Por Luis Bruschtein
13 de febrero de 2024
Con Javier Milei todo es un blooper, menos las medidas que tomó su gobierno que han empobrecido a todos menos a la “casta” con la que se asoció. El hombre, a quien la prensa italiana definió como “el loco” anarcoliberal, se reunió con el Papa, al que acusaba de “representante del maligno en la Tierra” y reconoció que tuvo que “reconsiderar” esa calificación.
Como si se tratara de un pequeño error y no de la conclusión a la que se llega de considerar al comunismo como un mal espiritual, que todos los que hablan de justicia social son comunistas y que, por lo tanto, el Papa también lo es, o sea: es un mal espiritual y como es el jefe espiritual de los católicos, resulta que representa al maligno.
Los medios argentinos se han solazado porque Francisco le dedicó más tiempo que a Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, lo cual es cierto. En el Vaticano hicieron todo lo posible para dar a entender que el Papa se esforzó por expresarle su preocupación por los humildes. Algunos plantean también que se trató de una reunión protocolar, ampliada por la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina y porque, justamente se trata de alguien con quien la Iglesia tiene problemas.
La respuesta de Milei, a quien en la misa de canonización, el presentador oficial del Vaticano anunció a su hermana Karina como si se tratara de su esposa, también fue protocolar. No dijo lo que pensaba, sino que tuvo que reconsiderar “algunos pensamientos porque el Papa es el jefe de los católicos de todo el mundo”. Lo planteó como un tema protocolar, no como una revisión a fondo de un planteo de semejante calibre.
Mientras en Argentina sufría una fuerte derrota política con el rechazo de la ley ómnibus y avanzaba su alianza con el ex presidente Mauricio Macri, Milei se despachó a piacere con su discurso berreta contra el Estado y la política. El periódico de centro democrático La Repubblica tituló: “Médiums y perros clonados. La soledad de Milei, 'el loco' anarcoliberal que hechiza a la Argentina”.
La edición italiana de la revista Vanity Fair arriesgó una definición bastante acertada: “Cuando habla, parece perpetuamente al borde de una crisis nerviosa. Y los argentinos, que realmente viven en ese límite, se sienten comprendidos”. Habría que agregar que eso fue en la campaña, pero que ahora las políticas que impulsa superaron la crisis nerviosa y llevaron a la mayoría de los argentinos a la desesperación.
Cantinflesco y disparatado, donde se encuentre Milei llama la atención de los medios, que no dudan en calificarlo de “ultraderechista”. “Yo soy católico, pero practico algo de la religión judía” aseguró, impávido, en un programa de la cadena Rettequatro, que antes regenteaba el ex premier derechista italiano Silvio Berlusconi.
Lo dijo con una sonrisa pícara y los ojos chispeantes. Es un juego. Viene de llorar en el muro de los lamentos en Jerusalén y cantar con los rabinos y ha dicho mil veces que está en proceso de conversión al judaísmo, pero en la televisión italiana la va de pillo porque allí cerca vive el Papa. Vuelve a la carga con la monserga superficial y anacrónica contra el Estado y la política. Habría que agregar: y a favor de las grandes corporaciones, como quedó plasmado en la enterrada ley ómnibus.
Siguió hablando contra la casta cuando ninguna de sus medidas de gobierno la afectó, a no ser que considere parte de la casta a los trabajadores, los desempleados, la clase media, los comerciantes y los pequeños y medianos empresarios. A dos meses de haber asumido al frente del gobierno, ese sonsonete contra el Estado y la casta solamente se lo creen en Europa, donde se divierten con sus bufonadas.
En una parte de la entrevista, explicó su particular visión del mundo. Se sabe que en este momento Europa está sumida en una fuerte crisis por la guerra entre Rusia y Ucrania a la que fue empujada por Estados Unidos. “¿Cuál es la zona que crece menos en el mundo?” La respuesta tendría que haber sido Argentina, gracias a su gobierno, pero el periodista respondió: ”Europa”. Milei se agrandó y le dijo con sonrisa de clown: “En Europa hay mucho keynesiano”. El presidente argentino omitió lo que todo el mundo discute en Europa: el tremendo costo que ha tenido para la economía europea su subordinación a los Estados Unidos, que es adonde lleva Milei a la Argentina.
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