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domingo, 19 de julio de 2015

Pasado y presente: Perón y un plan para el desarrollo integral, por Leandro Etchichury (para "Miradas al Sur" del 19/07/2015)



Mucho se habla por estos días sobre la doctrina que viene sembrando el papa Francisco desde su Encíclica Laudato Si y su reciente gira sudamericana, con una fuerte impronta crítica al modelo capitalista, a la fetichización del dinero, al individualismo y al poder de las corporaciones económicas. Tal vez, entonces, sea oportuno tratar uno de los grandes legados que nos dejara a los argentinos una de las fuentes de inspiración de Francisco, quien a su vez fuera fuertemente influido por la doctrina social de la Iglesia y el “filósofo cristiano” Jacques Maritain, tal como lo señalara en su monumental obra Carlos Piñeiro Iñíguez, Perón. La construcción de un ideario.

El 1 de mayo de 1974, en su carácter de presiente, Juan D. Perón se presenta ante la Asamblea Legislativa para inaugurar el 99º período ordinario de sesiones. Allí anuncia que: “Como presidente de los argentinos, propondré un Modelo a la consideración del país, humilde trabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y la acción”. La muerte lo sorprende antes de poder presentarlo, pero poco tiempo después se fue conociendo de qué se trataba ese proyecto estratégico de país que incorporaba temáticas poco frecuentadas desde la política.

Cuarenta años después, si bien hay planteos que quedaron desfasados en el tiempo, hay muchos otros que anticiparon debates de nuestro presente y otros tantos que siguen siendo desafíos pendientes. El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional aborda los distintos “ámbitos” en los que el gobierno y la sociedad, como comunidad organizada, deben comprometerse para avanzar en el camino de la liberación y el desarrollo. A través de él, Perón se adelanta a algunos debates académicos, como cuando afirma que “el desarrollo no debe quedar en manos de unos pocos, o de grupos poderosos, como tampoco debe responder a la concepción de una sola comunidad política o de las naciones más fuertes”. Recién en los años ’80, la antropología en Argentina se adentrará en los sentidos y las prácticas de las políticas de desarrollo, como una ideología neocolonialista, de centros y periferias, con modelos prefabricados de modernidad unidireccional cuyos fracasos fueron atribuidos a la necedad de los atrasados. También, Perón explicitará la necesidad de alcanzar el desarrollo propio en un marco de integración latinoamericana, “únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre sometidos a cualquier imperialismo”.

Acuerdos y planificación

“Difícil resultará integrarse dentro del marco regional y más aún del internacional si previamente no establecemos las bases de acuerdo dentro del país”, se afirma en el documento. Lo que propone Perón es un Modelo, considerado como una propuesta de lineamientos generales, que en el contexto de una discusión más amplia, en la que participen las fuerzas políticas y sociales del país, se construya “lo que deberá ser nuestro Proyecto Nacional”. Se habla de compromisos concretos, efectivos y estables, que den lugar a políticas de Estado. La planificación será la herramienta y la expresión de esos acuerdos, en una Argentina que desde el año ’55 avanzó en un proceso de industrialización dependiente del capital extranjero y su tecnología, con una sociedad inducida hacia un consumo “sofisticado” y “superfluo” de creciente demanda tecnológica importada. Perón entiende que a través de la planificación se puede intentar conducir el ahorro interno para posibilitar el modelo de crecimiento con inclusión.

El Modelo Argentino que venía a proponer Perón planteaba “una democracia plena de justicia social”, concibiendo “al gobierno con la forma representativa, republicana, federal y social”. Una democracia social no sólo requiere desarrollar los mecanismos para garantizar la cohesión y la participación para alcanzar el bien común, sino que además “requiere una caracterización de la propiedad en función social”. Así, si bien lo económico tiene un apartado especial se filtra a lo largo de todo el texto con una riqueza y una actualidad que conmueve. El rol del Estado, la propiedad privada, el capital extranjero, la falsa dicotomía campo-industria, la inflación, la explotación de los recursos naturales y una sección dedicada al desarrollo científico y tecnológico, todo está planteado en sus páginas.

De lo económico

Partiendo de entender lo económico como un proyecto histórico-político, el Modelo entiende que la actividad económica debe responder a los requerimientos del hombre como parte de una comunidad y no a sus apetencias personales. Así, la iniciativa privada deberá estar “enmarcada en un contexto donde debe prevalecer una distribución socialmente justa” de la riqueza. Para ello, “el Estado tendrá un papel protagónico o complementario de la acción privada, según la circunstancias presentes o futuras así lo aconsejen”, alentando “el proceso de formación y perfeccionamiento del funcionario público”. Es responsabilidad del Estado el uso de los diferentes mecanismos que incrementen el ingreso real de los trabajadores y sus familias. “La solución del déficit habitacional; la ampliación y difusión de los servicios que hacen a las necesidades primarias, a la educación y al esparcimiento; los subsidios a la familia numerosa y a las clases pasivas son meros ejemplos de lo que el Estado debe concretar en forma amplia y eficiente, o sea, cuantitativa y cualitativamente en relación con la necesidad”, se afirma.

Ya por entonces, las usinas liberales denostaban al populismo que incrementaba el gasto, generaba inflación y reducía la competitividad de la economía. Responde: “Es evidente que las recetas internacionales que nos han sugerido bajar la demanda para detener la inflación, no condujeron sino a frenar el proceso y a mantener y aumentar la inflación… Por épocas se bajó la demanda pública a través de la contención del gasto –olvidando el sentido social del gasto público– ; se bajó la demanda de las empresas a través de la restricción del crédito –olvidando también el papel generador de empleo que desempeña la expansión de las empresas–, y se bajó la demanda de los trabajadores a través de la baja del salario real”. Y agrega, “la inflación, cualquiera sea su origen, tanto como el control de la oferta y por ende de los precios, por parte de estructuras con poder monopólico, en todos los casos terminan con una distorsión del ingreso y generan una distribución regresiva del mismo”.

Cuando se aborda la política agropecuaria deja claro que la política fiscal debe cumplir un “decidido papel para obligar a la explotación racional de los recursos”, entendiendo que “se dan las condiciones para armonizar una estructura económica agropecuaria con otra industrial, sin que el progreso de un sector se logre a costas del otro”, con el mayor agregado de valor a la producción. En cuanto al rol del capital extranjero, se señala como imprescindible “disciplinar dicha participación determinando áreas de su injerencia y el rol que debe cumplir en nuestra vida social, política y económica”. La inversión extranjera debe ser un complemento y no un “factor determinante e irremplazable del desarrollo”.

Ciencia y medio ambiente

El capítulo referido al ámbito científico-tecnológico ocupa una extensión significativa, donde se señala la necesidad de consolidar “vinculaciones estables y verdaderamente productivas entre el sistema científico-tecnológico, el gobierno, el sistema de producción física y el sistema financiero”, destacando que esa falencia ha sido la responsable de “dispersar la investigación”, no haber permitido “una demanda de ciencia y tecnología estable y creciente”, y de haber incrementado el “drenaje de inteligencia”.

Destaca que “la incorporación de tecnología atada al capital extranjero, particularmente para el sector industrial, creó compromisos tecnológicos onerosos en divisas”. A su vez, Perón creyó necesario poner sobre la mesa la contracara del desarrollo científico-tecnológico: la cuestión ecológica, una problemática que recién comenzaba a tratarse en la Europa industrializada, pero que era prácticamente ignorada en la España que lo albergó durante su exilio. “Estamos, pues, en un campo nuevo de la realidad nacional e internacional, en el que debemos comprender la necesidad –como individuos y como Nación– de superar estrechas miras egoístas y coordinar esfuerzos”, anuncia.

Y anticipándose a las vigentes teorías de la gestión del riesgo, asegura: “El ser humano no puede ser concebido aisladamente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra sólo puede esperar catástrofes sociales para las próximas décadas”. Reclama el derecho al uso soberano de los recursos naturales del país, pero a su vez determina la obligación de la utilización racional de los mismos.

Crítico de la creciente sociedad de consumo que impulsan los medios de comunicación, denuncia la creación de un sistema social para el despilfarro masivo, en pos de un “hombre-niño, que nunca colma su apetencia. Vive atiborrado de falsas expectativas que lo conducen a la frustración, al inconformismo y la agresividad insensata”. Con perspicaz mirada, Perón concluye que de esa exacerbación consumista se desprende el aprecio por el “tener” y la “seguridad”.

Su pronta muerte y el golpe cívico-militar que se propuso acabar con la distribución del ingreso, la justicia social y la independencia económica, anestesiando a buena parte de la clase media y media alta con el terror y la plata dulce, le hicieron entrar a la Argentina en una carrera de retrocesos, que como muy gráficamente le señalara recientemente la presidenta Cristina Kirchner a un periodista norteamericano, cuando Mao triunfa en una China devastada por el atraso, Argentina fabricaba vagones y locomotoras que hoy les tenemos que comprar por cifras millonarias.

Publicado en:
http://www.miradasalsur.com.ar/2015/07/19/revista/modelo-argentino-pasado-y-presente-un-plan-para-el-desarrollo-integral/

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