Han sido cuatro años difíciles, con hechos externos inesperados (como una pandemia, una guerra en Europa y una sequía bestial) y un gobierno al que votamos pero que no colmó las expectativas. No colmó las mías que tenía claro desde el primer día que el que iba a gobernar era Alberto. Fue mucho más dramático para quienes pensaban que iba a gobernar Cristina.
El último año y medio fue particularmente malo, ya que el oficialismo en términos operativos (aunque no desde lo institucional) se partió: algunos dirigentes asumieron el doble rol de integrantes de la coalición de gobierno a la vez que actuaban como opositores. Y empezaron algunas críticas destempladas. De un lado de Máximo o el Cuervo. Del otro Aníbal y su verborragia.
Y empezamos con la Saga de las candidaturas. La insistencia en que fuera Cristina, pese a que ella les decía una y otra vez que no quería ni podía. La sordera ante esos mensajes y la insistencia frente a una respuesta siempre repetida. A CFK sólo le faltó decir: “No es no”. Tampoco se leyeron otros mensajes, muy significativos: “En política los agravios caducan a los seis meses”, nos dijo la dos veces presidenta.
Descartada finalmente Cristina, esta fue una semana muy agitada, con el kirchnerismo, massismo y los gobernadores presentando la fórmula Wado-Manzur (fórmula trascendida pero jamás oficializada) y el albertismo izando en su bunker la bandera del sciolismo. Este escenario abría la puerta a una disputa interna que podía ser dura, y se corría el riesgo de que en el ballotage los candidatos del peronismo estuvieran en los puestos tercero, cuarto o quinto, detrás de las distintas vertientes de la derecha. Y dejaba al oficialismo muy mal parado de cara a las elecciones generales de octubre.
Anoche, por sorpresa, y sacando otro conejo de la galera, este enfrentamiento se evita con la fórmula Massa-Rossi, detrás de la cual se encuentra Cristina, Alberto, los gobernadores, el Frente Renovador y la CGT.
Queda por despejar la duda de si los puristas insistirán en presentar fórmulas que compitan (Grabois, Lozano) o si aceptarán la fórmula de consenso.
La cuestión radica aquí en definir prioridades, en establecer cuál es la cuestión principal que se dirime en este acto eleccionario. ¿Qué votamos este año?
Sectores como el de Juan Grabois, Alicia Castro o Claudio Lozano piensan que estamos dirimiendo el destino del litio y la hidrovía. Y quieren (yo también) un control estatal de esos recursos.
Cristina me parece que está analizando la cuestión de otra manera. Porque lo que hay enfrente son tres versiones del neofascismo: el desquiciado, el delirio punitivista, y el fascismo cool y amable, pero fascismo al fin.
Lo dicen, pero si no les creen basta con ver lo sucedido en estos días en el Sultanato Jujeño, donde reaparecieron, como en los años de plomo, autos civiles sin identificar que transportan policías para hacer arrestos y allanamientos ilegales. Y ese gobernador fue premiado por el sector más “moderado” de la oposición con la vicepresidencia.
Esta no es una elección por el litio, la ley de medios y la hidrovía. Es una elección donde están en juego la democracia, la República, los derechos civiles, las garantías individuales… la vida.
Massa-Rossi no son la fórmula del kirchnerismo. Tampoco la del peronismo. Son la fórmula que sale a la cancha para defender la democracia frente a un avance autoritario de indisimulable tufillo fascista.
Unión por la Patria es un Frente Antifascista. Y vamos a dar la bienvenida y abrazar como compañeros a todos aquellos ciudadanos dispuestos a luchar por algo tan básico y “liberal” como el sistema republicano.
Democracia o Fascismo es la consigna. Vamos a dar pelea.
Adrián Corbella
24 de junio de 2023
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