Trataremos aquí de examinar en grandes rasgos la experiencia económica de la Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner, quien, lamentablemente, nos dejara pocos días atrás.Estamos concientes de que luce “tacaño” enfocar un tramo tan importante de la vida política del país -2003/2007-, y la propia gestión de un mandatario, a través de la restringida lente de las categorías económicas. Asumido esto, buscaremos avanzar lo mejor posible.Surge una primera dimensión, de índole abarcativa: estamos frente a uno de los períodos más salientes, en términos de performance general, de la historia económica argentina.En ocasiones se pretende relativizar esa significación, mediante el reduccionismo que imputa el éxito a favorables condiciones mundiales. Se trata de un enfoque injusto, no en tanto al dato de esas condiciones, sino en cuanto al flagrante desdén hacia otros factores relevantes.Aquél implica olvidar, por ejemplo, que le tocó al país superar el desastre sideral al que condujo el régimen de convertibilidad. La Argentina emergió de esa tragedia, prácticamente, con sus propios recursos, desligada de una impronta de dependencia financiera externa. Ello, mientras había recomendaciones a nivel mundial de declarar la “quiebra” del país.Por lo demás, se verificó una expansión intensa, regular y sostenida durante un quinquenio. Este desempeño se colocó en sitiales de liderazgo en la comparativa mundial. El valor propio añadido a las condiciones externas, permitió generar un lustro de crecimiento acelerado o sobrecrecimiento. Un “hito del desarrollo”.El cual se asoció a un proceso de reindustrialización y de mayor integración productiva, con una formidable creación de empleo, perfilándose la recuperación salarial. Los niveles de pobreza-indigencia cayeron abruptamente. La inversión, aun sin alcanzar los niveles exigentes de sustentabilidad, avanzó a tasas fuertes, extendiendo el producto potencial de la economía. Las exportaciones fueron tomando ímpetu, registrando una diversificación interesante. Y, en lo medular, se encauzó el tópico de nuestro endeudamiento externo.
Causalidad y no casualidad. Así como la destacada resultante neta del período presidencial de Kirchner no fue un simple corolario de las condiciones externas (sin desconocerlas), tampoco fue un simple fruto de la casualidad.De una manera intuitiva y experimental, el país se encaminó a través de determinados cánones que expresaron las bases de una estrategia alternativa. Esta despuntaba en 2002, con algunos atisbos de recuperación, pero, la gestión de Kirchner le otorgó al asunto un alcance orgánico; un marco más definido. Convéngase que también acertó en aprovechar inicialmente, a modo de aporte instrumental, la colaboración de Lavagna, más allá del distanciamiento político ulterior.Probablemente, sin la “redondez” de las teorizaciones económicas –no exentas de cierta artificialidad- se sentaron en la práctica una serie de pilares que “semblanteraron” una matriz productiva, la que, por comodidad, denominamos modelo competitivo productivo –MCP-. Una expresión de cuño neodesarrollista.La caracterización del “dólar alto” como eje; la acumulación de reservas; la reindustrialización; la política monetaria facilitante de la actividad económica; el criterio de disciplina fiscal; la política de desendeudamiento; el apoyo a la infraestructura; la conciencia de un Estado activo estableciendo las grandes orientaciones; el estímulo del mercado interno buscando conciliarlo con la competitividad, constituyeron el plexo referencial articulador –el “núcleo duro”- de la médula de una estrategia –“robusta”, como se suele decir- de tenor neodesarrollista, la cual, en términos de balance neto, funcionó muy eficazmente. Entonces: causalidad y no casualidad.
Evolución. Obviamente, los procesos concretos distan de ser lineales. La cadena de aciertos no es inmune a yerros, y aun el propio éxito, cuando es muy intenso, puede, paradójicamente, alentar serias tensiones. En definitiva, el paso del tiempo puede imponer un desgaste, lo que merece una atención ad hoc.El lapso económico 2003-2007, cerró, en sí mismo, con un balance notable. De todos modos, y en especial durante 2007, se insinuaban algunos indicios de “fatiga” y aun de desvíos en diversos frentes. Muchas veces importa el signo de las variables, pero, también, sus dosis de aplicación.El fenómeno nos pareció plenamente explicable como inherente a toda obra humana desplegada en el tiempo. Y, como dijimos a lo largo de 2007 (incluso en estas columnas), simplemente demandaba un trabajo de sintonía fina aplicable al MCP –luego se popularizó la noción del service- para inyectar “calibraciones” en los distintos planos, que permitieran poner a aquél a tono, de cara a un nuevo período. En realidad, el desarrollo supone varios lustros exitosos continuados.No hay espacio aquí para avanzar pormenorizadamente sobre el tema; vale lo dicho en notas, y otros papers, de aquel período. Pero, podemos referirnos a un “botón de muestra”, ejemplificador. Y que ayuda a entender “el riesgo del éxito”.Véase que la clave del desempeño positivo anejo a una gran expansión sostenida, residió, dentro de una matriz general, en la orientación desarrollista antes mencionada de variables macroeconómicas básicas como la política cambiaria y la política monetaria, en un orden inverso al predicado por la ortodoxia. De allí el sobrecrecimiento y la asombrosa creación de empleo, que sacó al mercado de trabajo de su condición de desahucio de los 90, erigiéndolo en una briosa realidad.Y aquí adviene el desafío que acarrea el éxito, algo sobre lo que advertimos ya tempranamente, en 2004. Tiene que ver con la amalgama, o no, de los diversos reclamos sectoriales de ingresos, que buscan legítimamente usufructuar los beneficios del sobrecrecimiento. Operando en el país, asimismo, un imperativo de mejorar la distribución del ingreso. El éxito lleva a excitar los planteos y posicionamientos sectoriales, y la sumatoria de los mismos puede resultar “inconsistente”, dando pie a presiones inflacionarias, y así.El que ahora comentamos, no es un problema para la ortodoxia, porque, justamente, ella tiende a manejar las variables macro aludidas en dirección opuesta. El eminente postkeynesiano Paul Davidson recordaba unas célebres palabras de Thatcher: “uno de los derechos de una sociedad libre, es el derecho de cada persona a ponerse un precio que la deje fuera del mercado”. Por ende, la ortodoxia “disciplina objetivamente” con aquellas variables, imponiendo una recesión en su caso, y la desocupación seguramente resultante pasa ser una muestra del rechazo “libre” de las personas a ese disciplinamiento.Cuando la macro se plantea a la inversa, como durante la presidencia de Néstor Kirchner, y se apuesta al sobrecrecimiento y a crear mucho empleo en lugar de buscar un disciplinamiento “impersonal” a través de las variables de marras, el “disciplinamiento” en términos de puja de ingresos en el enfoque alternativo debe ser deliberada y cuidadosamente guiado y concertado, con pautas consecuentes con el modelo en curso, incluyendo el horizonte temporal de la mejora distributiva.El mencionado, es un delicado reto, que el propio éxito incuba. Y que no se pudo articular a plena cabalidad. Esto, naturalmente interactuando con otros ponderables aspectos, incide en la problemática de la inflación efectiva, en la evolución de paridad cambiaria real, en la disposición inversora, entre otras múltiples facetas.
Una “guía normativa” del período. En resumen, el período de la presidencia de Néstor Kirchner marca una página resaltante de nuestra historia económica. Posteriormente, le tocó a la economía hacerse eco de conflictos desgarradores (como el suscitado con el ruralismo) y de la durísima presión de una severa crisis mundial al máximo de su rigor, entre otros factores. La economía argentina resistió –gracias en buena parte a las bases colocadas en aquel período, además de ciertas decisiones oportunas adoptadas- y se mostró en aptitud para aprovechar la recuperación mundial, empuñando últimamente un recio ciclo expansivo.En verdad, el tramo actual tiende a presentarse como una transición, expansivo, pero con un encuadre macro menos robusto que el de aquel entonces. Justamente, llegado el momento de plantearse criterios de sustentabilidad más afinados con los que embonar la expansión, el “núcleo duro” de la experiencia de 2003-2007 luce como una guía normativa ineludible al respecto.
Causalidad y no casualidad. Así como la destacada resultante neta del período presidencial de Kirchner no fue un simple corolario de las condiciones externas (sin desconocerlas), tampoco fue un simple fruto de la casualidad.De una manera intuitiva y experimental, el país se encaminó a través de determinados cánones que expresaron las bases de una estrategia alternativa. Esta despuntaba en 2002, con algunos atisbos de recuperación, pero, la gestión de Kirchner le otorgó al asunto un alcance orgánico; un marco más definido. Convéngase que también acertó en aprovechar inicialmente, a modo de aporte instrumental, la colaboración de Lavagna, más allá del distanciamiento político ulterior.Probablemente, sin la “redondez” de las teorizaciones económicas –no exentas de cierta artificialidad- se sentaron en la práctica una serie de pilares que “semblanteraron” una matriz productiva, la que, por comodidad, denominamos modelo competitivo productivo –MCP-. Una expresión de cuño neodesarrollista.La caracterización del “dólar alto” como eje; la acumulación de reservas; la reindustrialización; la política monetaria facilitante de la actividad económica; el criterio de disciplina fiscal; la política de desendeudamiento; el apoyo a la infraestructura; la conciencia de un Estado activo estableciendo las grandes orientaciones; el estímulo del mercado interno buscando conciliarlo con la competitividad, constituyeron el plexo referencial articulador –el “núcleo duro”- de la médula de una estrategia –“robusta”, como se suele decir- de tenor neodesarrollista, la cual, en términos de balance neto, funcionó muy eficazmente. Entonces: causalidad y no casualidad.
Evolución. Obviamente, los procesos concretos distan de ser lineales. La cadena de aciertos no es inmune a yerros, y aun el propio éxito, cuando es muy intenso, puede, paradójicamente, alentar serias tensiones. En definitiva, el paso del tiempo puede imponer un desgaste, lo que merece una atención ad hoc.El lapso económico 2003-2007, cerró, en sí mismo, con un balance notable. De todos modos, y en especial durante 2007, se insinuaban algunos indicios de “fatiga” y aun de desvíos en diversos frentes. Muchas veces importa el signo de las variables, pero, también, sus dosis de aplicación.El fenómeno nos pareció plenamente explicable como inherente a toda obra humana desplegada en el tiempo. Y, como dijimos a lo largo de 2007 (incluso en estas columnas), simplemente demandaba un trabajo de sintonía fina aplicable al MCP –luego se popularizó la noción del service- para inyectar “calibraciones” en los distintos planos, que permitieran poner a aquél a tono, de cara a un nuevo período. En realidad, el desarrollo supone varios lustros exitosos continuados.No hay espacio aquí para avanzar pormenorizadamente sobre el tema; vale lo dicho en notas, y otros papers, de aquel período. Pero, podemos referirnos a un “botón de muestra”, ejemplificador. Y que ayuda a entender “el riesgo del éxito”.Véase que la clave del desempeño positivo anejo a una gran expansión sostenida, residió, dentro de una matriz general, en la orientación desarrollista antes mencionada de variables macroeconómicas básicas como la política cambiaria y la política monetaria, en un orden inverso al predicado por la ortodoxia. De allí el sobrecrecimiento y la asombrosa creación de empleo, que sacó al mercado de trabajo de su condición de desahucio de los 90, erigiéndolo en una briosa realidad.Y aquí adviene el desafío que acarrea el éxito, algo sobre lo que advertimos ya tempranamente, en 2004. Tiene que ver con la amalgama, o no, de los diversos reclamos sectoriales de ingresos, que buscan legítimamente usufructuar los beneficios del sobrecrecimiento. Operando en el país, asimismo, un imperativo de mejorar la distribución del ingreso. El éxito lleva a excitar los planteos y posicionamientos sectoriales, y la sumatoria de los mismos puede resultar “inconsistente”, dando pie a presiones inflacionarias, y así.El que ahora comentamos, no es un problema para la ortodoxia, porque, justamente, ella tiende a manejar las variables macro aludidas en dirección opuesta. El eminente postkeynesiano Paul Davidson recordaba unas célebres palabras de Thatcher: “uno de los derechos de una sociedad libre, es el derecho de cada persona a ponerse un precio que la deje fuera del mercado”. Por ende, la ortodoxia “disciplina objetivamente” con aquellas variables, imponiendo una recesión en su caso, y la desocupación seguramente resultante pasa ser una muestra del rechazo “libre” de las personas a ese disciplinamiento.Cuando la macro se plantea a la inversa, como durante la presidencia de Néstor Kirchner, y se apuesta al sobrecrecimiento y a crear mucho empleo en lugar de buscar un disciplinamiento “impersonal” a través de las variables de marras, el “disciplinamiento” en términos de puja de ingresos en el enfoque alternativo debe ser deliberada y cuidadosamente guiado y concertado, con pautas consecuentes con el modelo en curso, incluyendo el horizonte temporal de la mejora distributiva.El mencionado, es un delicado reto, que el propio éxito incuba. Y que no se pudo articular a plena cabalidad. Esto, naturalmente interactuando con otros ponderables aspectos, incide en la problemática de la inflación efectiva, en la evolución de paridad cambiaria real, en la disposición inversora, entre otras múltiples facetas.
Una “guía normativa” del período. En resumen, el período de la presidencia de Néstor Kirchner marca una página resaltante de nuestra historia económica. Posteriormente, le tocó a la economía hacerse eco de conflictos desgarradores (como el suscitado con el ruralismo) y de la durísima presión de una severa crisis mundial al máximo de su rigor, entre otros factores. La economía argentina resistió –gracias en buena parte a las bases colocadas en aquel período, además de ciertas decisiones oportunas adoptadas- y se mostró en aptitud para aprovechar la recuperación mundial, empuñando últimamente un recio ciclo expansivo.En verdad, el tramo actual tiende a presentarse como una transición, expansivo, pero con un encuadre macro menos robusto que el de aquel entonces. Justamente, llegado el momento de plantearse criterios de sustentabilidad más afinados con los que embonar la expansión, el “núcleo duro” de la experiencia de 2003-2007 luce como una guía normativa ineludible al respecto.
por Eduardo Luis Curia, Miradas al Sur, Año 3. Edición número 129. Sábado 6 de noviembre de 2010
contacto@miradasalsur.com
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