“El presente puede ser muy injusto. Pero la política no logra que la historia desaparezca. Hay muchísima más verdad en el kirchnerismo que en Clarín. Sé que la historia tarde o temprano, cuando dé cuenta de lo sucedido en esta época, va a mostrar lo que fue cada cosa. No estoy diciendo que de un lado está el mal absoluto y de otro lado, almas bellas; digo que de la travesía, del recorrido, de lo que verdaderamente se atravesó, no tengo dudas”.
Jorge Alemán participó de una entrevista pública realizada por Cynthia García como parte de un ciclo de charlas, debates y exposiciones en Los Chisperos. Ideas sobre ética, política, kirchnerismo, corrupción y capitalismo, según el célebre psicoanalista y escritor, en un día en que estallaron las preguntas. Este texto recoge algunas de sus respuestas.
Hay muchas cosas en juego con este tema infeliz, dificilísimo, muy delicado y que tiene varias facetas. En primer lugar, la corrupción es un tema que le conviene a todos los sistemas políticos dominantes del capitalismo actual. Uno escucha cualquier debate político y el centro del debate es la corrupción. Porque lo interesante de la corrupción es que aparece como una anomalía, como si fuera un hecho anómalo, y oculta que es el propio sistema el que está corrupto. Por ejemplo, en España nunca ha habido tantos casos de corrupción como en los últimos años; pero el verdadero hecho de corrupción es protagonizado por el propio Estado cuando le transfiere 100 mil millones de euros a la banca con los recortes públicos. No hay nada que se pueda comparar con eso.
Es decir: la corrupción gana la escena como si fuera un elemento anómalo cuando en verdad es el modo de ser de la estructura del capital.
Por otro lado, es cierto las éticas que intentan frenarla, a la vez, son ascendentes. La relación con el poder implica tales exigencias de financiación que verdaderamente parece inasumible abrir un debate como el que habría que asumir sobre la financiación de la política. Es decir, de qué manera se financian los grupos políticos que no son sostenidos por las corporaciones. Tenemos de nuevo otro movimiento circular: cuando resulta que no se tiene atrás a las corporaciones, a los grandes grupos de poder, se empiezan a buscar socios malditos que están en una frontera bastante turbia, con el argumento de que evidentemente es necesaria cierta sostenibilidad del proyecto. Pero eso nunca es sostenibilidad. Aparecen negocios, aparecen problemas que no se pueden dejar de lado.
Siempre he pensado que hay una cierta ética de izquierda, comprendida por movimientos nacionales y populares. Cuando escucho el “vamos a volver” pienso que sólo se vuelve como nuevo; no se vuelve reproduciendo idénticamente lo anterior. Eso no es volver para mí. Tengo un enorme respeto por el legado kirchnerista, por todo lo que fueron sus aciertos más importantes, pero pienso que no se trata de volverlo a reproducir. Y creo que sería muy interesante (hablar) el tema de la corrupción, el tema de la financiación de la política, de la ética militante.
Lo que no creo, dada la gravedad de lo que está ocurriendo, es que volver sea simplemente preparar una nueva estructura electoral, o volver a reproducir un nuevo tipo de movimiento que se ajuste de nuevo a los ordenamientos anteriores. Creo que, siguiendo este caso tan serio, tan devastador, que está tocando lugares reales tan importantes, se exige también la invención política.
Y la invención no es inventar de la nada. El kirchnerismo tampoco surgió de la nada: recogió tradiciones peronistas, tradiciones de los setenta, tradiciones republicanas, socialistas, radicales. Es decir, el kirchnerismo fue una heterogeneidad articulada. O sea que también cuando decimos que se va a volver con el kirchnerismo no debemos olvidar que no es una estructura homogénea. Es un lugar donde se encontraron experiencias de distinto tipo. Yo en el kirchnerismo conocí subjetividades muy distintas, sensibilidades muy diferentes, trayectorias muy distintas también. Y esa fue su gracia histórica, la de haberlas conjugado.
En ese aspecto las izquierdas europeas han sido más prudentes, aunque es cierto que no están en el gobierno. Es cierto que son todos austeros, modestos; los muchachos y las chicas de Podemos se retiraron inmediatamente el sueldo con el gobierno; tienen otro modo de estar en la política que es interesante observar, haciendo la salvedad que no han tenido que lidiar con el gobierno.
Pienso que en ese sentido ese volver es todavía una incógnita que por supuesto no puede ignorar el kirchnerismo; sería un error. Sería el error de las izquierdas antiperonistas: en América Latina no se puede ser de izquierda y estar en contra de los movimientos nacionales y populares. Ser de izquierda es reconocerlos, es reconocer la materia prima a través de la cual se trabaja.
El gran acierto de mis amigos de Podemos fue decir: el 15M fue una experiencia muy linda pero nosotros queremos ir a elecciones. Y esa fue la lectura del peronismo, de Laclau, de la experiencia kirchnerista. Es decir nos vamos arriesgar, vamos a contaminarnos: esta vez no queremos ser el testimonio del mayo del 68, queremos atrevernos a ir a la centralidad del tablero.
No solo es la indignación que denuncia, que se siente muy contenta con la denuncia, se siente muy pura porque denuncia porque señala lo que está mal y a la vez teje su propia particularidad inmaculada. Esto es una imagen de sí mismo en cualquier caso, pero no es muy convincente desde el punto de vista ético. Yo prefiero que algunos se arriesguen a la contaminación, a la impureza, a meterse en muchas circunstancias que son verdaderamente trágicas, porque no hay forma de decidirlas con claridad.
El presente puede ser muy injusto. Pero la política no logra que la historia desaparezca. Hay muchísima más verdad en el kirchnerismo que en Clarín. Sé que la historia tarde o temprano, cuando dé cuenta de lo sucedido en esta época, va a mostrar lo que fue cada cosa. No estoy diciendo que de un lado está el mal absoluto y de otro lado, almas bellas; digo que de la travesía, del recorrido, de lo que verdaderamente se atravesó, no tengo dudas.
No tengo dudas de que la verdad está del lado de las Madres y no de Videla; que en la memoria están los desaparecidos y no los genocidas. Sino realmente se haría el capital con todo el mundo simbólico, como lo demuestran algunas películas de apocalipsis actuales.
¿Qué hubo en la Argentina y en la región que no entrega la historia al dispositivo neoliberal? América Latina tiene un historial de héroes éticos. En España no hay un panteón de héroes, es lo que les pasa a los chicos de Podemos: están todos enterrados en las fosas y nadie sabe cómo se llaman. Latinoamérica en eso tiene historia y memoria, tiene héroes y relatos, y circunstancias de esos héroes. Sí tenemos un panteón de justos, y creo que eso es inapropiable. Pueden bajar los retratos, pero a la noche les da arritmia.
El neoliberalismo es revolucionario no en el sentido de la revolución socialista, sino de querer fabricar un hombre nuevo, de fabricar un tipo de subjetividad nueva. Por eso esta paradoja de que la izquierda debe ser conservadora, no en el sentido del conservadurismo de derecha, sino de discutir lo que merece ser conservado, lo que no es apropiable por el capital, lo que debe ser mantenido y custodiado fuera de los dispositivos neoliberales. Lo que se están llevando por delante las autoridades simbólicas no fueron las revueltas estudiantiles de mayo del 68: es el propio capital. Marx tuvo esa epifanía, esa visión extraordinaria en 1848: todo lo sólido se desvanecerá en el aire. Es lo que ahora finalmente sucede.
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