Un extraño chiste político-económico que era muy común escuchar en el último lustro de la década del ’80 y los albores de la del ’90, incluso en programas periodísticos “serios” como el viejo “Tiempo Nuevo” de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, era aquel que sostenía que hay en el mundo cuatro clases de países : los países desarrollados, los países subdesarrollados, Japón y Argentina.
Obviamente, Japón aparecía como “inexplicable” por todo lo que había logrado con tan poco, y Argentina exactamente por lo contrario.
Este “chiste” encierra una gran verdad, pero no tiene el significado que sus difusores liberales querían darle.
Japón fue el primer país no europeo que, frente a la arremetida imperial de las potencias europeas y de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX , no hizo lo que Adam Smith pregonaba sino lo que concretamente los europeos hacían. La dirigencia política japonesa no se dejó convencer de que lo conveniente era exportar alguna materia prima (arroz por ejemplo) y con el dinero que se obtuviera de su venta comprar bienes industriales ingleses o norteamericanos. Los japoneses hicieron un estado al estilo europeo-norteamericano, y comenzaron a construir, ya en el siglo XIX, una economía industrial. Hasta copiaron los vicios del sistema, y se lanzaron a una política imperial y colonialista a costa de los habitantes de Corea, China y Oceanía.
Esa realidad de comenzar antes que ningún otro país ajeno al mundo europeo-norteamericano el proceso de industrialización, le otorgó a los japoneses una concreta “ventaja comparativa” por sobre países vecinos (Corea, Taiwán, la propia China) que sólo lograron industrializarse casi un siglo después.
Obviamente, Japón aparecía como “inexplicable” por todo lo que había logrado con tan poco, y Argentina exactamente por lo contrario.
Este “chiste” encierra una gran verdad, pero no tiene el significado que sus difusores liberales querían darle.
Japón fue el primer país no europeo que, frente a la arremetida imperial de las potencias europeas y de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX , no hizo lo que Adam Smith pregonaba sino lo que concretamente los europeos hacían. La dirigencia política japonesa no se dejó convencer de que lo conveniente era exportar alguna materia prima (arroz por ejemplo) y con el dinero que se obtuviera de su venta comprar bienes industriales ingleses o norteamericanos. Los japoneses hicieron un estado al estilo europeo-norteamericano, y comenzaron a construir, ya en el siglo XIX, una economía industrial. Hasta copiaron los vicios del sistema, y se lanzaron a una política imperial y colonialista a costa de los habitantes de Corea, China y Oceanía.
Esa realidad de comenzar antes que ningún otro país ajeno al mundo europeo-norteamericano el proceso de industrialización, le otorgó a los japoneses una concreta “ventaja comparativa” por sobre países vecinos (Corea, Taiwán, la propia China) que sólo lograron industrializarse casi un siglo después.
¿Qué hicimos los argentinos?... La Argentina posterior a Caseros se organiza como el perfecto ejemplo de proveedor de materias primas. La “Organización Nacional” crea un Estado oligárquico que va a ser garante de un sistema agroexportador que transforma a la Argentina en un país perfectamente integrado a ese mercado mundial controlado por Inglaterra. Somos los vasallos perfectos, el modelo a imitar… por todos aquellos que quieran obedecer al Imperio…
Este modelo agroexportador tenía indudablemente varias deficiencias :
* Las limitaciones naturales de cualquier sistema económico que exporte material primas sin procesar, sin agregarle valor.
* Genera grandes beneficios para una clase dominante que ha organizado el país para ellos, que ha transformado el sistema legal y la organización económica del Estado en una enorme máquina destinada exclusivamente a enriquecerla. Pero esos beneficios no se trasladaban al resto de la población.
* Era, por lo tanto, un sistema pensado para un país de poca población, que comenzó a mostrarse insuficiente en la medida en que el aumento demográfico cambió esa realidad.
* Debido a su excesiva y casi perfecta especialización, produce una dependencia respecto de un sistema mundial donde Inglaterra es el eje, sistema que se va a desbaratar en el siglo XX cuando los británicos comiencen a ceder la hegemonía a los norteamericanos.
Este modelo de la Argentina “séptima potencia del mundo” (hoy quizás podría hacerse un cálculo de ese tipo respecto a economías como la de Arabia Saudita o el Sultanato de Bahrein) comienza a hacer agua con la Primera Guerra Mundial (1914-18), donde Inglaterra pierde el tren de la Hegemonía, empieza a hundirse imparablemente con la crisis del ’30, y termina en el fondo del mar a partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La cuestión de allí en más fue que pocos gobiernos advirtieron este problema, y por ende no tomaron medidas para construir un nuevo modelo de país.
Algunos simplemente no identificaron cuál era la dificultad, y si bien tomaron algunas medidas aisladas a favor de un nuevo modelo, lo hicieron sin un plan, de forma casi aleatoria.
Al respecto son interesantes y aportaron a un nuevo modelo la ampliación del sistema político y la organización de YPF por parte de Yrigoyen, el proyecto de ley de medicamentos por parte de Illia, las etapas en las que José Gelbard fue ministro del último peronismo y aquellas en las que Bernardo Grinspun fue Ministro de Economía de Alfonsín.
Muchos gobiernos, sobre todo los militares o los de orientación liberal, intentaron por todos los medios remozar y revivir el viejo modelo agroexportador del siglo XIX, dándole a veces un sesgo más financiero, y obstaculizaron de todas las maneras posibles (fraude, golpes, proscripciones, represión) el nacimiento de un nuevo modelo.
Esta actitud fue especialmente clara durante la “Década Infame” (1930-43), la “Revolución Libertadora” (1955-58), el “Proceso de Re-Organización Nacional” (1976-83) y la oscura etapa de Menem y De La Rúa (1989-2001). Estos gobiernos intentaron por todos los medios recuperar un modelo agonizante, que todavía respira, pero que hace más de medio siglo tiene “muerte cerebral”.
El primer gobierno que tomó nota de la agonía del modelo agroexportador y de la necesidad de reemplazarlo fue el primer peronismo, el peronismo de 1946-52.
Uno puede reprocharle a ese peronismo que no haya logrado definir con claridad y concretar un nuevo modelo, que lo haya dejado en un estado “embrionario”. Y podemos preguntarnos porqué : ¿No supieron?... ¿No quisieron?... ¿No pudieron? –es decir, ¿No los dejaron?-… ¿O quizás un poco de cada una de estas causas?... No debemos olvidar que el peronismo siempre ha sido una fuerza política compleja, tumultuosa, desprolija, y que no siempre marchan todos para el mismo lugar.
PERO LO QUE ES INDUDABLE ES QUE EL PERONISMO PUSO A LA ARGENTINA EN EL CAMINO CORRECTO, y fijó algunas pautas simples, claras y concretas :
*Rompió definitivamente el vínculo, ya feneciente, con Inglaterra.
*Desplazó la atención del Estado de un modelo primario (agropecuario) y rural, a un modelo secundario (industrial) y urbano.
*Incorporó a la base de sustentación del Estado a sectores sociales más amplios (obreros, mujeres), rompiendo la hegemonía estanciera hasta entonces vigente.
El segundo en advertir el problema fue el radical intransigente Arturo Frondizi. La concepción de éste tenía una mayor precisión conceptual y otra orientación ideológica que la del peronismo, pero Frondizi tuvo una escasa voluntad política de llevarla a la práctica. Ante las primeras dificultades arrió las banderas y quemó el “desarrollismo” en el Altar del Liberalismo.
El tercer intento concreto de organizar un nuevo modelo se está dando en la Era K, en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Y, como explico en un artículo anterior (1), los Kirchner, más allá de sus limitaciones y defectos, están llevando adelante ese intento con una consecuencia, coherencia, continuidad, valentía y tozudez realmente admirables. Pusieron en fila a los factores de poder afines al viejo modelo y arremetieron con heroica determinación (Heroica, y a la vez un poco suicida).
Y están cosechando lo mismo que Perón : una oposición intolerante, visceral, fanática, y dispuesta a todo. Dispuestos a hacer y decir cualquier cosa con tal de frenar el cambio.
Argentina tendría que haber comenzado a pensar en un cambio de modelo ya al terminar la Primera Guerra Mundial, en 1918. Y, obviamente, en 1945, el viejo modelo estaba casi muerto, y no quedaba más alternativa que reemplazarlo.
Sin embargo, la elite tradicional y sus sectores satelitarios (la mayoría de los intelectuales y de la clase media), con una miopía política casi increíble, lleva 65 años oponiéndose con decisión a todo cambio de modelo, recurriendo a lo que sea necesario para bloquear dichas transformaciones. Pensemos simplemente en el bombardeo a Plaza de Mayo, el grotesco enfrentamiento entre azules y colorados, o la represión ilegal de la década del ’70.
ESTOS SECTORES PREHISTÓRICOS, ESTOS SECTORES QUE MÁS QUE GORILAS SON DINOSAURIOS DEPREDADORES, SON LOS RESPONSABLES DE LA “SINGULARIDAD” ARGENTINA, SON LOS RESPONSABLES DE QUE UN NUEVO MODELO NO TERMINE DE NACER PESE A QUE LLEVA… ¡ 65 AÑOS DE GESTACIÓN !.
En definitiva :
JAPÓN es un caso singular porque fue la primera sociedad en darse cuenta de lo que había que hacer frente al imperialismo de las potencias industrializadas. Y esto les dio una ventaja comparativa tan grande que ni siquiera la derrota en la Segunda Guerra Mundial logró eliminarla.
ARGENTINA es un caso “singular” porque tiene la vocación de ser la última sociedad en darse cuenta de lo que hay que hacer. PORQUE SU ELITE TRADICIONAL Y LOS SECTORES MÁS NUMEROSOS DE SUS INTELECTUALES Y SU CLASE MEDIA, NO SE RESIGNAN A ACEPTAR QUE EL SIGLO XIX TERMINÓ…
Adrián Corbella, 11 de mayo de 2010.
(1) Me refiero a "El mejor gobierno de los últimos 50 años", que publiqué antes en el blog. Buscar en la etiqueta "Notas de Mirando hacia adentro".
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