Por: Mariana G. Saravia
Los procesos de formación de identidad
colectiva parten de una reflexión del pasado y la capacidad de
transformar el presente a partir de los recursos históricos; de la
memoria individual de cada sujeto que conforma la comunidad. Las
historias de resistencia se caracterizan por una relación más estrecha
con este pasado, en el cual las acciones de los antecesores no son
olvidadas por la comunidad, fortaleciendo así el carácter participativo y
la capacidad de organización de las personas que reconstruyen los lazos
sociales con la intención de reivindicar la conciencia del grupo para
realizar, de esta manera sus propios caminos de autonomía.
La desaparición de los 43 normalistas de Ayotizinapa ha
sido un mensaje claro por parte del gobierno mexicano, el cual busca
instituir el monopolio de la identidad nacional a través de la violencia
y con el fin de homogeneizar a las comunidades en resistencia,
obedeciendo así a las demandas neoliberales que protegen los intereses
económicos de unos cuantos. Los artículos, crónicas y testimonios que
han surgido después del atentado, narran los sucesos ocurridos en el
presente y las reflexiones nos llevan a pensar en el contexto social,
político y económico que atraviesan actualmente al país. Sin embargo
resulta importante hacer un pequeño recorrido en el contexto histórico
de estos jóvenes y de su comunidad, para poder contestar algunos de los
cuestionamientos sobre su desaparición ¿qué representa la Escuela Normal
Rural de Ayotzinapa para el Estado? ¿por qué han sufrido agresiones
antes, durante y después de la llamada “guerra sucia”? ¿cuál es el
origen de las escuelas Normales rurales y de qué manera representan un
obstáculo para el neoliberalismo? Estas preguntas corresponden a los
conflictos originados desde el surgimiento de las escuelas rurales en la
década de los años veinte.
Actualmente, tal vez nos resulta difícil
comprender las ideas que promovieron la aparición de las escuelas
rurales, pues son resultado de las misiones culturales encabezadas por
José Vasconcelos a principios del siglo pasado, cuya finalidad era
llevar la educación occidental junto con la alfabetización del idioma
castellano para esparcir y generar conocimiento, mismo que desde la
perspectiva positivista, llevaría al país a un progreso y bienestar
estimulado por la homogeneización de los habitantes del país. Fue
entonces, en el año de 1926, cuando Moisés Saénz, subsecretario de
Educación Pública, fundó la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos,
mejor conocida como la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa [1],
la cual como consecuencia del populismo postrevolucionario, se
convirtió en el semillero de movimientos de resistencia campesina y por
esta razón ha adquirido una larga historia de lucha por su autonomía.
La guerra de Revolución hizo evidente la necesidad de las
comunidades por reclamar educación y tierra, estas exigencias iban en su
momento, de la mano con el discurso agrarista del cardenismo, pero más
tarde logró ser desafiante para el gobierno de Ávila Camacho ya que
durante su mandato hubo una gran campaña anticomunista y como
consecuencia la aprehensión de varios de los normalistas de manera
injustificada, como se describe a continuación:
Casi para terminar el mes de
abril de 1941, el estudiantado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa,
Guerrero, estalló un movimiento de huelga en contra del director,
Carlos Pérez Guerrero, conocido elemento anticomunista ya desenmascarado
en Michoacán por represivo y déspota. El 1º de Mayo, al aprovechar la
intensa campaña anticomunista iniciada hacía meses, sin base alguna la
derecha acusó a los estudiantes normalistas de haber quemado una bandera
nacional e izado la rojinegra. [2]
La criminalización de los estudiantes por
parte del Estado otorgó a los normalistas de una capacidad de reflexión
e introspección que culminó en mayores demandas para la justicia en
cuestiones ya no solamente educativas, si no también democráticas de
igualdad social.
El 30 de
diciembre de 1960 éstas comenzaron a intensificarse; después de una
larga temporada de huelgas y manifestaciones en las que se exigía la
destitución del gobernador Raúl Caballero Aburto, el mitin fue
violentamente disuelto en la explanada del Palacio Municipal de
Chilpancingo. Elementos de los batallones de infantería 6° y 24° del
ejército, dispararon contra la multitud reunida y el resultado fue el asesinato de 18 civiles, y el encarcelamiento de 400 más. [3]
No era cosa nueva que el gobierno culpara a los manifestantes por haber
provocado la represión. Sin embargo la situación fue empeorando, la
respuesta del gobierno era cada vez más agresiva; apoyados por los
caciques de la región y los intereses norteamericanos, surgió un
ambiente de persecución por todo aquél que mostrara simpatía con el
comunismo cubano, y las ideas socialistas implantadas décadas pasadas. A
esta etapa de persecución se le conoce como Guerra Sucia; la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa fue el semillero de líderes guerrilleros como
Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas.
Algunos historiadores dividen el periodo
de la guerra sucia en tres etapas: 1) la autodefensiva y de organización
de las bases de apoyo (1967–1969), 2) la de obtención de recursos a
través de asaltos bancarios y secuestros (1970–1971) y 3) la ofensiva,
de ataques a objetivos militares (1972-1974). [4]
La desaparición forzada ha sido una de las tácticas heredadas de este
periodo tan triste en la historia del país. Aún así, y sabiéndolo,
muchos de los normalistas continuaron exigiendo sus derechos por tener
una calidad de vida digna.
Hoy en día, los jóvenes de Ayotzinapa no
olvidan ninguno de estos sucesos, pues muchos de sus padres, abuelos,
maestros y amigos fueron actores de esta historia de lucha por la
autonomía de su comunidad, día con día enseñan lo que significa la
justicia, la identidad de un colectivo, la capacidad de seguir
resistiendo ante las violaciones del Estado Mexicano y de los grupos del
crimen organizado, mismos que fungen como caciques y cuya finalidad es
sacar provecho de cualquier situación política para su beneficio
personal.
Aunque parezca que la historia se repite,
el caso de los 43 jóvenes desaparecidos ha sido difundido a nivel
global, los compañeros y familiares de Ayotzianapa no están solos, de
hecho están más acompañados que nunca, no están ni estarán derrotados,
su historia de lucha es un ejemplo de resistencia y de búsqueda por la
justicia.
1. Cfr. Reyes, Juan Carlos. Moisés Saénz, la escuela de los adolescentes. El nacimiento de la escuela en México. http://www.academia.edu/4352657/MOISES_SAENZ_y_la_escuela_de_los_adolescentes
3. Cfr. Cedillo, Cedillo, Adela. Los años de la “guerra sucia” Cronología de la represión en México (2ª mitad del siglo XX)1ª parte http://guerrasuciamexicana.blogspot.mx/2009/01/cronologia-de-la-represion-en-mexico-2a.html
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