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jueves, 25 de abril de 2013

Manotazos de los negadores, por Gustavo Rosa (para “Apuntes Discontinuos” del 24-04-13)





La carpa de las ensaladas

Aunque parezca mentira, el Autor de Estos Apuntes mantiene la esperanza de contar con una oposición comprometida con la construcción del país y no con la defensa de intereses minoritarios. Al menos, en un futuro no tan inmediato. Esto, más allá de los exabruptos vertidos por los manifestantes y exponentes de algunas fuerzas políticas durante el último cacerolazo, con los que no podría haber consenso alguno. A pesar de todo, estos acontecimientos todavía llaman a la reflexión, más que al rechazo. Uno puede abordar un análisis de las consignas, declaraciones, carteles, expresiones faciales, hechos aislados de intolerancia y violencia y siempre llega al mismo estado: una profunda tristeza provocada por la imposibilidad de un encuentro con tantos individuos enojados casi sin motivo. Sin embargo, resulta auspicioso que gran parte del arco político haya dejado en soledad a Elisa Carrió con sus heroicos sueños de revolución urbana. O golpismo encubierto, si se quiere. Toda la repulsa del 18 de abril se transformó en una pintoresca carpa en donde se vomitarán generalidades colonizadas para evitar el salvaje “manotazo a la Justicia” que el oficialismo se dispone a aprobar en el Congreso. Nada grave: tan sólo un “manotazo”, pero de ahogados.
Una diputada por el FAP es la que encendió una luz en medio de tantas sombras opositoras. La titular del bloque, Alicia Ciciliani consideró que “los actuales legisladores fueron elegidos por la gente y la mayoría del oficialismo es legítimay, por las dudas, agregó que “esa mayoría es legítima porque los legisladores han sido elegidos por el voto popular”. Muy lejos, claro está, de la posición partidaria que tomó la UCR, que, a través del Comité Nacional convocó a los ciudadanos a sumarse a la protesta. En un ferviente comunicado, el partido centenario que ha perdido su rumbo llama a “los militantes de todo el país a movilizarse para apoyar a nuestros legisladores y hacer que aquellos que aún están en duda oigan nuestras voces y terminen de decidirse en contra de esta reforma antidemocrática”. Por supuesto, en el texto no explican por qué un proyecto que ha seguido todos los procedimientos establecidos por la Constitución y a través de los canales correspondientes es antidemocrático. Tal vez, por eso han perdido el rumbo, porque no saben explicar las posiciones que toman.
Como una muestra de eso, las declaraciones del senador radical Ernesto Sanz, hábil a la hora de repetir informaciones publicadas por el ex Gran Diario Argentino en las sesiones legislativas después de haber sido largamente desmentidas. “Estamos viviendo un final de ciclo –anticipó como un visionario- La economía no está funcionando bien y el Gobierno no acierta una. No pega una. Error tras error de gestión”, anunció en un programa televisivo sin fundamentar demasiado. “Si a todo eso lo metés en un combo y le sumás periodistas que logran pruebas y además, todo un humor social... y tenés lo que tenés: movilización, manifestación”, avanzó con su exaltado y sapiente diagnóstico. Pero lo peor estaba por llegar: “ojalá esto siga hacia octubre. Porque también a veces pienso que si la economía mejorara un poco, ¿qué pasaría con las elecciones? Ojalá que esto siga hasta octubre”. Mentiroso, ignorante, irresponsable y miserable. Tan ciego y necesitado de votos que es capaz de desear el desastre con tal de acertar con sus inconsistentes pronósticos.
La no tan sustanciosa movilización cacerolera del 18 de abril entusiasmó hasta el éxtasis a la desconcertada oposición, al punto de instalar una carpa frente al Congreso con el objetivo, no de impedir el normal funcionamiento parlamentario, pero sí de sumar voluntades para presionar a los indecisos. Algunas ONG también aportaron su granito de arena con un pormenorizado escrache a doce legisladores, con fotos, dirección y número telefónico. Pocos cuestionaron esta metodología cuasi mafiosa que afecta a representantes que suelen acompañar al oficialismo en algunas iniciativas. Si la cosa hubiera sido al revés, el escándalo que hubieran armado los paladines de la República. Basta recordar la histérica reacción que tuvieron ante el cruce verbal entre el periodista Juan Miceli y el diputado Andrés Larroque.
Si hay un poco de desesperación entre los anti kirchneristas es porque comienzan a comprender de qué va la cosa. En realidad, hace mucho intuyen que el camino emprendido avanza hacia una transformación en serio, pero no saben cómo interrumpirlo. Por eso apelan a mentiras y exageraciones para despertar el enojo de algunos prejuiciosos habitantes. Aunque se hayan movilizado en número no tan impactante como se esperaba, los exponentes de la oposición insisten con una lectura equivocada. Para ellos, todo el país está en contra. Y ése también es un error a la hora de construir alternativas de gobierno. Por el momento, han renunciado a disputar voluntades al kirchnerismo y sólo se pelean por unos cuantos porotos, esos individuos exaltados sin saber por qué; que gritan, sin argumentos, consignas que no comprenden.
Si, además de desesperados, también se los nota impotentes es porque el sentido común embrutecedor construido durante tantos años comienza a mostrar fisuras. Las verdades sostenidas a lo largo de gran parte de nuestra historia reciente comienzan a aparecer como zonceras. Lo que antes se consideraba sagrado, empieza a humanizarse. Lo que se preservaba como intocable, ahora es transformable. Desde que se presentaron los proyectos para democratizar el sistema judicial, la Justicia se transformó en inmaculada y divina. “La Justicia no se toca”, rezaban algunos carteles caceroleros. De paso, algún “no a la reforma de la constitución” también robó algunos segundos de pantalla. ¿Y por qué no se pueden reformar, si tanto las leyes como la constitución son contratos, acuerdos de convivencia que deben ser tan dinámicos como los cambios que se producen en la sociedad?
Pero no hay argumentos, sólo rechazo. O motivos prefabricados, lo que significa más o menos lo mismo. Estos bulliciosos protestones piensan el país sumido en un estado de crisis galopante, que está muy lejos de ser realidad; quieren linchar a todos los funcionarios sin realizar una evaluación equilibrada; niegan legitimidad a la decisión de la mayoría; consideran extinguida la adhesión de los votantes hacia La Presidenta; deliran con que Todo el País está en contra del kirchnerismo y, los que no, están comprados, cooptados, engañados o cosas peores. Y entonces, ante la certeza de que no puede haber acuerdo posible con ellos, invade una sensación de tristeza. Cuando uno quiere colgar a La Presidenta con todos sus funcionarios y el otro no quiere eso, ¿por dónde pasa el cacareado consenso? ¿Por colgarlos un poquito hasta que pataleen y después descolgarlos?
No hay acuerdo posible porque lo que piden es irrealizable, además de innecesario. Pero, sobre todo infundado. Además, ese rechazo visceral está circunscripto a la CABA. En las distintas ciudades del país, el tono violento no tuvo el desborde que sí dominó a los capitalinos. Y ahí está el combo del que hablaba Sanz, aunque no detalló sus ingredientes: prejuicios, titulares mentirosos y alarmistas, la desconfianza histriónica, el aval de ciertos políticos que repiten como loros, periodistas que desparraman denuncias como fiscales del paraíso… Una oposición conformada por ciudadanos, representantes y periodistas para defender un statu quo demoledor. Y ahora tienen una carpa, como cualquier circo que pretenda ser tal.



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