1
Jacobo Timerman sufrió su segunda desaparición en julio de 1977. Son espeluznantes sus relatos acerca de la tortura que recibió de parte de quienes representaban al estado argentino – en este caso al estado de la Provincia de Buenos Aires, para ser más precisos-. Entre otras cosas contó cómo se ensañaban con él Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, quienes elegían hacerlo en persona.
Los dos jerarcas pasaron a la historia negra de la dictadura como los más despiadados perversos (si se pudiera hacer una escala de la maldad humana en tales contextos) que combinaban la feroz abyección de sus actos con una pública admiración del nazismo. El prisionero declaró, cada vez que pudo, que sus torturadores lo interrogaban sobre varios asuntos y que intercalaban el interrogatorio con encendidos insultos vinculados a su condición de judío, entre retratos de Hitler y cruces esvásticas para que no quedaran dudas.
Uno de los hijos de Jacobo, Héctor, con 23 años entonces, recorrió dependencias judiciales y alguna comisaría hasta que dio con Etchecolatz y consiguió que lo atendiera. Héctor fue al encuentro pactado acompañado por el abogado de su padre y por el rabino Marshall Meyer. Las crónicas de este encuentro reconstruyen un diálogo entre un hijo que implora por la liberación de su padre y un psicópata que sabe que puede hacer con el prisionero lo que le diera gana y cuya capacidad discursiva apenas supera el silencio.
El comisario hasta se permitió interrogar con desdén al rabino: “Y usted, cura, ¿quién es?”. Meyer se puso de pie, se acercó al represor, y enfático, explicó: “Este cura es un pastor que busca a una oveja de su rebaño y sé que vos sos el ladrón que te la llevaste. Soy el pastor de Jacobo Timerman y vos tenés a mi oveja. No me voy hasta que no me la devuelvas”. Cuentan que la reunión no duró mucho más.
Primero legalizaron su detención y después desterraron a Timerman padre, quien salvó su vida y abandonó el país con sus hijos. El odio de la dictadura llegó a quitarle la ciudadanía argentina que Jacobo había elegido décadas atrás (el empresario periodístico había nacido en Ucrania).
Con el tiempo, democracia mediante, Héctor volvió de su exilio neoyorkino y se incorporó decididamente a las filas del peronismo. En 2004, Néstor lo nombró Cónsul General de Nueva York, y en 2007, embajador en USA, aprovechando sus excelentes vínculos con la prensa y la progresía del poderoso del norte. Más conocido, por supuesto, fue su rol de Canciller a partir de 2010. Difíciles años, en los que enfrentó a buitres y consolidó mercosures.
Recupero esta historia para que tomemos conciencia de qué son capaces las políticas del presidente Macri. De qué ha servido su prédica inclaudicable de asociar a los derechos humanos con un curro, de qué ha servido reemplazar la discusión política por la judicialización permanente, de qué ha servido entregarle el poder comunicacional a un par de omnímodos empresarios, de qué ha servido que la Corte Suprema (renovada) dictara su oprobioso “2x1”.
Hoy, Héctor, gravemente enfermo, está con prisión domiciliaria. Su estado de salud lo ha salvado del escarnio que los caprichos de la mayoría de los Jueces de Comodoro Pro han arrojado a D’elía, a Boudou, a De Vido, a Zannini… Así como es todo un signo de época que el Secretario del juzgado de Bonadío sea el hijo del milico que detuvo al joven militante “Chino” Zannini en los años de la Dictadura, es un enorme símbolo de época que haya sido posible que un tribunal le diera prisión domiciliaria al violador/torturador/criminal/nazi Miguel Etchecolatz, y obtuviera la misma condición de arresto que el hijo de su otrora prisionero torturado, el excanciller de la democracia, Don Héctor Timerman.
2.
Livianamente, algún medio que crea incursionar en la osadía de esgrimir algún argumento opositor, puede llamar a esto “mal de época”. Tal caracterización corre el riesgo de aceptar benignamente la situación como un síntoma más de aquellos cambios votados por la sociedad en 2015. Discrepo. De ningún modo las políticas de DDHH del kirchnerismo fueron jamás mal consideradas por el conjunto de la población. Las críticas se limitaban a oportunidades y rondaban a lo sumo en su “utilización”. Por izquierda se la criticaba por cierto “adueñamiento” del tema. Esto es viejo: como cuando desde una presunta “voz del proletariado” se acusaba al peronismo de otorgar derechos a los trabajadores. Zonceras, diría Jauretche.
Mal de época, en el más cordial de los casos, es un horroroso reconocimiento de parte. Si una de las tantas voces y de las tantas plumas que cuenta el oficialismo (si digo el 95% en medios masivos creo quedarme corto) admite que de eso se trata tendrá que reconocer que acepta como costo inevitable que los torturadores recuperen su libertad o los asesinos y violadores sean perdonados. En fin, así será un mal de época, nomás.
Sobre cómo se llega a este punto, no hay secretos: sólo hay que vincular aconteceres. Si padecemos un gobierno que nombra supremos cortesanos por decreto, si acepta que se archive la causa Papel Prensa (el estado argentino fue querellante), si desmantela todos los programas y oficinas de DDHH de los ministerios de Justicia, de Educación, de Seguridad, de Defensa; si los trabajadores de esas áreas y de muchas otras son despedidos con un policía armado en la puerta que notifica a los trabajadores; si hace desaparecer a un militante durante unos 70 días y hace aparecer su cuerpo cuando lo desea y en el estado que desea, si mata a un joven por la espalda; si gasea a la multitud que se opone a una ley, si denuesta al jefe de los fiscales hasta hacerlo renunciar; si permite que la gendarmería solicite a Diputados de la Nación documentos para ingresar a la Cámara y, peor aún, los denuncia penalmente porque defienden a la población reprimida; si blinda la Plaza de los dos Congresos para que los ciudadanos no lleguen con sus peticiones; si desalojan a los obreros (echados) de una fábrica a palazo limpio como si fueran los responsables y no las víctimas del cierre…
En fin, creo apenas haber enumerado algunas chispas de ese fuego que ha encendido el Gobierno de Cambiemos so pretexto de generar una hoguera para expiar al país (casi uso indebidamente la palabra patria, término que malgastó tanto la dictadura como le rehúye el neoliberalismo) de todo kirchnerismo. Tarde se dan cuenta los democráticos detractores de los años “k” que van a ir al mismo fuego si persisten en sortilegios, ya no revolucionarios, sino apenas democráticos. Esto también es conocido: como aquellos que se quejaban de cargas impositivas sobre agraciados salarios con una solvencia y determinación que no emplean para defender la fuente laboral de un compañero o la mismísima independencia económica respecto del FMI.
Analistas de toda laya, adscripción y trayectoria aceptan como una posibilidad que una dirigente de una agrupación política social pase dos años en prisión porque supuestamente “habría” aconsejado que otra persona arrojara, hace casi una década, un huevo en el rostro del actual gobernador, o porque una de sus compañeras se peleara con una vendedora de bombachas en la calle… Cualquier causa abierta a Milagro Sala ya es una afrenta al sentido común de la humanidad, cada minuto que se le estira en prisión merecería un nuevo capítulo del “Yo acuso” de Émile Zola.
Pareciera que en estas tierras no tiene sensatez defender la libertad de hombres y mujeres, y la cárcel sugestionara a la civilidad con que las “cosas se ponen en su lugar”. Está cada vez más claro que Milagro está presa como mensaje a los movimientos sociales para que se mantuvieran a raya. Cuidadito con organizarse y repartir casa, vivienda, trabajo y escuela, como osó la Tupac.
Del mismo modo, no hay suficientes probanzas que arrinconen a De Vido más que la constante sorna y prédica en su contra de debatidores de set televisivo. Lo imperdonable es que comandó en un ministerio que levantó 700 escuelas, 16 universidades y cuanta obra pública se haya concretado (no se le puede negar que era una especie de superministerio), desde hospitales a represas, desde satélites a caminos. Si hubiera corrupción estructural en sus largos 12 años de gestión qué panzada tendría Magnetto… Pero la realidad es que mendiga la supuesta mala factura de un presupuesto realizado por una universidad pública.
Me dedico a las letras; no a las leyes. No voy a ejercer ninguna defensa jurídica porque no sabría hacerlo. Sólo hacer notar a propios y extraños que en la hoguera amarilla que encendió Mauricio, pesquisados al estilo de Gendarmería en una movilización, que captura tanto a cartoneros como a profesores saliendo de una pizzería, hay lugar para todos, para Boudou, Secco o Arakakis, para mapuches y noruegos antiglobalización, y fundamentalmente para Cristina a quien deben sacar de carrera, como pretenden hacer con Lula en estos días. No hay dudas de que el imperio premia a quienes devuelven a América del Sur a ser aquel añorado patio trasero. Los insolentes que cambiaron la casa con arquitecto propio son alcanzados por la flamígera persecución judicial.
Ojalá la desgracia del imperio de estado de Derecha permita reflexionar y unir más al campo popular que nunca antes. Para que lo que se acepta como “mal de época” empiece a crujir en las conciencias. Por este camino, este Gobierno, este grupo de Gerentes –disfrazado de partido político- se va a llevar “mucho más que puta guita”, parafraseando al Indio. No sólo nos va a devastar en lo económico y productivo como es fácil darse cuenta. Sino, mucho más grave, en lo moral.
Que Zannini esté preso con una acusación tan frágil como la que le acometió la Dictadura. Que Etchecolatz y Timerman estén “emparejados” en su situación de castigo, debe estremecernos. No es una cuestión ideológica. Es moral. Es lesivo de la historia y de la condición humana.
por Ricardo Krakobsky
(ENVIADO POR MAIL AL EDITOR DE MIRANDO HACIA ADENTRO)
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