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domingo, 6 de septiembre de 2015

Macri depende de todos, Scioli de él mismo, por Roberto Caballero (para "Tiempo Argentino" del 06-09-15)




Cuando faltan siete semanas para las elecciones, el candidato de Cambiemos todavía no sabe cómo llegar al balotaje y el del FPV no termina de asimilar que su llave al triunfo está en la provincia de Buenos Aires.

Una palabra del siglo XIX tiene atrapada a la oposición nacional del siglo XXI. Castellanizada como balotaje, del francés ballottage, su origen se remonta al segundo imperio de Napoleón III, aunque como mecanismo electoral recién se incorporó a la constitución gala en 1958 con el objetivo de darle mayor legitimación al vencedor en las urnas.

Con los resultados finales de las PASO a la vista y el combo de encuestas que andan dando vueltas por los despachos de sus operadores, el antikirchnerismo descubrió que sólo la suma de sus partes electorales no coaligadas por ahora podría favorecerlo si hay un escenario de segunda vuelta.

Todo su estrategia apunta, entonces, a generar las condiciones para que eso ocurra. La matemática, en principio, no los desalienta: los 30 puntos de Macri, los 20 de Massa y los 3 de Stolbizer equivalen al 53% de los votos hipotéticos que la ciudadanía podría volcar en octubre próximo.

Pero también es cierto que mientras no haya un escenario claro de polarización, Macri (quien estaría mejor posicionado para la segunda vuelta teórica) puede perder votos a manos de Massa y hasta de Stolbizer, frustrando la estrategia general que están revisando.

Scioli no va a perder votos si se kirchneriza más o menos, ni va a ganarlos si se peroniza al punto de actuar negando lo obvio: esos votos ya los tiene.

La foto donde cantaron fraude en Tucumán, que los reunió hace una semana y media en el Hotel Sheraton, fue el primer paso hacia un frágil entendimiento bajo el imaginario paraguas del vocablo francés.

Massa y Stolbizer terminaron de aceptar aquel día la hegemonía macrista en el espacio opositor. La señal dada es que si el candidato de Cambiemos se arrima a Scioli lo suficiente como para obligarlo a competir en una segunda vuelta, ya definido el espacio legislativo y territorial de cada uno, no tendrían reparos en apoyarlo de modo abierto.

La sospecha instalada sobre el mecanismo de votación, el clientelismo y las prácticas fraudulentas obedecen a una lectura extremadamente fina de los números que se conocen. Si alcanzaran el balotaje deseado, sería por escaso margen. Por pocos, poquísimos puntos. Eso mismo que habitualmente los encuestadores llaman "margen técnico de error": más uno o menos dos. Bajo esta premisa, cada punto porcentual vale oro.

Si Scioli saca 42 y Macri 31 (resultado nada descabellado, mirando la proyección de los sondeos), el candidato del FPV sería legalmente el próximo presidente hasta el 2019. Lo que está avisando la fotografía conjunta de los candidatos opositores, es que no van a acatar esas cifras. Las van a denunciar por irregulares. La instalación mediática de la sospecha es funcional a este propósito.

La deslegitimación por antemano abona el terreno. Lo desmaleza de verdades electorales y lo fertiliza para la mentira mediática. El FPV tiene la posibilidad de neutralizarlos sacando arriba del 45. Cualquier cifra por debajo, abre la puerta a una operación mayúscula de desobediencia opositora con apoyatura mediática proyectada a debilitar la figura del presidente ungido por la voluntad popular, según la legislación vigente. Sería la "caprilización" de su política.

Pero la movida opositora es como una frazada corta. Massa y Stolbizer no suman de modo directo a Cambiemos en primera ronda, y a Macri parece no alcanzarle para forzar desde el vamos una segunda. Por ahora. Porque salvo el FPV, el resto de los espacios no tienen cautivos sus votos. Mucho menos Massa y Stolbizer, que aceptaron incluirse en la estrategia macrista del falso fraude sin medir el impacto, el desdibujamiento, que la decisión tendría sobre sus propias figuras y pretensiones. Aunque es cierto que los candidatos del Frente Renovador y de Progresistas ya sabían que no tienen chances presidenciales desde antes, ni siquiera remotas.

En lo que resta hasta el 25 de octubre, como ya consiguió la foto que buscaba con los otros opositores, Macri va a profundizar su campaña de polarización con Scioli y el FPV. Supone que esa dinámica, dispuesta mediáticamente como un balotaje anticipado, casi de modo natural va a arrimarle votos del massismo y del progresismo, achicando la brecha con el kirchnerismo y fortaleciendo la tendencia hacia un balotaje real, donde todos quedarían difuminados detrás de su propia candidatura, en procura del supuesto 53% opositor matemáticamente junto que le daría la victoria.

El FPV de Scioli y Zannini tiene la llave para cerrarle el camino a Macri y su estrategia. Cuenta con un sólido bloque de votantes, que ronda el 40 por ciento. Está cerca de evitar cualquier segunda vuelta. A cinco puntos. Imposible no parece. Pero fácil, tampoco.

Lo de Macri es evidente. Qué quiere y qué se propone para lograrlo. Lo del FPV, al menos en la segunda parte, es menos nítido. Sobre cómo obtener esos cinco puntos se tejen alternativas de todo tipo; a veces, hasta opuestas. ¿Hay que peronizar a Scioli para atraer los votos del peronismo anti-K? ¿Conviene deskirchnerizarlo para ir en busca del voto independiente? O, por el contrario, ¿hay que aprovechar la alta imagen de CFK y plantear junto a ella una agenda política que vuelva a enamorar a los que hace cuatro años le dieron el mayor triunfo electoral al peronismo desde 1983 a la fecha?

Porque la primera pregunta que hay que hacer es de dónde salen esos cinco puntos que faltan. En principio, hay que decir que son viejos votantes del FPV, que hoy pueden estar dudando entre hacerlo de nuevo o elegir a la oposición. ¿Qué los alejó? ¿Por qué cavilan?

Los hay que son refractarios, seguramente, a la radicalización teórica y retórica del gobierno de sus últimos años, los conflictos conducentes que desató y ya fueron tratados en este panorama, pero no queda claro que sean lo más. Además, no se puede afirmar que esos votantes sean más conservadores que los gobernadores del PJ, que hoy están alineados con Scioli y su estilo herbívoro.

Hay otros. Cuando se analizan las PASO, se advierte que el voto bonaerense al FPV estuvo por debajo de las expectativas previas. El impacto de la operación contra Aníbal Fernández y el déjà vu de una interna peronista con ribetes escandalosos, seguramente ahuyentó a algunos, que no siempre están en el mismo lugar. Son voto nómade, muchas veces estético. Sin embargo, si se pone la lupa sobre el terreno aparecen votantes históricos del peronismo de estos años en el segundo y tercer cordón que eludieron al FPV, votando al massismo.

Esto puede ser por dos cosas, que no son contradictorias. Una: la gestión de Scioli no estuvo lo suficientemente identificada con las transformaciones que llevó adelante el kirchnerismo. Dos: el massismo se presenta como una alternativa eficiente para castigar ese desvío, aunque proponga cosas distintas en el plano nacional.

¿Son tan distintos los votantes de Scioli y los de Massa? La agenda provincial de estos años fue muy parecida. Salvo la lealtad pública que demostró el primero con CFK y la traición abierta del segundo, por supuesto. Pero eso no es algo determinante en hogares que creen que la política comprende cuotas elevadas de deslealtad. Buena parte de la prédica televisiva, principal insumo político informativo de la vasta mayoría silenciosa que decide elecciones, trata a la infidelidad y a la política como sinónimos. No son las redes: es la tele.

Lo que es grave para los kirchneristas convencidos es menos grave para aquellos que a veces los votan. Son enojos que no llegan a enojar a todos. Sólo una parte ínfima de los que votan a Massa dejaría de hacerlo porque simboliza una traición política. ¿Y qué sería más grave para el votante peronista y kirchnerista de Isidro Casanova? ¿Qué tipo de traición podría cambiar su preferencia? Una sola: la que existe entre la promesa y lo efectivamente hecho.

Algunas certezas para analizar. Al FPV le faltan cinco puntos para ganar. Son ex votantes del FPV. No todos, pero algo más de la mitad se concentran en territorio bonaerense. El FPV los tiene que volver a convencer de que no es lo mismo votar a uno que a otro. Así dicho, suena sencillo. Es la ventaja del panoramista político frente a los que tienen que tomar decisiones de verdad.

Los asesores de Daniel Scioli deberían avisarle que el candidato depende más de lo que logren Aníbal Fernández y Martín Sabbatella en la provincia que de lo que diga Miguel Bein en lo de Fantino para saciar el morbo de los mercados. A los integrantes de la fórmula oficial bonaerense, destratada por ese sector del sciolismo que recién se dio cuenta que su líder debía reivindicar al kirchnerismo hace dos meses, les cabe una responsabilidad titánica: que los que dejaron de creer en el FPV por las insuficiencias o inoperancias de la gestión provincial de estos años, vuelvan a creerle que puede hacerlo mejor.

Eso parece saberlo más Clarín que muchos de los aliados del oficialismo. El ataque a Fernández, la operación para asociarlo con el narco, tiene un triple objetivo: impedir que el FPV se reencuentre con ese puñado de votantes que puede darle el triunfo, abastecer de excusas bobas a los intendentes oficialistas que sólo ponen el hombro por sí mismos y, a la vez, reforzar el desempeño de las candidaturas opositoras en el distrito que aporta cuatro de cada  diez votos nacionales.

Los debates sobre la conveniencia de la kirchnerización o deskirchnerización de la campaña del FPV son para el piso alborotado de Intratables, no para la mesa donde se toman decisiones trascendentes a un mes y medio de las presidenciales.

Scioli no va a perder votos si se kirchneriza más o menos, ni va a ganarlos si se peroniza al punto de actuar negando lo obvio: esos votos ya los tiene. Los primeros, porque es el candidato que eligió CFK junto a Zannini. Los segundos, porque todo eso que se decía peronista (gobernadores e intendentes) para marcar diferencia con el kirchnerismo puro, ya está dentro del FPV.

Es la generosidad que demuestre de acá en más con todos los integrantes del proyecto político que lo puso a encabezar la fórmula la que puede erigirlo en candidato imbatible. Y, sobre todo, con aquellos que van a disputar la pelea en el corazón del distrito que él mismo gobernó como gobernó durante ocho años.

Los votos que necesita para evitar el balotaje están allí o en ninguna otra parte.

Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/246926/macri-depende-de-todos-scioli-de-el-mismo

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