Hace aproximadamente un mes, Netflix
estrenó en todo el mundo la mini serie “Llámame Francisco”, que cuenta
la historia de Jorge Bergoglio desde su primera juventud, hasta el
momento en que es llamado a Roma, tras el renunciamiento del Papa
Benedicto XVI y su posterior elección como líder de la fe católica en
todo el mundo.
La serie que tiene a un Rodrigo de la
Serna en estado de gracia, comienza reafirmando la pertenencia político
ideológico de Bergoglio en el Peronismo y cómo este eligió sin demasiado
esfuerzo la vocación de cura en la orden de los Jesuitas, en detrimento
de un romance con una mujer que lo amaba profundamente. A partir de
allí, y en los cuatros capítulos que dura el audiovisual biográfico,
vemos contada con una vorágine digna de las mejores series
norteamericanas y con (vale la pena insistir en este punto) un Rodrigo
de la Serna en una actuación consagratoria, la vida del actual Papa:
escalando en la orden Jesuita hasta llegar a ser Superior Provincial, su
amistad con Monseñor Angeleli y con la Madre de Plaza de Mayo
desaparecida en la Iglesia de la Santa Cruz, Esther Ballestrino, su
relación
tumultuosa con las altas jerarquías de la Iglesia Católica durante la Dictadura Cívico-Militar y su obra como responsable directo de los curas villeros ya como Cardenal Primado de la Ciudad de Buenos Aires.
tumultuosa con las altas jerarquías de la Iglesia Católica durante la Dictadura Cívico-Militar y su obra como responsable directo de los curas villeros ya como Cardenal Primado de la Ciudad de Buenos Aires.
La actuación de Jorge Bergoglio durante
la Dictadura más sangrienta que asoló nuestro país entre los años 1976 y
1983, actuación que aun hoy genera polémica, queda salvada durante la
mini serie. Se lo muestra como un sacerdote con altos contactos a nivel
político y eclesiástico, que en la medida de sus posibilidades salvó y
ayudó a militantes perseguidos por los monstruos del genocidio. Sin
embargo, la serie tampoco inventa- y podría haber sido así- lo que
Bergoglio no fue: un activo militante contra la Dictadura. Muy al
contrario se lo ve como un joven cura que inmerso en su laberinto
personal, sufre y hace convivir su pensamiento más de corte progresista
con el dogma eclesiástico del que es un devoto fiel. Esta contradicción
se puede ver casi con nitidez absoluta en el momento que acepta bautizar
a los hijos de su amiga Alicia Oliveira, pero se le atraganta la comida
cuando se entera que no se quiere casar con su pareja con la cual
comparte techo. Los que conocen a Bergoglio sostienen que esa postura
político ideológica tirada a la centro izquierda dentro de la Iglesia y
que lo alejan de las posturas medievales como al del Obispo de La Plata,
Monseñor Aguer, se enfrenta aun hoy con su absoluta organicidad con los
lineamientos principales del dogma católico.
Sin dudas, la parte más polémica de la mini serie es la que cuenta el secuestro de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics y cómo se desenvolvió Bergoglio ante la desaparición forzosa de sus compañeros de Orden. La serie de Netflix muestra a un padre Jorge yendo personalmente a la Villa del Bajo Flores (donde militaban los dos curas) a advertirles que ya no los podía cuidar más y que el Cardenal Aramburu, por ese entonces Cardenal de Buenos Aires, les iba a quitar la licencia para decir Misa.
Sin embargo, Horacio Verbitsky en su
nota “La mala conciencia del Pontífice” publicada el 2 de enero en el
diario Página/12, sostiene que el episodio fue exactamente al revés: “Yorio
explicó hasta el cansancio antes de morir en el año 2000 que Aramburu
pudo quitarles las licencias porque antes Bergoglio los separó de la
Compañía de Jesús.”.
La relación del Verbitsky con Bergoglio
fue conflictiva desde siempre, mucho más aun cuando el actual Papa era
Cardenal de Bueno Aires y se negaba sistemáticamente a recibir a los
Organismos de Derechos Humanos que pedían explicaciones sobre el papel
de la Iglesia durante la Dictadura. En la serie también se intenta
justificar ese accionar del actual Papa cuando al encontrar el cuerpo de
su amiga, y de otras madres de la Santa Cruz, solicita ir a la misa de
homenaje; pero al decírselo a Alicia Oliveira- ya en 2004 Defensora del
Pueblo de la Nación- y ante la respuesta negativa de ella porque “no había buena onda con la Iglesia”, Bergoglio le contesta algo así como: “está bien,
no voy, tienen derecho a estar enojados con la Iglesia”.
Lo cierto es que más allá de que esa conversación haya sido real, jamás
recibió como Cardenal a los Organismos de Derechos Humanos.
Lo que nadie podía imaginar, ni aun los
más cercanos (o tal vez sí, pero no lo habían manifestado), era que ese
Bergoglio se iba a convertir en este Francisco: principal voz contra
hegemónica del planeta frente a los desquicio del capitalismo financiero
que arruina países, pueblos y medio ambientes a lo largo y ancho del
mundo. Sin conocer a Verbistsky imagino que él debe ser el principal
sorprendió. Francisco se convirtió desde que asumió en la voz mundial de
los que no tienen voz. Y si a esto le sumamos que los que festejaban
porque Bergoglio fue nombrado Papa en 2013, hoy lo quieren poco; y los
que nos horrorizamos cuando fue nombrado Obispo de Roma hoy lo vemos con
buenos ojos, la cosa se pone aún más difícil de explicar.
Lo que sí es una profunda lástima y
hasta da un poco de vergüenza ajena, es ver a tantos compañeros
valiosos, queriendo ser más papistas que el Papa, convirtiendo a
Verbitsky en un enemigo sólo por decir lo que investigó durante años y
que – más allá de la carta que el propio Jalics público hace algún
tiempo en donde desmiente que Bergolgio haya sido su denunciante y a los
dichos del propio Yorio de que (como se muestra en la serie) fue el
Padre Jorge el que le consiguió pasajes y documentos para salir del país
cuando fueron liberados por sus secuestradores- parecen estar basadas
en fundamentos y hechos probados. Más pena da ver brotar cierto anti
semitismo de algunos, que confunden judaísmo con el Estado Terrorista de
Israel y acusan de manera imbécil, sólo por ser suaves, a Verbitsky de
agente de inteligencia israelí. El que diga tamaña barbaridad jamás ha
leído a Verbitsky, que debe ser sin miedo a equivocarme, el periodista
argentino que más ha denunciado las atrocidades que cometen a diario los
gobernantes del país de Medio Oriente.
Horacio Verbitsky es no sólo el mejor periodista que ha dado este país desde Rodolfo Walsh a esta parte, es además un probado militante de las causas justas y populares. Por su parte, el Papa Francisco es en la actualidad el único líder mundial con real importancia, contra las matanzas que produce el sistema capitalista imperante. Además, nos ha hecho entender a muchos de los que no tenemos fe, la importancia de ésta para los sectores populares, haciéndonos seguramente mejores militantes.
A Francisco como a Horacio los necesitamos y definitivamente hay que llamarlos a los dos.
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