Marcha del 24 de enero. . Imagen: Adrián Pérez
Del paro nacional al show de Caputo
La enorme movilización del miércoles puso en escena al verdadero peligro para los planes de Milei, Caputo y Sturzenegger, las tres caras que condensan los intereses empresarios plasmados en el DNU y la Ley Ómnibus. El caos que muestra el Gobierno impidió la negociación y todo termina en un retroceso desordenado.
Por Luis Bruschtein
27 de enero de 2024
Fuera de los arranques temperamentales en el gabinete, la respuesta sobre quiénes gobiernan es: Federico Sturzenegger y Luis Caputo. Ese desencuentro entre el modelo utópico de un Javier Milei que recibió el respaldo de las urnas, frente a los que realmente tienen una idea del modelo que las megacorporaciones quieren imponer, produce turbulencias permanentes. El miércoles se despertó el gigante y apareció el verdadero problema para el gobierno con un paro de la CGT y uno de los actos gremiales más masivos de la democracia.
En Argentina pasa algo similar a lo que pasó en Davos. Apareció un muñeco, levantó el dedo y dijo: “todos ustedes están dejando que el mundo vaya hacia el comunismo”. El Peluca ni se refirió a los problemas que había planteado el informe anual de riesgos globales del Foro Económico Mundial de Davos, donde el comunismo hace mucho que no figura en la lista de amenazas. El informe estaba más preocupado porque la economía de Estados Unidos crecerá sólo el 1 por ciento en 2024, la de Alemania cayó 0,3 por ciento en 2023, pero su industria manufacturera se contrajo a una tasa interanual de 6-7 por ciento y tanto la economía francesa como la británica se volvieron negativas en el último trimestre de 2023; lo mismo ocurre con Japón y Canadá, en tanto que Países Bajos, Suecia, Austria y Noruega entraron en recesión.
Muchos de los que fueron a escucharlo esperaban encontrar un liderazgo que permitiera superar esta situación crítica. Pero se dieron cuenta de que se trataba del número vivo. No lo volverán a escuchar. El informe decía que pese a todo, empezaba a bajar el precio de los alimentos y la inflación. Menos en Argentina, donde con Milei crecía hasta más del 200 por ciento, y en Turquía donde subió el 50 por ciento.
En Davos, Milei habló de Marte, igual que hace en Argentina. No tenía plan económico y abrazó el mamotreto de Federico Sturzenegger como si fuera su salvavidas y hasta ahora ha sido su única guía para la acción. Y acudió a Luis Caputo, el principal responsable del desastre que fue el gobierno de Mauricio Macri, para que resolviera los temas financieros. Cuando abre la boca, Milei sólo repite la misma cantilena sobre la libertad y la mar en coche, pero no tiene la más mínima respuesta para los problemas concretos.
Caputo dijo que no aceptaba y después se desdijo y se convirtió en el principal ministro. Ahora afirmó que se irá cuando termine su tarea, que era conseguir fondos que no consiguió. Entonces se habla de que será expulsado para que lo reemplace Sturzenegger que ocupa un lugar surrealista: está, pero no está. Y para completar, un lector del diario señaló que, en alemán, Sturz significa caída y egger arrastrar. El diccionario dice que el apellido completo Sturzenegger puede significar “caer de una montaña” o “chocar en una esquina”, patapúfete. En cualquier otra situación el apellido sería lo de menos, pero este momento da para todo.
Este personaje que está pero no está y maneja la economía, aunque su apellido advierte que va a “chocar en una esquina”, apareció en todas las reuniones donde el oficialismo crítico u opoficialismo discutió los parches a la ley ómnibus con distintos funcionarios. Esta presencia del señor “caer de una montaña”, sin ser legislador ni funcionario puso de malhumor a los legisladores, hasta que Miguel Angel Pichetto amenazó con retirarse si permanecía Sturzenegger.
Los legisladores nunca saben si lo que negocian será después vetado por Milei. Los funcionarios como Guillermo Francos, a veces tienen autoridad y a veces no. Más que con los funcionarios, con Sturzenegger, o con el mismo Milei, tendrían que negociar punto por punto con las corporaciones que son favorecidos por cada uno de ellos y cuyos abogados son quienes los redactaron. En esas conversaciones caóticas, el gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, cambió el azúcar tucumano por el desastre de los jubilados y los trabajadores, antes de que Caputo anunciara el retiro del capítulo fiscal. Con esa negociación habilitó la aprobación del dictamen por mayoría de la ley ómnibus, al fraccionar con tres de sus diputados al bloque de Unión por la Patria.
Pero ni aún así, lo que se aprobó le servía a Caputo por su acuerdo con el FMI, al que le prometieron más de lo que pedía. El dictamen fue aprobado por 21 votos positivos y 34 que aprobaron en disidencia. No podían cerrar ese acuerdo sin arruinar a los jubilados. En ese acuerdo figuraba la liquidación del Fondo de Garantía Sustentable. Y tuvieron que reunirse otra vez después de la aprobación para recauchutar el texto recauchutado porque muchos de los que votaron sólo han leído el punto que les interesaba y desconocían todo lo demás.
Hay otra trampa en ese debate porque si le conceden las facultades extraordinarias que pidió Milei, no está claro si todo lo que se sacó del texto en esas negociaciones, no será instalado luego por decreto del Ejecutivo. Por estas zonas turbias, la Coalición Cívica se retiró de las negociaciones y presentó dictamen por minoría, al igual que Unión por la Patria, el GEN, los socialistas y la izquierda.
Milei perdió varios puntos de apoyo en la sociedad y se debilitó la convicción de muchos de los que todavía quieren creerle. La movilización contra la ley ómnibus y el DNU fue masiva en todo el país. La mayoría de la gente salía de los subtes, los trenes, y los colectivos atestados. No se veían las grandes filas de ómnibus a los costados de las avenidas como sucedía antes. Y el paro fue muy fuerte en la industria. Hubo empresarios que se adhirieron a la medida de fuerza y cerraron. El comercio, en cambio, fue casi normal. El gobierno no esperaba esta adhesión a la convocatoria, apeló al amedrentamiento y las amenazas y sólo consiguió motivar aún más a los manifestantes.
El paro y el acto mostraron que en pocos días cambió el humor político de la sociedad y que se replegó el discurso hegemónico que llevó a Milei a la Casa Rosada. La soberbia y la indignación inoculadas por las redes y los medios hegemónicos se redujeron a un mínimo y poco convencido “hay que darle tiempo” como máxima expresión de apoyo.
El acto fue contundente como ariete de la política. Además de la furia de Milei, llamó a la reflexión a varios de los legisladores que abrieron el camino a la ley ómnibus y participarán, a partir del martes, en su debate. Milei prometió que dejará sin caja a los gobernadores y está impulsando la creación de una fiscalía para investigarlos.
La reacción popular era un dato que aparecía muy soslayado por el gobierno, que trató de minimizar el paro y el acto. A nivel mundial, tuvo una resonancia muy fuerte, incluso entre los medios conservadores. La resistencia popular empezó a complicarle los planes, las alianzas y la imagen internacional de gobernabilidad, la característica que más le puede interesar a fondos de inversión y organismos financieros. El paro y el acto demostraron que es imposible realizar cambios estructurales tan regresivos sin fuerte resistencia popular y manteniendo gobernabilidad. En gran medida, la atención de todo el planeta estaba pendiente de la resolución de esa problemática. La masiva participación popular en el paro y el acto le dieron respuesta.
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