A occidente, en particular a los Estados Unidos, les convendría que Putin no se pareciera a Stalin, pues de lo contrario y a lo que parece, tendrían perdida la guerra.
Juan Chaneton *
jchaneton022@gmail.com
Rusos y moldavos lucharon juntos, en el pasado siglo, contra el nazismo. Lo hicieron bajo la bandera de la Unión Soviética y el 9 de mayo conmemora la victoria del Ejército Rojo sobre las hordas hitlerianas. Mantener viva esa memoria es obligación moral de los pueblos eslavos y, sobre todo, es del interés más directo y sustancial de la humanidad porque el nazismo fue el epítome del horror y del crimen y qué hacer con su recuerdo nos concierne a todos, incluso a nosotros, sudacas.
La cinta de San Jorge es el símbolo de la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi y es una condecoración militar originada en el imperio de los zares y mantenida como tal por la URSS y la actual Federación Rusa.
Sin embargo y como parte de la bochornosa ola de mentiras desatada por los medios de prensa occidentales y por los periodistas que les sirven, el Parlamento de Moldavia aprobó, el 14 de abril, la prohibición de llevar puesta o guardada la cinta de San Jorge y de usar los símbolos V y Z, estableciendo multas por su uso de 245 a 490 dólares para las personas físicas; de 490 a 980 dólares para los funcionarios públicos y de 490 a 1.630 dólares para las personas jurídicas.
Moldavia es un país de poco más de 30 mil Km² enclavado entre Rumania y Ucrania y sin salida al mar Negro pese a estar situado a menos de 40 Km de sus costas. Todavía están frescas en la memoria de los moldavos las promesas preelectorales que hizo la actual presidenta, Maia Sandu, de continuar permitiendo la celebración del 9 de mayo como Día de la Victoria.
La actitud rusófoba de los dirigentes moldavos se explica no sólo a la luz de la decadencia moral que aqueja a Estados Unidos y Europa, sino también -y principalmente- si se atiende a los intereses de clase de las élites gobernantes que no atinan a nada más que al encolumnamiento servil detrás de la potencia americana, lejos de toda autonomía e independencia nacionales, como alucinado recurso para conservar su estatuto de privilegio al interior de sus propios países.
Pero es también la ignorancia histórica la que se une al interés de clase para barruntar peligro en la personalidad propia, en el orgullo nacional y, en última instancia, en el multilateralismo. La dictadura periodística que padece, en esta desgraciada coyuntura, el orbe occidental concibe a Vladimir Putin como un hombre "comunista" y, en el límite, como un émulo de Stalin.
La ignorancia proviene no del hecho de que no sepan que esto es mentira, porque saben que lo es. Lo asombroso resulta del hecho de que puedan estar imaginando un efecto político nocivo para sus enemigos a causa de estas campañas mediáticas, pues ellas hacen mella sólo en profanos e incultos de todas las layas que son los que fatigan, a estas horas, los medios de prensa occidentales y les suministran combustible ideológico para seguir repitiendo siempre, con goebbeliana pertinacia, las rutinarias letanías presuntamente descalificadoras.
La ignorancia proviene de que, lisa y llanamente, no saben qué cosa hizo Stalin en la historia y qué vínculos mantuvo, en vida, con los estadistas occidentales de su época, éstos sí hombres a los que, sin lugar a la menor duda, se los puede calificar de estadistas, tan lejos de medianías como Biden, Zelensky o los europeos actuales.
El caso es que, si Putin es un sosia de Stalin, en ello va más y mejor elogio y virtud que descalificación proferida por provectos mentales, por lo menos si nos atenemos a las opiniones de, por caso, Winston Churchill, quien algo sabía acerca de ese menester que consistía en hallarse no ya frente a una guerra sino a una amenaza existencial cuando la maquinaria militar nazi estaba en su punto de máxima eficacia y el Reino estaba quebrado y desarmado.
Dice Churchill (La Segunda Guerra Mundial. Compilación de textos de W.Ch. efectuada por Denis Kelly; El Ateneo, Bs. As., 2021; trad, de Alejandra Devoto): "Fui al Kremlin y me reuní con el gran jefe revolucionario y profundo estadista y militar ruso con el que mantendría, durante los tres años siguientes, una relación estrecha, rigurosa, pero siempre emocionante y a veces, incluso, amistosa" (p.668).
En una de las reuniones que mantuvo allí, le reveló a Stalin el propósito del Reino Unido y de EE.UU. de iniciar la "Operación Antorcha" (invasión del norte de África). En dicho encuentro participaron, por la parte inglesa, además de Churchill, Averell Harriman y el embajador en Moscú, y por la parte soviética, Stalin, Mólotov y Voroshílov. Cuenta entonces Churchill que "... me dio la impresión de que Stalin captaba de pronto las ventajas estratégicas de la «Antorcha»... Esta declaración tan notable me dejó muy impresionado porque demostraba que el dictador ruso había captado de forma rápida y completa un problema que hasta entonces le era desconocido. Quedaban muy pocas personas capaces de comprender en tan poco tiempo los motivos con los que llevábamos tantos meses lidiando, y él lo captó en un santiamén" (p 672).
Francamente y si las cosas son como las dice Churchill, a occidente, en particular a los Estados Unidos, les convendría que Putin no se pareciera a Stalin, pues de lo contrario y a lo que parece, tendrían perdida la guerra.
Y por último, un país que eligió una vez a Winston Churchill y ahora es "conducido" por Boris Johnson, ¿qué clase de neurosis colectiva está atravesando?
Muy mal eso de invadir Ucrania, nos apresuramos a salir al paso de los apresurados. Muy mal eso de asesinar a 14 mil civiles, como hizo el ejército de Ucrania en el Donbáss ruso antes de que empezara la guerra. Muy mal eso de provocar a Rusia rodeándola de países miembros de la OTAN cuando está en juego la existencia de la humanidad. Muy mal eso de hacer de Malvinas una base militar de la OTAN. Muy mal eso de enseñar en las escuelas de Ucrania que Zelensky y Hitler son dos patriotas de sus respectivos tiempos históricos. Muy mal eso de que los criminales de Azov sigan existiendo y no hayan sido enviados al infierno por algún obús ruso, bielorruso, húngaro o de la Cruz Roja.
Churchill también dijo, alguna vez, que "Si Hitler invade el infierno, yo voy a empezar a hablar bien del Diablo".
Putin no invadió el infierno. Invadió a la Alemania nazi.
(*) Abogado, periodista, escritor.
Publicado en:
https://www.vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_719/id_14669/putin-como-stalin
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