Doctor en Comunicación y Cultura de
Para esa investigación recorrió Venezuela, Argentina, Bolivia, Chile, Nicaragua y Uruguay. En el periplo verificó que «los avances son distintos en cada caso, las intensidades no son las adecuadas, hay una serie de providencias que necesitan ser tomadas, pero no se puede negar que las conquistas de los últimos años en varios países son relevantes y abren una esperanza de avance hacia otra comunicación».
Junto con las políticas públicas de regulación de medios, la evolución tecnológica y sus potenciales facultades democratizadoras constituyen el punto de interés de las investigaciones del académico brasileño, que da clases en
Si bien considera que existe una posibilidad de apropiación de las nuevas teconologías por parte de los sectores populares, advierte que «son las clases privilegiadas y el capital dominante quienes absorben las mayores ventajas de la cultura digital. Aunque amplíe nuestras capacidades de conocer, imaginar e intervenir, la aceleración tecnológica no tiene, por sí misma, el poder de deshacer los desniveles socioeconómicos, y puede incluso agravarlos».
–¿Por qué usa la palabra «cruzada» para referirse a la situación de los medios en el continente?
–El campo de la comunicación de masas está en el centro de una de las principales batallas de la contemporaneidad: la lucha contra la hegemonía cultural. Esta es una disputa que opone por un lado los intereses mercantiles y empresariales, sobre todo de los grandes grupos mediáticos nacionales, regionales y transnacionales; y, del otro lado, dos grupos se oponen a la lógica mercantilista en el caso de América latina. El primero lo integran los gobiernos progresistas y más o menos progresistas. Estos son víctimas de campañas violentas y sistemáticas de los medios y de sus socios en las clases dominantes. El segundo grupo reúne a los movimientos sociales, a las entidades comunitarias y demás. Me refiero al sentido público de la comunicación. Entonces, hay una disputa de sentidos por el control de las posibilidades de expresión, de creación, de circulación y de distribución de bienes simbólicos. Sobre todo la información. Es por eso que los términos «cruzada», «batalla» o «disputa» ingresaron en la escena contemporánea de una manera imprevista. Lo que pasa es que está en juego el dominio del imaginario social y cómo se deben fijar y establecer los valores hegemónicos dominantes en una determinada sociedad. En la actualidad hay en América latina una especie de convergencia entre los gobiernos progresistas y las áreas de la sociedad civil organizada. Sobre todo los movimientos sociales y comunitarios que, de manera general, son discriminados y excluidos siempre con argumentos de desconfianza en relación con sus reivindicaciones frente a los grupos mediáticos. Así, hay un lado coyuntural que es una especie de alianza entre los gobiernos progresistas y áreas de la sociedad civil organizada en torno de la idea de que es necesario que todas las voces puedan expresarse libremente y sin las intermediaciones mediáticas, sin las maneras particulares de los medios de establecer las agendas o cuáles son los asuntos que deben llegar a la sociedad. Entonces, es por eso que el título de mi libro trae esa asociación de la idea de batalla y de disputa.
–¿La novedad es la actitud de los estados? Porque los movimientos sociales actúan hace tiempo en esta disputa por la pluralidad informativa…
–El cuadro contemporáneo de Latinoamérica no ha surgido de manera espontánea. En el fin de los 90 y el comienzo de la década pasada en varios países de Latinoamérica ha habido reacciones, protestas y marchas contra la herencia nefasta del neoliberalismo por su impacto negativo para la sociedad. En Argentina, Venezuela, México, Ecuador, Bolivia y demás, los movimientos sociales y comunitarios se organizaron para enfrentar al neoliberalismo. En este contexto, los movimientos del área de la comunicación se agregaron a ese clamor colectivo e incluyeron en las agendas de las luchas sociales el derecho a la comunicación y la necesidad crucial de la democratización de la información y de la difusión cultural.
Entonces, me parece que la inclusión de la cuestión de la democratización de la comunicación en los planes políticos de los gobiernos progresistas ha sido una consecuencia de las movilizaciones, de las reivindicaciones y de las presiones. Actualmente, la mayor novedad es la adhesión de los gobiernos a la causa de la democratización de la comunicación, que pasa en primerísimo lugar por cambios en las leyes del marco regulatorio que disciplinan los campos de la comunicación ya que tradicionalmente las leyes de las dictaduras militares latinoamericanas favorecían a los grupos empresariales de medios. Esta defensa de la democratización de la comunicación y la inclusión del derecho social a la comunicación son avances relevantes en las perspectivas de los estados. Me parece que en los últimos 8 o 10 años la comunicación ingresó en las agendas públicas de una manera mucho más protagónica. Y de esa actitud de los gobiernos resultaron nuevas legislaciones. Por ejemplo, la ley de Medios en Argentina y la ley de Radiodifusión Comunitaria en Uruguay. Ambas, según el Comité Mundial para
–Cuando se debatió en el Parlamento argentino la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los medios más poderosos la calificaban como una restricción a la libertad de prensa. ¿Esa situación existe en los otros países de la región?
–Sí. No es casual el hecho de que las campañas opositoras de los grandes medios latinoamericanos sean articuladas. Lo que pasa en Argentina, pasa también en Chile, en Venezuela, en Uruguay, en Ecuador, en Bolivia y demás países. El gobierno de Michelle Bachelet había avanzado en algunas áreas, y actualmente el gobierno de derecha de Chile también es criticado por algunos medios que son sus aliados políticos, porque el presidente Piñera escogió cumplir la moderada ley de Radiodifusión Comunitaria, de Bachelet. Hay campañas más violentas que se enmarcan en cuatro países donde sus gobiernos son los que con más dureza enfrentan esta dominación histórica de los medios: Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador. Este es un eje de gobiernos comprometidos –de maneras diferentes y de acuerdo con los contextos de cada uno en particular– con la idea de que el derecho a la información es un derecho humano que tiene que ser respetado.
Podemos citar por ejemplo el caso de Evo Morales en Bolivia que reconoce el derecho de los pueblos originarios de operar radios comunitarias que tienen una influencia expresiva en estos pueblos. Son 30 las emisoras de radios creadas con el apoyo financiero y técnico del gobierno de Evo para permitir que los pueblos originarios se organicen e incluso definan cuáles son las agendas informativas que deben prevalecer en cada una de sus emisoras de radio.
Otro avance importante fue la creación de las redes culturales y comunitarias del gobierno de Rafael Correa en Ecuador. Estas redes están llevando contenidos artísticos, estéticos y de entretenimiento a todo el país rompiendo con la lógica del entretenimiento mediático. También se destacan los programas para la elaboración de contenidos específicos para la televisión regional creados por la presidente Bachelet en Chile. Esto es muy interesante porque en cada región del país hay ámbitos para que los productores, creadores, guionistas y artistas puedan proponer programas de contenidos para las sedes regionales sin intermediación mediática. Y no debemos olvidarnos de los avances del presidente Lugo en Paraguay, que puso al aire recientemente la primera televisión pública de ese país. Esta era una promesa de la campaña y presenta también una configuración innovadora. Porque sólo los dirigentes de la televisión pública del Paraguay tienen mandatos. Todos los otros empleados, productores, guionistas y periodistas solamente tienen acceso a la televisión pública por concurso. No hay designación del gobierno de periodistas, de productores, de guionistas ni de nada. La televisión pública del Paraguay no está vinculada con el Ministerio de
–¿Cree que en este proceso por primera vez se pone en cuestión si los medios dicen o no la verdad? Antes nunca se los había cuestionado de este modo, al menos en Argentina.
–Los medios siempre intentaron convencer a la sociedad de que eran productores de la voluntad general; que eran neutrales y que tienen como misión reflexionar sobre los intereses colectivos. Claro está que es una mitificación, porque los medios son de origen empresarial, privados y, casi todos, pertenecientes a grupos económicos muy poderosos. Entonces, la construcción del consenso en torno a valores, mentalidades y visiones de mundo, siempre se asoció a todo lo que aparecía en los diarios, en las pantallas de televisión y demás. Y para la opinión pública esto no merecía la más mínima discusión. Ahora bien, alguien podría decir que el poderío de los medios no está siendo afectado de manera decisiva. Y sí, estoy de acuerdo. Todo lo que pasa en Latinoamérica del lado de las acciones del Estado y de las movilizaciones sociales por el derecho a la comunicación, de hecho, no afectan la estructura hegemónica de los medios. Son grupos poderosos que disponen de una cosa que la sociedad y que casi todos los gobiernos no tienen. Me refiero a los grandes canales de difusión con las mayores audiencias, con un público masivo que los sigue y por consiguiente tienen una influencia completamente desproporcionada en la sociedad. Hay una clara diferencia entre el poder de los medios, el de los grandes canales de difusión y los canales de la sociedad civil y de los gobiernos progresistas. Entonces, sí se puede decir que el poderío de los grandes medios no está afectado. Sin embargo, hay un cambio importante en la reflexión de la opinión pública sobre lo que es el derecho a la comunicación y sobre la necesidad de que todas las voces sociales tengan la posibilidad de expresarse libremente sin las limitaciones impuestas unilateralmente por los medios.
–En Argentina la ley establece un 33% para los medios sociales sin fines de lucro. Es un desafío enorme porque, ¿cómo se sostienen esos medios? ¿No cree que hace falta una política por parte del Estado para crear las condiciones que permitan a esos nuevos medios sostenerse en el tiempo?
–En primer lugar creo que para que las transformaciones comunicacionales estructurales tengan permanencia son necesarias tres cosas: voluntad política, compromiso con la democratización de la comunicación y respaldo popular. Estos son tres elementos que se articulan y que no pueden faltar para que los otros tengan fuerza. La verdad es que no es suficiente una buena intención. Es necesario que se tenga una acumulación de fuerzas, capacidad de persuasión social y un compromiso político permanente para enfrentar campañas mistificadoras e incisivas de los medios.
–En el marco de esta batalla por el derecho a la información y a la comunicación en América latina, ¿qué importancia real le asigna a la potencial apropiación por parte de sectores populares y sociales de las nuevas tecnologías?
–Las nuevas formas de apropiación de las tecnologías de comunicación por la sociedad civil organizada son un avance significativo. Este es un tema apasionante y despierta euforia en los movimientos sociales y comunitarios. De hecho, el ecosistema comunicativo de Internet es muy propicio y resulta favorable a la expresión autónoma e independiente de pocas personas y, en particular, de los movimientos reivindicantes. Es un espacio comunicacional de nuevo tipo y en el que todos convivimos y todos tenemos el poder de emitir, de divulgar y de permitirnos nuestras opiniones, nuestros valores, nuestras ideas, nuestras contradicciones, nuestras pasiones y demás. El problema es que cada vez más Internet y las redes están siendo apropiadas por los movimientos sociales y comunitarios y eso crea para los grupos y para las redes políticas y económicas una serie de consecuencias. Las metodologías de actuación, de organización y de articulación que las redes permiten son extremamente innovadoras ya que valorizan la cooperación y la colaboración sin fines mercantiles o lucrativos. Entonces, hoy tenemos, por ejemplo, colectivos de comunicación que actúan en gremios, en organizaciones profesionales, en grupos políticos y demás de una manera independiente y colaborativa. Este es un cambio de época. El periodismo, de manera imprevista, está en este campo. Está más cooperativo, más humanizado, más participante, más ético y más independiente de las fuentes de información tradicionales y de los mecanismos de funcionamiento de las grandes empresas periodísticas. Ahora bien, estos avances no deben conducirnos a considerar que Internet es la solución de todos los problemas porque no es así. Hay una mercantilización creciente del ciberespacio; hay una invasión de los bárbaros mediáticos en lo que respecta al comercio, publicidad y servicios online. Las grandes corporaciones hoy son también grandes protagonistas del ciberespacio y, como siempre, con finalidades mercantiles y particulares. En síntesis: Internet y las llamadas redes tecnológicas son avances convincentes e importantes pero no son los únicos canales ni los únicos medios de reivindicación y lucha. Porque me parece que es en el sector físico de la sociedad organizada, de las relaciones humanas, de los contactos, donde se entabla la lucha fundamental por la libertad de expresión y por la democratización de la comunicación. No podemos olvidar la fuerza de las corporaciones. Me parece que en pocos años vamos a tener que luchar también por la democratización de la comunicación en el ciberespacio
fuente acciondigital.com.ar
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1 comentario:
ajajajajaja
pero que buen artìculo!!!
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