En 2003 Néstor Kirchner ganó las elecciones con apenas el
22% de los votos y un adversario, de otra tribu peronista, que se negó a
competir en el ballotage. Era una Argentina que no había podido salir aún de
las consecuencias de la crisis de 2001, aunque en el bienio de Eduardo Duhalde
se habían logrado algunos progresos.
Políticamente era una Argentina atomizada. El peronismo fue
con tres candidatos distintos a las presidenciales de 2003. El radicalismo
venía del frustrante final de la presidencia de Alfonsín, y del desastre de la
Alianza. La derecha no estaba organizada, mientras que la extrema izquierda
seguía soñando con sus utopías y negándose a hacer política.
El gobierno de Néstor y los dos de Cristina cambiaron esta realidad.
El kirchnerismo, como empezó a llamarse al sector del peronismo que reconocía
en los pingüinos a sus líderes, se transformó en la tribu hegemónica del
peronismo, y los gobernadores, en general con perfiles más conservadores, se
acomodaron a los nuevos vientos del justicialismo del siglo XXI.
Algunos peronistas se resistieron a este proceso. El primero
fue el ex presidente Eduardo Duhalde. Pero también podemos mencionar al
peronismo cordobés casi en su conjunto o a, desde 2013, el propio Sergio Massa
y su “Frente Renovador”.
En 2015 el kirchnerismo seguía contando con un núcleo duro
de un tercio del electorado, por lo que Cristina buscó con un candidato
moderado (Daniel Scioli) conseguir los votos faltantes para ganar. Casi lo
logra: pese a groseras operaciones de lawfare (Nisman, Triple Crimen) el ex
gobernador bonaerense perdió por apenas 700.000 votos en una elección donde
votaron más de 24 millones de ciudadanos.
El final del macrismo encontró al núcleo duro del
kirchnerismo algo raleado. Algunos dirigentes y organizaciones habían coqueteado
con el gobierno amarillo, y jugado el rol de “opositores” garantes de la
gobernabilidad.
Cristina entendió nuevamente que era necesario sumar votos a
los propios para poder ganar y gobernar. Entonces sacó de la galera una fórmula
con Alberto Fernández, que había sido opositor al kirchnerismo desde 2009, y
con el apoyo del partido de Sergio Massa. Esta jugada tuvo éxito electoral,
pero dificultades para gobernar. En parte por limitaciones propias, en parte
por factores externos ajenos (pandemia, guerra en Europa, sequía). La elección
de 2019 mostró también que la derecha tenía un 40% consolidado pese al
espantoso gobierno de Mauricio Macri.
Los años del Frente de Todos marcaron políticamente un
alejamiento de Alberto y Cristina (manteniendo las formas) y un lazo político
cada vez mayor entre kirchnerismo y massismo.
En 2022 el gobierno de Alberto se encaminaba al abismo. Un
final como el de De La Rúa antes de navidad no parecía alocado. CFK sacó de la
galera a Sergio Massa -abogado- como ministro de economía, para que resolviera
un problema no solo económico sino político. Uno puede imaginar una breve
charla: “Si me arreglás este kilombo, sos mi candidato”.
El tigrense evitó el helicóptero, pero no logró ordenar el
flagelo inflacionario. Es decir que cumplió con su cometido a medias, pero hay
que reconocerle que saltó al centro del fuego en medio de un gran incendio, y
mostró una admirable voluntad política.
Llegamos a un complejo 2023, con más de 100% anual de
inflación.
La derecha sigue con un piso de votos consolidado alto, pero
muestra algunos ruidos.
Juntos por el Cambio presenta un estruendoso conflicto entre
halcones y supuestas “palomas”. Las palomas son gigantescas, y tienen picos
filosos y garras puntiagudas, pero el conflicto enrarece el ambiente, pese a
ser más un enfrentamiento entre egos y estilos que uno ideológico.
A esta coalición le ha crecido un hijo bobo que los desborda
por derecha. Al principio este personaje era simplemente grotesco. Pero hoy es
un jugador a tener en cuenta, que asume actitudes filofascistas y derechiza
(aún más) a los amarillos que tratan de emularlo.
La derecha argentina está pasando del negacionismo frente a
la dictadura a actitudes reivindicatorias.
El intento de asesinato de CFK muestra además que han
perdido todo límite (uno de los dos candidatos presidenciales de JxC jamás
condenó el intento de magnicidio). De todas maneras, uno puede especular que de
cara a un ballotage, van a votar todos igual.
Por el lado del oficialismo, el flojísimo desempeño del
gobierno generó conflictos entre sus dirigentes, y bronca y desencanto entre
sus votantes.
El kirchnerismo, si bien sigue siendo el sector mayoritario
del espacio panperonista, tiene menos peso electoral que hace unos pocos años:
probablemente esté en un 25% del electorado. Pero además no está unido:
Cristina dijo el año pasado que no iba a ser candidata, pese a lo cual muchos
no se dieron por aludidos y militaron por su candidatura. Hoy hay un sector del
kirchnerismo duro que apoya las posiciones pragmáticas de la dos veces
Presidenta, y otro que la desborda por izquierda, que quiere ser “más
kirchnerista que Cristina” (Soberanos, Grabois) y que quiere transformaciones
muy profundas en un contexto de extrema debilidad política del espacio.
Luego están los movimientos sociales, algunas orgas (como el
Movimiento Evita), los gobernadores, los intendentes, que generalmente apoyan,
pero que siempre hacen en paralelo su propio juego.
Tenemos al Frente Renovador de Sergio Massa, que si bien
viene funcionando en tándem con CFK, tiene una perspectiva distinta en muchas
cuestiones.
Hay también sectores no peronistas adscriptos al
kirchnerismo (como el MNA de Santoro y Moreau), y mucho militante suelto.
Por fuera del FdT/UxP tenemos a sectores del panperonismo
que no son K, o que son directamente anti-K (desde Moreno a los peronistas
cordobeses).
Cristina sabe que con los votos propios no alcanza. Que es
necesario unir al espacio panperonista e, incluso, “robarle” votos a la
derecha. Por eso impulsa, por tercera vez, a un moderado, como cuando eligió a
Scioli o a Alberto.
Sergio Massa es un dirigente con llegada al peronista no-K y
anti-K, también llega a ese votante independiente que puede votar indistintamente a ambos
lados de la grieta, y tiene además buen diálogo con el poder real y … con la
Embajada.
El autor de esta nota tiene profundas diferencias con el
pensamiento de Sergio Massa. Pero lo sabe un cuadro político muy capaz, y un
gran armador político.
Le han encomendado una tarea ciclópea: construir una nueva
síntesis peronista que contenga y deje conformes a todes. Eso en el marco de
una lucha implacable con una inflación monstruosa, y con la espada de Damocles de una deuda absurda
con el FMI que nos dejó Mauricio Macri, y que debe ser refinanciada
profundamente para hacerla viable.
Si logra resolver estas cuestiones se va a transformar en un
líder imprescindible para la estabilidad del peronismo. Si no lo logra se
consumirá como una tea, será aniquilado por estas mismas contradicciones que no
logró resolver.
Elegir a Massa (junto a un prócer del kirchnerismo como es
Agustín Rossi) ha sido una jugada arriesgada. Pero es el dirigente que tiene
las condiciones necesarias(1) para resolver el problema.
Se entiende la resistencia que muchos presentan a su figura.
Se que si es elegido Presidente me voy a enojar con muchas de sus decisiones, y
eso le va a pasar a muches. Pero, lamentablemente, si se está incendiando la
casa no es inteligente querer hacerle un ADN al bombero. Tenemos al mejor
bombero que conseguimos. Tratemos de que apague el incendio, y trabajemos para
reconstruir una casa que nos guste a todes.
Adrián Corbella
26 de junio de 2023
NOTA:
(1): Wado de Pedro tiene condiciones similares, pero le
falta peso político, no tiene experiencia de gestión, y es poco conocido en el
interior.