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miércoles, 20 de junio de 2018

ACUERDO CON EL FMI: EL MEMORANDUM DEL AJUSTE IMPOSIBLE, por Gonzalo Gilardes (para "Cronista" del 19-06-18)




“- El conocimiento podría ser fatal. Es la incertidumbre la que nos encanta. La duda convierte a las cosas en algo maravilloso.
- Podemos perder nuestro camino.
- Todos los caminos terminan en el mismo punto, mi querida Gladys.
- ¿Cuál es?
- La desilusión.”
El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde.


Gobernar a la Durán Barba

Vuelvo a repetirlo al igual que lo hice en la mayoría de las columnas que escribí en este medio, los dos problemas centrales de la economía argentina son:

a) un déficit de cuenta corriente y un volumen de dolarización insostenible. Durante el 2017, ambos fenómenos significaron una necesidad de u$s 40.000 millones en el mercado de cambios local.

b) una economía estancada con una performance muy deficiente en términos de empleo. El PBI per cápita de fines del 2017 fue un 4% menor al de fines del 2011.

Ambos fenómenos se observan desde el año 2012 aunque con diferente intensidad y respuestas de política en el transcurrir de los años.
El déficit externo se da por bienes y seervicios y también por turismo

Sobre el primer aspecto, hay tres cuestiones centrales:

i) el déficit de cuenta corriente vinculado a las exportaciones e importaciones de bienes y servicios,

ii) el déficit de cuenta corriente vinculado al turismo, y

iii) la dolarización.

El déficit de cuenta corriente i) se vincula principalmente con la inserción internacional del país como productor de bienes primarios (fenómeno estructural de origen real) y la interminable recesión brasilera. El  déficit ii) se vincula con el valor del tipo de cambio real (fenómeno coyuntural asociado a la apreciación cambiaria). La dolarización iii) tiene vinculación con decisiones de portafolio de los agentes de una magnitud suficiente como para convertirse en un fenómeno macro (estructural de origen financiero).

Durante estos dos años y medio, sobre el déficit externo y la dolarización, el Gobierno no se pronunció. Mientras hubo acceso al financiamiento externo, fueron “no temas”. Sólo se habló del “déficit fiscal y la emisión” en  discursos que pueden entenderse en economistas que critican al gobierno desde “la culpa es de los políticos que no quieren echar empleados públicos o de los docentes que faltan mucho” y evitan referirse al déficit externo porque saben que la “flotación libre del tipo de cambio” que proponen, en la coyuntura actual, significa una devaluación imposible.

Ahora, una cosa es criticar y otra gobernar. El ajuste en marcha no es responsabilidad de los Espert o Milei. Tampoco del FMI. El responsable es un gobierno que no hizo ningún esfuerzo para disminuir el déficit externo y la dolarización aprovechando los u$s 100.000 millones de nueva deuda externa que emitió en estos dos años y medio. Se prefirió gobernar “a la Durán Barba”, y acá estamos.  

    "El ajuste en marcha no es responsabilidad de los Espert o Milei. Tampoco del FMI. El responsable es un gobierno que no hizo ningún esfuerzo para disminuir el déficit externo y la dolarización"

El ajuste era evitable

La mayor parte de las columnas que escribí durante el ultimo año partían del convencimiento de que el ajuste era evitable o morigerable. Es cierto, es contrafáctico. En la primera columna que escribí en abril del 2017 decía: “Lamentablemente, para un país como el nuestro no es posible tener déficit de cuenta corriente por siempre y en algún momento las cuentas externas deberán equillibrarse. El cómo dependerá de las decisiones que tomemos durante los próximos años. Si elegimos seguir tomando deuda todo lo que se pueda, total la paga el que viene después, si creemos que los problemas de un país pueden abordarse sin una visión sistémica que convoque actores sociales, económicos y políticos, si evitamos acordar una política industrial para el siglo XXI y perdemos meses en cuestiones cosméticas como el costo financiero del ahora 12, si posponemos la reforma de nuestro sistema tributario para que aliente la producción, el empleo y la equidad por los siempre presentes costos electorales que nadie quiere asumir, si no incentivamos la inversión en I+D y el fomento de sectores exportadores de alto valor agregado porque el fruto de estas políticas excede el siguiente mandato electoral, si apostamos todo a que aumente el precio del barril de petroleo y que el desarrollo de Vaca Muerta nos permita soñar con rascacielos a lo Dubai en Neuquen desde el cinismo del discurso que nos 'condena al éxito', en síntesis, si seguimos como hasta ahora, entonces, el déficit de cuenta corriente se resolverá, más temprano que tarde, de manera similar a como se resolvió en otros momentos de nuestra historia: con una devaluación cuya magnitud va a depender del nivel del desequilibrio acumulado pero que en cualquier caso va a significar estancamiento, frustración y un nuevo aumento de la desigualdad y la pobreza. La alternativa es más trabajosa y de resultado incierto. Mucho y muy bueno se ha escrito al respecto en el pasado y en el presente (Prebish, Diaz Alejandro, Canitrot, Diamand, etc.) sobre la deficiencia estructural de divisas de nuestra economía y se ha alertado sobre la necesidad de diseñar políticas e instrumentos que diversifiquen nuestro patrón de inserción internacional, disminuyan la dependencia de nuestro aparato productivo de insumos y bienes de capital importados, aumenten los incentivos al ahorro en moneda local, desarrollen una política industrial inteligente, resulten en una dinámica macro consistente, etc....” 


Ministro Nicolás Dujovne

En julio de 2017, en una columna titulada “La insoportable levedad del PRO”, vista desde hoy bastante ingenua, decía: “¿Y si es así, si al final resulta que el PRO es un neoliberalismo a la Durán Barba, es decir, sin sabor ni contenido protéico? En este caso, la buena noticia es que tras las elecciones nos evitaremos los resultados desastrosos de un ajuste ortodoxo, la mala es que seguiremos con más inacción sin intentar resolver los problemas estructurales y coyunturales que tenemos (un ajuste ortodoxo no es la única opción para resolverlos). Y entonces, si esto fuera cierto y el gobierno continuara parecido durante el 2018, ¿cómo seguirá la película? Lamentablemente (y como casi siempre) dependerá del azar: si nos sorprende un shock positivo (aumento en el precio de los commodities o que Brasil vuelva a crecer en forma sostenida por ejemplo) tendremos alivio en términos de crecimiento, empleo, pobreza (poco) y déficit de cuenta corriente, si, por el contrario, nos toca un shock negativo descubriremos que el rey está desnudo en medio de una devaluación abrupta y un altísimo costo social y si la cosa sigue igual, seguiremos en la misma dinámica 2012-2017 mientras el gobierno pueda seguir endeudándose (estancamiento del producto y el empleo, devaluaciones en los años pares, deterioro paulatino del cuadro social, etc.)...”   
El memorándum del ajuste imposible

Los puntos más salientes del “Memorándum de Políticas Económicas y Financieras” firmado con el Fondo Monetario Internacional y difundido la semana pasada son:

a) libre flotación del tipo de cambio hasta que el mercado equilibre la Cuenta Corriente y la dolarización (limitación significativa al BCRA para intervenir en contado y futuros);

b) disponibilidad reducida del Tesoro para intervenir en el mercado de cambios (un monto mensual que alcanza apenas a cubrir la dolarización);

c) una política monetaria restrictiva sobre todo a partir del 2019;

d) un ajuste fiscal exigente al incluir “arriba de la línea” los PPP y los PIP, contabilizar como parte de las metas fiscales la deuda flotante y continuar con metas exigentes de disminución de los subsidios, y

e) la obligación de destinar parte del financiamiento a aumentar las reservas sin  considerar la “contabilidad creativa” del swap china (antes del acuerdo se preveía negociar un aumento) y los encajes en dólares.

Es decir, un ajuste ortodoxo clásico: devaluación + ajuste monetario + ajuste fiscal = inflación cambiaria + recesión.
Lagarde y Macri

¿Qué significaría cumplir con este acuerdo en la coyuntura actual? Una devaluación muy significativa (un dólar $ 28 sería barato), una nueva suba en las tasas de interés, una caída en el volumen de obra pública y el gasto público superior a la anunciada, una inflación arriba del 32% antes de terminar el año, etc. En nuestro país, dadas las elasticidades precio del comercio exterior y el alto traslado a precios del tipo de cambio, el déficit de balanza de pagos ajusta por nivel de actividad y muy poco por precio.
Incumplir el Memorándum: el escenario más probable

 ¿Es probable un escenario donde el Gobierno cumpla con el acuerdo firmado? Entiendo que no.

El tipo de ajuste recesivo-inflacionario que requeriría cumplir con los lineamientos firmados es insostenible desde lo político y social e impracticable en términos económicos. La caída en el nivel de actividad que requeriría ajustar el déficit de cuenta corriente vía disminución de las importaciones (por caída en los salarios reales) sería demasiado significativa (y poco realizable) y altamente inestable por la dolarización (en un escenario de alta conflictividad político y social se puede volver infinita).

    El tipo de ajuste recesivo-inflacionario que requeriría cumplir con los lineamientos firmados es insostenible desde lo político y social e impracticable en términos económicos.

Entonces, ¿cuál es el escenario más probable? Un escenario donde el Gobierno más temprano que tarde, incumpla con los lineamientos establecidos en el memorándum porque el ajuste es demasiado significativo, la devaluación es insostenible, los techos inflacionarios son incumplibles o se acercan las elecciones 2019. En este escenario, el primer compromiso que el Gobierno dejaría de cumplir sería la “no intervención en el mercado de cambios y la flotación libre”.
Si se aparta del memo, el Gobierno intentaría un plan “Perdurar hasta octubre de 2019”

Si se aparta del memorándum, el Gobierno intentaría una nueva versión del plan “Perdurar hasta Octubre de 2019” con nuevo endeudamiento externo destinado a intervenir en el mercado  cambiario, intentando aprovechar el colchón cambiario y la deuda para sostener un nuevo ciclo corto de apreciación cambiaria y relajando el resto de las exigencias del memorándum, en particular, las vinculadas a las reservas netas y la política monetaria y fiscal. En este escenario, donde el gobierno incumple con el Memorándum en el corto plazo, el evento recesivo-inflacionario 2018 sería mayor al de 2014 y 2016 y el rebote 2019 sería menor al rebote 2015 y 2017.

¿Alcanzaría para ganar las elecciones? No lo sé, pregunténle a Durán Barba.
Como siempre, la intención es aportar al debate. Bienvenidas las críticas

Publicado en:
https://www.cronista.com/columnistas/Acuerdo-con-el-FMI-el-memorandum-del-ajuste-imposible-20180618-0091.html 

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