A pesar de que una de las paredes de su despacho estaba tapizada con una magnífica colección de bicicletas en miniatura, Julio Ramos –el fallecido fundador del diario Ámbito Financiero–, no era un apasionado por el deporte del pedal: “Esta es una réplica de la del Che Guevara, esta otra es de marfil, aquélla es de la muñeca Barbie”, comentaba, orgulloso, el dueño de Ámbito Financiero. “Todo comenzó como una crítica irónica, fina. A principios de los ’80 me mandaron una bicicleta de regalo con una dedicatoria que decía: ‘Para un diario que fomenta las bicicletas financieras’”, confió Ramos en 2006 al autor de esta nota. Sin embargo, el fundador de ese diario que asumíó la paternidad periodística de la bicicleta financiera de Alfredo Martínez de Hoz, libró durante tres décadas –en la más absoluta soledad– una quijotésca batalla contra el despojo perpetrado por Clarín y La Nación al Estado Nacional en el tema Papel Prensa. Muchos creían que el fundador de Ámbito Financiero estaba loco y preguntaban con sorna ¿por qué jode tanto con esto? Lo cierto es que muy pocos entendían la desigual batalla que libraba este neoliberal confeso que apoyó al menemismo e imposible de ser sospechado de kirchnerista. En 1993, Ramos publicó Los cerrojos a la prensa, libro en el que explicaba cómo construyó Clarín su monopolio mediático en la Argentina. Ese hombre que había trabajado en la sección economía del diario La Opinión de Jacobo Timerman y en diciembre de 1976 negoció su auto para fundar Ámbito Financiero, fue un testigo privilegiado del proceso de apropiación de Papel Prensa por parte de Clarín y La Nación con el aval de la dictadura y, lo que fue aún más grave, con los recursos de todos los argentinos. Su testimonio no deja lugar a dudas.En el capítulo 20 de Los cerrojos a la prensa, Ramos sitúa a los lectores en el momento previo a la muerte del banquero David Graiver en un sospechoso accidente aéreo en México.“El derrumbe del Grupo Graiver ya era evidente semanas antes de la muerte o desaparición de David, hecho que contribuye en forma decisiva a precipitarlo. El desorden era total, situación que se puso de manifiesto el 3 de noviembre del ’76. Ese día, Papel Prensa convocó a una asamblea extraordinaria a fin de regularizar las transferencias accionarias. Al mismo tiempo, llovían sobre los Graiver todo tipo de presiones y sugerencias para que se deshicieran de sus empresas.Entre los mensajes que se recibieron en esos días, uno llegó a Miguel de Anchorena. Era el encargado de la sucesión de David Graiver. Anchorena recibió una comunicación de Francisco Manrique, vinculado a la familia desde que David colaborara con él en Bienestar Social, en la que se le transmitía el interés del gobierno para que el paquete accionario de Papel Prensa fuera vendido a los diarios Clarín, La Nación y La Razón. La planta sería inaugurada durante el mismo gobierno del general Jorge R. Videla, el 27 de setiembre de 1978, con la asistencia del propio Videla y Ernestina Laura Herrera de Noble.”Algunas páginas más adelante, Ramos señala que la troika encabezada por Clarín debía ofrecer a sus colegas del interior hasta un 49 por ciento de las acciones de la empresa, cosa que jamás ocurrió:“En diciembre del ’76 fue la misma Junta Militar la que dispuso que el Estado aceptara la transferencia del grupo Graiver a Clarín, La Nación y La Razón. Entre otras condiciones, se estableció que estos diarios debían ofrecer expresamente a sus colegas de la Capital y el interior hasta 49% de las acciones adquiridas, en las mismas condiciones de precio y plazo. Eso de 49% obviamente no se cumplió, aunque los diarios del interior tuvieron una malograda oportunidad con la otra empresa, tiempo después en crisis, Papel del Tucumán.”Más adelante, Ramos detalla con nombres y apellidos la maniobra perpetrada por los militares para sustraer a la empresa de la expropiación en connivencia con los diarios que compraron sin poner un peso:“Las vinculaciones Montoneros-Graiver-Papel Prensa habían estallado ante la opinión pública a comienzos del año 1977, cuando los miembros de esta familia fueron detenidos. El gobierno intentó entonces sustraer a la empresa, de la cual –recuérdese– era socio el Estado, mediante una intervención, que corrió por cuenta del capitán de navío Alberto D’Agostino, designado “veedor interventor”.(...)Lo que sigue es de una importancia central: el capitán D’Agostino denuncia, por ejemplo, que todo el capital aplicado por los diarios a la compra del paquete accionario de los Graiver procedió de dos préstamos bancarios. El primero correspondió al Banco Español del Río de la Plata y fue de un monto total de $ 2.400.000 dividido en partes iguales entre los tres diarios. El plazo era de 180 días renovables y la tasa de 110% anual. Las garantías fueron sorprendentemente a sola firma sin aval. Por una suma similar, el otro crédito correspondió al Banco Holandés Unido de Ginebra. El plazo era de 60 meses amortizable en cinco cuotas semestrales iguales consecutivas con el primer vencimiento recién a los 36 meses.D’Agostino comentó también que el 11 de octubre compartió en la planta de Papel Prensa un almuerzo con Héctor Magnetto, de Clarín, y con Bartolomé Mitre, de La Nación. Durante la comida, Magnetto deslizó que, en realidad, la que había solicitado el crédito al Banco Holandés fue una papelera internacional con la que trabajaba el diario. ¿Existía en algún lado una papelera extranjera que pidiera un préstamo para que sus clientes formasen una empresa que les permitiera producir papel por sí mismos y dejar de ser sus clientes? La pregunta se la hizo, con toda legitimidad, el propio D’Agostino y se respondió que lo más probable era que la generosa papelera fuera socia del proyecto.Además, D’Agostino denunció en su informe –también esto es muy importante porque muestra la total complicidad del gobierno militar con los tres diarios– que las acciones de clase “A” no fueron integradas por los diarios con fondos propios. Pagaron mediante diferimientos impositivos. Es decir, cada 100 pesos aportados sólo 25 eran fondos propios.Simplemente pidieron que el gobierno subsidiara a los diarios, es decir, que no les hiciera pagar su aporte, como vimos antes y les facilitara créditos blandos. El gobierno militar surgido en 1976 fue proclive a hacer un negocio así con los diarios convocados.Para Clarín este tipo de inmoralidades fue siempre uno de sus principales activantes históricos. Tampoco nunca tuvo ninguna virginidad que defender en tal tipo de tratativas indignas de un medio de prensa por los privilegios y asociaciones con el Estado que implicaban.Como dijo aquel gran pensador católico que fue en el siglo pasado Juan Manuel de Estrada: “Todo lo que las generaciones argentinas han sufrido, todo lo que han pasado, todo lo que han sentido, todo lo que han llorado, sus glorias, sus ignominias, sus esperanzas y sus desengaños, todo está reflejado en la prensa diaria”. También, podríamos agregar, en la historia de la prensa diaria; sobre todo las ignominias.
ACLARACIÓN DE MIRANDO HACIA ADENTRO :
La nota aparece como "La solitaria batalla" en la edición digital de "Miradas al Sur", y como "La solitaria batalla de Julio Ramos" en la edición impresa. Preferí esta última.
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