Israel y un estado palestino en Cisjordania y Gaza
Los hechos que comenzaron el 7 de octubre en Israel y Palestina nos dejaron consternados. Como no me gusta hablar de lo que no tengo certezas en un marco de absoluta desinformación, falsas noticias, juegos geopolíticos y sobre todo mucho dolor, quise esperar algunos días y consultar antes de adoptar una posición, sobre todo a mis compañeros de militancia judíos que tienen familiares asesinados o rehenes; y también a aquellos que realizaron misiones humanitarias en Palestina.
En primer lugar, no cabe más que expresar el más profundo repudio a los actos de terrorismo perpetrados por Hamas masacrando indiscriminadamente población civil entre los que había niños y ancianos; hechos en los que se cometieron actos de denigración humana que no pueden justificarse como acciones de resistencia a la opresión.
Por lo que conocemos, el saldo de esta acción es aproximadamente 1300 muertos y alrededor de 200 personas secuestradas y llevadas a Gaza, de las que se desconoce su estado y paradero.
Muchas de ellas vivían en kibutzim, espacios agrícolas comunitarios, probablemente con posiciones críticas frente a las políticas represivas de su gobierno. Quisiera hacer llegar mi más sentida solidaridad a los y las familiares que fueron víctimas de esta verdadera masacre, particularmente a nuestros compatriotas argentinos y latinoamericanos.
Los movimientos de liberación nacional, los que luchamos contra la dominación colonial y neocolonial en cualquier continente, debemos hacer nuestra la posición que expuso Fidel Castro en la XXI Asamblea General de CLACSO (2004) “Nosotros sobre el terrorismo tenemos una posición clara: nunca en la revolución se han llevado a cabo actos de terrorismo. (...) Nosotros nos oponemos a las acciones que conduzcan a la muerte de personas inocentes. Nunca apoyaremos ninguna acción así”.
En tiempos de opiniones fáciles, deshumaniazación y discursos incapaces de sensibilizarse con otras posiciones, vale la pena detenerse un poco más. Explicar no es justificar.
Los crímenes de Hamas se producen en un contexto. El Estado de Israel ocupa hace 56 años Cisjordania y Jerusalén oriental y somete a un sitio inhumano a los palestinos de Gaza, controlando totalmente el tránsito tanto de personas como de bienes, condenando a millones a una calamitosa situación social.
La asimetría entre las partes del conflicto no se vincula solo con la economía, la tecnología o despligue policial-militar, sino también con que los derechos de los palestinos son desiguales dependiendo de que territorio habiten, a la vez que son inferiores a los de los ciudadanos israelíes, motivo por el cual organizaciones judías de Derechos Humanos, como B’Tselem, u otros internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional -a quien nadie podría acusar de simpatizar con posiciones de izquierda, nacionalista-islamicas o antimpierialista- consideren que esa situación se corresponde con un apartheid. Esto se evidencia, por ejemplo, en normas diferenciadas para juzgar las conductas de los niños, niñas o adolecentes palestinos e israelíes.
Frente a ese panorama, cuyo rostro más cruel es el asesinato -año tras año- de cientos de palestinos de todas las edades y prolongados “arrestos administrativos” de miles de niños, resulta importante defender el derecho a la resistencia de un pueblo contra sus opresores. Repudiar una masacre aberrante como la perpetrada por Hamas y reafirmar el derecho a resistencia del pueblo palestino son posiciones compatibles y desde mi punto de vista necesarias.
Vimos cómo la retórica militarista del gobierno ultraderechista israelí y las prácticas represivas no fueron capaces de proteger a su pueblo ni frenar la violencia contra sus propios ciudadanos. No fueron ni humanas ni efectivas. Sirven aquí las palabras del Papa Francisco: ‘‘hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres, pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión’’. Esto se aplica a cualquier lugar del mundo. También a nuestro país.
A partir de estos hechos aberrantes, vimos declaraciones del gobierno israelí hablando de “animales humanos”, y acciones de cierre total y corte de luz, gas, agua y combustible. Asimismo, se dio un ultimátum a los más de un millón de palestinos que viven en la Franja de Gaza para que abandonen un territorio… ¡del que ni siquiera pueden salir! Todo aquello mientras los bombardeos israelíes no cesan, habiendose cobrado ya más de 2200 vidas en Gaza; asimismo, al menos 51 palestinos fueron asesinados en un contexto en el que se realizaron numerosas movilizaciones en la Cisjordania ocupada.
Incluso la guerra tiene reglas, y las acciones aquí descritas no son más que un castigo colectivo, prohibido explícitamente por el Cuarto Convenio de Ginebra, precisamente en el mismo artículo que veda el terrorismo. Un crimen de guerra.
El Estado argentino y la mayor parte de los países del mundo se han posicionado históricamente respecto a la necesidad de que se retomen las negociaciones políticas y se dé cumplimiento a lo dispuesto por la ONU, como recordaron varios líderes latinoamericanos: “una región en que dos Estados, Israel y Palestina, vivan uno junto al otro dentro de fronteras seguras y reconocidas”, como reza la resolución n.º 1397 (2002) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Del mismo modo, la resolución 2334 (2016) del Consejo de Seguridad condena la política de Israel de establecer asentamientos en territorio palestino, reafirmando que la adquisición de territorio por la fuerza resulta inadmisible, y que en tal medida los asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados desde 1967, incluyendo Jerusalén Este, no tienen validez legal y “constituyen una flagrante violación al derecho internacional y un gran obstáculo para alcanzar una solución de dos estados, así como una paz justa, duradera y completa”.
No debemos ser indiferentes frente al rebrote de discursos y actos de odio, tan comunes en estos tiempos y que se multiplican ante estos sucesos: es necesario condenar de manera enérgica y categórica todos ellos y en este caso particular: antisemitas e islamófobos. Plantear esto no implica mantenerse neutral. Palestina es un pueblo oprimido y el Estado de Israel tiene una política de ocupación, pero frente al horror y las víctimas, no hay vidas de primera y vidas de segunda, no hay vidas de derecha y de izquierda, no hay niños opresores y niños oprimidos, toda vida vale; no perdamos el sentido de la justicia y tampoco el sentido de la humanidad.
Es posible que en las próximas horas veamos una invasión sin precedentes del Estado de Israel sembrando la muerte y destrucción en la Franja de Gaza. La muerte de miles de inocentes, incluyendo los rehenes de Hamas, es una posibilidad cierta. Desde nuestra humildad, desde la impotencia y el dolor, como pueblos y personas débiles, sin influencia en las decisiones de los poderosos de este mundo, no nos queda más que rezar a los que tenemos fe y predicar la paz a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Que las imágenes y las noticias lejanas de este horror nos recuerden la importancia de cuidar la paz, los derechos humanos y la tolerancia en nuestra Patria.
Publicado por el autor en su cuenta de Twitter el 15-10-23 a las 8:02 am:Los hechos que comenzaron el 7 de octubre en Israel y Palestina nos dejaron consternados. Como no me gusta hablar de lo que no tengo certezas en un marco de absoluta desinformación, falsas noticias, juegos geopolíticos y sobre todo mucho dolor, quise esperar algunos días y…
— Juan Grabois (@JuanGrabois) October 15, 2023
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