La solución a la crisis económica y medioambiental actual podría encontrarse en la ‘economía del dónut’, un modelo planteado por la economista Kate Raworth que busca dar el salto a los sistemas regenerativos y distributivos: un lugar en el centro, seguro para la humanidad y justo con los recursos del planeta.
07 OCT de 2021
Santiago Alfonso
@alfonso_fsm
En 1960, W.W. Rostow, consejero del presidente Kennedy, planteaba una nueva tesis sobre el crecimiento económico de Estados Unidos: en un total de cinco fases, la sociedad pasaría de una cultura tradicional y poco desarrollada a una que, junto a la economía, se definiría por el consumo en masa. Representadas a través de la metáfora de un avión despegando, el motor común a todas estas etapas residía en la búsqueda de un crecimiento económico no solo continuado, también expansivo. Alabado por muchos, este modelo viene a definir la filosofía económica de Occidente, una que, sin embargo, en las últimas décadas no ha demostrado ser sostenible. Es más, el propio Rostow se preguntó en su libro Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto anti-comunista lo siguiente: «¿Qué podemos hacer cuando este crecimiento continuo pierda su encanto?».
A lo largo del tiempo, la búsqueda de alternativas al modelo económico y productivo actual se han limitado al análisis de viejos ensayos. Pero existe una nueva propuesta, mucho más contemporánea (en nombre y ambiciones) que puede dar con la clave definitiva. Es la llamada ‘economía del dónut’, acuñada por la economista inglesa Kate Raworth, quien trató de plasmar sobre el papel las ideas de un nuevo modelo capaz de cubrir las necesidades básicas de la humanidad sin comprometer los límites ecológicos del planeta. Así, trazó un circulo donde se definían las necesidades básicas de toda persona y, alrededor de ellas, el techo ecológico de nuestro planeta. Es decir, lo que queda entre ambas circunferencias es esa zona ‘habitable’ donde todo el mundo supliría sus necesidades básicas mientras que los recursos del planeta son utilizados de forma sostenible. ¿Imagina ya el dónut? Pues bien, ahí se encuentra el equilibrio entre el bienestar humano y el de nuestro planeta.
Raworth presenta este nuevo modelo económico como el equilibrio perfecto entre el bienestar humano y la salud del planeta
Esta representación visual sirve como marco de trabajo para el desarrollo de medidas reales que traten de mantener a la sociedad en el espacio intermedio de la rosquilla, aquella zona que Rawort denomina «un lugar seguro y justo para la humanidad». La construcción del modelo bebe de grandes teorías, principalmente diseñadas desde la ecología. Así, el techo ecológico está conformado por los nueve límites planetarios propuestos en 2009 por Johan Rockström y Will Steffen y el suelo de mínimos se cimenta sobre los ideales de los más que conocidos Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS). Esto convierte al modelo de la rosquilla no solo en una teoría innovadora, sino en la síntesis de los últimos avances conseguidos desde diversos campos como la ciencia o la política. De hecho, no se limita a exponer únicamente la necesidad de un nuevo modelo económico basado en todo este conocimiento previo, sino que proporciona herramientas para que, aquel que lo desee, pueda virar hacia una economía regenerativa y distributiva.
Para Raworth, los sistemas actuales son degenerativos por su búsqueda incuestionable (e incansable) del crecimiento económico. Y es que aquellos que idearon las teorías económicas nunca fueron testigos de un escenario de crisis ambiental como el nuestro, por lo que realmente nunca se pudo esperar que dichas propuestas tuvieran las respuestas a los retos actuales. Por el contrario, una economía regenerativa favorece la distribución de poder, conocimiento y riqueza entre todos, porque el modelo de la rosquilla no tiene implicaciones únicamente económicas. Tras varios siglos en los que diversas élites han copado el acceso a bienes económicos y a ideas, la economista cree que nos encontramos en un momento idóneo para trazar un cambio de paradigma en el que, de la mano de las tecnologías más avanzadas –como el blockchain, las redes peer-to-peer o la impresión 3D–, el acceso a la información y a los beneficios económicos permitan vivir en ciudades que no necesiten crecer para prosperar.
Ciudades como Ámsterdam ya han decidido aplicar la ‘economía del dónut’ para la recuperación tras la pandemia
Esta idea de prosperidad sin crecimiento es contraria a los modelos actuales. Por eso, conseguir trazar e implementar ideas que la lleven a cabo puede resultar difícil: se necesita un cambio de mentalidad. Hace un año se fundó el Doughnut Economics Action Lab, una institución desde la que se trata de hacer ese dónut real a través de cambios transformadores y efectivos. El proyecto se encarga de dotar de herramientas a todo aquel que quiera llevar a cabo su aplicación. Carlota Sanz, economista española, es cofundadora del laboratorio, desde el que inspira a otros en la búsqueda de un mundo mejor. «A día de hoy, tenemos economías que son más ricas que nunca y, sin embargo, todavía creemos que prosperar significa una expansión ilimitada de una cifra económica como es el PIB», argumentaba recientemente en una entrevista. «El debate no es si una economía crece o no. Lo importante es qué tipo de crecimiento tiene: la economía es una ciencia social hecha por las personas y las personas pueden cambiarla».
Muchas ciudades alrededor del mundo están aplicando las teorías de Raworth en su propia gestión. Ámsterdam es una de las más representativas, pues ha elegido este modelo para la recuperación económica y social tras la pandemia. Entre las aproximaciones más comunes en la práctica, encontramos ciudades gestionadas en coherencia con los ecosistemas que las rodean, donde la gestión de los residuos pasa por su reducción y la participación ciudadana toma la iniciativa para una equitativa distribución de conocimiento y poder.
Ante los modelos económicos degenerativos, cada vez más expertos declaran que es imposible ese crecimiento eterno que buscan la mayor parte de las economías mundiales. Estamos, como defiende Raworth, política y socialmente adictos al crecimiento. ¿El remedio? Cambios económicos, políticos, sociales, financieros; innovaciones que permitan superar la estructura de dependencia para que podamos centrarnos en el equilibrio humano dentro de los límites ecológicos del planeta.
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