por Alejandro Marcó del Pont
Cuando personajes perturbadores, como el presidente de Brasil, o dignatarios incapaces en su momento, como lo fueron en Argentina Mauricio Macri y en Estados Unidos D. Trump, transitaron sin problema su gobierno, mucha gente se cuestionaba y preguntaba ¿cómo es posible que se mantengan en el poder? ¿Es imaginable que semejantes maquinarias de desaciertos, ignorancia y torpeza fijen el rumbo de una sociedad?
A decir verdad, la pregunta es inexacta, no hay que preguntarse cómo, sino quién los mantiene. Cada uno de estos personajes es solo la cubierta visible y fácilmente prescindible del verdadero poder, del poder real en cada país. Y aunque se muestren como una productiva maquinaria de torpezas para la mayoría de la sociedad, para una minoría que los colocó en donde están, no cometen equivocaciones políticas, menos aún económicas que afecten sus bolsillos.
La lógica, aparentemente errática, de estos caballeros que, por ejemplo, un fin de semana publican una Carta abierta de economistas y banqueros contra Bolsonaro, apoyados por más de 500 firmas, exigiéndole tomar medidas inmediatas ante el COVID-19, y tres días después lo ovacionan en una cena, no suena como el hilo de un relato que contenga una línea razonable. Pero, desde Berlín de 1933 a Latinoamérica en la actualidad, las diferencias en los actores que simbolizan el poder real no han cambiado en nada.
Algunos pasajes del libro “El orden del día” de Eric Vuillard nos servirán de guía para entender quienes enarbolan, mantienen o abandonan a los visibles exponentes de las miserias humanas. Ningún Bolsonaro llega al poder por azar. El orden del día suele ser la agenda o al plan de trabajo que contiene los asuntos que se van a considerar en la sesión del Congreso. En este caso, la reunión que se llevaría a cabo el 4 de febrero de 1933 entre los veinticuatro mayores pesos pesados de la economía alemana en el Reichstag (parlamento) con su presidente, el Ministro de Economía y el nuevo canciller, no se encontraba en la agenda de ese día.
Alrededor de la mesa van a sentarse los hombres más destacados de la economía alemana, el poder real, que para nuestro artículo no importa sus nombres, pero sí lo que representan: Bayer, Opel, BASF, Agfa, Siemens, Telefunken, IG Farben, entre otros. El presidente del Parlamento será a la postre un destacado nazi: Hermann Göering, nombrado comandante en jefe de la Luftwaffe (Fuerza Aérea) y creador de la Gestapo, policía secreta de la Alemania nazi (Geheime Staatspolizei). Hjalmar Schacht será el genio económico de la reactivación alemana, posteriormente denostado como el economista de Hitler, pero delicadamente olvidado como el creador del Banco de Bancos Centrales del mundo, Bank of International Settlements (BIS). Y por último, el nuevo canciller, el Führer Adolf Hitler.
Cuenta la historia que Goering rodeó la mesa con una palabra para cada uno de los presentes, tomando cada mano y dándole un apretón de bienvenida. Los 24 hombres del establishment escucharon atentamente. “La campaña electoral será crucial”, anunció el presidente del Reichstag. Era hora de deshacerse del régimen de Weimar de una vez por todas. “La actividad económica”, subrayó Göering,”requiere calma y estabilidad”. Los veinticuatro caballeros asintieron solemnemente. “Y si el Partido Nazi gana la mayoría”, agregó Göering, “estas serían las últimas elecciones en diez años, incluso, agregó entre risas, en cien años….”.
Una ola de aprobación recorrió los asientos. En ese momento, se oyó un ruido de puertas y el nuevo canciller finalmente entró en la sala. Los que no lo conocían sentían curiosidad por verlo en persona. Hitler sonreía, relajado, luego silencio. “La idea básica era la siguiente: tenían que acabar con un régimen débil, alejar la amenaza comunista, eliminar los sindicatos y permitir que cada empresario fuera el Führer de su propia empresa”. El discurso duró media hora.
La aprobación fue unánime, y cito en cursivas las partes del libro que no fueron ficción, sino realidad. El establishment alemán aprobó a Hitler, lo apoyó, equilibró y potencializó la economía con ese acuerdo a grado tal que, en 1938, la revista Times nombró a Hitler el hombre del año en su tapa. La ilusión de seguridad fue perfecta. El nivel de vida ha mejorado para todos, incluidos los desempleados. Pero los verdaderos dueños del poder estaban dispuestos a hacer concesiones en cierta medida siempre y cuando el Estado se movilice para asegurar sus privilegios. Lo demás es conocido. Cada uno de estas empresas se volvió más grande de lo que ya era, mientras que los alemanes, y el mundo, sufrían al Führer.
Casi noventa años después del acuerdo que encaminó a Alemania a la Segunda Guerra, muchos economistas y empresarios publicaron una dura carta abierta tildando de incompetente al presidente Bolsonaro, entendiendo que la gestión de la pandemia del Covid-19 ha sido pésima. Brasil es hoy el epicentro mundial del COVID-19. “El país exige respeto, el sistema de salud está sobrepasado y colapsando por la recesión que está causando la pandemia y no se superará si esta no es controlada por una postura competente del gobierno federal”. No podemos esperar una recuperación económica si la pandemia no está bajo control.
Más allá de la falsedad de que la recesión fue causada solo por la pandemia, la postura de banqueros y empresarios parecía implacable y firmemente crítica hacia el accionar del gobierno. Bancos como el Credit Suisse, Bradesco, Banco do Brasil, Itau, hasta la Federación de Industriales de San Pablo rubricaron la demanda a incompetente gestión sanitaria del gobierno nacional o, al menos, eso dieron a entender al mundo.
Pasados solo unos días de tan sólido cuestionamiento a las políticas sanitaria, el propio presidente acompañado de sus ministros Paulo Guedes (Economía) y Marcelo Queiroga (Salud), fueron ovacionados en una cena que tuvo lugar en la mansión Washington Cinel, propietaria de la empresa de seguridad Gocil. Sin poner nombres, se los puede encontrar en “emprendedores que ovacionaron a Bolsonaro”. Destacan los sectores que dieron su aprobación: bancos, empresas de seguridad, agronegocios, delivery, medios, y farmacias, entre otros. La mayoría de los sectores está haciendo un gran negocio (agroindustria) o está consiguiendo flexibilizaciones laborales nunca antes soñadas. O sea no importa si es Hitler o Bolsonaro a quien apoyar, importa el negocio.
La pandemia de coronavirus redujo en un 6,15% las exportaciones de Brasil en 2020, pero las ventas del poderoso sector agroindustrial están en auge. Las exportaciones agrícolas de Brasil aumentaron el año pasado un 6%, totalizando 45.300 millones de dólares, el 20% de total de ventas al exterior. Pero si tomamos la facturación externa del agronegocio que engloba los productos agrícolas, la industria agroalimentaria y el transporte, superó los U$S 100.800 millones de dólares, una cifra sin precedentes desde 2013, apuntó la Confederación Nacional Agrícola (CNA).
Los dueños de ese excedente son ADM, Bunge, Cargill, Dreyfus, Monsanto, JDB, Copersuca (azúcar y etanol). Solo a ADM le corresponde el 75% de la producción de oleaginosa de Brasil. El sistema financiero, por su parte, otro de los sectores que aclamó a Bolsonaro, ganaron durante la epidemia casi U$S 12.000 millones. Se quejaron, es verdad, por su caída, durante el 2020, del 24% de sus beneficios, pero la parte que no se cuenta es que en 2019 habían registrado el mejor resultado agregado de toda la serie histórica, que comenzó a medirse en 1994.
Quienes hacían la vida más tolerable a la desastrosa gestión del expresidente argentino Mauricio Macri fueron jugadores muy parecidos a los que aplauden a Bolsonaro. Recordemos: ADM, Bunge, Cargill, Dreyfus están en Brasil, si los incorporamos, porque también son los mayores exportadores de Argentina, para llegar a la decena se le suman Cofco, Vicentin, Aceitera General Deheza, Glencore, ACA y Molinos Agro. Estas diez empresas tienen en su poder más del 90% de los granos, harinas y aceites que se exportan, y por ende, de los dólares que ingresan. Son los que se sientan sobre sus stocks a la espera de mejores precios internacionales, cambios en los esquemas de retenciones o para forzar una devaluación, aunque se les de todo. La presidencia anterior no terminó bien aunque les dio todo.
También se sentaron, extorsionaron al gobierno actual con la liquidación de dólares, y siguen haciéndolo con la inflación, pero una particularidad del coctel actual es que los industriales que apoyaron al gobierno anterior, y fugaron dólares por U$S 86.000 millones, aplaudieron al actual Ministro de Economía como a Bolsonaro en su cena. Llaman la atención los aplausos de Techint que encabeza a los fugadores de divisas con tres empresas: Siderar, Tecpetrol y TGN. Algunos otros fugadores y alentadores de deuda quieren sentarse para llevar sus ganancias al exterior, como lo hicieron el agro, medios, el propio laboratorio de vacunas Pfazer, energéticas, servicios públicos y el sistema financiero.
Este último uno de los más agraciados durantel los 4 años del gobierno anterior. El sistema financiero tuvo más del doble de ganancias que durante los 12 años del kirchnerismo. Los datos surgen del Informe sobre Bancos que elabora el Banco Central, y en total el sistema se embolsó U$S 25.000 millones. Para mantener a Macri en el poder, la mayoría tenía que perder, pero el sistema financiero era uno de los que más ganaba.
Los bancos que mantuvieron sus escandalosos negocios con el anterior presidente deben haberse sentado a la mesa de negociaciones con alguien, porque el actual gobierno insiste en disminuir el déficit fiscal, pero permite el déficit cuasi fiscal, “cuando las Leliq, antes LEBAC (letras de Liquidez del BCRA),más los pases pasivos (que es plata que los bancos le prestan al BCRA) suman en total al 30 de marzo de 2021, 3,1 billones de pesos, superando a la Base Monetaria que es el total de dinero creado y puesto en circulación por el BCRA”, según el excelente articulo Horacio Rovelli en el Cohete a la Luna.
“Esa masa de dinero inmovilizada devenga intereses todos los meses, que en marzo de 2021 ascendieron a unos $ 90.000 millones que paga religiosamente la autoridad monetaria”. O sea, unos U$S 15.000 millones al año, ante lo que nadie presenta objeción alguna, ni gobierno ni desde oposición. Si por el déficit fiscal es posible eliminar sin sobresaltos el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), para no incomodar el acuerdo con FMI, por qué no hacerlo con el pago de intereses al sistema financiero.
Si tomáramos los intereses pagados a los bancos y se los diéramos en un IFE de 300 dólares por persona, el gobierno podría garantizar esos ingresos por un año para 4.166.667 de ciudadanos, lo que garantizaría durante la pandemia los niveles de consumo. Pero estos ciudadanos no se sientan a negociar fuera de “El orden del día”, no son invitados, solo cuan hay votación y cada vez con menos insistencia.
La historia muestra que los poderosos se quedan más vigorosos y los soldados en las tumbas. Nadie recuerda el apoyo de las grandes empresas para que Hitler llegara al poder y se produjera el milagro alemán que derivó en la guerra. Tampoco nadie recuerda quiénes fueron los que solventaron semejante locura. Tampoco la de Bolsonaro y, dios nos guarde, la de Macri. Lo cierto es que si son idiotas, son nuestros idiotas y que cuidan el negocio.
El tabano economista - 14 de abril de 2021
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