Hace exactamente un año, ella nos sorprendió. Mucho se había especulado. Que iba, que no iba; que quería, que no quería. Que era éste o era aquel.
Nadie había imaginado la solución que a ella se le ocurrió, ese jaque mate, esa jugada de game over, para salir por arriba del laberinto que muy bien había definido el propio Alberto cuando dijo “con ella no alcanza, sin ella no se puede”.
Nadie había imaginado esa salida, esa solución audaz que permitía a la vez que el candidato no fuera ella –aportando votos de afuera-, pero que esa figura pudiera obtener también todos los votos del espacio kirchnerista sin sufrir dispersión, evitando la perdida inevitable que aparece cuando un líder pretende trasladar sus votos a otro candidato.
Nadie puede garantizar el traslado de todos sus votos a otro dirigente. Ni Perón pudo. Recordemos que en 1973 su candidato, Héctor J. Cámpora, obtuvo 49% de los votos, mientras que tres meses después el propio General lograba el 62%.
La de ella fue una de esas decisiones que se transforman en icónicas, que resumen una trayectoria en un rapto de genialidad. Dejó de pugnar con los simples mortales, con otros dirigentes políticos que hoy compiten o pueden competir en el futuro por éste u otro cargo, y la elevó a jugar otro campeonato, con figuras que ya no están, pero que fueron las más grandes.
Volvió a nacer, con otra naturaleza. De la carne al bronce. Eso logró esa manaña.
El bronce cumple hoy un añito.
1 comentario:
Bien aho
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