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miércoles, 6 de junio de 2018

EL SÍNDROME DEL LEÓN DE MADAGASCAR, por Sebastián Fernández (para "Nuestras Voces" del 06-06-18)



Por SEBASTIÁN FERNÁNDEZ | 
6 de junio de 2018

La enorme protección mediática con la que cuenta Cambiemos le hace padecer el síndrome del León de Madagascar. Este mal, conjugado con el de Tony Montana, impulsa a los funcionarios a creer que “comunicar bien” significa salir airosos de entrevistas almibaradas y terminan creyendo que son los reyes de la selva cuando en realidad actúan en un zoológico.




Hace unos años se estrenó en nuestro país Madagascar, una gran película de animación dirigida por Eric Darnell y Tom McGrath.

Alex, el león de la película, nació en África pero fue criado en cautiverio en el zoológico del Central Park, donde se convirtió en una estrella adorada por el público. Un día, siguiendo a sus amigos de cautiverio, decide volver a su reserva natal en la que debe enfrentar a otro león. Lo hace con entusiasmo, convencido de que la pelea es otro show más que ganará fácilmente gracias a sus dotes de bailarín. La realidad es más impiadosa y Alex, noqueado ante el primer golpe, es expulsado de la reserva.

La enorme protección mediática con la que cuenta Cambiemos le hace padecer el síndrome del León de Madagascar. Los funcionarios creen que son los reyes de la selva cuando en realidad actúan en un zoológico. Por eso, apenas salen de ese perímetro protegido padecen escarmientos como el de Alex frente a un león de verdad.

Una de las primeras medidas de Cambiemos fue derogar a través de un DNU la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual votada en el 2009. En aquella ocasión, el Jefe de Gabinete anunció no sin cierta emoción en la voz que “hoy termina la guerra contra el periodismo en la Argentina”. Asimilar la regulación pública a una guerra contra el sector privado es una constante en la cosmovisión de nuestra derecha, pero la urgencia y la sobreactuación en este caso mostraron que la iniciativa iba más allá de una cuestión ideológica. La veloz aceptación de la fusión de Cablevisión y Telecom, que, como explicó Martín Becerra, permitirá nuclear “en un mismo grupo empresarial todas las actividades de producción, de circulación social, de distribución y comercialización de noticias, entretenimientos, comunicaciones personales y datos a niveles que son inéditos en la historia del país”, parece confirmar esa sospecha. Es razonable pensar que ambas iniciativas fueron el precio pactado por la protección mediática que el grupo Clarín le otorga, al menos hasta ahora, al oficialismo.

El síndrome del León de Madagascar se articula con otro mal, el de Tony Montana, en el que incurre cualquier oficialismo que empieza a “consumir lo que sólo debería vender”.


Estos dos males conjugados impulsan a los funcionarios de Cambiemos a creer que Mauricio Macri es realmente un “líder venido de otra galaxia”, como escribió un encandilado Eduardo Fidanza luego de la victoria oficialista en las elecciones del 2017, o que “comunicar bien” significa salir airoso de entrevistas almibaradas, con periodistas más interesados por denunciar las terribles calamidades del gobierno anterior que por indagar sobre algún aspecto incómodo del gobierno actual. Al creer que las risas cómplices o las preguntas inofensivas son el resultado de la habilidad del entrevistado y no la esperada contraparte de un acuerdo mayor, los funcionarios terminan creyendo, como Alex, que el zoológico es la selva.

De ahí la incomodidad de nuestros ministros en las conferencias de prensa en el exterior, fuera de su área de protección mediática, o la impaciencia del oficialismo cuando alguna iniciativa inesperada, como el pedido de ayuda al FMI, resquebraja el pacto de no agresión e impulsa a algunos periodistas serios, al menos mientras les dura el asombro, a tratar al oficialismo como si fuera la oposición. El inexplicable mensaje del presidente alabando las lámparas de bajo consumo y denunciando “las locuras” de CFK, que logró el milagro de unificar al peronismo en su contra, sólo se explica por la pérdida del sentido de la realidad generada por los algodones de la vida en cautiverio.

Al escuchar como el oficialismo se felicita por el acuerdo con el FMI, es decir, por tener que pedir ayuda al prestamista de última instancia luego de apenas dos años de gobierno, es difícil no recordar otros festejos por razones similares durante el breve gobierno de De la Rúa, tal vez el León de Madagascar más notable de nuestra asombrosa vida política.


Publicado en:
http://www.nuestrasvoces.com.ar/a-vos-te-creo/el-sindrome-del-leon-de-madagascar/

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