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martes, 28 de noviembre de 2017

¿LA ENCRUCIJADA DE DEFENDER A LA VENEZUELA BOLIVARIANA?, por Gustavo Vera (para "Revista PPV" del 28-07-17)



Por Gustavo Vera

El debate entre el pensamiento de izquierda latinoamericano se centra, por estos días, en la defensa o no de la Venezuela Bolivariana conducida por Nicolás Maduro. La creciente escalada de violencia que azota al país del norte del continente sudamericano (que ya lleva más de tres años) ha despertado críticas en pensadores y militantes políticos que hasta hace no mucho apoyaban la Revolución Bolivariana.

Las criticas más escuchadas o que se pueden leer de los desencantados del Chavismo, suelen ser sobre que hay una supuesta reacción armada que el gobierno de Maduro aplica sobre aquellos “que piensan distinto a él”, que el pueblo venezolano “se muere de hambre” y que Venezuela ha dejado de ser una democracia para convertirse en un país gobernado por una suerte de dictadura, donde todo el poder político se acumula en el poder ejecutivo. Otras voces menos analíticas pero con tanta fuerza en la reproducción de sus opiniones, sostienen sin más, que “Maduro no es Chávez”, como si las capacidades de las personas pudieran ser trasladadas por arte de magia entre uno y otro. Y como si, además, algún otro fuera Chavéz, como si dirigentes políticos como Hugo Chavez aparecieran todos los días en este continente, en este mundo. ¿Maduro no es Chavez? Claro, ustedes tampoco lo son, nadie lo es. ¿Es aquella cuestión su culpa? Definitivamente, no. (Tal vez sería interesante que, si admiramos tanto a Chavez, se respete a quién él eligió como su sucesor, pero aquella es otra historia).

-Maduro reprime a los que piensan distinto a él:

¿Quiénes son los que piensan distinto al gobierno venezolano?, ¿expresiones voluntarias de la sociedad civil venezolana? ¿Ciudadanos civiles que quieren recuperar la patria de las garras de la tiranía opresora? ¿Políticos interesados en mejorar la calidad de vida de la inmensa mayoría del pueblo venezolano? ¿Son acaso parte de un proyecto popular superador de la experiencia bolivariana, que quieren reparar o fortalecer las cuestiones que seguramente fallan en la revolución? La respuesta parece obvia, y casi que da vergüenza intelectual tener que decirlo, pero dado el debate que generó que escriba esta modesta columna de opinión, lo haré:

Aquellos que enfrentan al gobierno de Nicolás Maduro son las élites propietarias venezolanas que reinaron para su propio beneficio hasta la aparición de Chávez en Venzuela, son aquellos que quieren recuperar para poner nuevamente en pocas manos y a las órdenes de las intereses trasnacionales el mar de petróleo que hay bajo la tierra en aquél país. Son la CIA y el Departamento de Estado, que no reconocen mandato político y actúan de la misma forma sea Obama o Trump el presidente de los Estados Unidos y son, por supuesto también, las grandes cadenas de medios de comunicación comerciales, que desparraman el pensamiento occidental hegemónico por todo el mundo y que son parte, además, del entramado político del Imperio de Norteamérica. Parece tan obvio tener que decir esto. Y es tan obvio que los que se diferencian “por izquierda” del Chavismo conducido por Maduro, también lo saben, que uno empieza a pensar que su crítica ya no es por izquierda, sino que lo es por derecha. Pero, además, hay que dejar sentado que aquellos que intentan terminar con la Revolución Bolivariana no lo hacen solamente desde la rosca política, desde lo propiamente discursivo, lo hacen también haciendo uso de las armas. Leopoldo López, por ejemplo, cuya situación algunos periodistas “progresistas” argentinos han comparado con la situación que vive Milagro Sala en nuestro país, es responsable de casi medio centenar de muertos en el año 2014. Podemos hablar además de los ya frecuentes episodios de terrorismo en los que “simples opositores” matan a chavistas, hacen explotar bombas en lugares públicos o balean escuelas. Es la contrarrevolución la que usa las armas en contra del pueblo en Venezuela.

 ¿Es entonces éticamente reprobable que el Gobierno se defienda y sobre todo defienda a los sectores populares que son los más atacados por estas acciones criminales? La respuesta es no, salvo que uno crea que las oligarquías son las únicas con derecho a ejercer la violencia armada en los países y que si los gobiernos populares osan responder, se convierten en dictaduras.

-El pueblo se muere de hambre en Venezuela:

Afirmar semejante cosa desde la comodidad de un escritorio parece al menos una posición algo fácil, cuando no de corte principesca. Pero aceptando que la situación de desabastecimiento en Venezuela es grave y que el pueblo tiene problemas mayúsculos para abastecerse de alimentos básicos, cabe nuevamente hacer algunas preguntas obvias: ¿Realmente se cree que los problemas alimenticios que existen en aquél país son producto de la política económica del Gobierno de Maduro? ¿Quiénes son los que tienen problemas para abastecerse de comida, los pobres o los ricos en Venezuela? ¿Son las posiciones ortodoxas económicas y de mercado que priman en la oposición venezolana, las que darán de comer al pueblo Venezolano? Otra vez las respuestas desde un pensamiento popular y de izquierda parecen obvias. Al gobierno de Maduro y a todas las experiencias de gobiernos populares que hay y hubo en nuestro continente se las critica, se las quiere derrotar justamente por darle de comer a los sectores populares, por imprimir un piso de derechos básicos para la inmensa mayoría de la población, que había sido excluida y convertida en poco menos de desecho humanos por años de neoliberalismo. Acusar a la Revolución Bolivariana de no poder satisfacer las necesidades básicas del pueblo es descontextualizar cualquier análisis, negar los procesos de condiciones de producción para que tal cosa ocurra y olvidar, por acción u omisión mal intencionada, que son las propias elites venezolanas y las firmas trasnacionales dueñas de las cadenas de supermercados las que desabastecen para provocar caos en Venezuela.

Es un argumento tan de derecha como aquel que sostiene que la inflación la genera la suba de salarios y no lo inescrupuloso de las empresas y la falta de control de los gobiernos pro mercado. Una crítica por izquierda al gobierno venezolano podría ser que en estos años de Revolución no ha encarado un proceso de industrialización que permita a Venezuela dejar de ser una economía que necesita exportar hasta el papel higiénico, pero de ninguna forma acusar a Maduro y a su gobierno de ser los responsables de la falta de alimentos, cuando saben perfectamente que esto no es así. Salvo que hayan dejado de ser de izquierda.

-Venezuela ha dejado de ser una democracia:

Existe entre el pensamiento de izquierda ilustrado y hegemónico cierto rechazo a los gobiernos populares que radicalizan sus posiciones. Sostienen y reivindican a estos gobiernos hasta que aquellos se meten con el ordenamiento político institucional del orden establecido. A partir de allí, las loas a la república empiezan a repetirse por todos lados. Con dos resultados: el primero es que terminan colaborando y siendo funcionales a la restauración conservadora que dicen combatir. La segunda y mucho más grave aún, es cuando directamente, este horror que les genera al progresismo ilustrado las representaciones populares más radicalizadas, terminan haciéndolos pasar al enemigo. Casos como estos abundan en nuestro país, sin ir más lejos.

Las recientes derrotas en Argentina y el golpe parlamentario ocurrido en Brasil demuestran que los procesos populares no pueden ser guiados por las leyes de la democracia burguesa, porque en esas leyes está la trampa para restablecer el statu quo. Necesitamos aprender que las revoluciones no tienen futuro, no tienen chances de triunfar si no radicalizan sus posiciones político económico de cara a construir un socialismo latinoamericano que construya una patria grande justa, libre y soberana. Las reglas de la oligarquía están pensadas para hacer fracasar cualquier intento emancipador en nuestro continente. Maduro y su gobierno parecen haberlo entendido, tal vez algo tarde, con la reciente convocatoria  a una Constituyente que intenta cambiar a la democracia de la única forma que es conocida, a la manera liberal. Modesto Emilio Guerrero lo explica a la perfección: “la idea constituyente de Maduro alteraría, si se potencia, los factores de la ecuación de la única democracia conocida, que es la liberal y podría conducir a la extinción de la oposición como corriente política de la clase dominante. Porque esta constituyente cambiaría la naturaleza del voto como acto-fetiche de la democracia tradicional. Cambiaría el mecanismo de legitimación del poder estatal en forma legal, combinando el voto individual, liberal con el voto de clase, ‘sectorial’.” No es cuestión entonces de esperar vencer con los límites de la democracia liberal, sino cambiarla de raíz

¿Encrucijada?

En este marco no parece ser ninguna encrucijada para lxs que defendernos un posicionamiento político ideológico, latinoamericano, popular y revolucionario defender a la Venezuela Chavista que conduce Maduro. Difícil, cuando no imposible sería para muchos de nosotrxs, tener que hacernos los tontxs e ignorar el por qué de la situación que atraviesa el país hermano. Excepto, claro, que ya no defendamos las causas que decimos defender.




Publicado en:
https://revistappv.com.ar/2017/07/28/4715/

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