Voy a recurrir a una parábola producto de mi desviación profesional para describir una situación que supuestamente no tiene una salida óptima, como es la negociación con el FMI.
La Argentina la podemos asimilar a un paciente; el mismo sufre un cáncer que en éste caso es la situación de dependencia, originada por una deuda impagable, que en lo económico como en lo fisiológico no ha sido rechazada por el organismo, sin que ningún mecanismo institucional o inmunológico haya actuado en su defensa, ante el avance de la enfermedad. Esta es la situación que enfrentamos y la cual debemos avocarnos.
Entonces tenemos un cáncer: el FMI, el cual debemos analizar cómo fue originado, si por una situación de stress social y económico puede ser una explicación racional desprovista de las complejidades de un organismo vivo, pero otra es una mutación genética violenta y disruptiva, como fue en lo político el macrismo, que siendo del propio cuerpo Argentino, cambia su situación de pertenencia y comienza a actuar como ajeno al mismo, como colonizador, dañando a su propia existencia, desplegando una enfermedad que va a teñir los próximos años de la vida, condicionando sus ahora enterrados proyectos a futuro como país. Un parangón entre lo institucional y la vida.
Ante ese diagnóstico entonces el próximo paso será analizar cuáles son los tratamientos que podemos instituir a los efectos de eliminar el cáncer de ser posible, detener su avance, controlar los daños que pueda producir y sus expansiones o simplemente acompañar con tratamiento paliativo el dolor, ante la inminencia del desenlace. Cada uno de ellos merece una explicación del detalle del contexto en el cual puede desarrollarse, ya que se trata de un paciente en estado delicado que viene de atravesar una situación pandémica totalizadora, institucional y orgánica, que lo ha dejado profundamente debilitado, sumada a una peste terminal anterior que devastó sus defensas por 4 años de neoliberalismo.
Eliminarlo sería una decisión quirúrgica de rápida acción para intentar, sacar le tumor, con las mínimas secuelas en los tejidos posibles, en éste caso tanto sociales como económicos, con un tratamiento posterior de control de daños para evitar su expansión a futuro, analizando si el cuerpo resiste semejante intervención comando, ya que como cualquier cirugía de éste tipo pone en riesgo la vida misma, en un situación límite donde se juega al todo o nada.
Detener el mismo cáncer, sería a partir de un tratamiento masivo que pone a todo el cuerpo bajo ataque de la medicación, todo lo sistémico bajo fuego, en un incendio generalizado intentando quemar al tumor, en éste caso en particular tanto orgánico como institucional, intentando postergar los daños a futuro, que más allá del tiempo que se logre ganar, sabemos que va a volver con capacidad de daño, más allá de los esfuerzos actuales. Sería comparable a una quimioterapia que actúa como una bomba a todo nivel, en un intento de evitar su expansión, pero produce efectos secundarios fuertes.
Controlar los daños exclusivamente, es una mecánica que sólo se dedica a controlar la evolución, actuando ante cada situación de descontrol, corrigiendo las situaciones complejas que se vayan sucediendo en cada etapa de la enfermedad, atacando puntualmente las metástasis o los conflictos coyunturales en lo político, pero siempre con un final determinado, sin tiempo definido, con la sola finalidad de esforzarse por mantener la calidad de vida y con expectativas de subsistencia prolongada, con final abierto y a veces con pensamiento mágico en la esperanza que aparezcan nuevos escenarios. O sea manejar la situación adaptándose a ella, ya resignadamente, a su proceso de desarrollo sin poder planificar nuevas proyecciones de vida a largo plazo, resolviendo el día a día.
Diferente es el tratamiento paliativo, un final inexorable en dónde la única función de los procedimientos a adoptar serán los necesarios para evitar el encarnizamiento médico o el dolor social profundo, aliviar los padecimientos, acompañar la muere digna del organismo y la soberanía y rodeado de los mayores posibles amortiguadores a la finitud, ante la inminencia del desenlace. En términos del FMI esto sería aceptarnos como colonia, dejar en sus manos la economía, la cultura, al pueblo y las instituciones sin ejercicio de soberanía, ni capacidad de respuesta nacional, enterrando la identidad y la memoria colectiva de generaciones.
Esta parábola descriptiva de un desarrollo de la vida nacional cada vez que el FMI actuó en nuestro país, no es más que la explicación del diseño estratégico del Imperio en nuestra región dominando y colonizando los pueblos, desde el siglo XlX cuando los anglosajones, desplazando y apoyando los procesos emancipadores latinoamericanos, tenían desplegada una geopolítica de ocupación. Pensemos en 1833 la ocupación de Malvinas primero por EEUU y luego por Inglaterra, desplazando al gobernador Vernet, en la incursión al Paraná en nombre del libre comercio con los franceses para fundar un nuevo país mesopotámico, dañados y echados por Rosas después de Obligado, Tonelero y Quebracho entre muchas otras batallas menores.
Podríamos seguir con “otros cánceres” desde Rivadavia y la Baring, pasando por Mitre y los ingleses en el Banco estatal, llegando a Presbich y su ingreso con la fusiladora al FMI. Idas y vueltas de una patología recurrente, que sólo el pueblo pudo resolver cuando las propuestas políticas contuvieron sus ansias de liberarse de la extorsión asfixiante del cáncer deudor, del control colonial, de la dependencia como sistema de vida. Eso fue Irigoyen y Perón en el siglo XX y en el XXl con Néstor y la refundación de la Patria Grande del UNASUR, continuada por Cristina.
Entonces no es un tema económico el que estamos tratando, es esencialmente una decisión política, como la de instituir un tratamiento, que logre lo máximo posible, al menor costo orgánico posible o en términos políticos en menor daño económico y social que pueda conseguirse en las posibilidades de sobrevida del paciente. La Argentina vivirá por siempre, la Patria Grande también, si lo haremos en función de ser colonia o de ser Patria es una fuerte decisión que debe adoptarse en función de la relación de fuerzas existentes, el cuadro de situación que se analice y despliegue tanto nacional como internacional y la voluntad de lucha que tenga el organismo en lo individual del cáncer o el Pueblo movilizado en lo institucional del país.
por JORGE RACHID
PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
Caba, 29 de enero de 2022
BIBLIOTECA
Dada la temática no ofrezco hoy bibliografía que acompañe
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