dirigencia política, en este caso, corporizado en la figura del expresidente. Sí, el mismo que daba clases de moral, incluso después de conocida la foto del cumpleaños de su exmujer en plena pandemia cuando miles de argentinos no podían moverse de la casa ni para despedir a sus muertos.
En segundo lugar, es una inestimable ayuda para el gobierno en su “batalla cultural” contra el wokismo en general y el feminismo en particular. Es que el (triste, solitario y) final de un expresidente que sobreactuó su posicionamiento afirmando ser el “primer feminista” o declarando “el fin del patriarcado”, etc., vendría así a confirmar la posición del actual gobierno, esto es, que la causa noble de la igualdad habría sido “una pantalla”, una puesta en escena que escondía negociados y un intento de autolegitimación moral. Si el kirchnerismo se habría apropiado de los DD.HH., dicen, la presidencia de Alberto, acorde a los tiempos que corren, se habría apropiado del feminismo. De aquí que todo lo que no era k, haya sido señalado como “dictadura”, y todo lo que no era Neo K, haya sido acusado de machismo y lenguaje de odio. Del pañuelo de las madres a la corbata verde para “volver mujeres”. Todo sea para poder seguir levantando el dedo acusador.
A tal punto esta disputa cultural tiene fuerza que la revelación de las fotos de los presuntos golpes, como en su momento fue “la foto de Olivos”, resulta mucho más potente que la escandalosa causa de presunta corrupción millonaria con los seguros del Estado que salpicaría demasiado al expresidente. Como si la corrupción fuese perdonable o, lo que es peor, como si se asumiera que el ejercicio de la política y la corrupción van de la mano.
Asimismo, la noticia llega a días de la elección de una Venezuela cuyo escenario es incómodo para el kirchnerismo en particular. En este sentido, como suele ocurrir desde hace ya mucho tiempo, buena parte de la militancia que dice tomar como sagrada la palabra de CFK saluda a Maduro como “soldados de Perón” mientras la expresidente pide que muestren las actas para honrar el legado de Chávez.
Hablando de kirchnerismo, o de lo que queda de él, las revelaciones sobre Alberto Fernández permitieron construir el villano perfecto y promover el despegue final de la administración 2019-2023. Se consuma así la idea de que ese período fue un mal sueño y que el kirchnerismo no fue parte de él, del mismo modo que la culpa del acuerdo con el FMI fue endilgada enteramente a Martín Guzmán como si el ministro de Economía hubiese actuado con total autonomía. Desde la vicepresidencia hasta ministerios y las cajas más abundantes fueron ocupadas por las principales figuras de ese kirchnerismo que inauguró la categoría de oficialismo opositor, pero a meses de haber abandonado la administración, nadie parece haber estado allí. Misterios de la política. Aprovechamiento de memorias cada vez más selectivas.
Pero no conforme con eso, desde un universo paralelo aparecen declaraciones de Mayra Mendoza diciendo que Alberto Fernández daba con “el perfil” de violento, pese a lo cual habría sido elegido por “la jefa”. A esto se suma una declaración de la Cámpora interpretando como “violencia política” de Alberto hacia CFK lo que no fue más que una feroz disputa intestina por el poder donde ambos bandos jugaron con todas las armas, incluso las non sanctas. Atribuir esto a una cuestión de género es incluso rebajar el liderazgo de CFK quien, en todo caso, no es atacada por ser mujer sino por lo que ha hecho y por lo que representa como figura política. A juzgar por las declaraciones de Mendoza, la propia CFK entiende que las diferencias políticas con Alberto no pueden encuadrarse en esta “violencia política” agravada por su condición de mujer, pero, según la intendente de Quilmes, es un “asunto de formación” de la cual, aparentemente, carecería CFK. Las vanguardias esclarecidas ven más allá del líder, parece.
Antes de cerrar, una reflexión general acerca de un fenómeno que se viene repitiendo con las últimas presidencias y que podría tener algún tipo de paralelismo con el escenario político de Perú y de otros países sudamericanos donde las presidencias nacionales parecen trampolines hacia la cárcel o, al menos, hacia los tribunales. Menciono el caso de Perú porque es el más grosero y se apoya, a su vez, en un sistema de partidos completamente roto e inestable que, paradójicamente, convive con una relativa estabilidad económica, para escándalo de algunos analistas. ¿Va la Argentina por ese camino? Desconozco. Por lo pronto, la desintegración de los partidos se viene dando hace tiempo y las coaliciones más o menos fluidas e ideológicamente amplias han ocupado ese espacio. ¿La irrupción del mileismo y una crisis total del peronismo y/o progresismo y/o centroizquierda promete una reconfiguración de esta “foto”? Puede ser, pero tampoco lo sabemos.
Lo cierto es que CFK aparece sentenciada y acorralada por varias causas, lo mismo se le augura a Alberto Fernández, aquel que se jactaba de impoluto, y es probable que una vez que Milei deje la presidencia, muchas de sus medidas sean judicializadas. Si Macri no aparece en la lista es porque Macri no es expresidente: Macri es el poder.
Por último, se dice, con razón, que no hay Milei sin Alberto Fernández, aunque sería más justo decir que no hay Milei sin la crisis de representación fenomenal que explota en 2001 e incluye también a esta versión desgastada del kirchnerismo y al fracaso del gobierno de Macri. Las revelaciones conocidas, sumadas a las que vendrán, harán un nuevo aporte en ese sentido.
Si el gobierno de Milei logra que la economía no naufrague y reduce al mínimo los escándalos de su administración, tendrá en el cinismo y la doble moral de la oposición un activo de enorme potencia.
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