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miércoles, 27 de junio de 2012

EL MODELO QUIERE MÁS, por Juan Chaneton (para “Nos Comunicamos” de junio de 2012)



Lo que ocurra en la Argentina y en Sudamérica en el mediano plazo se está decidiendo en Europa y Estados Unidos, pero lo que ocurra en la Argentina en el próximo año se está debatiendo aquí, en el país, en estos días de turbulencia, de retórica encendida y de actividad incandescente y persistente de la derecha que quiere otro modelo económico y social.

Hay quienes dicen que tal vez haya sido un error pelearse con Moyano. Lo que no dicen es cómo se hacía para no pelearse con Moyano. La vía hacia la armónica continuación de la relación era entregarle medio parlamento, poco menos. CFK habría devenido –en ese caso- presidenta rehén de un sindicato fuerte.

A lo que parece, la lógica histórica sigue su curso y alcanza también al peronismo (¿por qué habría, la Historia, de dejar fuera a un actor más del acontecer humano?). Ella, la Historia, se parece, en un punto, a la muerte: es democrática y omnipresente. Todo lo envuelve. Todo está dentro de ella. Más allá, nada.

Las cosas nunca son lo que parecen ser. Siempre hay una apariencia que oculta lo más sustantivo, lo principal. El fenómeno político sindical que enfrenta al gobierno con el moyanismo, hoy, parece indicar que Cristina se dispone a sustituir al camionero por el metalúrgico Caló.

Detrás de éste, vendrían, en una futura y presunta conducción de la CGT, Pignanelli del SMATA, Yasky, de CTERA, la Unión Ferroviaria sin Pedraza (que está preso), SUTHER, SADOP (docentes privados), los taxistas de Omar Viviani; Luz y Fuerza y Mercantiles de los inoxidables, inhundibles y eternos Lescano y Cavalieri. Es este diseño o, como alternativa, un “triunvirato”, según lo desea, entre otros, West Ocampo, de Sanidad, otro inmortal de la patria sindical.

En todo caso, la fractura es un hecho; y es esta fractura el dato que lleva a la sospecha de que detrás del fenómeno (apariencia) se mueve una realidad más proteica y, en última instancia, más de largo plazo, estratégica diríamos.

Puede parecer que, a primera vista, el gobierno sale beneficiado de esta ruptura, al menos en lo inmediato.

El escenario que se viene –si se viene- es un debilitamiento de ambas alas del sindicalismo. Moyano no ha obtenido aquiescencia ni siquiera para parar todo el transporte, algo impensable en sus días de alianza con Néstor Kirchner. Y acaba de insinuar que se va.

“Yo me voy –dijo- pero que el gobierno resuelva el tema de ganancias y de asignaciones familiares”, desafió por los micrófonos de Radio Mitre el viernes 22 de junio. Los “gordos”, por su parte, no dan, en la percepción popular, el perfil adecuado a los tiempos. Atrasan. Cargan con un pasado peor que el de Moyano. No sirven para el largo plazo.

En este contexto, asoman los “cuerpos orgánicos” –ubicados arriba pero con tendencia a la baja-, versus el “clasismo” –ubicado por debajo pero con tendencia al alza-. Se perfila esa configuración del movimiento obrero para los próximos años. Si esto es voluntad devenida acción por parte del gobierno o, por el contrario, es un efecto no querido de su política, es lo de menos. Importan los hechos. Estamos en el terreno de la política, no en el de la moral. Las últimas elecciones en Alimentación y Gráficos insinúan dar cierta base a la afirmación precedente.

Sin embargo, esta debilidad creciente de las conducciones obreras tradicionales darían al traste con la función históricamente inherente a las burocracias sindicales: la contención de las luchas y la mediación para resolver conflictos en términos funcionales a la continuación de la relación capital-trabajo propia del capitalismo.

Es una jugada peligrosa para el gobierno en la medida en que puede tener un costo estratégico. Y mucho más cuando la crisis capitalista mundial arrecia y no admite, ni siquiera en las mejores plantadas economías de la periferia, tironeos ni disputas en torno a la apropiación de la ganancia y de la renta de la tierra.

Tal vez el legado kirchnerista no sea otro que el de haber creado las condiciones para que, en el futuro, el desplazamiento de la burocracia de los sindicatos y su sustitución por conducciones obreras genuinas constituya el preludio de una construcción política que marche en línea con los mejores procesos revolucionarios que tienen lugar hoy en Sudamérica. Si es que estos duran. Y si no, también.

El enfrentamiento ha sido netamente político. Moyano transa en un 25,5 % de aumento salarial; deja vigente como demanda la suba del mínimo no imponible para ganancias; hace lo propio con las asignaciones familiares; y, como colofón, si se va de la CGT le quedan las manos libres para dedicarse a la política que, en su caso, no es otra cosa que dedicarse a tejer su alianza con Scioli (alianza núcleo) y que después vengan los que quieran venir, todo ello con miras al 2015. El “Momo” Venegas ya está anotado en esa.

Lo mismo puede hacer el inefable “Luisito” Barrionuevo. Cuentan con el anfibio Duhalde y con la iglesia católica. Y con el empresariado industrial más concentrado. Y con la “mesa de enlace”. Y con un 60 % del Poder Judicial proclive a terminar con los juicios a los genocidas y dispuestos a “mirar para adelante”. Y -esto es objetivo- con “Los Dragones” de Chubut que destruyeron a mansalva y con barbarie un yacimiento para desabastecer de combustible.

Genuinos trabajadores no hacen eso. Protestan, lucha, y hasta se arman como lo muestra la historia; pero jamás destruyen la fuente de trabajo. Pugnan por su propiedad, por ponerla en valor y hacerla producir.

Producir para todos. Eso hacen genuinos trabajadores clasistas. Salvo que estos dragones no lo sean o hayan mordido el anzuelo que les tiró alguien que de trabajador no tiene nada. En todo caso, juegan para el enemigo.

Es significativo el enfoque de los diarios La Nación y Clarín. Hace muy poco y en el estilo culterano y sibilino que los caracteriza, insultaron a Moyano con todos los epítetos imaginables (insultar culteranamente es hacerlo con elegancia), pues éste les había bloqueado la salida de los diarios en las puertas de las plantas impresoras. Lo reputaban, en ese momento, kirchnerista. Ahora no lo insultan, pero tampoco lo elogian abiertamente. Los comentarios expresan, más bien, un regocijo contenido, pues creen advertir que los acontecimientos esmerilan al aborrecido gobierno K.

Lo probable, ahora, es que los puntos estrictamente gremiales (ganancias y asignaciones) se resuelvan después del 12 de julio, es decir, después de que una “nueva” conducción alumbre en la CGT. A Moyano, nada. A Caló, sí. En este lance, camioneros tendrá el probable apoyo de UATRE (Venegas); Bancarios; Portuarios; la CTA de De Gennaro cuyo secretario general es Pablo Michelli; Luis Barrionuevo; Judiciales de Piumato; Canillitas de Omar Plaini; Dragado y Balizamiento; Sanidad; Estatales; Alimentación; y el “Pollo” Sobrero, por supuesto, que no representará mucho pero hace bastante ruido por TN.

Pero la carta de la no convalidación de la convocatoria para el comicio gremial está disponible. Si el gobierno accede al pedido de Caló, el ministro Tomada podría muy bien hacer el anuncio un día de estos. Habría contrapartidas en toda esta rosca. Los apoyos gremiales que Cristina tiene -en potencial- contra Moyano no quieren que éste se apropie de banderas que aquéllos consideran que les pertenecen. Y estas banderas no son otras que aumento del mínimo no imponible de ganancias y asignaciones familiares.

Curiosamente (o, en realidad, no es tan curioso), nadie dice que el sueldo no es ganancia sino pérdida, lisa y llanamente. Y nadie repara, tampoco, en que una transacción financiera que reporta un beneficio de, digamos, un millón de pesos en un ratito, no paga ni ganancias ni nada.

Toda judialización del conflicto es estéril y, lo que es peor, sería un error político. No es eficaz por cuanto ese viejo e inepto instrumento que es la ley de abastecimiento ya ha demostrado su fracaso. Tampoco sirve acusar de coacción o extorsión a los trabajadores. No hay juez que se las pueda venir con el encarcelamiento de Pablo Moyano o de su padre cuando éstos conducen a 273.000 camioneros en todo el país.

El procesamiento no sería, precisamente, un paso en dirección a la gobernabilidad. Pero, fundamentalmente, se trataría de un error político por partida doble. No judicializar la protesta social ha sido, en la retórica del gobierno kirchnerista, docencia constante y sin fisuras desde 2003 hasta hoy. Está inhibido de hacerlo. Y, en segundo lugar, la aplicación de las normas no sería vista como eso, como aplicación del correctivo legal que irroga todo delito, sino como la obscena utilización de la ley para fines políticos.

De modo que lo más probable es que las andanzas de Randazo y otros en busca de correctivos leguleyos para este entuerto -que es político de cabo a rabo- no pasaría de ser una morisqueta pour la galerie, pues hay que mostrar que algo se hace y que no se está con los brazos cruzados cuando un dirigente sindical bloquea el retiro de dinero de los cajeros públicos, la carga de nafta para los autos de la clase media y, encima, amenaza con no recoger la basura y con no dejar leer los diarios a nadie.

La política es así. Al “monstruo” camionero lo creó el kirchnerismo. En 2003 había 50.000 choferes; cuando asumió Cristina ya ascendían a 70.000; hoy son 273.000. Sí. La anomalía es imputable al kirchnerismo. Pero, sin Moyano y con el 22 % de los votos la predicción del inefable Claudio Escribano, ideólogo del diario La Nación, se habría cumplido: el pueblo argentino –dijo aquella vez- ha decidido darse gobierno por un año. Así es la política.

Por otro lado, hay un aspecto puramente técnico del problema que no es menor. La cuarta categoría del impuesto a las ganancias -que es la que está en juego en esta disputa- reporta, en conjunto, seis mil millones de pesos al Tesoro nacional. Ese dinero es coparticipable, de modo que dejar de percibirlo afecta también a las provincias. No significa ello que Cristina Kirchner no esté dispuesta a considerar las vías alternativas correspondientes para salvar el escollo. Pero llevará su tiempo, medido en un mes o dos, probablemente.

El arsenal de gobierno orientado a obtener apoyo sustitutivo al de Moyano cuenta con dos misiles de grueso calibre. Uno está constituido por los fondos que el Estado retiene a las 302 obras sociales. Se trata –según afirma la propia CGT- de doce mil millones de pesos. El otro se llama “homologación”. Es la que todavía está pendiente respecto de más de 120 acuerdos salariales, muchos de ellos superiores al techo de 21% deseado por el Gobierno.

Y la pregunta surge sola: y luego de obtenido el apoyo de los gordos y los flacos y desplazado Moyano de la CGT, ¿qué? Con esa base social no se profundiza el modelo. No sólo porque esos aliados no quieren ninguna profundización sino porque la traición es su modo de estar en el mundo. Apoyarán hoy a Cristina pero, hacia el 2015 miran hacia La Plata. Salvo que Cristina esté dispuesta a seguir batallando contra la corporación sindical aunque ésta pase a estar en otras manos. Pero esto es mera hipótesis.

Es impensable de otro modo que no sea como hipótesis. Porque, si esa fuera la vía que eligió la Presidenta, hay dos obstáculos: queda poco tiempo y se equivocó de partido. No se viene a gobernar el país en nombre de peronismo con el fin de romper lo que fue la creación más arquetípica de Perón: la corporación sindical. Porque la CGT se fundó en 1930 pero a Cipriano Reyes lo eliminó (mal) Perón; y el primer obsecuente que pudo sentar en el sillón de la Central fue Jerónimo Espejo. De ahí venimos.

El error no fue recostarse en lo único que había, que era Moyano. El error fue dejar venir un conflicto que se veía venir. Error de cálculo, nadie que asesore o sobreestimación del sentimiento patriótico de los argentinos. O todo eso junto. En la Argentina, el amor a la patria -que es eterno- dura pocos meses. El pueblo se inflama de fervor patriótico durante 48 horas por el tema Malvinas; por 24 con la nacionalización de YPF… y enseguida pasa a insultar a ese mismo gobierno porque no le aumenta el sueldo y la inflación se lo come. De modo que no bastó con YPF. Para ganar las legislativas de 2013 habría que haber diseñado un programa de anuncios sucesivos inmediatos a la expropiación de Repsol. En ese programa, lo que hoy es una bandera de Moyano habría sido una del gobierno.

Nada cambia una movilización en la Plaza de Mayo. Los actores son los mismos y con el mismo poder de fuego luego del miércoles. El punto fuerte de Cristina es la caricatura que tiene enfrente como oposición, al punto que el único que salió a decir alguna inmeditada opinión fue el hombre más peleado con el carisma después de Fernando de la Rúa. Se trata de Binner, que no dijo nada sino que atinó a mencionar a Paraguay y a la destitución de Lugo.

La afirmación inicial de esta nota no es ociosa y prologa el cierre. Se siente en el aire que lo que se decide en un país sudamericano depende de lo endógeno-interno propio de esos países, pero también -y en medida considerable- de la urdimbre de políticas de igual intensidad y sentido contrario que puedan gestarse en una dimensión “exógena” o exterior, en la cual las embajadas americanas, en tándem con su Departamento de Estado, con organismos como la USAID y la CIDH, más las “fuerzas vivas” de las derechas vernáculas, constituyen el sujeto activo que busca conmover los cimientos del sistema institucional, con lo cual su actividad, si devenida política práctica, se convierte en desestabilización lisa y llana, preludio del derrocamiento.

La legitimidad de origen no alcanza ya que puede ser horadada con cierta eficacia en la medida en que los medios no adictos trabajen con persistencia y a mediano plazo en pos del descenso de la “imagen positiva” de un líder y del ascenso de la “positiva” de otro.

De este modo, Paraguay dista de parecerse a la Argentina. Lugo no tenía pasado ni supo construir un presente. Por ende, no tenía futuro.

Nuestro gobierno argentino tiene mucho pasado, en el que abreva y se inspira. Pero también exhibe un presente complejo. Y en cuanto a su futuro, tiene fecha de vencimiento en el 2015, salvo que Cristina siga. Y el relevo no será nacional y popular.

Juan Chaneton


Publicado en :

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