26 ene 2023
Al final, ha sucedido: Alemania ha cedido a las brutales presiones a las que ha sido sometida para enviar —y acceder a que otros países envíen— carros de combate Leopard 2 a Ucrania, los cuales se unirán a los carros de combate británicos, Challenger 2, y, previsiblemente, a los carros de combate norteamericanos, M1 Abrams. Una nueva prueba de la verdadera cara de Occidente y una no tan nueva escalada del conflicto.
Los profundos valores antidemocráticos de Occidente
Desde el principio, el conflicto en Ucrania ha sido planteado como una batalla entre las democracias y las autocracias. Entre el Bien y el Mal. Esta cuestión aparece de forma diáfana en la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de octubre de 2022, en la que se escenifica la situación geopolítica actual como escenario de competición entre las democracias y las autocracias. Sistemas de gobierno benévolos al servicio de la ciudadanía contra perversos sistemas de gobierno malignos, que estarían al servicio de sus élites en una inmisericorde batalla. Una Santa Cruzada occidental —otra más—. Ni qué decir tiene que en esta versión Estados Unidos trabajaría para conseguir la cooperación del resto de democracias y, de esta forma, organizar una gran alianza que consiga salvar a la humanidad de las perversas garras del Mal.
Así, sobre el papel, resulta un guión de lo más cinematográfico en el que solo se encuentra un defecto: es falso. En primer lugar, no pocos países del listado de aliados de Estados Unidos y su brazo militar, la OTAN, no solo tendrían dificultades para pasar por una democracia, sino que resulta imposible que un observador imparcial no las catalogue como autocracias. Pero, si las democracias occidentales son los bienaventurados hidalgos que cabalgan contra las autocracias, ¿por qué tienen a muchas de las autocracias más salvajes del mundo como aliadas?
Se supone que las democracias se diferencian de las autocracias en que las primeras sirven a la ciudadanía y las segundas sirven a sus élites, pero lo cierto es que los resultados de múltiples encuestas en Alemania demuestran hasta qué punto una gran cantidad de los ciudadanos se opone al envío de armas a Ucrania para alimentar del conflicto.
En el mismo sentido, cuando analizamos la forma en la que Alemania ha decidido enviar carros de combate Leopard 2 a Ucrania, solo se perciben valores profundamente antidemocráticos, más propios de autocracias que de democracias, tanto en los dirigentes alemanes como en el resto de las naciones occidentales. Por un lado, se supone que las democracias se diferencian de las autocracias en que las primeras sirven a la ciudadanía y las segundas sirven a sus élites, pero lo cierto es que los resultados de múltiples encuestas en Alemania demuestran hasta qué punto una gran cantidad de los ciudadanos se opone al envío de armas a Ucrania para alimentar del conflicto.
Así, a principios de año, el 1 de enero, un diario alemán publicó una encuesta en la que el rearme del Bundeswehr y el envío de armas pesadas a Ucrania solo era considerado como importante por una minoría, el 26 % de los encuestados en el primer caso y el 19 % en el segundo.
Una encuesta posterior, del 8 de enero, señalaba que el 50 % de los entrevistados rechazaban el envío de armamento pesado a Ucrania, concretamente carros de combate. Razones más que suficiente para cuestionar que una considerable cantidad de ciudadanos alemanes estén disconformes con esta decisión, sobre todo porque no han sido cuestionados en referéndum ni para esta ni para ninguna otra decisión de tal magnitud en lo referente a Ucrania. Y, claro, si se supone en que las maravillosas democracias occidentales los políticos sirven con gran fervor a sus conciudadanos, ¿por qué no les han consultado al respecto del envío de armas a Ucrania y de muchas otras decisiones?
Por otra parte, no resulta menos revelador que países que se autodenominan como profundamente democráticos hayan sometido a una presión tan salvaje a un país para torcer su decisión de no enviar armamento pesado a Ucrania—incluyendo amenazas abiertas de aislamiento internacional en el caso de que Alemania se negase a enviar carros de combate Leopard 2 a Ucrania, e impidiera que otros países lo hicieran—. De hecho, esta ha sido una constante no solo en Europa, donde múltiples países que no deseaban enviar armamento de ningún tipo a Ucrania se han visto forzados a hacerlo. España sería otro ejemplo. ¿Dónde ha quedado el respeto a la soberanía de los países? Porque, Ucrania, recuerden, era un conflicto que surgía por la soberanía de Ucrania, ¿o no?
No resulta menos revelador que países que se autodenominan como profundamente democráticos hayan sometido a una presión tan salvaje a un país para torcer su decisión de no enviar armamento pesado a Ucrania —incluyendo amenazas abiertas de aislamiento internacional.
Incógnita militar, certeza industrial
El envío de carros de combate occidentales, que Ucrania ha cifrado en trescientos, pero que pudieran no llegar a esa cifra —se estima que podrían ser enviados un centenar, aunque no hay nada seguro en este momento— no se considera un elemento en sí mismo decisivo para cambiar el curso de la guerra en Ucrania, aunque ni mucho menos es un asunto menor. Y más allá de lo que puedan señalar los múltiples ilusionistas y futurólogos occidentales —Fukuyama aseveró en octubre que el Ejército ruso colapsaría en días—, lo cierto es que resulta toda una incógnita en términos militares cuál será el impacto de la llegada de los carros de combate occidentales a Ucrania —ni siquiera se sabe el número exacto—.
Sí se puede asegurar que, al igual que otro tipo de armamento enviado, como los vehículos blindados, proporcionarán movilidad y potencia de fuego, facilitando tanto la posibilidad de realizar movimientos ofensivos como defensivos —se especula con una ofensiva rusa en primavera y también con una ofensiva ucraniana en las próximas semanas—. Sin embargo, existen no pocas dudas al respecto de su impacto real.
Por un lado, se trata de material militar que requiere de, al menos, cuatro militares experimentados —un comandante, un conductor, un tirador y un ayudante—. Pero eso solo si hablamos de un carro de combate, porque el movimiento de varios carros de combate de forma coordinada no es en absoluto sencillo y, por si fuera poco, el aporte de este armamento quedará condicionado al conjunto militar de Ucrania. En el caso de conseguir los ansiados 300 carros de combate, Ucrania necesitaría de 1.200 militares con gran experiencia y altas capacidades. Se antojan demasiados, máxime teniendo en cuenta las grandes pérdidas humanas que ha sufrido el Ejército ucraniano.
Por otro lado, un solo sistema de armas no es capaz por sí mismo en la actualidad de ganar una guerra, al menos una guerra de alta intensidad. Por ejemplo, los 40 blindados —Marder— que Alemania se comprometió a enviar a Ucrania a principios de enero —Francia y Estados Unidos también se comprometieron a enviar blindados— no alcanzan su mayor potencial si no es en combinación con los carros de combate occidentales —Leopard 2, M1 Abrams o Challenger 2—. Y es ahí la razón por la que los carros de combate occidentales adquieren importancia: por sus capacidades y por las capacidades que generan al resto de armas. Los Marder son blindados de transporte militar que sin carros de combate carecen de la suficiente potencia como para romper las líneas enemigas y se muestran frágiles ante las defensas y los ataques rusos. Se trata de una combinación de sistemas, no de un sistema en concreto, lo que permite ganar las guerras. Y es que los sistemas de armas solo alcanzan su máximo potencial si se usan de forma combinada.
Lo que en ningún caso es una incógnita es lo que supone este paso en términos geopolíticos y militares, pues se trata de un aumento de la escalada de tensión y una nueva muestra del deseo de Estados Unidos de alargar el conflicto lo más posible para dañar y debilitar a Rusia.
Por todo ello, está por ver cuándo va a poder usar Ucrania los carros de combate en el teatro de operaciones, cuál va a ser el potencial que pueda extraer de ellos y cuál va a ser su impacto en el conflicto. Pero lo que en ningún caso es una incógnita es lo que supone este paso en términos geopolíticos y militares, pues se trata de un aumento de la escalada de tensión y una nueva muestra del deseo de Estados Unidos de alargar el conflicto lo más posible para dañar y debilitar a Rusia e intentar que ello provoque la caída del actual gobierno ruso o su sumisión. Y, además, claro está, convendría señalar el enorme beneficio económico que obtendrán las distintas empresas de la industria militar que fabrican estos modelos o componentes para ellos.
El fracaso de los Leopard usados por el Ejército de Turquía
Más allá de lo ya expuesto, convendría señalar que los antecedentes de los Leopard en Siria no son ni mucho menos halagüeños. Se sabe que, al menos, una decena de carros de combate Leopard 2A4 como los que van a ser enviados a Ucrania quedaron fuera de servicio en la confrontación contra el Estado Islámico en pocos meses, de los que dos fueron inutilizados por minas, uno por mortero, cinco por misiles antitanque soviético —9M113 o 9M115-2 Metis-M— y varios más fueron emboscados —paradigmático es el caso del hospital de Al-Bab—.
¿Qué países suministrarán tanques a Ucrania?
¿Qué países suministrarán tanques a Ucrania?
No obstante, los carros de combate Leopard cuentan con numerosas debilidades, especialmente en la óptica del artillero, situada en el lateral izquierdo de la torre; los flancos —bastaría un RPG-7 soviético para dañarlo—; la parte baja del carro; la parte trasera; el anillo de la torre; la zona del techo; y, por último, también en la parte frontal —si bien se cree que estarían protegidos ante un misil antitanque soviético 9M113 Kondurs, no está claro que su blindaje pueda ser suficiente ante versiones más modernas, como el 9M115-2 Metis-M, el 9M113M Konkurs-M o el 9M133 Kornet, aunque habría que saber qué versión se enviará a Ucrania y cuáles serán las mejoras que posean—.
En definitiva, el carro de combate Leopard es un arma que puede proporcionar un valor añadido al Ejército ucraniano, siempre y cuando este sea capaz de usarlo de la manera más conveniente, en un entorno adecuado, con un empleo masivo de fuerzas y contando con el factor sorpresa, pero, de lo contrario, podría ser incluso contraproducente en términos militares y también propagandísticos, pues las imágenes de los carros de combate occidentales destruidos podrían viralizarse en las pocas redes sociales que todavía no hayan sido censuradas por Occidente. De hecho, un ejército experimentado como el turco en un conflicto asimétrico contra un enemigo menor fracasó de forma estrepitosa. Y es que no hay fórmulas mágicas: los ejércitos y las guerras, así como las variables y fuerzas de actúan en ellos, son muy complejos. Veremos a ver.
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https://actualidad.rt.com/opinion/luis-gonzalo-segura/456267-revela-envio-carros-combate-leopard-ucrania