Opinión
Por Daniel Mojica
Desde que fue borrada de un plumazo la Constitución Nacional de 1949, los argentinos vivimos en una democracia condicionada.
Luego del golpe de 1955 los intentos de terminar con el Peronismo se fueron sucediendo.
Después vivo el golpe de 1966 y el golpe genocida de 1976, que llevó a cabo la planificada eliminación física de aquellos cuadros políticos que estaban en condiciones de ocupar importantes lugares dentro del Partido y en la política nacional.
La recuperación del estado de derecho en 1983, fue muy condicionada y Raúl Alfonsín tuvo que dejar el gobierno antes de tiempo. Jaqueado por los factores de poder que se fueron fortaleciendo con el paso del tiempo y gracias a que los gobiernos de Carlos Menem, fortalecieron el andamiaje económico y jurídico, que tuvo su mayor expresión con la reforma de la Constitución Nacional de 1853 y el pase definitivo al olvido de la de 1949.
Cabe decir que ninguno de los que conformaron la Asamblea Constituyente pidió que la reforma se hiciera sobre la más reciente Constitución de 1949, sancionada siguiendo todos los requisitos legales y constitucionales exigibles.
Allí se consolidó la subordinación del poder político, a los poderes económicos y financieros.
Hubo un genuino intento de recuperar la historia y la práctica del Peronismo con el inesperado triunfo de Néstor Kirchner. Quien vino a proponernos un sueño, desde las entrañas mismas del histórico Peronismo.
Si bien construyó sobre bases sólidas las políticas de su gobierno, y consolidó un bloque Latinoamericano, su prematura muerte dejó trunco ese intento, que también se fue devaluando.
Las nuevas generaciones que el único peronismo que conocieron fue esa estafa del 'menemismo', se identificaron como 'kirchneristas' en honor al mejor peronista que pudieron conocer: Néstor Kirchner. Aunque Néstor siempre advirtió "nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio, somos peronistas". Pero las nuevas mayorías no lo entendieron así.
Los miles de jóvenes que se fueron incorporando a la política y a la militancia, se auto denominaron kirchneristas, en homenaje a Néstor, que los acercó a la política. Pero el concepto de militancia había cambiado.
Muchos compañeros y compañeras confundieron la militancia, con puestos y nombramientos en las diferentes estructuras del Estado. De esta manera se fueron ‘burocratizando’, para utilizar un término que la JP de los ‘70 usaba para definir a los dirigentes gremiales y políticos, que respondían más a la estructura burocrática de sus lugares de pertenencia, que a las demandas de los sectores populares que debían representar.
Olvidando de esta manera la premisa militante casi fundante, que pronunciara Evita “donde hay una necesidad nace un derecho”. Porque un militante nunca debe dejar de serlo cuando accede a la función pública.
Ese fue el virus con que el neoliberalismo fue infectando a importante cantidad de militantes que llegaban a la función pública, para acomodarse y no para servir.
Sur, macrismo, corona virus y después.
Si algo faltaba para completar el panorama de los errores sin autocrítica de los buenos gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con la aceptación prematura de la ¿derrota? De Daniel Scioli sin presentar una sola denuncia por los dudosos resultados de la elección, lo que vino después fue un tsunami del “anarco capitalismo financiero” como bien lo definió la ex Presidenta hoy Vice Presidenta.
El gobierno de Mauricio Macri vino a completar la maquinaria montada por Martínez de Hoz, que complementó Domingo Cavallo, y a la que “el mejor equipo de los últimos 50 años” completó con el saqueo planificado y la entrega a amigos y socios de todo lo que pudiera darles ganancias y empobrecer a la población.
Para conseguirlo armaron una verdadera banda integrada por jueces, agentes de inteligencia y personajes varios, como para gobernar hasta el fin de los tiempos.
Por fortuna siempre queda gente honesta y que cumple con las funciones para las que fueron elegidos.
Pero dejaron el país al borde de la quiebra y endeudado por 100 años.
La Corte Suprema de Justicia también sirvió a los intereses que hundieron al país y a la gran mayoría de la población.
El Frente de Todos que asumió el gobierno luego de la tormenta perfecta macrista, con un plan de gobierno aspiracional, y a poco de dar el discurso ante la Asamblea Legislativa, el Presidente Alberto Fernández, tuvo que empezar a lidiar con la pandemia que inundó el planeta.
A poco de andar la coalición integrada por la corporación dueña de medios de comunicación, sectores del Poder Judicial y su ‘brazo armado de inteligencia’ lanzaron toda su artillería anti democrática pergeñada en los comienzos de la década del ‘30 fortalecida en el ‘55 y ‘66 blindada desde el’76 y perfectamente articulada entre los ‘90 y el período 2015/2019.
Los militantes de la muerte
Con el Covid-19 arrasando vidas a lo largo y ancho del planeta, la coalición ingobernable, desplegó toda su artillería de ‘armas silenciosas para guerras tranquilas’ intentando desgastar y desprestigiar cada una de las acciones de gobierno destinadas a cuidar la vida de la población.
Para tan infame tarea de negación de la realidad mundial y local, se prestaron personajes reconocidos de la farándula, del mundo de las letras, y muchos personeros del anti peronismo más violento.
El colmo de la vileza de este conglomerado de odiadores profesionales, se puso de manifiesto ante el recrudecimiento de contagios y muertes que llevaron al gobierno nacional a suscribir el DNU 241/2021 que suspendió las clases presenciales en el ámbito del AMBA (CABA y PBA) por 15 días. Esto despertó el espíritu ‘revolucionario’ del GCBA con Larreta al frente negándose a cuidar la vida de los integrantes de la Comunidad Educativa. De la misma manera en que no se ocupó de vacunar a los docentes y de privatizar la vacunación en su territorio.
Para lograr su nefasto cometido recurrió a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que como fundamentó de manera abundante y consistente la Jueza Elena Highton de Nolasco, la CSJ no tiene incumbencia, ni le corresponde intervenir en este caso. En un fallo extemporáneo le concedió a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un estatus que la Constitución Nacional reformada en 1994 no le otorga.
Así están las cosas hasta el acto realizado en Ensenada por el Frente de Todos.
(Continuará)
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