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domingo, 7 de abril de 2013

Siete horas del comandante, por Cristian Vitale (para “Página 12” del 06-04-13)






El episodio de Presidentes de Latinoamérica con el mandatario venezolano fue de los más jugosos. “La pasión que pone en cada uno de sus relatos obliga a meterse en el personaje, hace vivir su relato como si fuera una novela”, dice su entrevistador, Daniel Filmus.

 Por Cristian Vitale

Durante 2009, envalentonado por los nuevos aires políticos y culturales que refrescan América latina, el senador Daniel Filmus encaró la ciclópea tarea de entrevistar a los presidentes de casi todos sus países. Solventado por el Suterh y el Sadop –dos sindicatos comprometidos con tales aires– y apoyado en un equipo de documentalistas que le puso imagen, paisaje e imaginación a cada diálogo, lo concretó bajo el nombre de Presidentes de Latinoamérica. La serie de entrevistas, que se estrenó hacia fines de aquel año en Canal 7 y Canal Encuentro, fue sin fines de lucro y por nueve: Lula da Silva, Michelle Bachelet, Cristina Fernández, Rafael Correa, Evo Morales, Fernando Lugo, Alvaro Uribe, Daniel Ortega y, claro, Hugo Chávez. “Había estado con Chávez varias veces, en actos y en reuniones, pero nunca en un diálogo a solas. Sin lugar a dudas me fui con la impresión de que se trata de un líder de aquellos cuya presencia resulta insustituible para cambiar la historia. Después de entrevistarlo, uno se va con la seguridad de que sin él la historia de Venezuela, y probablemente la de América latina, no sería la misma. Quizás es uno de aquellos a los que Brecht definió como imprescindibles”, sostiene el político y sociólogo, sobre la entrevista que Página/12 ofrece en formato DVD, junto con la edición de mañana.
El encuentro de Filmus con Chávez fue el último de la serie. En principio, se iba a realizar en la Casa de Gobierno de Venezuela, pero repentinamente el comandante bolivariano decidió trasladarlo a otro lugar. “Primero pensamos que se trataba de una excusa para no hacer el reportaje, pero rápidamente nos dijeron que Chávez quería hacer una entrevista distinta, relajada, que le permitiera contar con detalle su historia”, evoca Filmus. El lugar escogido fue el Cuartel de la Montaña, donde hoy descansan sus restos y donde él mismo había encabezado el levantamiento militar para deponer a Carlos Andrés Pérez, en 1992. Un sitio rodeado de montes y sobrevolado por todo tipo de insectos, en el que Chávez habló largo y tendido bajo un improvisado techo de chapa. Se explayó, cautivante y a tono de confesión, sobre aspectos íntimos y públicos de su vida: su abuela, el socialismo del siglo XXI, Marx y Cristo, Fidel y Bolívar, el golpe militar o el momento en que estuvieron a punto de fusilarlo.
“Todo con una pasión arrolladora”, sentencia el senador y sigue, refiriéndose al comandante siempre en tiempo presente: “Es imposible sustraerse a la atracción que despierta la personalidad de Chávez, más allá de que quien esté frente a él acuerde o no con su pensamiento. La pasión que pone en cada uno de sus relatos o afirmaciones obliga a meterse en el personaje. Chávez nos hace vivir su relato como si fuera una novela. Con pasión y con ternura cuenta su infancia y la relación con su abuela, con emoción y suspenso nos relata el momento en que estuvieron a punto de fusilarlo. Juro que si no fuera porque estaba allí con nosotros, no hubiera sabido el desenlace de esa noche en la que después del golpe de Estado intentaron asesinarlo: `Yo estaba muerto... de repente entra una llamada de Fidel, Chávez tú no eres Allende, tú no te vas a morir hoy... Los soldados estaban dispuestos a disparar, de repente uno se da cuenta de que a quien van a matar es al comandante Chávez y dice: si matan a Chávez nos matamos todos... Y allí resucité’, reproduce Filmus, sobre uno de los momentos más intensos del mano a mano.
De las nueve entrevistas, la de Chávez fue la más larga: duró siete horas. Empezó de día –con casi 40 grados de calor– y terminó de noche. De esta situación deviene que, junto con la de Lula da Silva, haya sido la única que tuvo que desdoblarse en dos capítulos de 50 minutos cada uno. “Cuando pensamos que por fin dejábamos de transpirar por el calor que hacía, el comandante miró hacia los cerros, y dijo: `Filmu (sic) está oscureciendo, se esta haciendo de noche... pidamos un grupo electrógeno para poner luz y poder continuar charlando, que esta conversación está muy interesante’”, se ríe el senador, mientras repara en aspectos `eruditos’ de Chávez que también quedan explícitos en el relato. “Me tomé el atrevimiento de intentar averiguar si era sólo un `lector de solapas’, como acostumbramos a decir en la facultad, pero no... siempre me encontré con las respuestas acertadas, que también indicaban un alto grado de elaboración propia de los textos. ¿Cuándo leés tanto? ¿Cuándo tenés tiempo?, le pregunté. ‘Leo mucho en los aviones, cuando todos duermen. Yo casi no duermo, no descanso’... me contestó el comandante, con cierta conciencia de que eso no era bueno para su salud.”

–Son muchas y notorias las coincidencias entre los mandatarios latinoamericanos de hoy. ¿Qué fue ‘lo específico’ que encontró en Chávez respecto de los demás entrevistados?

–A ver, sí, él tiene en común muchas cosas con otros de los presidentes transformadores de la América latina actual: infancia humilde, sueños infantiles también humildes (como Lula que quería ser camionero, Chávez se imaginaba pintor o beisbolista), años de militancia contra las injusticias, cárceles o persecuciones, fracasos en los primeros intentos de llegar al poder y una fuerte perseverancia y convicción en los ideales para superar los fracasos. Pero Chávez tuvo el mérito de ser el primero que avizoró que en América latina se terminaban el neoliberalismo y el consenso de Washington y comenzaba una etapa nueva. Lo hizo solo, antes que Lula, Néstor, Correa o Evo. Y tiene también el mérito de no conceder, de ser franco en lo que piensa, de llamar al diablo por su nombre y de ser solidario con los países hermanos que necesitaron del apoyo de Venezuela... sólo un hombre que amó y confió tanto en su pueblo puede haberse ganado tanto amor y lealtad como el que mostraron las masas humildes de Venezuela cuando le rindieron homenaje por su muerte.

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