LAS RESPONSABILIDADES DE LOS VENCEDORES, por Adrián Corbella

Las elecciones PASO del 11 de agosto, si bien jurídicamente no definen nada, dejaron la impresión de cosa juzgada. La elección del 27 de octubre parece casi un formalismo, un trámite innecesario: sólo resta saber cuál será la diferencia entre el primero y el segundo, y si el Frente de Todos logrará o no concretar la epopeya en CABA.
Al candidato Alberto Fernández se lo trata en todos lados (incluso en España o en el FMI) casi como lo que aún no es:  un Presidente electo. Cuando asuma (el “si asume” parece estar demás) deberá enfrentar una realidad que deja a la tan mentada (y casi narniana) “Pesada Herencia” del 2015 en condiciones idílicas. La Argentina del 10 de diciembre tiene mucho de infierno, no sólo por los vencimientos de la deuda en la etapa 2020-23 –el periodista Julián Guarino hablaba el otro día en C5N de más de 220.000 millones de dólares- , sino por todas las  decisiones de 2019 que se postergaron para fin de año, o sea que se dejaron al próximo gobierno: aumentos de tarifas, intereses de los créditos UVA, decisiones respecto a las Pymes, reperfilamiento de bonos, tasas de interés monstruosas, etc, etc, etc y más etcéteras.
A minutos de jurar las nuevas autoridades deberán enfrentar infinidad de urgencias, tomar muchísimas decisiones, porque la situación social es compleja. El actual equilibrio se asemeja al ojo de un huracán.
Basta con calcular cuántos litros de leche, kilos de pan, de papas o de fideos –ni se nos ocurre mencionar la carne o el pollo- compra un sueldo o jubilación mínimos, para darse cuenta de lo mal que están los sectores populares. Pese a todas las dificultades que existen, que son inocultables, el humor social está bastante calmo.
La calma social se vincula a dos fenómenos. Primero que parte de la mal llamada “pesada herencia” fue dejar una cobertura social, vía AUH y jubilación masiva de todos los ancianos, que hace que la situación sea mala pero no llegue a la desesperación absoluta. La gente tiene muy poco pero algo tiene. Y hay una cobertura social adicional vía comedores comunitarios, a veces dependientes de organizaciones sociales, otras de iglesias, otras de iniciativas particulares, a veces apoyadas desde el Estado.
La segunda causa de la tranquilidad social viene del propio sistema político. Los actores opositores muestran una enorme prudencia. No son pirómanos sino bomberos.
La propia población tiene un rol importante en esto. Mientras que en 2001 se escuchaba “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, es decir, la gente había perdido toda confianza en el sistema político y salía a romper todo, hoy la situación es opuesta. Es muy cercana la experiencia de otros políticos que se manejaban de otra manera. No son todos iguales. Entonces los ciudadanos, confiando en el sistema político, se propusieron terminar esta pesadilla en las urnas, sacar a sus hambreadores con una lluvia de votos. Los pobres son mucho más “republicanos”  que sus limitados gobernantes.
El pueblo ve en el horizonte cercano una alternativa política en la que confía. Entonces en lugar de recurrir a la violencia espera con estoicismo a las elecciones y al cambio de mando, para poner en el poder a gente que les resuelva sus acuciantes problemas.
La decisión de Cristina ayudó mucho a esta salida. Ella se corrió del centro de la escena y propició un candidato de consenso que permitió unir las distintas expresiones de la oposición, ligando a la casi totalidad de las tribus de la diáspora peronista. Así se juntaron en un solo frente electoral el kirchnerismo duro, el peronismo más moderado de los gobernadores o de dirigentes como Felipe Solá, Sergio Massa o Alberto Fernández, peronismos locales como el puntano, sectores de centroizquierda progresistas como pueden ser Victoria Donda, Alcira Argumedo, el alfonsinismo o Pino Solanas, e independientes como Matías Lammens.
El Frente de Todos, como se llamó adecuadamente a una fuerza que parece que sacará más del 50% de los votos, asumirá en un país difícil, y tendrá de inmediato que encarar una situación social de calma inestable. La paz social tiene que ver exclusivamente con la madurez cívica de los ciudadanos, que confían en poner en el poder mediante el voto a un nuevo gobierno que realice un auténtico cambio de rumbo.
Cambiemos es el mensaje. Cambiemos a Cambiemos por gente que piense en nosotros, en nuestros problemas acuciantes, por gente que no mienta ni sea cínica. Por gente más decente y con otros valores. Los problemas para algunos son cómo comer todos los días; para otros como pagar las tarifas o poner nafta al auto, y para un tercer sector como pagar los sueldos y los servicios en su  pyme. Pero todos comparten una cosa: no se puede continuar con este modelo, con un neoliberalismo talibán que arrasa con todo, incluso con la República que tanto dicen defender,  y amenaza el futuro de argentinos que aún no han nacido.
Si bien no son los responsables del infierno que les van a dejar, las nuevas autoridades tendrán la inmediata responsabilidad de dar respuesta a estas demandas, pues se corre el riesgo de que el pueblo pierda lo único que le queda: la confianza en el sistema político.
El pueblo ha mostrado madurez y ha sabido votar. Los ganadores deberán mostrar capacidad y eficiencia para resolver los problemas. Para eso fueron votados.

Adrián Corbella
17 de septiembre de 2019